El regalo de mi marido

Nunca pensé que mi marido preparara la situación que siempre le negué a probar

  • Confía en mi cariño.

Suspiré. Cómo no iba a confiar en él. Matrimonio desde hacía casi 20 años. Juntos habíamos fantaseado en todo tipo de perversiones e imaginado infinidad de situaciones, aunque siempre me negué a estar con otras personas a pesar de su insistencia.

Al entrar en la habitación del hotel después de un bonito día de playa él me dijo que me diera una ducha y en el baño. Colgado, estaba uno de mis conjuntos de lencería. No era nuevo, pero sí era el favorito de él. Al verlo vi que algo diferente iba a pasar. Comprendí al instante el mensaje y me duché y me depilé para lucir como nunca.

Al salir del baño el ambiente en la habitación era embriagador. Apenas un poco de luz que se colaba por las persianas bajadas, hacia un poco de calor. Me rodeó con los brazos y me sentó en la cama.

-Confía en mi cariño. Susurró mi marido mientras me deslizaba un antifaz de seda negra sobre los ojos.

Tras ponerme el antifaz, me tumbó suavemente sobre la cama. Empezó a recorrerme el cuerpo con las manos, con unas caricias suaves y lentas que yo tan bien conocía, separando poco a poco mis muslos y sintiendo la suavidad de sus caricias en mis pechos.

-Eres preciosa me dijo junto a mi oído y comenzó a besarme el cuello. Eso hizo que se me erizara la piel y se me arqueara la espalda. Pocas cosas habían en el mundo que me excitara más que sus besos y caricias en el cuello y en los pechos, especialmente cuando estaba recién afeitado. Él sabía perfectamente cuáles eran mis puntos débiles y los explotaba sin miramientos.

Poco a poco él se fue acercando a mi boca y justo antes de empezar a besarme me dijo:

-Feliz cumpleaños, mi amor.

Estaba muy intrigada por este regalo de cumpleaños. Me besó con intensidad y yo le devolví el beso en un juego de lenguas que nos vuelven locos a los dos. Mientras nuestras lenguas jugaban noté otra mano que acariciaba suavemente mi pierna. Al notarlo abrí mucho los ojos tras el antifaz, incapaz de ver nada.

-Sólo disfruta y déjate llevar cariño.

Y eso hice. Estaba en un camino que nunca quise tomar, pero ya era demasiado tarde para deshacerlo y en el fondo deseaba un momento como este con mi marido. Era una mano muy suave, incapaz de decir si era de un hombre o de una mujer. Que mas daba en este momento, el tacto de aquella mano en mi muslo subiendo a la entrepierna y los besos de mi marido me tenían hipnotizada y tuve que hacer un esfuerzo para no correrme.

Mientras mi marido y yo seguíamos con nuestros besos, aquella mano iba subiendo hacia mis pechos hasta que se posó encima notando por primera vez otra mano encima de mis pezones. Me quedaron completamente erectos, y mi marido al verlo me empezó a acariciar el otro pecho. Otra vez estuve a punto de correrme.

No pude evitar que quien quiera que fuera sabía muy bien lo que hacía. Sólo deseaba que fuera alguien desconocido. La mano era suave, incapaz de adivinar si era hombre o mujer, sólo percibir de que se trataba de una persona bastante joven, quizás le doblábamos la edad. Al cabo de pocos segundos descubrí que era un chico al notar el roce de un gran pene en mi pierna. Estaba loca de morbo y aterrorizada a la vez por si mi marido me quitaba el antifaz. Morbo por desear ver la cara de vicio de mi marido y aterrorizada porque no quería ponerle cara a aquella situación.

Noté la boca del chico que se acercaba a mi pecho y como lentamente mi marido se la apartó, oí un tenue “no”, me relajó saber que mi marido tenía el control. Me cogió la mano y me la acercó al pene del chico que era de gran tamaño y estaba completamente duro. Lo masajeé, masturbé suavemente, escuché sus ligeros gemidos, estaba calentísima comprobando que a mi edad era capaz de excitar a un chico. El chico hizo el gesto de acercar su pene a mi cara, lo notaba cada vez mas cerca, mi mano ya tocaba casi mi cara, y otra vez escuché el tenue “no” de mi marido, seguía teniendo el control y me relajé ya del todo.

Decidí tomar un poco de iniciativa y empecé a masturbar a mi marido mientras seguía con la otra mano en el pene del chico, hubiera dado lo que fuera por ver la cara de mi marido viéndome masturbar dos penes a la vez, pero me relajaba la oscuridad.

Cuando arranqué el primer gemido a mi marido seguí dándole placer, alternaba su pene con caricias en su pecho y pezones y sus gemidos eran cada vez mas fuertes. Sabia que estaba llegando a su climax y quise regalar a mi amor uno de sus morbos. Sabia que tenia ganas de tocar un pene, lo habíamos fantaseado mucho y me había explicado experiencias con chicos que nunca pasaron ni yo nunca me creí, hasta el punto que pensé que quizás rechazaría tocar aquel pene.

Acerqué la mano de mi marido lentamente al pene del chico, él lo rodeó suavemente, noté que se le aceleraba el pulso, pero el chico se la apartó, no formaba parte del trato tener roces con el marido. Mi marido aceptó lo que habían acordado, pero en aquel momento, en plena oscuridad, me sentí poderosa y volví a llevar la mano de mi marido hacia aquel pene y lo acariciamos los dos. El chico suavemente dijo “no” cuando volvió a notar la mano de mi marido, pero yo no pude evitar decir un “pues si” y poder notar la sensación de compartir con mi marido la suavidad de aquel pene. Duró unos pocos segundos que me parecieron eternos a lo que siguió un susurro de mi marido a mi oído “te quiero”

En este momento mi cuerpo ya no podía más, necesitaba follar, mi coño estaba lubricado como nunca, necesitaba sentir la polla de mi marido dentro de mi pero supuse que esto no entraba en sus planes. Otra vez me sentí aterrorizada pero deseosa de que pasara lo que nunca había pasado. Oí el ruido del envoltorio de un preservativo mientras yo seguía acariciando el pene de mi marido por lo que sabía que era el chico quien me iba a follar.

-        Te va a penetrar muy bien cariño, me dijo, a lo que yo asentí sin saber muy bien lo que pasaría.

-        Ven amor, gírate, dijo con una voz suave que casi ni reconocía en él.

Mi marido se estiró en la cama y me puso a 4 patas de cara a él y de espaldas al chico, mostrándole el culo que todo chico que le excitan las maduras desearía acariciar. Notaba la punta del pene rozar mi lubricado coño y en este momento deseaba con todas mis fuerzas notar aquel pene dentro de mi. Me abrí un poco mas y casi sin darme cuenta la tenia toda dentro, realizando el chico suaves movimientos que se iban incrementando cada vez mas.

De repente mi marido me levantó un poco el antifaz y nos quedamos cara a cara mientras por detrás el chico me follaba con un ritmo cada vez más fuerte. No daba crédito a la cara de mi marido, nos mirábamos fijamente sin decirnos nada, yo gimiendo como una loca, él acariciando mis pechos que colgaban encima del suyo. Le llegué a escuchar un tenue “amor mio” pero no alcanzábamos a decirnos nada más, sólo flotaba en nuestras miradas una mezcla de amor, morbo y perversión que tanto él había deseado.

Segundos después fue el chico que empezó a gemir y llegamos ambos conjuntamente al orgasmo, sintiendo su pene hinchado de la cantidad de semen que vertió en su preservativo. Me temblaban las piernas, el chico sacó su pene, mi marido me colocó otra vez el antifaz, me puso mi cabeza sobre su pecho, estaba extasiada de placer y durante unos minutos caí en un sueño fruto del cansancio.

Desperté tal y como me dormí, encima del pecho sudado de mi marido, simplemente en estos pocos minutos me había quitado el antifaz. Cerré los ojos instintivamente, no quería ver la realidad.

-        Abre los ojos cariño, no temas… me dijo con una voz que me daba confianza, sentía que una vez más tenia el control de la situación

Los abrí poco a poco y no había ni rastro del chico, sólo mi marido y yo abrazados como en momentos especiales.

-        No te has corrido cariño …. es lo único susurro al que mis fuerzas llegaron

-        Respira cariño, mi placer es tu placer, te quiero…. me respondió