El reino de atolon 7

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EL REINO DE ATOLON 7

Los juegos se realizaron durante varios días y noches. Las finales se disputaron bajo un cielo azul lleno de estrellas y rodeado de grandes fuegos. Todo el mundo bebió sin fin y comió hasta hartarse. Todo era fiesta y algarabía. Todo se iluminó y el pueblo la pasó de mil maravillas.

Hubo comida y bebida sin restricciones. Las doncellas y los jóvenes bailaron a la luz de la luna. Los enamorados se encontraron a solas.

Finalmente los campeones fueron glorificados. Distintas categorías de luchadores fueron convidados con jugosas y espirituosas bebidas. Frugales comidas. Fiestas en todas partes. El palacio se inundó de gente que iba y venía atendiendo necesidades. Los esclavos cumplían con todos. Corrían de un lado a otra para complacer los deseos de sus señores.

La fiesta de los juegos era para toda la gente. Todos estaban invitados. Todos podían beber, comer, unirse a las orgías y bailes. Nadie se prohibió nada. Las familias de los campeones eran invitados de honor en cada casa, en cada calle.

Pasados los días, los ruidos de los festejos se fueron calmando y todo fue volviendo a la normalidad.

Los muchachos seguían con su aprendizaje, ya estaban en las etapas finales, querían llegar a su meta y la apacible paz del reino se manifestaban en grandiosos colores del verano que ardía.

El rey Mucachi tendido en su poltrona bebía el vino con pasmosa tranquilidad, apenas tapado con un lienzo liviano. Estaba recostado en el fresco palacio. Era una hora en que todos se refugiaban bajo los frondoso árboles, bajo las tiendas y las casas. El sol calentaba demasiado. En esa calma. En esa modorra apareció ante el rey su esclavo Lamir.

__¡Mi señor!__ llamó este

__¿Qué desea Lamir?__ pregunto entre dormido el rey

__Hay un nuevo soldado que quiere presentarse ante ti

__¿Un nuevo soldado?__ se inquietó el rey

__Dice que usted sabe de el

__¿Es el guerrero de color? ¿Uno de los últimos campeones?

__El mismo

__Hazlo pasar.

La figura enorme emergió en la entrada. De portentosos brazos. Pecho hercúleo. Piernas enormes. Cabeza totalmente rapada. Manos rudas aferradas a su escudo y su lanza. Apenas ingresó en la habitación se postró de rodillas ante su rey.

__¡Levántate campeón!__ se sonrió el rey Mucachi__ ¡Acércate a tu rey!__ el gigante así lo hizo. El rey no tardó en posar sus manos por esos brazos aguerridos. Las manos del rey no eran pequeñas pero en aquellos brazos se perdían.

__¡Oh, eres pura fibra y músculo!__ comentó Mucachi__Date la vuelta__ el rey con la mirada perversa observó las fuertes y enormes nalgas. Brillaban con una luz especial, tal vez por el color de la piel del campeón. Las acarició en forma suave. Tomándose su tiempo. Noto que eterna tremendamente firmes como roca.

__¿Este día es realmente caluroso no?

__¡Sí majestad__ respondió el gigante que no se movía de su lugar. Ahora el rey acariciaba sus muslos __ Que piel suave tienes__el gigante hizo una especie de mueca con su boca de labios gruesos y esponjosos.

__¡Deja tus cosas de una vez!__ ordenó el rey. El gigante se corrió a un lado, alejándose apenas del rey, que lo seguía con la mirada extraviada y ya perturbada. Sintiendo que su verga comenzaba a levantarse.

__¿Deseas darte un baño con tu señor?__ preguntó Mucachi sabiendo la respuesta

__Sí mi señor__ contestó el gigante.

El rey se incorporó y paseo desnudo por delante del gigante con su pija levantándose y se metió en la piscina de su habitación. Sintió el fresco en todo su cuerpo mezclándose con la calentura que iba sintiendo en aumento.

Abrió los ojos cuando observó la lanza del gigante que casi tocaba a la rodilla. No lo podía creer, se relamió. El gigante con su enormidad bamboleando entró en el agua.

__¡Date la vuelta!__ le dijo Mucachi. El enorme corpachón giro apoyándose en el borde de la pileta. El rey tomó la esponja y comenzó a restregar la enorme espalda, el cuello, los brazos metálicos del hombre que iba sintiendo el hormigueo natural en su cuerpo. Cuando el rey llegó a su culo, instintivamente empujó hacia atrás. El rey frotó la esponja por la brecha ancha que dividían las nalgas. Se hundió en ella con la esponja y siguió pasando y tocando. Sabía que el gigante estaba gozando.

No tardó en atrapar el pedazo que había crecido considerablemente. Así como estaba refregó su verga contra el culo del gigante que se movía extasiado. Sin soltar el hierro del otro el rey trataba de entrar en el agujero del gigante, que le entregaba el culo sin la más mínima resistencia. Mucachi jugaba con la pija en la zanja abierta del hombre de color. En un momento del juego el gigante tomó la verga de Mucachi y la apoyó en la entrada. Empujando hacia atrás fue al encuentro del pedazo. El rey se movió adelante y la cabeza del garrote entró. El gigante dio un respingó y soltó un suspiro. Resoplo caliente y gozoso. La pija fue deslizándose hacia el interior del gigante. Así como estaban el rey no soltaba la enorme lanza del gigante. La sentía crecer en forma descomunal en sus manos. Atrapó también en la maniobra unos huevos descomunales y gordos, llenos y sabrosos.

El rey no dejaba de moverse dentro del luchador, el gigante no dejaba de gemir. Gustoso de ser atravesado por su rey. Estuvieron un buen rato en el agua. El rey sacaba su verga y la volvía a meter haciendo las delicias del gigantón. Salieron del agua. El rey sin soltar el pedazo tremendo del hombre negro. El rey hizo sentar en los aposentos al gigante. Allí despacio fue tratando de chupar semejante semental. La acariciaba. El mástil parecía a punto de reventar. La lengua despiadada del rey Mucachi lamía todo el largo, cada centímetro. Masajeaba los huevos, los besaba, los mordía y engullía. Los aullidos de placer del gigante resonaba  en todo palacio. La intensidad de la chupada aumentaba a medida que aumentaban los aullidos del hombre.

El rey hizo levantar las poderosas piernas del negro, las apoyo sobre sus hombros y entró una vez más en las entrañas del gigante que lo recibió feliz. Con su boca buscó el pecho inflado del guerrero. Mordió incansable las tetillas que se asemejaban a pequeños senos. Cuando el rey sintió que no podía más descargó el torrente de leche mientras besaba la boca del gigante que recibía el líquido contorneándose mas bravamente. Se escuchaban gritos, insultos, palabrotas. Mucachi sentía que llenaba el rocoso culo del gigante. Así dentro como estaba tomó con ambas manos el mástil inmenso del negro y volvió a comer la manguera febril. Sin sacar la verga del culo del negro. Lamía la punta de la pija del gigante que sentía una calentura pocas veces obtenida. Era enculado y chupado a la vez por su señor.

El gigante sentía crecer dentro de si la verga del rey que se mecía despacio. Se quedaba quieto, sintiendo el anillo del hombre, sintiendo su pedazo apretado en ese círculo que lo atrapaba como telaraña y no lo soltaba. Lo succionaba. Luego la marcha se volvía un poco más veloz, gozando de cada segundo. Apretaba la vergota del otro, masajeaba los redondos bolos del gigante que rechinaba como un caballo salvaje.

Así se encontraban cuando la reina se asomó por la entrada de la habitación de su esposo. Detrás de ella, Amel, la princesa. Las dos mujeres quedaron observando la escena, pero sobre todo admirando la palanca que el rey tenía entre sus manos.

Sin pensarlo dos veces se abalanzaron sobre el instrumento. El gigante las recibió de buena gana. El rey sonreía. Las mujeres prontamente quedaron sin ropas. La una chupaba la vergota y la otra besaba y lamía los huevotes cada vez más hinchados. El gigante bufaba sin que el rey saliera de su culo.

El rey hizo sentar al negro sobre el y la princesa se fue montando sobre la enorme tranca del negro. Un aullido ahogado salió de la garganta de Amel, al sentir ese pedazo entrando y entrando a su cueva. Lo empezó a cabalgar. La reina en tanto tomaba las tetas de la hija y las acariciaba y chupaba alternativamente.

__¡Oh, madre, no sabes lo que es el arma de este guerrero!

La princesa estaba en el paraíso. La verga palpitaba dentro de ella y la raja se hinchaba y sentía que se desmayaría de placer.

Mucachi mordía los hombros del gigante loco de placer. Mientras el negro se levantaba con la princesa envainada y volvía a caer con su anillo abierto clavándose la pija del rey.

La reina no tardó en ocupar el lugar de la princesa que se encargó de engullir las bolas oscuras y cargadas. Lentamente el gigante fue largando se leche. Unas cuantas sacudidas en la concha de la reina y su semen chorreó en toda la cueva. Las dos mujeres atraparon el garrote y fueron bañadas un poco más por la herramienta que no paraba de acabar. El culo del guerrero era llenado por segunda vez. El rey largó el líquido en el fogoso culo del negro.

Madre e hija se prodigaban besos y lengüetazos quitándose de las caras, del pelo, las tetas, la simiente del gigante poderoso. Mucachi cruzaba besos con el guerrero, mientras su babosa se tambaleaba casi sin vida y arrastrando el suelo.

Mucachi sacó el pedazo del culo. La reina y la princesa relamieron el arma del rey hasta dejarlo limpio por completo.

Los amantes entraron en una leve modorra. Quedaron quietos y se fueron durmiendo y despertando sin apuros. Disfrutando de todo. Libres. Sin estatutos.

El reino de Mucachi duro varios años y las generaciones que vinieron crecieron en libertad e independencia siempre felices.-