El regalo (Parte tercera y última.

..Estuvimos observándolo largo rato en silencio. Estaba expléndido. La tensión de las ataduras resaltaba su robusta anatomía..Sopesó los hinchados testículos con una mano, prietos en la piel, con la otra agarró el pene, lo inclinó hacia abajo y un gemido se escapó bajo la capucha...

Íbamos a estudiar a mi casa una vez por semana con Vane, Clara y Begoña. Cada día lo hacíamos en casa de una, pues los exámenes finales eran cercanos. Eramos un buen grupito. Vane es mi socia, mi confidente. Clara también es muy maja, la más simpática y atrevida; solo Begoña no me cae muy bien, es un poco mojigata, monjil, diría, su familia es muy rica y muy católica y quizá por eso es muy diferente a nosotras; pero es amiga de Clara desde la guardería y siempre se junta con nosotras.

Estábamos estudiando en el salón, aprovechando que mamá no estaba, no estábamos muy concentradas, Vane hablaba de su chico, y hablabamos de grupos de música y cosas nuestras. Fui al cuarto de mamá a coger algo, no recuerdo el qué y ahí estaba mi regalo. Estaba atado a la pared de siempre, frente al gran espejo del armario. Llevaba puesta una capucha de cuero y unos slips blancos y negros que apretaban su paquete generoso. Me dió un vuelco el corazón, no me lo esperaba.

Clara gritaba desde el salón:

  1. ¿vienes?

Pero tan absorta y sorprendida estaba que no me di cuenta de que se había asomado al cuarto, quedándose de piedra, más de piedra que yo. La hice callar con un gesto, pero se escapó corriendo hacia las otras. Vinieron a ver intrigadas y silenciosas. Las hice volver al salón.

  1. ¿pero qué es esto? - preguntó Clara efusivamente.
  2. Se llama Jonás.
  3. ¿Y qué hace así?
  4. Es mío, me lo regaló mi madre.
  5. ¿te lo regaló tu madre? - inquirió Bego incrédula.
  6. sí. - contesté con inocente orgullo.
  7. Está muy bueno – dijo Clara.
  8. Pobrecito. - comentó Vane. - ¿no está mal así?
  9. No, le gusta.
  10. No me lo puedo creer.
  11. ¡guau! ¿Podemos volver a verlo? - Preguntó Clara excitada.
  12. No se...
  13. Va, por favor...
  14. Está bien.

Volvimos al cuarto sin hacer ruido para que él no se percatara de nuestra presencia. Begoña iba detrás refunfuñando, diciendo esto no está bien. Estuvimos observándolo largo rato en silencio. Estaba expléndido. La tensión de las ataduras resaltaba su robusta anatomía. Mamá le habría ordenado depilarse y su piel estaba cubierta de aceite, brillante y oscura. Respiraba nervioso, sabía de nuestra presencia. Clara preguntó:

  1. ¿Puedo tocarle?
  2. Vale, solo un poquito.

Al contacto de sus dedos tembló. Clara tocó sus pechos acerados, sus marcadas abdominales de gimnasio. Susurró embelesada.

  1. está como un tren. Begoña segura que nunca a visto una polla. ¿Puedes enseñárnosla?
  2. Mentirosa, eres tú la que la quieres ver – Contestó Bego nerviosa.
  3. Sí, sí.

Cuidadosamente metí la mano dentro del calzoncillo. Su sexo estaba ya endureciéndose, caliente. Le cogí de los testículos y lo saqué, mostrándolo en todo su esplendor.

  • ¿qué tal?

  • Preciosa – contestó Vane riendo.

  • Está para comérsela. - Dijo Vane.

Begoña no parecía estar muy a gusto.

  • Estais locas, vámonos.

  • ¿Y perdernos ésto? Va, Bego, no seas tonta. Esto no pasa cada día.

  • Quiero irme.

El sexo fue creciendo hacia nosotras, señalándonos.

déjame tocarla.

Está bien.

Sopesó los hinchados testículos con una mano, prietos en la piel, con la otra agarró el pene, lo inclinó hacia abajo y un gemido se escapó bajo la capucha. Luego lo soltó y volvió a ponerse firme balanceándose. Eso le hizo mucha gracia a Clara, que volvió a repetirlo varias veces.

  • ¿quereis tocarlo? Es una pasada. - preguntó.

Vane lo cogió entre sus dedos como si pudiera romperse. Comentó:

  • está muy caliente. Me gusta.

  • ¿Veis? No muerde. - Me hice la entendida.

  • Cómo me gustaría tener una así dentro mío. ¿La tiene así tu chico?

  • No tan grande – Contestó Vane.

  • Venga, vámonos – continuó Begoña.

  • Vamos Bego, no te asustes. No pasa nada. Tócala, seguro que lo estás deseando.

  • Va, tócala.

  • A mi dejadme en paz.

  • Vamos, te gustará.

  • A Begoña le gustan más las chicas.

  • ¡Eso no es verdad! - Protestó.

  • Ya veo.

  • Pero es que... ésto es indecente.

  • Sí, es verdad – Reconocí.

  • ¿Y qué?

  • Vamos, no seas tonta.

Al fin acercó su mano temblorosa. El miembo estaba todo lo duro que podía estar, lo agarró con la mano y una pequeña gotita de líquido salió de su boca vertical.

  • ¡oh! - Gritó ella. - Qué asco.

  • ¿Se ha corrido? - Pregunto Clara.

  • No, es líquido preseminal, se llama. Es que está muy excitado.

  • Pobrecito... ¿Y no podemos hacer nada para remediarlo?

  • Yo me voy.

  • Haz lo que te dé la gana – Le contesté a Begoña.

  • Estais locas.

  • Ala, sí. Vete.

  • Sois unas guarras.

  • Y tú una monja. - le respondí.

Escuchamos el portazo y ciertamente nos sentimos más a gusto. Clara tocaba la polla con gusto, con movimientos expertos. Jonás se debatía en sus ataduras, se volvía así más hermoso.

  • me gusta mucho hacer ésto. Me excita mucho.

Vane exploraba su piel desnuda con las manos, acercando la boca a punto del beso. Reconoció:

  • yo también estoy excitada.

  • ¿no le haces ésto a tu novio?

  • Nunca se me habría ocurrido.

  • Vaya suerte tienes, vaya regalazo. Ni en sueños mi madre me daría algo así, ella, tan purista.

  • Sí, vaya suerte tienes.

  • Quiero comérmela. - dijo Clara.

El muchacho empezó a jadear de oírlo, lo deseaba más que ella.

  • Venga, es toda tuya.

  • Eres una amiga. - Y diciendo ésto empezó a darle pequeños besos en el prepucio, luego sacó la lengua apretándola contra su boca vertical y recorrió toda su longitud. Luego la metió lo más hondo que le fué posible dentro de su boca. Vane le tocaba todo el cuerpo ya sin miramientos, apretando sus carnes con las manos, besándole y mordiéndole. La excitación le había hecho perder el pudor. Dijo:

  • Yo también quiero – Y entre las dos le estuvieron chupando largo rato mientras él temblaba de placer.

Yo las observaba contenta y orgullosa, pero verle gozar tanto con mis dos amigas me hizo encolerizarme, no sé por qué. La cuestión es que abrí la maleta que mi madre había dejado sobre el sifonier y saqué el látigo de cortas tiras de cuero.

  • apartaos – les ordené.

Pronto ellas me miraban incrédulas como le azotaba. Le azoté con saña el cuerpo entero, los brazos, el pecho, el vientre, los muslos, los pies y por último el sexo, aún duro, o más duro aún si cabe pues era evidente que mis azotes le excitaban.

  • ¿veis? Le gusta. Hay que tratarlo así.

  • Sigue, sigue. - decía Clara. Se estaba tocando el chochito, abierta de piernas sobre la cama, muy, muy excitada.

Y sí, seguí haciéndolo largo rato. Las tiras de cuero se enroscaban en su sexo y a veces daban en sus testículos. A mí me encantaba ver cómo intentaba contraer su cuerpo y no podía, enteramente a mi disposición. Sentía un calor bochornoso, el olor de nuestros sudores se mezclaba en el ambiente de la habitación.

  • Ahora ayudadme.

Entre las tres desatamos las muñequeras y tobilleras de cuero que le sujetaban a las argollas de la pared. Él no ofreció resistencia y le dimos la vuelta para volver a inmovilizarle. Su espalda musculosa, su trasero de futbolista quedó a nuestra entera disposición. Seguí azotándole. Cada vez estaba más excitada y ya no me importaba darle fuerte. Primero me preocupaba lastimarle, pero había descubierto su resistencia y opté por coger la caña de bambú. Crucé los globos de su trasero con marcas rojas. Me recordaría durante unos cuantos días cuando se sentara.

Fue mi bautizo a una nueva manera de sexo. Descubrí una parte oculta de mi sexualidad. Era una dómina, podía ser dulce o implacable. Eso me dio una seguridad en mi misma que me duraría toda la vida.

Cuando me cansé, Clara se había corrido repetidas veces y Vane quería probar. Cogió la fusta y siguió azotándole, sin ser precisa ni severa, por curiosidad. Ella no llevaba el duende endemoniado que habita en las que hemos nacido para ser adoradas.

Mientras le daba con la fusta, sentí unos celos extraños. Él era mío. Había sido muy generosa dejándoles jugar con él, pero ya era suficiente.

  • ya basta.

  • No, va. Déjame probar a mí.

  • no. ya está bien.

  • Va, por favor.

  • He dicho que no. es mío. - dije como a una niña que le han robado un juguete.- Buscaros vosotras uno.

  • Como si fuera fácil. - Refunfuñó Clara. Clara no era muy agraciada y no tenía mucho éxito con los chicos.

  • No. Quiero que os vayáis.

  • No te pongas así.

  • Ya esta bien. De verdad, quiero que os vayáis.

  • Lo quieres para ti sola, eso es lo que pasa.

  • Pues sí. ¿Pasa algo?

  • Venga, sí, vámonos. - respondió Vane.

  • Bueeeno. Qué le vamos a hacer. De repente a la señorita le da por que nos vayamos. Lo hemos dejado todo a mitad.

  • ¿No nos dejaras probarlo otra vez?

  • Ya veremos.

Se fueron. No dejaron solos. Le observé largo rato, enamorada. La visión de su cuerpo lastimado me encantaba. Apretaba su sexo cargado contra la pared, excitado y exhausto. Le dejé largo rato así, sufriendo su impotencia. Luego le solté, quité su capucha y le besé en la boca.

Siempre recordare la dulzura con que salieron sus palabras.

  • Gracias. - Fue la primera palabra suya que escuché.

Estuvo muy dócil cuando le hice desvirgarme, muy dulce sobre la cama de mamá. Apenas me dolió. Me llenó, le sentí tan adentro...

Fue mi amor años y años y nunca más lo compartí, ni con mi madre ni con nadie.

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