El regreso de Obil
Cuando Pili sintió aquello entrando en sus entrañas, medio kilo de carne, dura y caliente...
PARTE TRES
y FINAL
Al despertar, a las siete de la mañana, lo primero que hice fue coger el teléfono y ver si tenía un mensaje, no uno, sino tres:
Primero- una de la madrugada: Primer asalto, estupendo, estoy ya a medio camino.
Segundo- dos y media de la madrugada: Conseguida la meta
Tercero- cinco menos cuarto: Acabo de llegar a casa, extra de tres. Te cuento esta noche, pero se suave conmigo. Tenemos un regalo para los dos. Me acuesto. Besos.
Más que un mensaje estoparecía un telegrama. Frases cortas, palabras precisas pero ni una de más. Estaba cansada, no había duda. La dejaría dormir hasta que llegara, que no sería antes de las tres o tres y media de la tarde.
De todos modos, parece que la cosa había ido bien, porque estaba claro el mensaje. Estaba deseando que llegara la noche y después de una cena suave, una copita de vino y los dos juntitos nos contáramos nuestras aventuras respectivas. Ya acabaríamos como nos apeteciera. No teníamos niño hasta el domingo a media mañana o a media tarde.
A las dos y media entré en casa, estaba todo en silencio. Supuse que Pili estaba todavía en cama, aunque me extrañaba que siguiera durmiendo después de nueve horas. La puerta de la habitación estaba abierta, me acerqué y la cama estaba vacía, lo que me hizo suponer que había salido a comprar algo para comer o para la cena. La llamé por teléfono y sonó con mucho ruido y música.
-Hola cariño, ¿por dónde estás?
-Pues estoy de la habitación al salón.
-¿En casa?, ¿ya has llegado?
-Pues me parece que sí, porque no creo que el pasillo esté en la autovía.
-Anda, no seas malo, estoy tomando un café en la plaza, si quieres acércate. ¿Comiste algo?
-Si, tomé un buen desayuno y un bocadillo en Pedrafita, no tengo hambre por ahora. ¿Estás sola?
-No, pero si quieres sube y tomamos un café con las compis.
-Mejor no, vente cuando termines y nos contamos cosas de estos días. Te espero en cama.
-Vale, voy, no tardo.
Cuando llegó
Pili
yo estaba acabando de ducharme, después de los besos y abrazos nos acordamos contarnos todo lo que había ocurrido en estas dos noches. Decidimos echar a suertes a ver quien empezaba.
Echamos la moneda al aire y quiso la fortuna que saliera cruz, por lo que era
Pili
la que tenía que contar como le había ido con Obil la noche anterior. Por supuesto pedí que fuera lo más detallado posible. Quería poder imaginarme a mí mismo delante de ella, viéndola en brazos de su amante.
Como te comenté, quedamos a las 11 de la noche en la cervecería que está a la salida de la autovía, ya encaminados hacia el motel. Llegué unos minutos tarde, porque no me apetecía esperar sola. Viernes, once de la noche, lleno de gente y prefería que estuviera allí. Previamente había reservado habitación, diciendo que no quedaría libre hasta muy entrada la madrugada, no sabía si se querría quedar a dormir o prefería irse a Compostela. Nada más entrar lo vi, en el codo de la barra, cerca de la puerta de entrada. Tenía una sonrisa de oreja a oreja. Me dirigí hacia él y me saludó con dos besos y acercándome de forma discreta con sus manos en los hombros. Me dio las buenas noches y me invitó a tomar algo. Me extraño que estuviera dentro de un local donde se vendía alcohol, pero estaba tomando un café. Pedí otro y le dije si nos podíamos sentar, había una mesa cerca y acababa de quedar vacía. Me dijo que sí, faltaría más. Nos sentamos y empezamos a charlar de forma animada, del viaje, de la casualidad de encontrarnos en el chat. Me dijo que no se atrevió a llamar por teléfono, porque no sabía si lo habíamos pasado bien o no, le extrañaba que no hubiéramos llamado para pasar a buscar el plato que tanto te gustaba y que lo tenía envuelto con dos papeles, uno exterior con una inscripción y otro sencillo blanco interior, por si lo ibas a buscar tú personalmente.
Le dije que yo también había quedado contenta de la noche que habíamos pasado en su tienda, había sido una experiencia agradable y siempre me había quedado la duda de si en lo que comimos o bebimos había algo añadido o extraño. Me dijo que no, que si me había sentido especial en algún momento era solo debido a las circunstancias, a la relajación y el buen ambiente que se había generado entre los tres. Siempre tuvo un recuerdo de ti. Te nombraba con respeto y agradecimiento por haberle buscado a él.
Me dijo que estaba muy guapa, le gustabas mi peinado y le gustaba como me quedaba la falda que llevaba puesta, aunque más le gustaría ver lo que llevaba debajo, a lo que le respondí que todo a su tiempo. No me dejó terminar la frase y me pidió fuera al baño y sacara la braga y se la diera. Me miraba con cara de deseo, pero le dije que no podía ser, que era imposible que me sacara la braga, no llevaba. Me dijo que claro, como no se había dado cuenta, no llevaba braga, sino tanga, que lo sacara y se lo diera. Le volví a insistir que no, que imposible, porque no llevaba nada debajo. Creí que se le salían los ojos de las órbitas: ¡¡ No llevas nada debajo !!, me estás poniendo como una moto chica. Me insinuó de forma muy correcta si nos íbamos ya al motel. Eran las once y media. Nos levantamos y le pregunté si llevábamos su coche o el mío. Me dijo que el mío, conocía mejor el sitio, el camino. Todo esto con una sonrisa. Estaba claro, mi coche y su mano en……..
Le pedí que en la calle fuera lo más discreto posible, que estábamos en nuestra ciudad y no quería dar la impresión de lo que iba a pasar. Le pedí que me siguiera con su coche hasta el aparcamiento de las primeras naves del polígono y entrar desde allí al motel. Lo hizo de buen agrado, pero me dijo que estaba a cien y tendría que ayudarle a bajar el mástil.
Llegamos al polígono y aparqué en el lateral de la nave la de la planta de reciclaje, era sábado y no trabajaba nadie. Quedábamos a escasos 500 metros del motel, por lo que me pareció un buen sitio. Obil aparcó el coche justo detrás del mío, entró en mi coche y nada más sentarse me dio un beso en la boca. Su mano fue directa a la entrepierna, buscando la confirmación de que no tenía ropa interior. Sus dedos comprobaron que era así y además que estaba ya mojadita. Apretó más el abrazo con la otra mano, mientras sus dedos hurgaban para entrar dentro de mi cuerpo.
Hice ademán de separarme, intentando apartarlo con mis manos, pero insistió en el abrazo con más intensidad y subió la otra mano hasta mis pechos. Aquí si había ropa interior, ya que llevaba un sujetador negro, con calados y transparencias, pero no estaba en condiciones de apreciarlo, era noche cerrada y tenía la vista en las nubes. Mi primera intención era separarlo e irnos de allí. No quería estar mucho tiempo fuera, no se sabe quién puede aparecer y además tenía ganas de ver y acariciar su pene. No me dejó separar, seguía apretando en su brazo y además, había cogido una de mis manos y la llevó encima de su tremendo mástil. Le dije que mejor nos íbamos al motel y allí podíamos hacer todo lo que nos apeteciera, pero allí en la calle no m e gustaba. Me dijo que de acuerdo, pero antes, le diera un beso en la punta. Accedí, pero solo a un beso. Tuve la precaución de apoyar las dos manos en sus muslos, para que cuando intentara empujar la cabeza para meterme la polla en la boca, hacer fuerza en sentido contrario y que solo fuera el beso que me acababa de pedir. ¡¡Cómo lo conozco!!, aunque solo estuve con él una noche. Claro que lo intentó, pero di un tirón para atrás con la cabeza y le dije que no, que al motel y no más tiempo allí. Protestó un poco, porque de verdad lo que quería era follarme allí mismo en el coche. Me lo dijo después, que cuando vio donde había aparcado el coche, pensó que el primero ya allí mismo, en el coche, pues hacía mucho tiempo que no follaba ninguna mujer en los asientos de un vehículo.
Entramos en la habitación del motel y no me dio tiempo a nada, me abrazó desde atrás, me cogió las tetas y empezó a apretarlas, suavemente, pero incrementado la presión poco a poso. Me di vuelta, no sin dificultad, porque no quería dejarme, estando ya de frente, le dije que primero al baño y luego toda la noche para nosotros.
Dijo que de acuerdo y antes de decir yo nada más, ya estaba dentro del baño abriendo la ducha. Esperé y tardó un par de minutos en aparecer envuelto en una toalla, me dijo que me tocaba a mí y que al salir, por favor, lo hiciera sin nada encima. Me guiñó un ojo y le respondí con otro guiño al tiempo que le llamaba perverso.
Nada más entrar en el baño, había una botella de té en el borde del lavabo con una nota con mi nombre. No lo tomé, me duché, me sequé y salí tal como me había dicho, totalmente desnuda y con la botella en la mano. Estaba acostado, mirándome, con la polla tiesa en una mano y haciendo señas con el índice de que me acercara a ella. Le enseñé la botella y me dijo que era para el descanso, un reconstituyente. Habría tiempo a tomarlo, era un té especial para noches de juerga, para el intermedio. O sea, lo que había tomado la noche de Compostela, que seguro no era solo té, algo más tendría, para poner los sentidos a tono.
Subí a la cama, me puse de rodillas entre sus piernas y acerqué mi boca a su tremenda polla, esta vez no hice fuerza cuando me empujó la cabeza para que me tragara mitad de aquel monstruo. Me parecía incluso más grande que cuando estuvimos en su tienda, sabía que no era cierto, que era la misma y del mismo tamaño, pero estando allí sola ante aquello, me pareció que era más grande. Sus manos empezaron a acariciar mi espalda, mi cabeza, mi cuello y poco a poco fueron bajando hasta llegar a las tetas, las que empezó a acariciar con suavidad, al tiempo que me jaleaba para que me metiera más dentro de la boca. Ya no daba para más, ya no podía meter ni un centímetro más, al menos eso era lo que yo pensaba, hasta que dio un empujón con la cadera y me hizo tragar un trozo más de aquello, que si bien era delicioso, en la boca se empezaba a hacer demasiado grande.
Empezó a acariciarme las nalgas, a pasar sus dedos por mi culo, presionando suavemente sobre el ojete, pero sin meter un dedo. Poco a poco fue bajando hasta que llegó a los labios vaginales, pasó los dedos suavemente para humedecerlos y acto seguido metió un dedo, luego dos y luego tres. Empezó un movimiento de mete saca con rapidez y presionando con el otro dedo el clítoris cada vez que metía los dedos de todo. Me puso boca arriba y él entre mis piernas, con cuatro dedos pugnando por entrar y con el pulgar presionando el botón del placer. Era tremendo lo que estaba sintiendo. Sentí como su otra mano subía por mi vientre y se acercaba a mis pechos, no dejaba el mete saca con el pulgar sobre el botón y con dos dedos empezó a apretar los pezones del pecho derecho. Apretó con cierta intensidad, provocando un ligero dolor, al tiempo que aumentaba el ritmo con la otra mano y en unos segundos sentí como un calor que me invadía todo el cuerpo. ¡¡Noooo!!, no quería que el primer orgasmo llegara tan pronto, quería jugar con Obil un poco más. Intenté apartar la mano que me estaba masturbando, pero fue imposible, siguió con la misma intensidad, al tiempo que me decía que era una puta, la más grande de todas las que conocía.
No pude evitarlo y me corrí enseguida. Debí de chillar mucho. Me lo contó después, cuando nos despedíamos, que el primer orgasmo había sido tremendo, que menos mal que estábamos en el motel, porque si estuviéramos en el coche, vendrían todos los vigilantes de las naves vecinas. No lo había pensado, si nos quedamos entre las naves, puede que alguno escuchara y viniera ver que había y si podía pillar algo.
No hubo descanso, tal como estaba acostada, con las dos manos me levantó el culo y puso su boca encima de mi coño, su lengua entró sin piedad a saco con mi botoncito y entrando en mi vagina. Era un castigo tremendo, no paraba, no dejaba tiempo a respirar, sube, baja, sube, baja, entra y vuelve otra vez. Sus manos seguían empujando mi cadera hacia arriba. Acomodé los pies y empujé, yo misma hacia arriba, para buscar, si cabe, con más intensidad su lengua. Viendo que sus manos ya no eran necesarias para empujar mi cadera, que ésta sola buscaba la caricia de sus labios y su lengua, subió hacia mi pecho y se apoderaron de mis tetas, a las que empezaron con un masaje suave, pero como siempre, subiendo la intensidad. No sé el tiempo que tardé en volver a sentir el calor en mi cuerpo, pero no fueron muchos minutos, lo que sé es que empecé a temblar, a sentirme como flotando y me dejé llevar de nuevo a los brazos del placer y de un nuevo orgasmo. Esta vez sí, hice algo por acelerarlo, ya que subí la cadera todo lo que pude, empujándola para delante para que su boca, su lengua, llegaran a lo más profundo de mi coño y sus labios succionaran con más fuerza mi clítoris para que fuera más fuerte, más grande, más duradero. ¡¡¡Qué palcerrrrr!!!
La sonrisa de Obil era de oreja a oreja. Ya llevaba dos orgasmos en menos de un cuarto de hora, aquello era tremendo. Tenía el cuerpo ya en estado de excitación plena, solo de pensar en que me iba a meter aquello dentro me sentía subiendo al séptimo cielo. El “ataque” no tardó. Se puso un preservativo. Me pidió me acostara con el culo hacia arriba, con las piernas abiertas. Tenía ganas de follarme en esa posición, no lo había hecho en Compostela y le apetecía, yo no recordaba cuantas posiciones habíamos hecho la primera noche, pero tenía claro, que de esta segunda iban a quedar pocas con probar. Se puso de rodillas entre mis piernas, apoyó la mano derecha en mi costado y con la otra guió el mástil hacia la entrada del coño. Estaba preparada, sabía que lo haría de un solo golpe de cadera, que me lanzaría contra el cabecero de la cama para meterla toda de un solo empujón. Sorpresa, no fue así. Acercó la punta, la metió dentro y empezó a empujar despacio, muy despacio, pero sin parar, poco a poco, centímetro a centímetro la fue metiendo, no era fuerte, pero no paraba. Iba sintiendo en mi interior como se iba dilatando mi vagina para ir dando cabida a todo aquello. Medio kilo de carne, perforando poco a poco, pero imparable hacia el final. No sé el tiempo que tardó, no lo puedo precisar, pero desde luego fueron varios minutos, tres, cuatro, no lo sé, pero si sé que era un placer continuo y en aumento. Sentí como su vientre se aproximaba a mis nalgas, sentí como se pegaban y sentí como presionaban para que entrara hasta el último milímetro posible de aquello en mi interior. Toda dentro, totalmente llena, no quedaba ni un milímetro fuera, pero tampoco debía caber ni uno más dentro.
-¡Vamos puta, la tienes toda dentro y todavía tienes sitio para más!
-Noooooooooo, no seas bruto, no puedo con más, tengo el coño a punto de romper y la vagina no le cabe ni una corrida en su interior.
-Eso es lo que dicen todas, pero las que son putas como tú, siempre, siempre les cabe un poco más. Tenéis un coño especial, siempre da un poquito más, siempre esperáis un centímetro más.
-Obil, no seas cruel, soy una puta, soy tu puta esta noche, pero no puedo con más.
-Ya me lo dirás después te hayas corrido un par de veces, ya verás como pides más, tu coño, tu vagina estarán dilatados y acostumbrados a mi polla, a su tamaño, solo te rozará suavemente los labios en la entrada y las paredes en su interior y desearás que fuera más gorda y más grande para que siguiera rozando por todas partes para darte más placer. Al final serás sincera y me lo dirás.
Estábamos quietecitos los dos, yo no movía ni un músculo porque estaba llena a tope y él paradito, esperando que mi cuerpo se adaptara a aquella inmensidad para empezar a moverse dentro. Me acariciaba el pelo, la espalda, me daba besos en el cuello mientras me decía al oído lo anterior y otras muchas cosas para ponerme a cien. Quería que me sintiera una verdadera puta para él, que me sintiera su amante, su amada, su puta. Me decía que le gustaría que le dijera que sería su puta toda la noche.
Poco a poco mi cuerpo se fue adaptando al tamaño de la tranca que tenía dentro. Aflojó un poco la presión que ejercía sobre mi cuerpo y empecé a mover el culo, a mover las caderas debajo de su peso, empecé a mover mis músculos vaginales haciéndole un masaje interno. Se incorporó sobre sus brazos, las dos manos apoyadas a la altura de mis hombros, iba a empezar a bombear y le pedí se quedara quieto unos instantes. Lo entendió y aflojó un poco más la presión sobre mi culo, lo que me dio margen para empezar a mover la cadera con movimientos circulares, al tiempo que seguía presionando y aflojando mis músculos vaginales. Parece que esto le sorprendió lo supiera hacer, porque de su boca salió un suspiro de placer.
-¡¡Qué bien lo haces!! . ¿Dónde aprendiste esto puta?
-¿Te gusta?, ¿lo hacen las mujeres árabes?
-No zorra, muy pocas, lo hacen las orientales.
-¿Te gusta?
-Si, mucho.
-¿Lo hago bien?
-Si, lo haces muy bien, pero muy bien Pili, pero dime ¿quién te lo enseñó?
-Lo aprendí hace tiempo.
-¿Te lo pidió tu marido?
-No, se lo regalé una noche. Sabía que le gustaría, porque es un enamorado de esta posición y sabía que este movimiento es especial para estar así.
-Ya, pero él no tiene una polla como la mía.
-No, no es tan grande como la tuya, pero es bueno en la cama.
-Los moros tenemos buenas pollas y sabemos usarlas, ¿verdad?
-Obil, disfruta del momento y deja de hacer comparaciones. Me gusta como follas, me gusta la polla que tienes, pero me gusta como es y cómo me folla mi marido. Se bueno y deja de hacer comparaciones. No me gusta ese juego. Quiero mucho a mi marido, él me quiere mucho y tenemos un juego de pareja que es maravilloso. No la jodas ahora con chorradas de si la mía es más grande, si la muevo mejor, si te gusta más o si tienes que ser de esta o de otra forma. Seamos inteligentes y disfrutemos del presente, del momento que estamos viviendo y de la noche que nos espera.
-No se hable más, mi querida señorita. Esta noche es solo para los dos. Ni recuerdos de tu marido ni de mi mujer. Solo tu cuerpo y el mío para darnos placer. Sigue con ese movimiento que caderas, sigue con ese masaje de diosa que haces, no pares. Eres maravillosa.
-No, solo soy una mujer normal, que le gusta follar, que le gusta sentir una polla dentro.
-No pares putita, no pares, sigue, esto es un regalo inesperado y te lo compensaré.
Seguí un rato más con los movimientos de cadera y sobre todo con los movimientos de los músculos de la vagina. Sabía que estaba disfrutando al máximo, pero también sabía que no podría continuar mucho tiempo, es un movimiento que cansa, sobre todo en la vagina. Unos minutos después cesé en los masajes vaginales, momento que aprovechó para empezar con un movimiento de sus caderas. Si el momento de la penetración había sido suave, ahora era todo lo contrario, los movimientos eran golpes fuertes y aprovechando todo el recorrido de su miembro. Dejaba solo la punta dentro, para de golpe volver a introducirla hasta el fondo. Sentía su vientre contra mis nalgas, sus testículos contra mis muslos, era rápido, continuo, como una máquina. Al principio era un movimiento que provocaba un poco de dolor cuando llegaba al fondo, pero poco a poco se fue cambiando, dejé de sentir dolor, para ir empezando a sentir un placer que me iba llenando, despacio, pero constante.
Empecé a jadear, acompasando mi respiración con sus embestidas, cuando oyó mis jadeos, mis suspiros, fue como un acicate, empezó a empujar con más fuerza, cada vez más ímpetu en cada embestida, ya no era un amante, era un toro, me levantó el culo, me puso a cuatro patas y cogiéndome por la cadera con las dos manos apretaba contra su cuerpo sumando el empuje de su pelvis y la fuerza de sus brazos, un sonido continuo de plas, plas, plas, sus vientre contra mis nalgas, la polla llegaba hasta lo más profundo, yo ya no jadeaba, chillaba, gritaba, de mi garganta salían palabras entrecortadas.
-No pares, no pares!!!
-¿Te gusta
Pili
?, ¿te sientes llena?
-Si, si, pero no pares, sigue.
Le hizo falta poco más para que mi cuerpo empezara a temblar y lo que salía por mi garganta dejara de ser inteligible, solo eran sonidos guturales, quejidos, suspiros, aullidos. Al final todo se volvió de colores, dejé de sentir, de oír, solo era placer, puro placer, el orgasmo había llegado, dejé de ser yo para sentir que mi cuerpo flotaba y entraba en otra dimensión.
Poco a poco fui recuperando la consciencia y puse una mano entre su vientre y mi culo, para indicarle que parara. Al tiempo que se lo pedía. Pero seguía empujando, como si no me oyera.
-Obil, para, para, por favor, déjame respirar.
-No, zorra, no, ahora estás como la miel, tu coño es suave y delicioso. No voy a parar.
-Obil, por favor, dame un minuto, solo un minuto de respiro, déjame que pare este corazón que se me va a salir del pecho.
-No, ahora no, ahora es el mejor momento. Déjate llevar, luego paramos.
-No cielo, no, déjame un momento.
-Ni lo sueñes, ahora quédate cómo estás, saca la mano del culo y apoya la cabeza en el colchón y disfruta.
-No seas malo.
-Disfrútalo putita disfruta este momento, tu coño esta suave, dulce, es la cosa más preciosa que nunca he follado y quieres que le deje. Sería un pecado.
Los movimientos eran cada vez más rápidos, era como una máquina incansable, insaciable, uno tras otro, uno tras otro, empujones y más empujones, mi cabeza apoyada en el colchón, el culo en pompa, si hacía un momento deseaba que parara, ahora deseaba que esto se hiciera eterno, sentía el placer en cada poro de mi piel. Me faltaba el aire, pero quería seguir, seguir, aquello era un tormento, pero divino tormento. Parecía que su polla seguía creciendo en mi interior, cada vez me parecía más grande, más gorda. Me cogió el pelo, tiró hacia arriba, me puso literalmente a cuatro patas, tiraba del pelo con fuerza, me hacía levantar la cabeza, mirar la el espejo del armario que tenía en frente. La imagen que vi casi no la reconocí, era l mía, pero sudaba, los ojos se me salían de las órbitas, la boca abierta, los labios inchados, las tetas se movían de forma rítmica según los empujones que me daba mi macho. Al tirar del pelo me hacía hundir los riñones, lo cual provocaba que la polla entrara más adentro. Levanté la vista y miré la imagen de Obil reflejada en el espejo, tenía una sonrisa de héroe, de vencedor, lo sentí mi macho en aquel momento, el macho que me llenaba, el macho que me sometía, me empecé a sentir su puta, sentía que me dominaba, que me poseía, que su voluntad en aquel momento era la suya.
Con la mano izquierda tiraba de mi cabello con fuerza y la derecha me acariciaba la espalda, pero una palmada en una nalga, luego otra, y otra, y otra, hummmmmmmmm, aquello era lo que me faltaba para sentirme suya por completo.
-Vamos puta, dime que no te gusta este momento.
-Si, siiii, me gusta, me gusta.
-Eres mi puta Pili, eres mía y te voy a follar todo lo que quiera.
-Si, soy tu puta, soy tu puta. Fóllame, fóllame.
-Levanta el culo puta, levanta el culo, quiero que sientas toda la polla dentro.
-Mueve el culo zorra, muévelo.
-No pares, no pares ahora, sigue, sigue, quiero correrme, no pares, no pares.
-Mírame en el espejo, mírame y dime que quieres más polla, que quieres que te joda con todas mis fuerzas. ¡¡Vamos, pídemelo!!
-Si, Obil, fóllame, fóllame con todas tus fuerzas. Más adentro, más, más fuerte.
No sé el tiempo que estuve mirando el espejo, viendo su cara, pero en un momento dado empecé a ver doble o triple, no recuerdo ya, pero lo que sí sé es que el orgasmo fue brutal, brutal, sentí que mis brazos se aflojaban y me caía, mi cara quedaba aplastada contra la cama, mis piernas se aflojaban y todo mi cuerpo quedaba aplastado por el cuerpo de mi amante, sentí su respiración en mi cuello, una mano que me acariciaba el pelo, me hacía una caricia en la cara y una voz que me decía:
-¿Ya has vuelto?, ¿estás bien?.
Tardé unos segundos en responder, unos segundos o unos minutos, no lo sé. Solo sé que mi cuerpo poco a poco empezaba a reaccionar. Sentí su polla en mi coño, aunque no tan grande como antes. Sentía su peso, pero tampoco una gran presión, estaba apoyado sobre sus codos, para que pudiera respirar con comodidad. Miré al espejo y su cara tenía una sonrisa de héroe que acaba de ganar una batalla. Mi cara no era tan expresiva, aunque se dibujaba una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Lo has pasado bien zorrita?
-Uffffff, como te diría yo, estoy saliendo de no sé dónde. Tengo el cuerpo temblando, tengo el coño que se me mueve solo, esto ha sido tremendo.
-Sabía que era lo que necesitabas. Sabía que un segundo orgasmo te iba a llevar a una órbita nunca explorada.
-Obil, no seas exagerado. He tenido muchos momentos excelentes, deja de ser tan presumido. Eres bueno, pero te aseguro que mi marido me lleva a extremos impensables muchas veces.
-No me comparo con tu marido, después de todo, no solo te folla, te quiere, como dijiste antes y con eso no puedo competir. Pero no me dirás que no soy bueno, de los mejores que te han follado, sin ser él.
-No vas a parar hasta que te diga que sí, que eres el mejor de mis amantes ocasionales. Pues mira, ala, quédate ancho, porque sí, es cierto, eres el mejor.
-Jajajajaja, lo sabía, y eso que estamos a media noche y no veas cómo lo vamos a pasar en lo que nos queda.
-Obil, me voy a beber una cocacola, tengo sed.
-No, espera, un vasito de té verde, del que te he traído.
-No me fío, seguro que tiene algo más que té.
-No te preocupes, es té, no tiene ninguna droga para ponerte más caliente, si es que es posible.
-Bueno, me voy a fiar, aunque la noche que estuve en Compostela salí con la impresión que habías puesto algo en lo que bebí.
-Confía en mí, no te voy a drogar, no te voy a dar nada que sea perjudicial para tu salud. Bebe con toda la confianza. ¿No confías en mí para venir sola y follar toda la noche?, pues lo mismo, esto es solo una bebida refrescante, azucarada, por supuesto, pero puedes beber un litro con toda seguridad.
-Bueno, me voy a fiar, me voy a beber un vaso, ya veremos si vuelvo a por el segundo.
-Ana, ayer tu marido estaba en Zaragoza, estoy seguro que no durmió solo, ¿Qué sentiste a noche?, ¿te masturbaste pensando en él o en mi?, porque doy por hecho que te has masturbado antes de dormirte.
-Y, ¿qué motivo tenía para hacerlo pensando en ti?
-Muy fácil, hablamos de noche, te conté como te la iba a meter hoy, como te iba a follar, te recordé lo gorda que era mi polla. Eso te puso caliente y estoy seguro que te masturbaste pensando en mí y deseando que llegara esta noche.
-Bueno, no puedo negar que si me calenté un poco hablando contigo. Tampoco te puedo negar que me haya masturbado, pero puedes tener por seguro que no lo hice pensando en ti.
-Si no pensabas en mi polla, ¿en qué pesabas para hacerte una paja?
-Hay otros motivos, hay otras personas que me ponen a cien.
-Vaya, si no pensabas en la polla de Obil, ¿qué era lo que te hizo poner a cien?
-Pues a lo mejor lo que estaba haciendo mi marido ayer por la noche.
-Pero estaba de viaje allá por Zaragoza, ¿no?
-Pues sí, estaba de viaje por esa zona, un viaje de negocios y una cena, que en principio era de negocios, pero luego, creo que acabó de otra forma.
-Joer, ¿no te cabreaste con él?
-¿Por qué me voy a cabrear porque pasara la noche con otra mujer, ¿no estábamos tú y yo hablando de cómo pasar esta?, pues el mismo derecho que tengo yo a estar contigo hoy la tenía él ayer para dormir o más bien, acostarse con quién pudiera.
-Vaya pareja, vaya par de dos, sois tal para cual. Me encanta como sois, siempre estás de acuerdo en estos juegos. ¿Nunca sientes celos?
-Si uno de nosotros sintiera la más mínima sensación de inseguridad, los juegos se cortarían de raíz. Si mi marido, que está durmiendo en algún punto entre Madrid y Coruña, tuviera la más mínima duda de que mi amor por él, yo jamás podría hacer esto. Lo más importante es la confianza del uno en otro. La sinceridad y la falta de secretos.
-¿Ni un secreto?, ¿ni uno solo?, ¿se lo vas a contar todo, hasta el último detalle?.
-Pues claro, y se lo contaré estando en posición horizontal, con su polla en mi coño. Para que sea más excitante para los dos.
-¡Cómo os envidio!. Sois una pareja increíble. Debéis de ser de las pocas que hay con tanta confianza.
-De otra forma no podría estar aquí entre tus brazos. Hablando de brazos, déjame ir al aseo un momento.
Aproveché para enviar el primer mensaje. Iban 4 orgasmos. Tenía el cuerpo como un flan, pero era maravilloso.
Cuando volví a la cama, Obil estaba con las piernas abiertas y con su polla colgando. Estaba medio morcillona y reposaba la punta sobre la sábana. La miré unos segundos, subí la mirada y me encontré con sus ojos fijos en los míos. Le sonreí, mientras me subía a la cama, de rodillas me acerqué para acurrucarme entre sus brazos. Me abrazó y empezó acariciando mi pelo, metiendo los dedos a modo de peine. Levanté la vista y me encontré con sus labios entreabiertos. Acerqué mi boca para recibir un beso, fue suave, una caricia, mientras su mano me acariciaba la espalda. De nuevo un beso, esta vez más largo, mientras su mano iba bajando hacia mis nalgas. Otro beso y esta vez su lengua entrando en mi boca, mi mano detrás de su cuello, apretando para que no se separara. Su mano estaba ya buscando el surco entre mis nalgas y acercándose a mi culo. Guió mi otra mano hacia su polla, ya no estaba morcillona, ya empezaba a levantar la cabeza. Era maravilloso tener la en la mano y ver cómo iba creciendo, al tiempo que aumentaba el grosor y sobre todo se iba poniendo cada vez más y más dura. Sus dedos ya acariciaban mi ojete, mi respiración ya se agitaba, me estaba poniendo de nuevo a cien, ya buscaba con más intensidad su caricia en mi culo, su otra mano en mis pechos, su lengua llenando mi boca.
Suavemente empecé a subir mi mano sobre su polla, como si lo estuviera masturbando, era un recorrido largo, arriba y abajo, cada vez más grande y cada vez más dura. Uno de sus dedos entraba ya en mi ojete. Mi mente empezaba a imaginar que aquello que estaba calentando iba a entrar dentro de poco en mi interior, pero esta vez por la retaguardia. Me estaba acordando de cuando me folló el culo en Compostela, yo en brazos de mi marido y aquello taladrando poco a poco, pero sin pausa hasta el fondo. Aquel recuerdo me estaba poniendo a cien. Se dio cuenta que me estaba poniendo no a cien sino a mil. Mi boca ansiaba la suya, mi mano no paraba de moverse en su polla y mi otro brazo apretaba su cabeza para sentir con más intensidad, si cabe, sus besos.
No podía parar, aquello era la entrada al cielo, aquello iba a ser maravilloso. Deseaba con todas mis fuerzas sentirlo dentro, sentir como me iba a llenar por completo.
Obil se retiró un momento al aseo, volvió casi el instante, traía en su mano una botellita muy pequeña y un preservativo. Me pidió se lo pusiera, mientras me iba metiendo primero un dedo, luego dos, luego tres empapados en el líquido que traía en la botellita. Le pregunté que era y me dijo que era una mezcla de aceites, todos naturales y vegetales. Sin problema.
Me puso a cuatro patas, me cogió por la cadera, apoyó la punta sobre el ojete y empezó a empujar, sin parar, lo mismo que en Compostela. Sin detenerse, como un émbolo a presión. Sus manos aferraban mis caderas, tiraban hacia atrás y con su cadera empujaba para que aquello fuera un delicioso tormento. Mi cuerpo se iba adaptando, pero era más la presión y la fuerza que la rapidez en que mi cuerpo lo aceptaba. Tenía la frente húmeda, estaba empezando a sudar. Mi mente me decía le pidiera un descanso y volver a empezar, pero mi morbo me pedía que fuera más adentro. No quería que parara. Solo empujar, empujar, empujar. En un momento noté como sus manos aflojaban, todavía no sentía le presión de su pelvis en mis nalgas, me sentía llena, pero sabía que quedaba algo más. Al sentir que sus manos aflojaban, sin pensarlo un fuerte empujón de mis caderas hacia atrás hizo que lo que quedaba entrara de golpe. Huaaaa, el chillido que salió de mi boca debió de oírse en todo el motel. Creí que quedaba menos, pero era un buen trozo de tranca la que entró de un solo golpe. Las lágrimas corrían por mis mejillas, los ojos se me salían de las órbitas y el aire que entraba en mis pulmones no llegaba.
Obil, viendo mi atrevimiento, no lo pensó dos veces, me agarró las caderas y empezó un tremendo movimiento de mete-saca sin parar, sin oír mis quejas, mis súplicas. No sé cuánto tiempo pasó hasta que aquello dejó de doler, debió de ser una eternidad, pero en un momento el dolor dejó paso a un ligero placer, las lágrimas dejaron de manar, el aire entraba con suavidad en mis pulmones. Obil agarró mi pelo y empezó a tirar con fuerza para hacerme levantar la cabeza y hundir los riñones. Su polla entraba hasta lo más hondo, sentís su pelvis contra mis nalgas y sus huevos golpeando un poco más abajo. La presión que ejercía sobre mi pelo fue aumentando y mi mirada estaba fija en el espejo que tenía delante. Mi cara era la de una puta en celo, mis ojos muy abiertos, mis labios hinchados, mis pechos colgaban y se balanceaban al ritmo de los empujones de su polla. La mirada de Obil estaba fija en la mía, tenía una mueca de orgullo como si fuera el vencedor. Yo era su yegua y me estaba montando. No tenía duda que ese era su pensamiento en aquel momento. Dos palmadas estallaron sobre mi nalga derecha. Una sonrisa más amplia si cabía la posibilidad. Aquello me puso a cien o a mil, ya no recuerdo, lo que pasó es que de nuevo empecé a sentir un calor interior, un calor que me llenaba todo el cuerpo. Un nuevo orgasmo se avecinaba, otro más. Intenté pensar en otra cosa, pero era demasiado tarde, la imágenes ya no cuajaban en mi mente, solo el placer, solo la sensación de estar de nuevo cerca del orgasmo llenaba todos mis pensamientos. No pude resistir, apoyé la cabeza sobre el colchón y dejé que el placer inundara todo mi ser.
Obil me dejó descansar unos minutos sin sacarla, era una máquina, no se le había aflojado ni un milímetro, al menos no lo notaba. Estábamos quietos, yo con la cabeza apoyada en la cama, él con sus manos en mis caderas. No lo veía, pero sabía que me estaba mirando fijamente. Su cadera empezó a moverse lentamente, muy, muy despacio, apenas unos milímetros, moviendo la cadera a derecha e izquierda, sin sacarla, pero eso hacía que todo mi cuerpo sintiera aquello dentro. Se inclinó encima de mí y en voz muy bajita me dijo que me masturbara con una mano, sin mover la cabeza. Protesté un poco, pero me lo pidió con insistencia, con la suya: una palmada en la nalga izquierda y de nuevo su boca cerca de mi cuello, ¡mastúrbate zorra!. Eso fue todo lo que necesitó para que mi mano bajara hasta mi coño, mojé los dedos en el interior, estaba encharcado, y empecé a jugar con mi clítoris. En esa posición, con la polla entera en el culo, con ligeros movimientos laterales, mi mano acariciando el botón dorado, no fue instantáneo , pero le faltó poco, casi sin darme cuenta el nuevo orgasmo había llegado. Juas, como una explosión en mi cerebro. Creo que ni Obil pensaba que fuera tan rápido, pero fue, como los otros, intenso y con la acumulación de sensaciones me desplomé en la cama. Mi mano seguía entre mis piernas. Su polla en mi culo, yo con el deseo que se levantara y poder descansar, pero no, empezó, ahora sí, un movimiento de mete saca. Quise sacar la mano pero me dijo que ni moverla, que la dejara tal como estaba, que él haría el resto con los movimientos de cadera. La mano sería con un consolador que solo rozaría el clítoris al ritmo que él quisiera. ¡Qué máquina! Su fuerza, su peso y el tamaño de su polla dentro de mi culo hicieron todo el trabajo, al principio golpes fuertes y espaciados, poco a poco fue aumentando el ritmo, poco a poco fue subiendo la intensidad , dejó de hacer movimientos circulares para ser solo de fuera a dentro, hasta el fondo. Con cada movimiento aplastaba mi clítoris contra mi mano. Intenté moverla, pero me impidió hacerlo. No se el tiempo que estuvimos así, creo que de nuevo volvví a perder la noción del tiempo, solo se que un orgasmo sin fín explotó en mi interior, desde la punta del dedo gordo hasta el pelo más largo de la cabeza. La sensación fue como estar en otra dimensión. De nuevo los besos de Obil, sus dulces palabras diciéndo que era la más puta de todas, le mejor en la cama, la más caliente de las que había follado.
Cuando el cuerpo recuperó las energías suficientes, me incoroporé y me sneté e la cama, las manos de mi amante me colocaron una almohada doblada detràs de la espalda para que pudiera descansar comodamente. Me dio un beso en la frente, acariciando mi mentón y mirándome a los ojos me dijo que aquello teníamos que repetirlo en otra ocasión y que sería maravilloso que su primo estuviera con nosotros, hacer un trío, era la mujer perfecta para eso. Me tratarían como una diosa, sería su reina por una noche, un día o el tiempo que quisiera, su primo era como un príncipe haciendo el amor, era sublime, tierno y fuerte al mismo tiempo, era paciente y vigoroso, era un portento con las mujeres y nunca dejaba a ninguna indiferente. Tenía que dar el paso y encontrarnos los tres, o si lo prefería quedar con él a solas. Era serio y de fiar, lo mismo que lo estaba siendo él, ya que había cumplido con todos los requisitos que le había puesto y se había comportado de forma educada y respetuosa conmigo.
Cogí el teléfono, envié el segundo mensaje, la meta estaba alcanzada,pero creo que aún quedaba noche para rato, eral las dos y media de la mañana y Obil no daba sensación de cansancio. No sabía hasgta donde llegaría, pero creo que faltaba un extra. Llevaba siete pero alguno más caería aquella noche.
Salimos del motel a las cuatro de la mañana, tenía todos los músculos del curerpo agarrotados, no podía casi ni sostemenrme en pie. Había sido un bestia, en total había conseguido nueve orgasmos y él había tenido dos, pero que dos, uffffffff, me había dejado el cuerpo molido para días. A ver como me encontraba por la noche cuando estuviera con mi maridito, que, también tenía mucho que contarme de la tal Teri, la querida decoradora y que habían pasado una noche de juerga los dos juntitos.
Al llegar al polígono para que Obil recogiera su coche, nos dimos una nueva sesión de besos, abrazos, toqueteos, su mano bajó hasta mi entrepierna, le pedí que me dejara, estaba ya con dolor de coño de las veces que su hermoso miembro había entrado y salido, por delante, por detrás, en mi boca. Su lengua entró en mi boca y empezó a jugar con la mía, me estaba volviendo a subir la temperatura. ¿Cómo era posible que después de todo lo vivido aquella noche volviera a calentarme?, pero así fue, buscó el clítoris, lo empezó a acariciar suavemente, mis piernas se abrieron para dejarle sitio a su manos para acariciarme comodamente. Su boca no soltaba la mía, su brazo apretaba mi cabeza contra la suya, la tensión empezó a subir. Sabía como acabaría, sabía que me esperaba un nuevo orgasmo y que no podía hacer nada por evitarlo, su boca impediría que yo chillara en el momento de correrme, su brazo apretando fuertemente nuestras bocas, impediría que me pudiera oponer, que pudiera moverme y hacer nada por eviatarlo, ¿deseaba eviatarlo?, aquella sensación de ser suya, de estar completamente a su merced, de ser su esclava por unos minutos hizo que mi temperatura subiera de nuevo, era una entrega total, podía disfrutarla o solo sentirla, oprté por lo primero, ser consciente de la situación de sumisión y disfrutar aquel nuevo orgasmo que se avecinaba irremediablemente. Llegó, con fuerza, con violencia, era un orgasmo sentido desde la inmovilidad. Fue tremendo, me agarré con todas mis fuerzas a su cuello, a su espalda y apretaba con las pocas energías que me quedaban, quería que llegara pronto, pero que fuera largo, intenso y que me dejara en el séptimo cielo. No se si llegué al séptimo o al décimo, ya que era ese el número de orgasmos de la noche, pero desde luego fue de los mejores de toda la noche.
Cuando acabaron mis temb lores, obil me dio un beso en la frente, otro en la mano y me dijo que era la mejor de todas, que tenía que contárselo a su primo y que
por todos los dioses de todos los mundos, tenía que buscar una noche para quedar con ellos, si no quería con los dos, al menos con su primo. Sería la mejor noche de toda mi vida, él era un maestro en hacer el amor a las mujeres. Tenía el don y la habilidad de hacernos llegar a las nubes y mantenernos en ellas todo el tiempo que se lo propusiera. Yo era especial, muy especial.
Nos dimos un último beso, se bajó y me volvió a pedir que aceptara ir con su primo. Sería un placer para los tres.
-Mi amor, pues si quieres quedar con los dos, no hay problema, quedas y te llevo a Compostela o que vengan los dos a Ferrol.
-No se, tenemos que pensarlo, puede ser una posibilidad, pero no ahora mismo. Deja pasar un tiempo. Pero no te hagas el despistado y cuéntame como ha sido tu noche con la decoradora.
-Teri, se llama Teri y desde luego, no es tanto como tú, pero es una buena pieza en la cama. Pero vamos a ver primero como tienes ese coñito y ….........., luego te cuento.