El regalo de un beso

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Sus besos...

Son siempre iguales, siempre provocándome las mismas sensaciones, emociones y vibraciones. Siempre con ese grado de intensidad que me perturba, con el nivel de dulzura exacto para lograr conmoverme, sensual y pasional…siempre logrando que me olvide de donde estoy y con quien estoy. Son suaves y a veces también son bruscos, pero tan magníficos como un día de sol y tan sublevados como la serenidad que se me filtra en mí ser. Así son sus besos…soberbios y orgullosos, ansiosos como sus labios a la hora de alcanzar los míos, duraderos como el día, tan leves como un suspiro y ocasionales como un saludo y así de necesarios como la respiraciones de mi cotidiana vida. Son a veces melancólicos como los días de lluvia, son perfectos para amar, para armonizar y para menguar mis ganas de poseerlos y estimarlos hasta sentirlos agotados y aturdidos, tal como los míos cuando percibo su boca próxima a mí, con su aliento en mis mejillas…son irresistibles, tanto que me es casi imposible no desear tazarlos, alcanzarlos y saborearlos. Sentir la textura suave y la calidez de aquellas carnes tibias entre mis labios es estupendo, un manjar digno de ser probado y degustado. Es una conmoción de aromas y sabores deliciosos, gloriosos…un beso suyo es la revelación de mi sentir, significa el detener del los minutos, la perdida de calor... de fluidez sanguínea y la amenaza de mi temperatura corporal…se me van las fuerzas y me pierdo a mi misma en esa vorágine que es su boca. Tu boca…la mejor droga y el mas eficaz remedio para mi corazón.