EL REGRESO DE OBIL, parte I

A veces una acción provoca una reacción, esto ocurrió con el nuevo encuentro de mi esposa con Obil. Una viaje de negocios mio a Zaragoza, una cena de trabajo y mi noche con una amiga, provoca que mi mujer se vuelva a ver con su amante Obil.

Eran las 8 de la tarde cuando entré en la habitación del hotel en Zaragoza, llevaba desde las 6 de la mañana de viaje, comida rápida en una de las estaciones de servicio de la autopista y luego la pesada reunión con el cliente para dejar todos los puntos cerrados, cosa imposible, porque como siempre que entra una decoradora por medio, todo se vuelve más enrevesado y difícil de congeniar, pues muchas veces los requisitos de la construcción son incompatibles con los gustos de la persona responsable de toda la decoración. Son cosas de trabajo y a uno le toca lidiar con estos problemas de vez en cuando, pero la verdad sea dicha, siempre encontramos un punto intermedio en donde sus gustos y nuestras posibilidades están en sintonía. A veces se soluciona en una reunión y otras veces lleva dos o tres, en esta ocasión, por estar yo muy lejos de casa, acordamos quedar para cenar con la propiedad y la constructora para poder llegar a un acuerdo. Por supuesto acudiría también la decoradora, por cierto que muy guapa y de muy buen ver.

Llamé a Pili para contarle como me había ido el día y que dada la hora en que acabaríamos, al día siguiente saldría tarde para ir a Madrid, lo que me obligaría a pasar una noche en la capital. En los planes estaba acabar en Zaragoza a media tarde, darme una paliza de 200 kms mas y pasar la noche cerca de Madrid para acabar al medio día y volver a casa para dormir. Era jueves y no me apetecía pasar la noche de viernes fuera, quería dormir el sábado hasta que me apeteciera, pero si pasaba la noche en un hotel, me obligaba a levantarme temprano para llegar a casa antes de la hora de comer. Puñetas con la decoradora. Ella hacía su trabajo, para eso la contrataban, pero a mí me hacía un roto con tener que pasar la noche en Zaragoza.

-Hola cielo, ¿qué tal el viaje?

-Como siempre, sin problemas, muchos kilómetros, pero nada más. Todo bien.

-¿Hasta dónde has llegado?, cerca de Madrid supongo.

Pues supones muy mal, no me he movido de la ciudad, no hemos terminado y vamos a ir a cenar todos, propiedad, jefe de obra, dirección de obra, decoradora y yo.

-¿Y eso?, ¿Qué pasó para que se liara tanto?

-Ya sabes cómo son los del gremio de la decoración, se hacen una idea de un espacio, lo mezclan todo y al final es todo un lío. Espero dejarlo zanjado esta noche. Mañana quiero salir lo antes posible para Madrid.

-¿No puedes dejar lo de Madrid para otro día?

-Sí, puedo, pero ahora lo tengo a 300 kms, si lo hago otro día, tengo que venir de Coruña a Madrid, me ahorro un viaje tremendo y dejo ya las cosas solucionadas.

-Pero entonces mañana no vienes a dormir, porque no te vas hacer todo de un tirón.

-Depende de lo que dure la reunión en Madrid, pero supongo que no, haré noche en el camino y llegaré el sábado a media mañana.

-Bueno, que le vamos hacer. ¿A qué hora tienes que ir a cenar?

-Quedamos en vernos a las 9 en un bar, no sé ni donde está, pero me vendrá a recoger alguien, no sé muy bien quién va a venir, porque lo quedaban hablando entre ellos, les di el nombre del hotel y que me avisen desde recepción, supongo que aproximadamente a las 8.45. Tengo el tiempo justo para ducharme y cambiarme de ropa.

-¿Llevaste chaqueta y corbata?

-No, claro que no, yo no contaba con tener que ir a cenar esta noche, ya se lo dije, que nada de etiquetas, que solo tenía ropa sport y si alguno venía de corbata pagaba la cena y las copas, vamos hombre, todos de etiqueta y yo en vaqueros.

-Bueno, pero siempre puedes alquilar algo en el hotel, seguro que tienen una casa donde alquilar ropa para una cena.

-Sí, supongo que sí, pero les dejé claro que solo tenía ropa sport y no me iba a poner a buscar una casa de ropa de alquiler. Todos me prometieron que irían lo mismo que yo. Si alguno no cumple lo pongo a caldo. Ya te lo contaré.

-Bueno cielo, te va a ser hora, date la ducha y cuando vuelvas hablamos, mañana entro temprano, pero salgo también temprano, si quieres me llamas cuando estés de viaje a Madrid y hablamos. Por cierto, si la decoradora esta buena, no la dejes escapar sin su merecido.

-Jajajajajaja, ya, no está nada mal, te lo aseguro, pero con el cabreo que tengo con ella, no creo que me fije mucho en sus curvas esta noche. A ver si cerramos todo el acuerdo de una puñetera vez y mañana salgo con la cabeza despejada para la reunión de Madrid. Besos cielo y hasta mañana.

-Hasta mañana cariño y pásalo bien en la cena y sobre todo en la sobremesa.

-Bueno, si algo bueno pasa te lo digo por sms. Bicosssssssssss

-Besos cielo y que te salga todo bien.

A las nueve menos diez suena el teléfono y me dicen de recepción que me están esperando. Tardo el tiempo justo que dura el fija en ascensor desde la tercera planta y no veo a nadie, le pregunto al recepcionista quién me ha llamado y me señala una figura femenina de espaldas a la puerta, en la acera y con un cigarro en la mano. Joer, viene con una falda ceñida, un palmo por encima de la rodilla y una blusa que deja transparentar un sujetador negro debajo, la melena suelta hasta los hombros y no tengo ni idea de quién es, puedo suponer que la decoradora, pero no me atrevo, porque cuando la dejé por la tarde estaba con un casco de obra, el pelo recogido, un chaleco reflectante sobre una cazadora gris claro y unos pantalones de obra, impermeables y con franjas reflectantes. Aunque se adivinaba una buena figura no podía suponer que esta la que estaba fuera, de espaldas a la puerta fumando un cigarrillo.

Salí y sí, era ella, juas, que cambio, estaba como una loba, una blusa con un escote generoso, con una zona ciega a la altura de los pechos, transparente en el resto, la falda que marcaba perfectamente todo su cuerpo y sobre todo un culito encantador y unos tacones de medio metro. Si en la obra, diría que tenía mi estatura, en aquel momento me sacaba unos 10 cm, por lo menos.

-Vaya, señora decoradora, parece que le ha tocado a Vd hacer de taxista.

-Pues mira por donde sí y deja de tratarme de Vd ya no estamos en la obra y vamos a tomar unos vinos y a cenar, en plan colegas, aunque dediquemos unos minutos a los negocios.

-Si por mí encantado con el trato, por supuesto prefiero tutearte, pero solo se tu apellido y no me parece correcto que si tú me llamas Pepe, pues yo a ti Sta Alonso.

-Claro que no hombre, llámame Teri, es como me llama todos mis amigos, los desconocidos Srta Alonso y los conocidos Teresa.

-Bien, y a mí me va a corresponder el honor de llamarte Teri?.

-Salvo que quieras pasar toda la noche como un desconocido.

-No, por Dios, que va, quiero llamarte Teri, faltaría más. Además, seamos sinceros, con unos ojos como los que tienes, un cuerpo que quita el hipo, como no voy a querer ser tú amigo, vamos, hasta el fin del mundo, Mira que lo llevabas bien escondidito esta tarde en la obra.

-Claro, no voy a ir a la obra vestida de esta forma, ¿quieres que se soliviante todo el personal? Ufff, la de cosas que tendría que oír. Si me callo, es que las acepto y si me pongo seria y hago valer mi puesto, acabo en la zanja, vamos.

-Jajajajaja, en la zanja, eso me recuerda una conocida mía en una obra, hace muchos años, ella era la jefa de obra, estaban haciendo una zanja para una conducción de agua y resulta que era sábado por la tarde, estaba de fin de semana y la llamaron porque había surgido un imprevisto con unas canalizaciones de un alcantarillado. Fue a la obra tal como estaba, en minfalda, a sus 28 años, subió a un terraplén y revisó las dichosas canalizaciones, claro, los que estaban en la zanja no disimularon ni las miradas ni los gestos, pero cuando se retiraba, alguien gritó un improperio. Ni corta ni perezosa, se dio medio vuelta, llamó al encargado y le dijo: “desde este punto, toda la gente comprendida en 30 metros a cada lado, ahora mismo los mandas a la calle, para que vean que no solo soy puta, sino también hija de puta”. Seis trabajadores todos ellos despedidos en ese momento. Eran otros tiempos, con más trabajo y en donde no te importaba que te echaran hoy, mañana estabas en otra obra. Eran los finales de los 80. Había trabajo como a mediados de la década pasada.

-¿Los echó a todos a la calle, así sin más?

-Sí, sies que estaban en los 60 metros que ella señaló, además con un poco de recochineo, ya que cuando subió, procuró subirse un poco más la falda antes de que la vieran, digamos que hizo una exhibición de ropa íntima para todos ellos.

-Pues yo no me atrevería a hacer una cosa igual, yo creo que me iría haciendo como que no había oído nada.

-Posiblemente, creo que sería una decisión más acertada. Tiempo después me dijo que alguno se lo había recordado en otras obras, donde los había encontrado, incluso alguno como encargado con el que tenía que convivir y le reconoció que había pecado de ingenua y novata.

-Sí, claro, yo desde luego no me pondría tan gallita.

-Claro, claro, a ti te gusta más en privado, en petit comité. Te gusta provocar, exhibirte, bueno, digamos que lucir ese cuerpo serrano que tienes, ¿me equivoco?

-Te equivocas. No me gusta exhibirme, me gusta estar guapa, sentirme alagada, sentir que la gente que está a mi lado se siente bien.

-Ya, pero, no sé. ¿Tienes mucha confianza con los otros que van a la cena?

-No, que va, solo con el propietario. Pero solo de trabajo, es la tercera obra que le llevamos como decoradores. Nada más. El jefe de obra de tomar un par de cafés.

-Entonces, estarás de acuerdo conmigo que vas en plan de dar guerra.

-Joer, que machista eres. No me esperaba esto de ti.

-Hey, espera, no soy machista, ni mucho menos. Me gustan las mujeres decididas, liberales, que saben lo que quieren y lo buscan, lo persiguen hasta que lo consiguen.

-¿De verdad te gusta ese tipo de mujeres?

-Claro, las mojigatas que se queden en casa.

-¿Cómo tu mujer?

-Jajajajaja, no, que va. Mi mujer y yo tenemos una relación liberal, los dos somos libres de acostarnos con quién queramos. Solo hay una parte imprescindible: no puede haber secretos. No puede ser que ella se entere por comentarios que yo me he acostado con no sé quién o que ella se ha llevado a la cama a su compañero de trabajo. En esto casos es imprescindible una sinceridad total. Sin ningún tipo de tapujos, sin el más mínimo atisbo de sospecha.

-¿Me quieres decir que si tú hicieras algo esta noche, mañana se lo contarías?

-No, que va, mañana no, esta noche al llegar al hotel le enviaría un sms para decirle que había tenido una noche fenomenal.

-Vamos, no me cuentes cuentos. Eso no me lo creo. Las parejas así no existen. Solo en las pelis o en cuentos de hadas.

-No me voy a reír, porque me parece que tocaría una fibra sensible. Cuando paremos te enseño alguno de los mensajes, concretamente uno de hace un mes, que ella fue a una cena de colegas de carrera.

-Te puso los cuernos y con un compañero de facultad. ¿Lo esperabas?

-Sí, claro, era una posibilidad, como que hoy encuentre una mujer para que no duerma solo, sino acompañado.

-¿Qué tipo de juegos hacéis?, tengo curiosidad.

-Después de la cena, nos despistamos, nos tomamos una copa y lo hablamos los dos solos.

-No, no seas malo, no me dejes así. No sé lo que va a pasar después de la cena.

-Pasará lo que nosotros queramos que pase. No te olvides que Zaragoza es una ciudad de casi un millón de habitantes, yo mañana tengo que salir temprano para Madrid, nos podemos despistar nada mas cenar.

-No, entiende que vamos a una cena de negocios y nada más.

-Bueno, seamos sinceros, con esta ropa que te has puesto, una hembra como tú, no sale solo a cenar.

-¿Qué quieres decir con que una hembra como yo?

-Lo digo más claro si quieres, no nos va a oír nadie.

-Pues dilo, di lo que piensas en este momento.

-Bien, somos mayorcitos y sabemos ver, oír y actuar, ¿verdad?

-Sí, claro, no le des más vueltas, por favor.

-Teri, desde que te vi en el hotel, desde que subimos al coche y empezamos esta conversación, estoy entusiasmado con la puta que llevas dentro. Lo caliente que eres y que esta noche quieres que te folle.

-Joder, pero ¿por quién me has tomado?

-Teri, los dos sabemos lo que queremos, tu quieres follar esta noche y yo quiero follar contigo.

-En el primer hueco que encuentre aparco y te bajas de este coche. No quiero verte más. Mañana irá a la obra un compañero del estudio. Tratas con él.

-No, no vas a parar en ninguna esquina, no me voy a bajar del coche. Vamos a ir a la cena, hablaremos lo que tengamos que hablar de la obra y nos despediremos de todos amablemente. Si alguno se ofrece a llevarme de vuelta, tú te ofreces y si aún así insiste, media hora después estás en mi hotel, habitación 315.

-¿Tan seguros estás?

-Sí, desde el momento que te vi.

-¿Por qué?

-Me has venido a buscar tú, vestida de una forma provocativa, soy la única persona a la que no conoces, no rehúyes la conversación de sexo desde el primer momento. Me gusta cómo piensas y la forma de expresarlo, con tu cuerpo y tus palabras.

-Podía ir vestida así para otro, ¿no?

-No vendrías a buscarme, irías con esa otra persona o aparecerías en la cena sola, dedicándole una sonrisa al afortunado.

-Puede que aún lo haga, que sea así, pero que me ha tocado a mí de recogerte porque me cae más a mano.

-Puede ser, pero en ese caso, nunca me esperarías de espalda, con una pose provocativa, nunca aceptarías la conversación que tuvimos y nunca darías vueltas al mismo sitio, pasando tres veces por delante del mismo aparcamiento.

-Vale, no se te pasa una, por lo que veo.

-Bueno, llevo mucho tiempo viajando, mucho tiempo con juegos de pareja y uno va cogiendo un poco de rodaje.

-Me has pillado. Nos vamos después de la cena. Si alguien insiste que te lleve, yo iré a la habitación 315, pero delante de mí le enviarás un mensaje a tu mujer y me gustaría hablar con ella. Es un morbo que tengo, poder acostarme con un tío sabiendo que en ese momento, su mujer en otro sitio sabe que ella está sola y su marido follando con otra tan puta como ella.

-No hay problema, en cuanto lleguemos al hotel le envío un mensaje a Pili y que llame ella o llamo yo, para que hables con ella y así cumples tu fantasía. La pondrás como una moto, pero lo pasará bien pensando que estoy con otra zorra.

-Lo deseo de verdad, es una fantasía rara, pero me apetece.

-Si quieres puedes llamarla ahora, son las 9.15, está preparando la cena, el crío viendo la tele, no hay problema.

-No, prefiero llamarla cuando llegue al hotel.

-Pues yo prefería que la llamaras antes, más que nada, porque si volvemos al hotel tarde la despertaremos y no volverá a dormir hasta muy tarde y mañana tiene un día duro de trabajo.

-Bien, pues la llamo en medio de la cena, me dejas el teléfono y la llamo, como si fueras tú, pero que se sorprenda de oír otra voz.

-Joer, que eres morbosa y maquiavélica. Perfecto, la llamarás desde mi teléfono. Sois dos buenas piezas. Si estuvieras más cerca os entenderíais muy bien, pero estáis a demasiada distancia.

Llegamos a la cafetería donde habíamos quedado con los demás, en primer lugar, todos habían cumplido su promesa y estaban vestidos de sport. Alguno me creí que se le salían los ojos de las órbitas el ver a Teri con aquella vestimenta. Desde luego estaba pidiendo guerra y porque no tenía la suficiente confianza con ellos para pedirle a alguno que me acompañara después de la cena, porque aquella moza podía con uno, dos o tres por lo menos. Todos eran halagos para ella, felicitaciones por lo guapa que estaba, pero con una sonrisa y posterior mente una cara seria dejó claro que estábamos allí para cenar y hablar de negocios.

Tomamos unas cañas y nos fuimos a un restaurante que estaba a escasos metros. Nada más sentarnos Teri centró la conversación en el tema que nos había llevado allí. Puso la disculpa de mi necesidad de madrugar para salir hacia Madrid y la suya de tener que ir a Huesca a la mañana siguiente. Todos estuvimos de acuerdo en que fuera una cena rápida y poco copiosa, pues las cenas pesadas en medio de la semana sientan muy mal.

A las diez y media me hizo una seña para que le dejara el teléfono y se fue al aseo. Volvió pasados unos diez minutos, con una sonrisa de oreja a oreja. No me devolvió el teléfono, pero supe que había llegado un mensaje por el timbre que le tengo puesto a esa comunicación.

A las once y media habíamos aclarado todas las dudas. El jefe de obra había tomado nota de todas y al día siguiente por correo electrónico nos lo pasaría a todos. Misión cumplida. Me dispuse a levantarme para irme, como habíamos previsto Teri se levantó para traerme, pero el jefe de obra se apresuró a poner como disculpa que tenía que consultarme unos datos y me llevaría él al hotel. No pude oponerme mucho, porque teníamos un tema pendiente de precio después de la solución aceptada por todos en la cena. Guiñé disimuladamente un ojo a mi chica y salí con la intención de llegar al hotel antes de que llegara Teri.

No pudo ser, llegué ya pasadas las doce y media. No esperaba que me llevara tanto tiempo, pero el jefe de obra no tenía prisa.

Al llegar al hotel, le pedí la llave al recepcionista y me dijo que ya la había recogido mi compañera cuando había llegado. Sorpresa.

El recepcionista me dijo que la próxima vez pidiera si quedaba alguna habitación doble a precio de individual, estaríamos más cómodos, a lo que respondí que no estaba de acuerdo, porque para lo que era, mejor cuanto menos espacio hubiera en la cama. Un guiño mutuo de ojos y un “hasta mañana”.

Al llegar ante la puerta de la habitación estaba cerrada, llamé con los nudillos, procurando no hacer mucho ruido, pero no me respondió nadie, ni la puerta se abrió. Busqué mi teléfono para hacerle una llamada y me di cuenta que no me lo había devuelto Teri. Volví a llamar con más fuerza, pero tampoco quería que se oyera en las habitaciones vecinas. Al cabo de unos segundos la puerta se abrió, en el interior reinaba la oscuridad total, entré de lado, porque se había puesto detrás para que solo se abriera lo imprescindible para dejarme pasar y no entrara luz al interior.

La puerta se cerró justo detrás de mí y al venir de la luz exterior no pude apreciar nada dentro, me quedé quietecito pegado a la puerta. Unas manos empezaron a recorrer mi cuerpo, a acariciarme desde el pelo, la cara, los labios, abriéndome la boca y metiendo dos dedos dentro, la otra mano bajó a mi cintura, empezó a desabrochar el cinturón, quise abrazar a Teri, pero me retuvo las manos al tiempo que me decía:

-Quieto, no te muevas, es mi turno.

-Debería ser el turno de los dos, ¿no?

-Ahora no, ya te llegará el momento.

Su mano acabó de liberar el cinturón y desabotonar el pantalón. Había tocado mis calzoncillos, al tiempo que decía algo sobre el uso de calzoncillos y no slip. Su mano pronto encontró camino hacia lo que buscaba y además, una vez caídos los pantalones era fácil llegar.

-No está mal. Recto, duro y de un tamaño estupendo.

-Bueno, uno es como ha nacido, no me ha dado nunca por poner prótesis.

-No, me lo imaginaba, después de hablar con tu esposa, sabía que tenía que ser hermosa y juguetona.

-Pero, ¿Cómo lo vas a saber si no me dejas mover las manos?

-Tranquilo Pepe, que ya tendrás tiempo para todo. No me voy a derretir como la mantequilla, aunque a lo mejor tampoco te importará utilizarla.

-¿La mantequilla? No me hagas pensar mal.

-Hombre, tenemos mucha noche por delante, ¿no?

Pasaron unos minutos, no sabría decir cuántos, pero me encontraba muy cómodo y a las puertas del cielo, sus manos eran expertas, y de pronto sentí sus labios, su lengua sobre la punta de mi glande, de un solo bocado tenía su nariz pegada a mi pelvis, se la había tragado toda, empujé instintivamente hacia delante y mis manos cogieron su cabeza y la mantuve en esa posición unos segundos, hasta que con las suyas separó las mías de su cabeza, se retiró y tomó aire, suspiró y volvió a engullirse toda mi polla, pero esta vez despacio, poco a poco, sin llegar hasta el fondo, manteniendo una presión en la parte inferior con su lengua, lo que hacía que la punta se fuera arrastrando a lo largo del paladar, con una sensación extraordinaria. Repitió la operación varias veces, me estaba poniendo a cien. Aparté su cabeza con mis manos y me puse de rodillas, a su altura, la abracé y le di un beso. Sus brazos rodearon mi cuello y nos pusimos de pie poco a poco, yo apoyado en la pared y ella colgada de mi cuello, nuestras lenguas jugando en nuestras bocas .

Cuando estuvimos de pie, empecé acariciar toda su espalda, su culo, su vientre. No me había enterado que estaba desnuda hasta que le di el primer abrazo, pero no fui consciente hasta que estuvimos de pie y le acaricié la espalda.

Mi mano izquierda siguió sobre su espalda, con la derecha acaricié sus teta izquierda, busqué su pezón que estaba durito, lo acaricié con círculos alrededor, apretando ligeramente, pero con mayor presión a cada vuelta. Cogí todo su pecho, bueno, lo que me cabía en la mano, porque eran un poco mayores que mi mano, apreté su pecho dejando entre dos dedos el pezón, hice fuerza con estos estrujando el pezón con un poco más de presión, un suspiro salió de sus labios y un ligero temblor recorrió su cuerpo al mismo tiempo que sus brazos se ceñían con más fuerza sobre mi cuello. Con la mano izquierda bajando por su espalda, hasta sus nalgas, por cierto muy duras de hacer deporte, colé mi dedo índice entre ellas y busqué una caricia más íntima. Tuve que agacharme un poco para llegar hasta su coño, estaba rasurado, lo mismo que su culo, y dios, mojado. Metí un dedo, luego dos y estaba ardiendo, me pareció que era el momento ideal para comerme aquello tan rico.

Mi vista ya se había acostumbrado a la poca luz que había en la habitación, la llevé hasta la cama y la acosté con las piernas colgando, bajé poco a poco, no me paré mucho en sus pechos, solo unos besos en los pezones, pero sin hacer presión, muy suaves. Bajé hasta su vientre, me detuve en sus caderas y su ombligo, con besos y caricias. Llegué al punto donde quería llegar, pasé la lengua por encima y la subí ya ente sus labios vaginales. Dios, ¡¡ que sorpresa me llevé!!, me encontré con un clítoris enorme, posiblemente de los más grandes que me había encontrado en toda mi vida. Salía fuera de los labios, era como un mini pene, tenía unos dos centímetros. Lo metí en la boca, empecé a jugar con él entre mis labios y la lengua. Sin parar lo succioné con fuerza entre mis labios, cuando llevaba uno segundos tirando hacia dentro de mi boca le pasé la lengua con fuera alrededor, con movimientos rápidos sobre la punta. Un grito salió de su garganta

-Siiiiiiiiii, no pares, no pares, no lo sueltes.

No podía responder para decirle que no lo iba a soltar hasta que se corriera. Seguí con fuerza aspirándolo y con la lengua cada vez más rápido en círculos y en un momento dado, puse los dientes suevamente sobre la punta de aquel hermoso botón. Sus manos me aprisionaron la cabeza contra su pelvis, no me dejaba separar ni unos milímetros, noté como su cuerpo empezaba a temblar, como su cadera se empezaba a mover de forma rítmica, con el compás de mis movimientos de lengua y dientes, mis manos subieron a sus pechos y cogieron sus pezones, apreté un poco entre los dedos índice y pulgar. Fui subiendo la presión de mis dientes y mis dedos, sus movimientos empezaron a ser descontrolados. De golpe levantó la cadera, quedando sobre sus hombros y los pies que había subido al borde de la cama. No solté ni los pezones ni el clítoris. El orgasmo fue tremendo, todo su cuerpo en tensión, sus manos aferradas a la sábana, su vientre temblando y un grito de placer saliendo de su boca.

Cuando aflojó el placer, cuando se estaba acomodando de nuevo en la cama, son sus piernas ya colgando, sus pies apoyados en el suelo ya pudo hablar.

-Dios, que placer, que tremendo subidón.

-Normal, para esto me estabas esperando ya desnuda en la habitación, ¿no?

-Ya, pero no esperaba correrme tan pronto. Además esperaba que el primero fueras tú.

-Vaya, pues lo siento, pero es que una vez que cojo un coño como este no lo suelto ni por nada.

-Eres un cabronazo, ¿cómo lo has conseguido tan rápido?

-Leches, ni que fuera cosa mía nada más, ¿no has puesto nada de tu parte?

-Si, claro, el morbo inicial.

-Ya, y unas ganas de que te comiera el coño desde que salimos de la obra.

-Cerdo, no es cierto, solo desde que me dijeron que te recogiera yo porque estabas en mi ruta.

-Pues mira, me alegro de estar en tu ruta y sobre todo de haber descubierto este hermoso coño que tienes y sobre todo ese precioso clítoris que es de los más hermosos y más sensibles que he visto.

-Por lo que veo te gusta comer coño, tienes mucha práctica.

  • Bueno, uno hace lo que puede, cuando le dejan.

-¿Me vas a decir que a tu mujer no le gusta?.

-Leches, claro que si, y mucho además. Se pone más o menos como tú, hecha una guarra.

-Por cierto, hablando de mi mujer, ¿cómo te ha ido?

-Ya te contará ella. Por cierto, tienes un mensaje suyo. Está el móvil en la meseta del lavabo, cuando quieras lo miras. No lo he leído, creo que a partir de la conversación que tuvimos, el mensaje es personal para ti.

-Bueno, ya lo leo ahora, pero dime, ¿Qué te ha parecido?

-No te voy a contar nada de nuestra conversación, si quiere contarte ella, además me parecería normal que lo hiciera, es cosa suya, pero yo, estoy aquí contigo, eso supone que no voy a ser ningún estorbo en vuestras relaciones, que es algo normal y además me parece que es sano en la pareja.

-Caray, para no decirme nada, ya me hago una idea de lo que habéis hablado. Voy al aseo y de paso leo el mensaje.

-¿Te importa dejarlo para el final?.

-No, por supuesto, pero de todos modos, tengo que vaciar algunos de los líquidos ingeridos, porque leches, que esponjas todos ellos. Menos mal que yo tomé cerveza. Para seguir el ritmo de alguno hay que estar muy entrenado y no es mi caso.

Pasados unos minutos, estábamos los dos en la cama hablando de nuestras vidas, de cómo nos había tratado la suerte a lo largo de los años. No tenía pareja fija, tenía un medio novio en Tudela, con el que se veía casi todos los fines de semana. Alguna vez hacían una excepción y se encontraban a medio camino para pasar la noche. Siempre que podían se iban a pasar el fin de semana juntos. Él era divorciado con una hija de 7 años, ella no había estado casada, pero había convivido con un chico en Zaragoza casi 10 años, hasta que él se tuvo que ir a EE.UU. para hacer un curso en la General Motors y no volvió. Solo dejó de haber comunicación de un día para otro. Ni llamadas ni respuesta a los correos, ni respuesta a sus llamadas. Pasado un mes, un simple correo diciendo que su vida había cambiado, se quedaba a trabajar en Detroit, había conocido alguien que le había robado el corazón y no pensaba volver. Lo sentía por ella, pero su vida era más importante.

No quise seguir contando historias de nuestras vidas y empecé a acariciarle los pechos, besitos en el cuello y con un abrazo y un beso en sus labios la hice callar.

Nos centramos en nosotros, olvidando el mundo exterior y viviendo el momento. Ese momento me llevaba a una erección de nuevo, su coño estaba empapado todavía del orgasmo de hacía unos momentos. Empezó a bajar besando mi cuello, mi pecho, el vientre y llegando a mi polla. Lamió la punta y empezó con una suave succión. Tenía una boca de ángel perverso. No quería correrme en su boca, se lo dije y me invitó a ponerme un preservativo, era condición indispensable para los dos. Una vez puesto la puse a 4 patas, en la orilla de la cama, me bajé quedando mi polla a la altura exacta de su coño. Un fuerte empujón y toda dentro. La agarré de las caderas y empecé con un suave movimiento dentro fuera, al mismo tiempo la daba unas suaves palmadas en las nalgas, alternativamente en una o en otra. Le gustaba, se acompasó a mis movimientos, empujando al mismo tiempo que yo lo hacía, para que la penetración fuera más profunda. Dejé de moverme para que fuera ella la que regulara la fuerza y la cadencia de los movimientos, al tiempo que seguía dando palmadas en sus nalgas, ahora un poco más fuertes. Hundió la cabeza en el almohadón que había puesto bajo su cabeza y mordió con fuerza. Nos separamos, una queja salió de su boca, no quería tener el coño vacío, le dije que por poco tiempo.

Le di la vuelta y empecé a chupar con fuerza sus pezones, bajé un poco más, su vientre. Volví a meter en mi boca aquella delicia de clítoris que había lamido antes, solo unos instantes, antes de meter de nuevo mi polla en su coño, ahora con sus piernas cruzadas sobre mi cadera, siguiendo el compás de mis embestidas. Acaricié su cara, su cabello y poco a poco la presión fue subiendo en los dos, estaba a punto de correrme, lo notó apretó con fuerza sus piernas, sus brazos y me pidió que me corriera sin moverme, quería sentirlo intensamente.

Su orgasmo empezó unos segundos después del mío, nos abrazamos con fuerza y estuvimos un rato sin movernos, solo se oía el latido de nuestros corazones y la respiración profunda que los dos manteníamos. Seguimos en esa posición un buen rato, hasta que mi pene empezó a decaer. Nos separamos para limpiarnos y recomponernos, tomar un refresco y charlar un rato.

FIN PARTE UNA