El regreso de mi hermana

Tras unos años de separación, dos hermanitos se reencuentran de la mejor forma en que dos hijos de un mismo fruto pueden hacerlo...

Hermana mayor

Aunque de pequeños nunca fuimos muy unidos años más tarde lo estaríamos demasiado. Mi hermana me lleva seis años, acaba de cumplir los 27, es blanca, cabello negro abundante, caderas algo anchas y unas tetas bien puestas aunque algo caídas. No es el tipo de mujer que haga ejercicio o que tenga un enorme trasero y un abdomen plano. Pero es risueña de rostro, y tiene unos ojitos de mosca muerta que resultan algo provocativos.

Teníamos cinco años sin vernos pues estuvo estudiando fuera del país. No había cambiado mucho en este tiempo. Quizá su piel se había palidecido un poco más por ausencia del sol. El día de su vuelta cenamos en la casa con nuestros padres, intercambiamos historias varias, anécdotas y recuerdos. Una vez concluida la sobremesa nuestros padres se retiraron a dormir. Yo me disponía a fumarme un cigarrillo en el balcón para luego acostarme. Estaba algo aburrido y la verdad no estaba emocionado por el regreso de mi hermana. Ella me pidió un cigarrillo, cuestión extraña porque nunca le había conocido el hábito de fumar.

-¿Desde cuando fumas?, le pregunté.

-Desde hace un año más o menos, me respondió mientras la luz del yesquero le iluminó los ojos negros.

Como buena hermana mayor preocupada por su hermanito me preguntó si tenía novia. Le dije que la última que tuve fue hacía cinco meses y no había tenido suerte desde entonces.

-Cinco meses no es nada, en todo este tiempo no tuve a nadie allá.

Según su parecer los hombre de S.L. o estaban ocupados o no estaban interesados en relacionarse. Pensé que en cinco años sin tener nada su himen se tuvo que haber cerrado de nuevo.

-¿De verdad en cinco años nada de nada?

-Nada –me dijo mientras soltaba un delgado hilo de humo mirándome fijo a los ojos.

Me pareció un poco inverosímil su historia porque si yo con cinco meses de desierto ya me sentía demasiado inquieto, no quería imaginar como estaría la pobre Gabriela. Luego que terminamos el cigarrillo le dije que me moría del sueño así que la dejé allí y me fui a dormir. Al poco rato de haber conseguido el sueño me despertó un vago ruido que no supe identificar. Fui por un vaso de agua y en el pasillo junto a la puerta de Gabriela escuché unos gemidos deliciosos; sin duda, los de una mujer que está en la cumbre del placer. Cuando iba a retirarme algo me retuvo allí; quería seguir escuchando. Así que pegué mi oído a la puerta para escuchar con mayor claridad. Los gemidos eran constantes y muy seductores. Tuve una erección babosa que golpeó ligeramente la puerta. Corrí al baño a masturbarme. Pero antes de llegar allí me devolví. Quise ver aunque sea un poco por la rendija de la puerta. Rogué que no tuviera el cerrojo pasado. Tuve suerte. Como su cama daba de lado a la dirección de la puerta era difícil que me viera si evitaba hacer ruido. En todo caso si me pillaba abriendo le diría que entré a buscar una cobija mía que estaba allí guardada.

Estaba una lámpara prendida así que tenía buena visión. Los gemidos seguían pero Gabi no se estaba tocando. De hecho tenía los brazos subidos por detrás de la cabeza. Las piernas sí que las tenía bien abiertas. Su pelvis se movía en círculos rítmicos y rápidos. Pasó poco tiempo para percatarme que estaba dormida y sus gemidos eran producto de un sueño muy húmedo. Dilúvico. Debía de estar soñando que le estaban comiendo el coño.

Aprovechado que estaba dormida me instalé a mirarla en todo su esplendor. Mi verga hervía bajo el short. Pero no la saqué aún. Creo que puede haber llegado sin siquiera tocarme. El short de ella, blanco y ajustado, estaba en su lugar pero con un gran círculo de humedad en la entrepierna de vez en cuando agitaba la cabeza de un lado a otro como atacada de breves convulsiones. Temí que despertara y me viera allí, encarpadísimo y con los ojos brotados de lujuria. Ya no pude aguantarme más y comencé a masturbarme siguiendo con la mirada su contoneo y guiado por sus gemidos que cada vez iban en aumento. Comencé a tocarme lentamente. Tenía una erección de acero y el glande aceitado. Pude comprobar que el círculo de humedad en su short se iba expandiendo así como su aroma penetrante. Cuando ya era inevitable que me viniera me acerqué a su cama y dirigí mi erección a la pared contigua. Un taco de leche espesa se estrelló y poco a poco fue descendiendo. Ella prosiguió en su sueño pero yo me retiré silenciosamente de su habitación. Una vez en mi cama me sentí culpable de lo que había hecho. Sin embargo aún podía sentir un poco del placentero calor que acababa de experimentar. Me desperté muy temprano. Me bañé, me vestí. Y me dirigí a la habitación de Gabi a darle los buenos días, esperando poder mirarla de nuevo como a mi hermana. La encontré arropada hasta el cuello leyendo un libro. Del semen que había dejado en la pared no quedaban los restos. Le pedí permiso para buscar una chaqueta que efectivamente estaba en su closet. Mientras lo hacía pude ver en la esquina su short blanco. Hubiese querido agarrarlo pero no quería que fuera evidente. No sé que me excitó más esa vez, si el short húmedo y oloroso allí tirado o el hecho de saber que bajo aquella cobija estaba de medio cuerpo desnuda.

Le pregunté que planes tenía para hoy y me dijo que no quería hacer nada salvo estar acostada. Le dije que estaba bien, y justo cuando salía acotó:

-No quiero hacer nada que no sea en una cama.

Fingí no haber escuchado ese comentario e imaginé que lo que quería era pasar todo el día masturbándose allí.

Durante el día estuve afuera para no pensar más en el asunto. Ya me estaba incomodando no poder sacarme de la cabeza sus gemidos de la noche anterior. Cuando regresé al final de la tarde fui a su habitación a saludarla pero no estaba. Lo primero que hice fue recoger el short, aún estaba mojado y oloroso. En la parte interna tenía algunos vellos negros adheridos. Pero lo mejor era la cama. A la altura de la entrepierna estaba tan mojada como si hubiesen derramado una taza de agua. Acerqué mi nariz e inspiré profundamente. Cuando salía ella venía de regreso del baño. Me dio un beso en el cachete y se metió en su habitación. Volví y le pregunté si estaba segura que no quería salir a tomarse algo o saludar a viejos amigos. Movió la cabeza en señal negativa y encendió la tele.

-¿Te puedo acompañar a ver la tele?, le pregunté.

-Sí, claro, ven, siéntate.

Me senté en la cabecera de la cama. Mi mirada se desviaba alternativamente hacia el short y hacia su entrepierna esta vez cubierta por un pantalón de pijama. Tuve otra erección bastante dura aunque algo más floja que la de anoche. También me buceé sus senos a través de la franela. Me preguntó si quería que cambiara el canal y yo sin tener idea de lo que estábamos viendo le dije que sí. Lo que hizo fue a apagar la televisión y me dijo que mejor habláramos. Retomó el tema de la noche anterior:

-¿En serio cinco meses sin novia Alberto?

-Sí. Parece como si fuera más tiempo.

-Se nota, dijo mirando mi entrepierna.

Luego de una pausa me pidió el favor de que le pasara el short que aún yacía allí tirado. Lo envolví con todo mi puño y cuando ella lo agarró para tomarlo yo me quedé con una puntita del mismo. Jugamos un rato con él hasta que ella dijo riéndose: Dame chico. Eso me puso a millón. Automáticamente me puse de pie y le puse seguro a la puerta. Ella me vio pero no dijo nada. Tan solo se limitó a decir:

-Date la vuelta que me voy a cambiar.

Cuando me volteé ya tenía su shorcito puesto y una cara innegable de que se moría por llevar güevo. Me senté a su lado a jugar con su cabello y a acariciar su angelical rostro mientras que le decía que la extrañaba. Ella sólo sonreía y se sonrojaba mirándome de reojo. Sólo pude llevar mi mano hasta su cuello. Cuando empecé acariciar su cintura me dijo: No. Sin embargo seguí y bajé mis dedos a su vulva palpitante. Abrió sus piernas como una flor y me dejó sobarla un poco más. Luego las cerró bruscamente y me dijo que en la noche. Que la esperara con la puerta abierta. Durante la cena apenas me atreví a hablarle y a mirarla. Tenía miedo que mis padres sospecharan algo. Ella parecía muy desinhibida; incluso disfrutando esa tensión. Se hicieron largas las horas. No quería masturbarme para conservar las energías. Pero las ganas me aturdían. Mientras aún seguían en el comedor haciendo sobremesa, me metí en el cuarto de Gabi y me masturbé sobre su cama dejándole un pequeño regalo. Ya satisfecho la culpabilidad volvió y se me hizo conciente el hecho de que me había masturbado pensando en mi hermana y que dentro pocas horas teníamos un encuentro.

Me quedé dormido viendo la tele hasta que me despertó un toque en la puerta. Era ella. Entró con una sonrisa pícara y me dijo que ella nunca faltaba a una cita. Apenas verla entrar me encarpé de nuevo. Ella se metió en la cama y comenzamos a besarnos con desenfreno mientras le metía mano por todas partes. Le quité el camisón y quedaron descubiertos sus pechos blancos, un poco grandes pero caídos. Se los chupé uno por uno. Ella me quitó la camisa me bajó el pantalón y comenzó a tocarme la polla tiesa. Es linda me dijo. La había imaginado un poco más grande pero así tal cual me encanta. Siguió tocándome mientras sus tetas se movían al vaivén de su brazo. Me dijo que quería probar un poco y yo con un gesto le indiqué que adelante.

-Pero sólo quiero probar cómo sabe recién exprimida. No quiero mamármela completa.

Así que acercó sus labios y me pasó tres lenguetazos como quien prueba un helado. Yo le dije que yo sí quería mamarla un poco. Se acostó a mi lado. Se quitó el pantalón y me abrió las piernas. Estaba peludita y su vagina brillaba del líquido lubricante del que estaba llena. Le di un beso y un poco de ese líquido se me pegó como una baba. Olía delicioso. Le hice la paja con la lengua y luego comencé a comerle el clítoris. Gemía como la noche anterior y creo que se corrió tres veces. Me susurró al oído que quería que se lo metiera. Me hizo ponerme un condón con la excusa de que éramos hermanos y lo mejor era protegernos. Me lo puso ella misma acariciándome la verga con ternura. Boca arriba abrió las piernas y entré en ella. Me dijo que era demasiado rico el hecho de que fuera la verga de su hermano la que tuviese adentro. Me empecé a mover durísimo, haciendo que sus tetas bambolearan de un lado a otro. Me corrí rápido porque estaba demasiado excitado. Ella aún quedó con ganas. Mientras recuperaba la erección fumamos un cigarro y nos dimos unos ricos besos que me pusieron cachondo de nuevo. Repetimos pero esta vez en cuatro. En esta ocasión ella se corrió primero que yo. Y me dijo que gracias. Al terminar me besó en la frente. Salió desnuda a su cuarto y hasta el otro día.