El regalo de Pablo (5)
Pau sigue disfrutando del cuerpo de su madre y, al mismo tiempo, organiza la forma de explotarlo para sacar dinero
Dos días más tarde, siendo ya las pruebas del adulterio de su padre con Ivana abrumadoras, Pau ordenó a su madre que se las enseñase y le plantease el divorcio y, mientras éste se sustanciaba, el abandono del hogar conyugal.
El catolicón marido quedó abrumado y, con tal de evitar cualquier escándalo, accedió a la separación y a la entrega a su esposa de más de las tres cuartas partes del patrimonio familiar.
Además, con sus hijos reprochándole todo y amenazando declarar en el juzgado haber recibido mala educación y haber sido maltratados, renunció también a los derechos de paternidad sobre el bulto que Elena portaba en su vientre.
Sin esperar sentencia de divorcio, firmaron el acuerdo ante notario y el señor se fue de la casa para siempre.
Al día siguiente de marcharse el hombre con todas sus pertenencias llegó un camión de la SEC (Sociedad Esclavista de Cataluña) con diversos aparatos que montaron en el sótano componiendo una sobria pero eficaz sala de suplicios compartida con un apañadito gimnasio y un lúgubre calabozo.
En el calabozo había dos estrechas jaulas, apenas para alojar un cuerpo no muy grande. No se podía estar de pie ya que la altura era de 1,20m. La longitud era de 1,80m para posibilitar estar tumbada sobre el jergón, que era el único mobiliario, y la anchura de 1 m. A Elena le fue asignada la primera y la ocupó de inmediato. Esa sería su residencia habitual. A los pocos días, la compra de Ivana a su dueño enmendó el vacío de la otra jaula de residencia. Además se instaló otra jaula de restricción: Tenía forma humana, en vertical y las dimensiones mínimas para contener a una de las dos hembras destinatarias de su empleo.
Entretanto, Elena estrenó algunos de los aparatos de la sala y, por primera vez supo lo que era un fustazo en el coño y sus nalgas ostentaron unas bonitas líneas cárdenas. En atención a su estado de embarazo Pau no se empleó a fondo. Por otro lado el chico no era partidario de salvajadas.
A Elena le pareció que su vida entraba en una vorágine. Se encontró con todo reglado: Sus tareas domésticas: La cocina, el jardín y las reparaciones -La limpieza era de Ivana-. Sus sesiones para elongación de clítoris y pezones. Sus 10 minutos diarios de bronceado en el jardín, hiciese frío o calor. El trabajo de puta a domicilio y hotel. Asistencia a la sede de la SEC para su empleo en otras tareas que describiré. Recepciones sexuales a los amigotes de Pau, e incluso, de Tomás o Eduardo cuando era prestada a éstos. Entrenamiento de follado de la garganta por el negro. Asistencia a la señora propietaria del negro y sus perros. La gimnasia. El salón de belleza de la SEC. Los reportajes fotográficos y las sesiones de video. La sala de tortura. La ruptura de relaciones con sus amistades de toda la vida. En fin, una vida vertiginosa.
Pero más vale ordenar el relato:
La empresa prioritaria que Pau encomendó a su madre fue la de romper relaciones con todas sus amistades e incluso familiares. ¿La disculpa?. Simple: acusarles de haberse puesto a favor de su marido y ocultarla sus infidelidades. Mentira absoluta, pero que todo el mundo cree comprender en una crisis matrimonial.
Lo primero que notó Elena fueron las frecuentes visitas de Silvia, la novia de su hijo, y de su corpulenta cuidadora negra Aurelia. Aurelia se fue haciendo rápidamente con la administración de la casa hasta que un día aterrizó en ella oficialmente como ama de llaves o algo así. En la práctica se convirtió en la secretaria de Pau, la organizadora de cualquier actividad y la encargada de dirigir la vida de Elena e Ivana hasta su más mínimo detalle.
Aurelia, imponente ya de por si con su macizo cuerpazo se vestía habitualmente con prendas de cuero que en ningún caso impedían la visión de sus abundantes y mórbidas tetas o su trasquilado coño. En general, los complementos de cuero acentuaban sus atributos sexuales y su autoridad, ya que entre ellos figuraba una fusta.
Pero Aurelia solamente administraba su vida en casa. En las actividades exteriores la administración de sus cuerpos la llevaba la SEC . Describamos un día de la vida de Elena en aquel entonces:
A las siete de la mañana Aurelia abre las jaulas de las dos esclavas y las conduce a los retretes donde deben evacuar la una ante la otra. Después al gran plato de ducha para someterlas a un chorro de agua fría a presión. Tras ello deben sufrir un enema por si el amo o algún invitado en la casa desea usar el ano por la mañana. Desayunan invariablemente arroz hervido leche y pan duro. Como diferencia, Ivana se toma el anticonceptivo. Lavado de dientes y, a las ocho, al trabajo de la casa: Ivana a la limpieza. Elena a atender las abluciones de su hijo Pau y, ocasionalmente a las de Tomás. Tras atenderles debe ser nuevamente duchada y volver lavarse los dientes para eliminar los excrementos o el semen.
Elena emprende entonces la preparación de la comida del día mientras Ivana sigue limpiando. A las once pasan al gimnasio durante una fatigosa hora bajo la dirección de Aurelia. Pau desea quitarle a Ivana el exceso de kilos en las caderas y el vientre que le gustaban a su anterior propietario, por lo que ella sigue un cuarto de hora más en el gimnasio mientras que Elena recibe al negro adiestrador de mamadas.
Elena ya conseguía dominar sus arcadas y acoger el larguísimo pene del negro hasta más allá de su glotis e introducir el bálano en el esófago. Ese pequeño defecto en su alta cualificación de esclava sexual ya estaba prácticamente corregido. Al negro, por expreso deseo de su Ama no se le permitía el orgasmo, pero el último día del cursillo de mamada profunda se le concedió el privilegio. Elena recibió el semen directamente en su esófago y orgullosamente mostró a Pau su boca abierta sin rastro de esperma para demostrar que la copiosa corrida había superado su garganta. El negro no volvería a la casa conducido en la furgoneta de cristales tintados y trasera ciega de la SEC, encargada del traslado de los esclavos de los asociados.
Aurelia dirige la casa mientras Pau se encuentra en la facultad. Los novillos de Tomás en el Instituto se han terminado bajo la vigilancia de la imponente negra y la amenaza de prohibirle el uso de las esclavas y, sobre todo de Silvi, la novia de su hermano, que tan bien ha congeniado con él.
A las doce y media las dos esclavas son conducidas a la sede de la SEC para sus tratamientos de belleza, entre los cuales se encuentran la elongación de pezones y de clítoris de Elena. Durante la sesión de belleza se vigila su estado de salud y se prescriben las dietas que deben seguir según el caso, sus posibilidades y adecuación de castigos. Masajes, saunas, solarium, tratamientos de la piel, cursos de maquillaje, pruebas de vestimenta, etc ... completan la mañana hasta que la furgoneta las devuelve a casa. Ese tiempo es el más gratificante para ellas. Lástima que el viaje de vuelta en la furgoneta sea empaquetadas de una manera sumamente incómoda y dolorosa para sus músculos. Eso las hace más flexibles, les dice Pau.
Durante las sesiones de elongación de los pezones, los pechos de Elena comenzaron a producir calostros progresivamente más abundantes hasta llegar a manar leche como si ya hubiera parido. En la SEC explicaron a Pau que era producto no solo de la succión sobre los delicados órganos, sino también de los medicamentos hormonados que la suministraban para acelerar el proceso y estabilizar el crecimiento de manera que no se retrajesen totalmente tras desconectar la máquina.
El médico que controlaba la máquina de succión gustaba frecuentemente de colocar a Elena también una cápsula cubriendo sus labios vaginales y cuando los tenía monstruosamente abultados y rojos follársela despiadadamente ignorando el dolor de la esclava. Como consecuencia de esa práctica los ya de por si abultados labios lo fueron un poco más de forma irreversible. Pau protestó ante la SEC por el estropicio cometido con su propiedad y el médico fue despedido y a él se le abonaron 12.000 euros en concepto de indemnización.
De ciertas conversaciones oídas al azar, tanto Elena como Ivana deducen que la vida que llevan no será así siempre. Y están en lo cierto. No es idea de Pau, ciertamente pragmático, desperdiciar el cuerpo de sus esclavas sin sacarle beneficio económico. Pero antes tiene otras cuestiones en mente. Por ejemplo, el ornato de su madre y las variaciones en el de Ivana.
Una mañana, el la furgoneta de la SEC, aparte de las empaquetadas bestias en la trasera, también viajó Pau. Al llegar al lugar, se dirigieron al gabinete médico. Pero esta vez no serían sometidas a exámenes ni análisis. Allí esperaban dos expertos. Uno en tatuajes y otro en piercing.
Primero fue tratada Ivana. Sentada en la camilla ginecológica, sufrió imperturbablemente el tatuado del nombre de Pau sobre el de sus tres anteriores amos. Desde luego Ivana no era una propiedad muy estable. Elena contempló el proceso preguntándose como la decoraría su hijo. Su coño comenzó a fluir de pensar que aquella ceremonia era su entrega definitiva y sin retorno alguno. Sería marcada como una res y eso sería para siempre. Y eso es lo que realmente anhelaba. Desde su progresiva entrega a su hijo era cada vez más dichosa. Ya no la preocupaba nada. Él disponía y ella no tenía por qué pensar. Solo obtener placer, tanto del sexo como del dolor, pero siempre en forma de orgasmo.
A Pau se le ocurrió añadir también su nombre en la riñonada de Ivana y, para no perder tiempo, el especialista en piercing comenzó con Elena en otra mesa adyacente.
Primero le implantó las tres bolas en la lengua sin anestesia alguna. Elena lloró, pero el abrebocas que le colocó y las pinzas tirando de la punta de la lengua para facilitar la tarea le impidieron protestar. A lo máximo algún gemido gutural y un par de alaridos.
Los alaridos no gustaron nada a Pau y antes de pasar a implantarle la fenomenal argolla del tabique nasal recibió una mordaza de bola y fue inmovilizada a la camilla.
Después, el hombre le colocó hábilmente las argollas de los ya enormes pezones que destacaban como pedruscos sobre las oscuras y cónicas aréolas. El atractivo aspecto de sus pechos no solamente provenía de las hormonas del embarazo. El tratamiento de elongación por succión combinado con la intensa secreción hormonal y cierto medicamento había reducido el plazo de elongación que sufrió Silvi a la cuarta parte del tiempo. Pau había decidido que el tamaño alcanzado por las aréolas y pezones de su madre colmaba sus expectativas. Realmente eran casi tan destacados como los de su novia Silvi.
Había pensado que fueran más grandes que .los de ésta en proporción a los respectivos tamaños pectorales, pero se dio cuenta que un tamaño grande en las exiguas tetitas de su novia no era procedente en los generosos y abundantes senos de su madre.
Ivana, ya terminado su complemento ornamental contemplaba con pavor el proceso de las perforaciones de Elena. A ella, su dueño inicial le había implantado sus anillos con anestesia.
Después de recibir la terrorífica pieza que clausuraba su coño atravesando simultáneamente los labios internos y externos, y de serle implantada la no menos impresionante anilla de su clítoris, Elena estaba completamente empapada en sudor y al borde del desmayo
Pero Pau no tuvo conmiseración con ella. Tras ser duchada con agua fría, retornó a la mesa para ser marcada. Justo sobre el vértice de sus labios superiores le fue tatuada la expresión "PROPIEDAD DE PAU", escrita de manera que solo se pudiese leer en un espejo para que recordase, siempre que se mirase, su condición de esclava. La grabación resultó un poco incómoda por la abundante barriga de la zorra, que hubo de ser sujetada hacia arriba mediante un ancho cinturón de cuero tirando del molesto bulto. Sobre la teta izquierda se grabó el mismo nombre entre las alas de una mariposa de atractivos colores. Por último, y al igual que Ivana, el nombre de PAU también fue tatuado en sus riñones y sobre el brazo izquierdo, hacia el exterior y bien visible.
En el regreso en la furgoneta ninguna de las dos fue empaquetada para no estropear la carne soporte de los ornamentos, pero no se tuvo contemplación alguna respecto de su alojamiento esa noche: Las jaulas. Eso sí Aurelia acudió alguna vez para comprobar que no había infección y tomarles la temperatura.
Ivana comenzó a ser usada sexualmente a los dos días, pero a Elena se le permitió descansar durante dos semanas para que cicatrizasen las perforaciones de sus argollas. Al cabo de ese tiempo estaban en julio y ya faltaban solo tres semanas para que Elena saliese de cuentas del embarazo. Pau, aprovechando esa inminencia que impediría la puesta en explotación de su esclava en la SEC, se las llevó de vacaciones a la Costa Brava.
Con un exiguo equipaje partieron hacia el apartamento que había alquilado y la misma tarde fueron a la soleada playa a pasear. El trío era impactante y centro de todas las miradas y cuchicheos. No era para menos.
Tanto Elena como Ivana portaban tan solo una minúscula braga de tanga de hilo dental. La parte trasera era un simple cordoncillo metido en la acanaladura de las nalgas y la delantera, un minúsculo triangulito de tela, apenas cubría la mitad de la vulva. De hecho dejaban al descubierto los rótulos tatuados con el nombre de su propietario. La que más problema tenía era Elena, ya que su vulva era mucho más abultada que la de Ivana y el trocito de tela era de igual tamaño. Por supuesto no tenía más remedio que asomar por el exterior el grueso anillo de cierre del coño, brillando al sol las dos bolitas de sus extremos por fuera de la tela. En las dos hembras se notaba perfectamente el anillo del clítoris Los hermosos pechos de ambas mostraban sus brillantes ornamentos de los pezones con todo descaro.
Elena portaba su fino collar y pulseras de restricción e Ivana un collar de acero bastante más grueso, con una argolla al frente, y además dos anchos brazaletes. Lo peor para Elena es que Pau no había consentido quitarle el anillo de la nariz y con él cargaba enormemente humillada ya que era el detalle que más escandalizaba a la gente junto con su aparatosa barriga.
El hecho de que su bronceado fuera uniforme por todo el cuerpo sin mostrar ya ningún signo de azotes, que estuviesen bien embadurnadas de crema aceitosa para hacer brillar su intachable y sedosa piel, que sus manos exhibiesen unas cuidadas uñas largas y perfectamente esmaltadas en rojo y que Pau pasease con una a cada lado tomadas de la cadera o de una nalga, unido a lo anterior hacía que nadie dudase de que era un niñato ricacho que había alquilado a dos putones.
Continuará.