El relato del alumno.

Marina, profesora de Lengua y Literatura, se encuentra por accidente en una de las mesas de sus alumnos un relato erótico. Por si esto fuera poco su excitación se ve incrementada cuando descubre que ella es co-protagonista del relato

Marina se levantó de la silla del profesor después de corregir el último examen de lengua y literatura. El gesto de la mujer era de disgusto, la clase contaba con 24 personas y había habido cinco suspensos. Pese a que no estaba mal, en comparación con los resultados de otras aulas, la mujer siempre se exigía lo máximo y aun teniendo un solo suspenso entre sus alumnos, Marina se marchaba defraudada, tanto consigo mismo como con los que no habían reunido los requisitos para aprobar.

La mujer soltó de repente un quejido de dolor cuando su muslo chocó de forma fortuita contra una de las mesas que había en el camino entre su mesa y la puerta, provocando que los folios que había en la cajonera de la mesa que casi volcó, cayesen directamente al suelo.

Aún dolorida, Marina se acuclilló en el suelo para reunir todas las hojas y volver a meterlas en el lugar del que se habían salido, pero antes de hacerlo las echó un vistazo. La mujer no sabía bien de quien eran aquellas hojas, tenía muchas clases diferentes, y tan solo llevaba un trimestre desde que había llegado a aquel instituto, con lo que no le había dado tiempo para asociar las caras y nombres de todos sus alumnos.

Lo primero que fue a la mente de la mujer fue que aquel debía de ser uno de los alumnos que habían suspendido: en aquellas hojas no había absolutamente nada acerca de su materia, en su lugar no encontró más que un montón de dibujos, bastante realistas, de mujeres en poses eróticas, con cuerpos en los que sus atributos femeninos se veían muy potenciados, siendo penetradas por falos desproporcionados.

La mujer, movida por la curiosidad de ver hasta donde llegaba la imaginación aquel alumno, hojeó los folios, hasta que se paró en seco, ya que después de una docena de hojas tan solo con dibujos eróticos, se encontró con las primeras palabras escritas.

Marina no dudó en echarlas un vistazo por encima, no sorprendiéndose cuando se dio cuenta de que trataban de lo mismo que los dibujos: sexo. Pero en esta ocasión la mujer le prestó una mayor atención, hasta que finalmente decidió introducir las hojas escritas en su bolso, para leerlas más tranquila en su casa.

La profesora, que acostumbraba a detenerse de camino a casa en alguno de los supermercados que había en el centro de la ciudad, en aquella ocasión no lo hizo, asegurándose firmemente que al día siguiente compraría lo que no había comprado aquella tarde.

Era la primera vez que hacía una cosa así, nunca, en sus 15 años como docente, se la había pasado por la cabeza robar ninguna pertenencia a ninguno de sus alumnos, aunque también era cierto que nunca se había encontrado una cosa así.

Marina, pese a que no escribía relatos de aquel tipo, si era bastante aficionada a leerlos, pero nunca antes el calor de su interior había sido tan alto por un relato: el ser un escrito, con alguna de las fantasías sexuales de un alumno, hacía a aquel texto especialmente tentador.

En cuanto llegó a casa, la mujer buscó un par de fundas de plástico en las que introdujo las hojas que había sustraído a su joven alumno: Marina, siempre que leía relatos eróticos lo hacía mientras se daba un relajante baño con espuma, después de un cansado día de trabajo.

Marina no se molestó en cerrar con pestillo la puerta del baño, su marido debía de estar trabajando y no se presentaría hasta bien entrada la tarde, y para la hora a la que debía presentarse a recoger a sus hijos en el colegio aún quedaban casi dos horas, tiempo más que suficiente para gozar de las ideas de su alumno.

Marina se fue desnudando mientras se iba llenando la bañera de agua, y los chorros de jabón que había echado comenzaban a crecer formando masas de espuma. Marina llevaba desde que había llegado con unos grandes deseos de liberar a su cuerpo de su blusa, que oprimía sus grandes y suaves pechos, y su falda, que daba un aspecto estilizado a sus caderas pese a que la sobraba algún kilo que otro.

La maestra no pudo ignorar por más tiempo su hinchado clítoris que pedía a gritos ser estimulado, placer que ella misma se dio, pasando primero su mano por sus empapados labios vaginales, para acabar acariciando su clítoris, y frotarlo con la palma de su mano, pero parando después de un par de movimientos intensos: no deseaba llegar al orgasmo antes de leer el relato que había encontrado.

Marina soltó un corto gemido de disgusto cuando al meter su pie derecho sintió que el agua estaba demasiado caliente, pero decidió ignorarlo y dejarse caer, sintiendo como aquella cálida agua jabonosa envolvía todo su cuerpo, hasta sus pechos, quedando estos un poco por encima, mostrando su excitación con sus grandes y rosados pezones mucho más erectos de lo normal.

-         Vamos a ver que cosas escribes, Albertito- dijo la mujer sonriendo al reconocer al autor, ya que llevaba un rato pensando en de quien era aquella letra, estirando su mano hasta que finalmente llegó a las horas plastificadas, mientras que con la otra se dedicaba a atender a sus excitados pezones.

Me quedo mirando el examen durante unos minutos más, no quiero entregarlo aún, sé que si lo hago suspenderé y eso me daría muchos problemas, sobre todo con mis padres y su dichosa manía de compararme con mi hermano “el universitario”.

Ya solo quedan cuatro personas y apenas diez minutos para que se acabe el examen, si no se dan prisa me va a ser imposible poder tratar de hablar con Marina “la profe tetona” para que considere mis circunstancias antes de ponerme la nota.

Bien, ya se marchan otro dos a la vez, con lo que ya solo quedamos yo y Esther, estoy seguro de que ella también está apurando el tiempo lo máximo posible para ir a la profesora con algún cuento. Pero no, me alegro cuando veo que ella también se levanta y se marcha, dejándome por fin a solas con la profe.

Marina siempre procura darnos algún tiempo de más para terminar los ejercicios, y más cuando es un caso como aquel, en el que el examen es a última hora. Finjo estar concentrado cuando la mujer se levanta de su asiento y camina hacia mí, es una hermosa mujer de unos 40 años, de piel clara larga melena de pelo rubio y grandes ojos azules, pero como ya he dicho antes no la llamamos “la profe tetona” por nada. Sus enormes pechos son una gran tentación para todos los alumnos, pero nos tenemos que conformar con verla sin un mísero escote, el director tiene prohibidos los escotes tanto para las profesoras como para las alumnas: son las normas de vestir del colegio. Por ese motivo tan solo nos podemos permitir imaginarnos el como son esas enormes tetas, y disfrutar de sus deliciosos botes cuando la profe se desquicia con nosotros y trata de explicarnos las cosas haciendo movimientos demasiado ostentosos.

Marina notó como su excitación subía, y ya no era por el calor que hacía dentro de la bañera. La mujer no sabía si lo que acababa de leer era cierto, nunca había oído que la llamasen “la profe tetona”, pero si era así no la importaba, y el saber que algunos de sus alumnos estaban pendientes de sus movimientos en clase, para ver botar sus senos, la hizo calentarse aún más.

- Vamos Alberto, es hora de que entregues el examen- me dice la profesora después del cuarto de hora que siempre concede a los rezagados.

- Sí profe- digo escribiendo más rápido para apurar hasta el último segundo que me concede.

Marina me coge el examen de las manos con rapidez y lo mete en la carpeta en la que están los de todos mis compañeros.

- Este es un examen importante para mí, he estado algunas noches durmiendo muy poco- explico tratando de ablandar su corazón- ¿me lo podría corregir ahora para saber si he aprobado?

Marina mira su reloj y hace cuentas mentalmente, para finalmente desenfundar su bolígrafo rojo y sonreír mínimamente, si algo valora aquella profesora es que pongamos interés en su asignatura  y al parecer mi historia inventada ha logrado engañarla.

Yo me coloco a la derecha de la mesa de la profesora para ver como va corrigiendo mi examen, y maldigo de nuevo al director por su norma con los escotes: que delicioso sería pasar mi mirada de mi examen a los hermosos pechos de la profesora…

Después de que Marina ha corregido un par de ejercicios me doy cuenta de que no hace más que mover los hombros hacia atrás, como si tratara de relajar la espalda. Así que haciendo acopio de todo mi valor poso mis manos sobre sus hombros y los masajeo suavemente.

Durante los primeros segundos mi corazón late con fuerza, temeroso de que la maestra pudiese tomarse a mal aquello, y comunicar aquel comportamiento al director o a mis padres, pero me calmo cuando veo que “la profe tetona” no dice nada y agradece con ligeros movimientos de cuello mi contribución a mitigar su dolor.

- No pienses que por un masajito te voy a aprobar, estoy viendo demasiadas faltas por aquí- dice Marina girando un poco la cabeza- Si quieres aprobar como mínimo el masaje tendría que ser en los pies.

No sé si lo dice en broma o en serio, pero no lo dudo ni un momento y clavo mis rodillas ante los pies de mi maestra para liberarlos de sus zapatos de cuero negros. Siento que mis posibilidades van en aumento cuando veo que Marina no los separa de mí, y deja que los agarre con mis manos. Tiene unos pies largos, de dedos finos y con las uñas perfectamente arregladas.

Marina se maldijo por no tener más manos con las que poder estimularse mientras leía la caliente historia de su alumno. Alberto era uno de los chicos más populares de la clase, un muchacho alto, de piel clara, de complexión atlética, bastante popular entre las chicas… todo aquello hacía que la autoestima de la mujer subiese por las nubes, y que el joven no hubiese centrado su fantasía tan solo en sus generosos pechos la hizo sentir satisfecha con todo su cuerpo.

Nada más pongo mis manos sobre aquellos cuidados pies, me doy cuenta de que están bastante fríos  con lo que alzo la vista para ver lo ocupada que está Marina con la corrección de mi examen, para quitarme la camiseta y dejar que cada uno de sus suaves pies se apoye sobre mi pecho.

Noto que la profesora mira por encima del examen para ver lo que estoy haciendo, pero tan solo lo noto, ya que estoy más preocupado de masajear sus pequeños dedos con cuidado y a la vez de mantener la vista en su falda a la espera de verla separar sus piernas lo suficiente como para que pueda ver su ropa interior.

Para mi sorpresa, Marina, pone las cosas mucho más fáciles de lo que esperaba y separa sus piernas de golpe, dándome así la invitación para poder tocar su vagina. Ver aquella pequeña braguita de tono rojo, introduciéndose un poco entre sus labios vaginales me hace perder el control y me acerco, con la cabeza por delante para probar su sabor.

- ¿A dónde crees que vas, jovencito?- me pregunta la maestra aprisionando mi cabeza entre sus muslos- Cierra la puerta de clase, desnúdate y al rincón hasta que termine de corregir.

Nunca había oído a “la profe tetona” dirigirse así a ningún alumno, lo normal es que use un tono más moderado, pero el oír que desea que me desnude hace que no dudé en ir corriendo hasta la puerta, cerrarla de golpe con el pestillo e ir quitándome la ropa que me queda hasta colocarme en el rincón más cercano a la maestra.

Trato de afinar mi oído para escuchar lo que hace, pero en aquella situación lo único que puedo escuchar es mi agitada respiración, excitado. Pese a que no percibo a la profesora me siento excitadísimo y poco a poco noto como mi polla se va hinchando, hasta llegar a su tamaño máximo, sintiendo como el glande queda casi pegado a mi abdomen.

Marina acarició con energía su sexo, imaginando aquella joven verga, ansiosa de penetrar su cuerpo. También se recreó imaginando como sería el cuerpo de Alberto bajo su atuendo habitual de camiseta y vaqueros. La vez que con menos ropa lo había visto había sido una mañana en el instituto, cuando, entre un corrillo de alumnos se encontró  a Alberto, desnudo de cintura para arriba peleándose con otro chico de su edad. A la mujer la dejó un poco impactada que su alumno tuviese un cuerpo tan desarrollado con tan solo 16 años, con los músculos del abdomen y los brazos bastante definidos. Por aquel motivo Marina aún retenía en su memoria aquel cuerpo, ayudándola esto a ponerse aún más en situación con respecto al relato.

Los pelos se me ponen de punta, y mis músculos se tensan cuando escucho como la profesora mueve su silla hacia atrás, arrastrándola por el suelo: la corrección del examen ha terminado. Marina camina taconeando tras cada paso hasta colocarse a mi espalda.

- Eres un niño pervertido- dice mientras acariciaba mi espalda con uno de sus dedos, llegando desde mi cuello hasta la mitad de la espalda, para volver a subir y repetir la operación con dos dedos, surcando mi espalda con sus uñas- estoy segura de que solo estás interesado en mi por mis pechos.

Tras decir aquello Marina rodea con sus brazos mi torso, y pega sus pechos, cubiertos por toda su ropa, sobre mi espalda. En aquel momento, una vez comprobado que aquella mujer también desea algo conmigo, siento el impulso de darme la vuelta y tomar las riendas de la situación, pero no lo hago: poco a poco las manos de la profesora van bajando, pasando de mis pectorales definidos, a mi abdomen, al que también araña hasta que finalmente agarra mi verga.

Gimo de placer cuando noto la mano derecha de mi maestra apretando con firmeza mi polla, viendo como de la punta de esta salen unas gotitas de líquido preseminal, mojando y dando un aspecto brillante a mi caliente e hinchado glande que ha pasado de su color rosa habitual a un morado suave.

“La profe tetona” me pajea suavemente durante instantes, mientras que con su otra mano agarra mis hinchados testículos para acariciarlos mientras siento una gran oleada de placer.

- Estás suspenso, niño- me dice- el contenido el examen no estaba mal del todo, pero las faltas de ortografía han sido demasiadas- me susurra al oído sin dejar de pajearme. En ese momento tengo la cabeza tan turbada que no se me ocurre replicar, por fortuna la maestra es la que habla-  Pero como sé que eres un chico que se esfuerza – dice mientras suelta mis testículos para desabotonarse la falda- creo que te voy a dar la opción de un examen oral. Túmbate boca arriba en el suelo y comenzamos la prueba.

Marina miró un poco frustrada que allí se acababa lo que en aquella hoja ponía, y la lanzó fuera de la bañera para estirar el brazo hasta que llegó a la banqueta en la que estaba su ropa, y sobre esta la siguiente hoja del relato. La idea de poder dar una opción así a Alberto, o a algún otro de sus alumnos, la excitó sobre manera, pese a saber que intentar hacer una cosa así en la vida real sería muy arriesgado ya que se podría generar un escandalo.

Me tumbo, pegando la espalda al frío suelo de la clase pero apenas siento frío, el tener a mi maestra tan cerca de mí, prácticamente desnuda de cintura para abajo, mostrando sus largas y suaves piernas hace que apenas me dé cuenta de la temperatura del suelo, suelo que incluso me parece que está caliente cuando la profesora finalmente se decide a bajarse las bragas de golpe, mostrando su sexo depilado, de grandes labios rosados.

Apenas me da tiempo para apreciarlo bien, ya que Marina se me ha acercado con decisión y ha apoyado sus nalgas sobre mi cara, quedando su caliente sexo a la altura de mi boca.

Torpe, pero con mucha curiosidad por saber como sabe una vagina de una mujer madura, saco mi lengua y meto mi lengua en su interior: está caliente y húmeda  y tiene un gusto entre amargo y dulce.

- Me gustan las lenguas rápidas y enérgicas- me dice la mujer, mientras noto como se inclina para llegar a agarrar mi polla.

Me deshago de placer, y meto mi lengua hasta el fondo de la vagina de Marina cuando siento como aprisiona mi verga entre sus labios, y da rápidos lametazos sobre ella. El estar en esa situación hace que el ligero gusto amargo que al principio me había dado el sabor de mi profe se convierta en dulce también, y no tardo en volverme adicto a aquel perfumado sexo que, unido a las suaves nalgas que aplastan mi nariz, casi no me dejan respirar: pero no me importa.

Cuando finalmente logró localizar el clítoris de Marina, lo primero que hago es lamerlo, pero al ver lo duro que está decido que es mejor darle algún suave mordisco para ver que le parece.

La mujer al sentir los mordisco deja mi polla para acomodarse sobre mi cara, mientras gime de placer de manera exagerada, ya sin importarla que alguien pudiera oírnos.

- Sigue lamiendo- me dice mientras se levanta un poco para que pueda oírla bien, pero siempre estando su vagina a una distancia alcanzable para mí- si pasas el examen oral tendré un detallito contigo.

Oír aquello era justo lo que necesitaba para lanzar mis manos sobre las caderas de Marina para evitar que esta se levante y aleje su delicioso sexo de mi cara. En cuanto la tengo bien agarrada la hago caer de nuevo hasta sentir sus blanditas nalgas de nuevo sobre mi rostro, pudiendo así de nuevo meter mi lengua en su interior.

Al principio tengo dudas de si lo hago bien o mal, pero no tardo en notar como Marina comienza a mover sus caderas suavemente sobre mi cara, siempre manteniendo su sexo a la altura de mi boca, de modo que mi lengua no deja de lamer su caliente rajita.

Cada vez siento que la zona que estoy estimulando está más húmeda y caliente, lo que me motiva para seguir adelante, succionando de aquel dulce sexo y relamiéndome, ya que con tanto movimiento sobre mi cara tengo labios y mejillas cubiertas por sus fluidos.

- Ya es suficiente- me dice la maestra quitando mis manos con las suyas, de sus caderas- ahora te daré el premio.

Marina, que estaba segura de que acabaría llegando al orgasmo con aquella última parte no pudo evitar parar de leer para recrearse en lo que vendría a continuación ¿Cuál sería el regalo que el muchacho desearía que su maestra le hiciese?

La mujer rezó para que el relato continuase y no fuese un simple aprobado, Marina estaba convencida de que si eso la sucediera en la realidad y el muchacho la hubiese lamido con tanto ímpetu sería muy pero que muy generosa con su joven e inexperto amante.

Todas aquellas reflexiones las hizo después de dejar la hoja sobre sus ropas, para así poder usar sus dos manos para tocar sus generosos y sensibles pechos y deslizarlas hasta su sexo para frotarlo con fuerza hasta quedar muy cerca del orgasmo… pero sin llegar. Tan solo llegaría al orgasmo cuando leyese en final del caliente relato de su alumno.

Marina me mira con sonrisa pícara cuando finalmente se levanta de mi cara, y sonríe satisfecha por haberme cubierto con los fluidos de su sexo. Yo no me muevo y la observo mientras ella se acerca a mi verga para chuparla mientras me mira de forma lasciva. Eso hace que de mi polla vuelva a salir líquido preseminal, que la profe se afana en restregar por toda mi polla.

- Ahora vamos a ver lo que aguantas- me dice la maestra colocándose de rodillas sobre mi polla, quedando su vagina rosada sobre el glande de mi polla, ansioso por entrar en aquel caliente orificio.

Marina no me atormenta más y se deja caer, gimiendo de forma aguda cuando toda mi polla es tragada por su hambrienta vagina. Yo por supuesto también disfruto y suelto un gruñido más ronco al notar las empapadas paredes vaginales que rodean y presionan mi polla.

Quedo gratamente sorprendido cuando siento la vagina de la maestra más apretada que las de otras chicas del instituto. La verdad es que esperaba una vagina mucho menos apretada, porque a la edad de Marina imaginaba que esta había sido follada muchas veces y poco a poco esta tenía que haberse tenido que dar de sí.

Los efectos de mis lamidas anteriores no tardan en hacer efecto en la mujer que me cabalga, y se nota que progresivamente se va calentando, tanto en sus miradas como en las cada vez más violentas cabalgadas con las que yo también me siento muy cerca del orgasmo.

- Ahora vas a disfrutar de algo de lo que solo mi marido disfruta, pero no lo vayas contando por ahí- me dice Marina mientras se desabotona la blusa.

Observo excitado como la mujer se libera de la blusa, quedando ante mí los enormes pechos de la profe, tratando de ser contenidos por el sujetador rojo que hace juego con las braguitas que se quitó minutos antes.

Sin poder soportar ver aquellas deliciosas masas de carne botar ante mis ojos, sin hacer nada, lanzo mis manos sobre ellas, comprobando lo suaves y calientes que están, para a continuación agarrar con fuerza las copas del sostén para dejar ambos pechos al descubierto.

Quedan descubiertos un par de grandes pezones rosados que no puedo evitar intentar probar con mis propios dientes, pero para mi desgracia con Marina cabalgándome no soy capaz de llegar hasta ellos. Por suerte la mujer estira sus manos para agarrarme por la nuca cuando estoy a punto de caer de nuevo, para llevar mi cara entre sus pechos.

El tacto de aquellos senos es aún más suave que el que había sentido bajo sus nalgas y no puedo aguantar mucho sin hacer nada, cuando notó como Marina las mueve por si misma tratando de excitarme. Eso me anima a buscar sus pezones, para una vez encontrados lamerlos y chuparlos con deseo, sintiendo como crecen y se ponen duros dentro de mi boca.

- Me voy a correr- aviso cuando noto como mi polla no va a aguantar mucho bajo a aquella excitación.

- ¡Vamos, hazlo!- me grita Marina.

La mujer tan solo necesita dos movimientos de cadera más para hacerme soltar un violento chorro de semen en su interior, lo que desemboca también en el placer de ella ya que noto como por los resquicios de su vagina, que mi polla no llega a taponar del todo, caen chorros de fluidos que llegan hasta mi pubis. Además Marina goza tanto de mi habilidad oral que pega mi cara a sus pechos para que siga con lo que estoy haciendo.

Marina no se decide a soltarme durante unos minutos. Yo disfruto de aquello, ya que si por mi fuera dejaría mi cara en aquel lugar para siempre, pero la profe no es de la misma opinión  y se levanta lentamente para vestirse cuando nota que mi polla ya no tiene nada que ver con el grueso falo que ha tenido en su interior hasta antes de la eyaculación.

- ¿Me aprobará, profe?- preguntó al final.

- Sí, creo que las faltas de ortografía en el fondo no son para tanto- me responde con media sonrisa mientras se va a botonando los botones de su blusa para ocultar de nuevo sus hermosos pechos.

Fin.

Marina se sumergió en el agua de la bañera cuando llegó al orgasmo, tirando la hoja plastificada lejos de ellas y usando sus dos manos para estimularse con la intención de que aquella sensación de placer no acabase nunca. Para su desgracia tan solo pudo prolongar aquel orgasmo unos segundos más, antes de que finalmente terminase.

Unos minutos después, ya fuera del baño, la mujer recogió las hojas para meterlas en su bolso, al día siguiente iría a clase antes de lo habitual para dejar aquel relato donde lo había encontrado, sabía que si un escrito así desaparecía el muchacho podría sentirse avergonzado al no saber en manos de quien había caído, además tampoco quería truncar la prolífica imaginación del chico, cosa que iba a tratar de estimular subiendo la nota de su examen de un 4.75 sobre 10  a un 7.5, ignorando algunas faltas de ortografía y poniendo ella misma alguna tilde que otra: Con un poco de suerte el muchacho seguiría dejando relatos eróticos bajo la mesa que ocupaba en su aula.

Agradeceré comentarios y sugerencias tanto por aquí como por mi correo fantasias1987@hotmail.com