El regalo de la profesora de refuerzo.

Carlos a experimentando una notable mejoría en sus estudios gracias a su maestra Sonia y al premio que esta le propone

Carlos se levantó de la cama de un brinco, el día anterior le habían dado su boletín de notas en el instituto y estaba realmente satisfecho. Aquellas notas no querían decir nada ya que lo que era realmente importante era lo que haría en sus exámenes de selectividad, pero acreditaban su impresionante mejora, habiendo pasado de 4 y 5 a 8 y 9 en apenas medio año.

El haber conseguido unas calificaciones de aquel nivel hacía que su madre no lo interrogase cada vez que salía o entraba en casa y le daba mucha más libertad de horarios, sin apenas inmiscuirse en su vida privada salvo que viese que su hijo se estuviese desmandando demasiado.

-         ¿A dónde vas con tanta prisa?- le preguntó su madre al ver que el muchacho casi no había desayunado.

-         Voy a ver a la Sonia para darla las gracias por todas las clases particulares que me ha dado- le dijo el chico sonriendo y haciendo sonreír a su madre.

-         Así me gusta, de bien nacidos es ser agradecidos- dijo Miriam, que así era como se llamaba la mujer.

Carlos salió de la casa en cuanto fregó su vaso del desayuno y salió disparado escaleras abajo para ir a casa de su profesora. Por fortuna había un espejo en el portal del edificio en el que residía y así pudo ver lo mal vestido que iba, a tiempo para arreglarse un poco. Carlos era un chico bastante alto, 1,85 de estatura, piel clara, pelo corto y negro, cuerpo bastante atlético mantenido por su afición de salir los fines de semana a pasear en bici y los de diario a visitar el gimnasio al menos media hora. En aquella ocasión vestía una camiseta negra ajustada y unos pantalones vaqueros.

Pese a que Sonia vivía en la otra punta de la ciudad a Carlos tan solo le llevó unos minutos llegar hasta allí gracias a su motocicleta. La mujer a la que iba a visitar al igual que él y su madre vivía en una zona en la que residía la gente medianamente acomodada.

El chico descansó un poco antes de presentarse en la casa de Sonia, estaba un poco sudando y el pelo un tanto revuelto, y desde luego aquella no era la imagen que quería dar a su estimada profesora.

Carlos subió con tranquilidad las escaleras, sabía bien que Sonia no trabajaba más que dando clases particulares por las tardes, dinero que sumado a la pensión que todos los meses le pasaba su ex-marido le salía un sueldo más que aceptable.

La que lo recibió después de que llamase a la puerta era una mujer de unos 40 años, alta, de piel clara, pelo largo y rubio que la llegaba un poco por debajo de los hombros, de figura atractiva, con grandes senos y un culo bastante grande, pero que estaba perfectamente acorde con su cuerpo.

-         ¡Me sale casi media de sobresaliente!- le dijo con una sonrisa de oreja al muchacho a la que la mujer no tardó en responder y acercarse para darle un fuerte abrazo.

-         ¡Que bien, sabía que podías hacerlo!- dijo Sonia encantada de que su pupilo hubiese alcanzado tan altas calificaciones.

-         Cuando comenzamos las clases nunca imaginé que pudiese llegar a esto- aseguró el chico.

-         Todo es cuestión de esforzarse, pero ahora no te relajes que llega lo más importante- dijo la mujer.

Sonia invitó al muchacho a entrar en la casa para que le contase las cosas que aún le quedaban por pulir y para las que necesitaba seguir acudiendo a sus clases. La profesora le escuchaba encantada, la madre del chico le pagaba generosamente y era un alumno al que merecería la pena mantener.

-         Oye Sonia, a mediados de curso me dijiste que si conseguía el sobresaliente me darías un regalo- dijo el chico sonriendo.

-         Sí, es verdad, es que tu madre a parte de pagarme por las clases también me paga por objetivos, que hayas sacado un sobresaliente me va a proporcionar unos cuantos euros más- le dijo la mujer sonriendo vivamente.

-         ¿Y que me vas a regalar?- preguntó el chico.

-         No lo sé- dijo la mujer sin dejar de sonreír- ¿qué te gustaría a ti?

-         No lo sé- mintió el muchacho que sabía perfectamente lo que quería, pero imaginaba que si se lo manifestada a su maestra particular esta podría denegárselo y no querer volver a darle clases.

-         Yo creo que sí sabes lo que quieres, lo que pasa es que es una guarrada ¿verdad?- preguntó la mujer sorprendiendo al muchacho que se puso rojo al momento- parece que he acertado.

-         ¿Cómo lo sabes?- preguntó el muchacho un poco aturdido.

-         Aparte de porque me miras las tetas durante las clases más que lo que lo hace la mayoría de los alumnos, desde que has llegado no has dejado de vigilar mi escote por si la bata que llevo se me abre un poco- le dijo la mujer con una sonrisa, mientras abría un poco la bata azul con la que cubría su cuerpo, pero sin llegar a mostrar nada- Ahora que me has confirmado lo que me imaginaba, ¿Qué regalo quieres?

Carlos la miró con los ojos fuera de sus órbitas, no podía creerse que sin que él hubiese dicho nada tuviese a su madura profesora insinuándosele de aquella manera, lo que tantas veces había soñado se estaba convirtiendo en realidad.

-         Me gustaría que me hicieses una paja con tus tetas- le dijo finalmente, tratando de que su voz sonase lo menos nerviosa posible.

-         Solo tienes un regalo, después de eso no habrá nada, ¿estás seguro de que es eso lo que quieres probar?- preguntó la maestra con total naturalidad.

-         Estoy seguro.

-         Como quieras, entonces ve quitándote la ropa.

El chico no tardó en desprenderse de todas sus prendas y colocarse delante de su maestra totalmente desnudo. Sonia por su parte no se quitó la bata hasta haber apretado con fuerza las duras nalgas del muchacho y dar una larga lamida, desde los huevos al glande, al erecto pene de Carlos, que sin ser excesivamente grande era del gusto de la mujer.

-         ¿Te ha hecho esto alguna chica?- le preguntó la profesora comenzando a quitarse la bata, bajo la cual no llevaba absolutamente nada.

-         No, nunca… es una fantasía que tengo desde que comencé a dar clase contigo- dijo el chico sin dejar de mirar los grandes y morenos senos de la maestra, coronados cada uno de ellos por un pezón grande y rosado.

-         No estés tenso- le dijo la mujer mirándole a la cara mientras se inclinaba para apretar la polla del chico con sus blandos y cálidos senos- no soy como las niñatas del instituto, tanto en las clases como en el sexo soy una maestra comprensiva.

-         Gracias Sonia, no tengo mucha experiencia- confesó el muchacho.

Pero no pudo decir nada más porque la mujer comenzó a usar sus habilidades para recorrer la polla del chico con sus senos, mediante movimientos rápidos de arriba abajo ante los que Carlos no pudo contener sus fuertes gemidos.

El muchacho observaba embelesado los movimientos de los pechos de su maestra y estaba tentado a agarrarlos con las manos para estrujarlos un poco y probar su textura, pero lo pensó mejor y decidió esperar por temor a que eso pudiese alterar el ritmo de la extraordinaria paja que esta recibiendo, la que pasó a un nivel aún más alto de excitación cuando Sonia comenzó a lamer el rosado glande del muchacho cada vez que sus pechos lo dejaban descubierto.

-         Estoy a punto de correrme- avisó el muchacho.

-         Hazlo cuando quieras- se ofreció la maestra al momento sin parar de usar sus senos para dar placer a Carlos que acabó por eyacular tan solo un par de segundos después.

El primer chorro de semen cayó sobre la boca de la mujer que en aquel momento estaba estimulado el prepucio del joven con su lengua, pero Sonia no se separó de él, estaba acostumbrada a aquella clase de prácticas y no era, ni sería, la última vez que un hombre acababa sobre ella.

La profesora, aprovechando que la polla del chico aún estaba dura prosiguió con los movimientos de sus pechos, que estaban cubiertos de semen, hasta que el último gemido de alivio del muchacho se apagó y su pene encogió hasta su tamaño original de poco más de cinco centímetros.

-         Ha sido increíble- manifestó el chico visiblemente contento tras la experiencia.

-         Me alegro.

-         ¿Podremos repetirlos otro día?- preguntó el chico deseoso de oír una respuesta afirmativa de los labios de su profesora.

-         Depende de a lo que estés dispuesto- dijo la mujer con media sonrisa- me iría bien tener un juguete sexual, un trozo de carne que me diese placer y con el que me pudiese divertir. ¿Te gustaría darme placer, Carlitos?

-         Si, me gustaría mucho. ¿Tú también me darías a mí?

-         Por supuesto- respondió la mujer al momento- me gusta tratar bien a mis juguetes. Pero eso sí, los juguetes nunca dicen que no, a la primera negativa que tengas hacia mi forma de jugar contigo perderás el derecho de ser mi esclavo sexual.

-         Me parece bien- dijo sin pensarlo.

-         Estupendo, puedes comenzar por limpiarme los pechos con la lengua.

Carlos miró los senos de su profesora dudoso, nunca había probado su semen, la sola idea le daba bastante asco, pero pudo con él la oportunidad de poder lamer los pechos de Sonia con los que tanto había fantaseado.

La mujer sonrió satisfecha mientras agarraba la nuca del chico para guiarle por sus senos, haciéndole primero limpiar hasta la última gota de esperma que había quedado en su escote y acercándole lentamente a la zona más sensible de aquella parte de su cuerpo: sus grandes y rosados pezones.

A Carlos le compensó, el tomar su insípido semen, para poder saborear los deliciosos pezones de Sonia la cual soltaba débiles gemidos para animar a su amante a seguir por aquel camino en el que el muchacho succionaba con energía de sus grandes mamas.

-         Parece que se te está poniendo dura de nuevo- dijo la maestra mientras acariciaba el falo del chico después de haber estado sobándole los testículos un buen rato.

-         Me pones muy cachondo, por favor haz que me corra de nuevo- pidió el muchacho dejando un momento de besar las tetas de Sonia.

-         Cuando me hagas correrme tú a mí quizás te recompense- le dijo Sonia sonriendo para a continuación agarrarle de los hombros y hacer que se arrodillase en el suelo- puedes comenzar por lamerme el coñito.

Carlos se sintió ninguneado al ver que no tenía ningún control de aquella relación, pero la sensación desapareció por completo cuando su maestra se abrió de piernas y le mostro su sexo depilado, de grandes labios y clítoris rosados, rodeados por un cerco de piel blanca perteneciente a la marca de las braguitas de las que la mujer no se despojaba para tomar el sol.

El chico pensado que su maestra le haría correrse de nuevo si hacía un buen trabajo con la lengua se lanzó a besar y chupar el sexo de la mujer, que no tardó en comenzar a gemir de gusto, lo que hizo que la erección de Carlos se volviese aún más dura.

Sonia, viendo lo mucho que se estaba esforzando el chico, y que seguramente si no le daba nada acabaría por perder eficacia, estiró uno de sus pies descalzos con el que acarició la polla del muchacho, comenzando por su pringoso glande para bajar poco a poco por su palpitante miembro hasta llegar a sus hinchadas pelotas deseosas de volver a descargar.

-         Eres una autentica diosa del sexo- le dijo el chico después de sacar la boca del coño de su maestra- ¿serías capaz de pajearme con los pies?

-         Desde luego- aseguró la mujer- en cuanto me hagas correrme te lo demostraré.

Aquellas palabras fueron la clave para que el chico volviese a rodear el sexo de su profesora con sus labios y comenzase a lamer con rapidez toda la vagina de Sonia, haciéndola gemir de gusto. La mujer viendo que Carlos estaba cada vez más cerca de llevarla al orgasmo le agarró por la nuca y le movió la cabeza con fuerza para que no cambiase su forma de lamer.

-         ¡Tómatelo todo!- dijo la mujer mientras sus fluidos comenzaban a salir para acabar dentro de la boca del chico, el cual no se sorprendió en lo más mínimo y se afanó en tratar de tragar hasta la última gota.

El chico no separó los labios del sexo de Sonia, hasta que esta no le hizo eyacular utilizando solo sus pies, sorprendiendo a la mujer con una descarga de semen aún más abundante que la anterior, que la dejó los pies cubiertos de su caliente y espeso esperma.

-         Parece que para complacerte me puedo apañar solo con los pies- dijo la mujer con una sonrisa después de escuchar el gruñido del muchacho entre sus piernas, mientras eyaculaba.

-         Ha sido increíble- dijo el chico que no salía de su asombro, nunca había soñado que su profesora pudiese darle tanto placer.

-         ¿Te quedan aún fuerzas para penetrarme por aquí?- preguntó la mujer separando sus grandes labios vaginales y mostrando el interior de su rosado y húmedo sexo.

-         Sí- dijo el chico levantándose con su miembro flácido goteando semen, pero con el convencimiento de que en cuanto lo introdujese en la vagina de Sonia recuperaría su dureza inicial.

-         No, no, no, todavía no te has ganado el derecho, primero tienes que limpiar lo que has manchado- dijo la mujer sonriente elevando un poco sus pies.

El dilema en aquella ocasión no existió para Carlos que se arrodilló en el suelo al instante. A diferencia de lo que había pasado cuando Sonia le pidió que lamiese sus pechos llenos de semen, en aquel momento el muchacho no tuvo dudas en tragar hasta la última gota del esperma que acababa de descargar si a cambio conseguía poder follar a su profesora.

-         Muy buen chico- dijo Sonia encantada cuando vio sus pies totalmente limpios- ponte en pie que voy a comenzar la reanimación.

Carlos se levantó y colocó las manos tras su espalda para dejar total libertad a Sonia de hacer con su cuerpo lo que ella considerase, hasta el momento la mujer le había dado mucho placer y no quería que la dinámica cambiase.

Lo primero que la maestra hizo fue bajar lentamente la piel que cubría el capullo de su alumno, este estaba enrojecido y cubierto de una capa pegajosa de esperma, pero eso no hizo que Sonia lo rechazase y comenzó a lamerlo, primero dándole lentas y suaves lamidas con la punta de su lengua, y después metiéndoselo todo en la boca para sentir dentro de la misma el como la polla del chico comenzaba a recuperar dureza.

La felación se prolongó durante unos minutos en los que Sonia acarició todo el cuerpo del muchacho, que como era normal se dejaba hacer. La maestra se entretuvo tocando los ligeramente marcados abdominales del chicos, sus duras y prietas nalgas, sus fuertes piernas…

-         Parece que ya estás firme de nuevo- le comentó la mujer contenta de hacer logrado despertar el aletargado miembro de Carlos.

-         Sí, estoy deseando follarte- dijo el chico jadeando.

-         Siéntate al sofá- le indicó levantándose ella.

El chico no necesitó escucharlo dos veces para colocarse sobre el sofá y mirar con deseo a su amante, Sonia también lo observó sonriente mientras se acercaba para dejar el regazo de Carlos entre sus piernas y su miembro palpitante y ensalivado acariciándola pubis.

-         Antes de que comencemos te voy a dejar las cosas claras, yo dirijo el ritmo de la follada, así que no se te ocurra cogerme de las caderas para hacerme saltar al ritmo que tú quieras- le dijo al oído después de besarle el cuello.

-         De acuerdo- aceptó el chico ansioso por meter su pene en la caliente vagina de su profesora.

-         Por lo demás puedes tocarme y chuparme todo lo que quieras, eso me agrada bastante- le informó.

-         ¿Tienes condones?- la pregunta hizo sonreír a Sonia, que no esperaba que el muchacho, en el tremendo estado de excitación que se encontraba se le ocurriese preguntar por anticonceptivos.

-         No te preocupes, tomo píldoras anticonceptivas, así que vas a tener la suerte de poder follar conmigo a pelo.

Aquella última frase encendió la llama de Carlos que hundió su cara entre los senos de su maestra que comenzó a gemir de gusto, no solo por la hábil lengua del chico, sino también por la alegría de ver que después de hacerle eyacular dos veces aún le quedaban fuerzas de sobra para llevarla al clímax de nuevo, cosa que era poco normal en sus amantes, que después de un par de orgasmos caían rendidos.

Después de unos momentos de recibir la lamida de Carlos sin hacer un solo movimiento, Sonia se incorporó ligeramente para colocar el glande del muchacho sobre su empapado sexo, para dejarse caer al momento y sentir como el miembro era tragado por completo por su vagina.

Sonia gimió de manera exagerada, ya que su raja había albergado miembros de un tamaño muy superior, pero sabía que Carlos se sentiría poderoso al escuchar tan fuertes gemidos y en consecuencia sus energías tardarían más en consumirse.

La maestra comenzó a botar con precaución sobre la hinchada masculinidad de su amante. Sonia notaba que ella tenía mucha más experiencia que él y por aquel motivo no estaba dispuesta a dejarle eyacular antes de que ella quedase satisfecha.

Carlos por su parte era igual de aplicado en el tema sexual como en sus estudios, tratando de suplir su falta de práctica con unas ganas, de satisfacer a su mentora, realmente envidiables.

Sonia, consciente del esfuerzo que el chico estaba realizando, el cual se veía reflejado en su rostro sudoroso, se separó un poco de Carlos para besarlo, primeramente en sus duros y moldeados pectorales y después directamente en los labios, momento en que la excitación de ambos llegó al punto álgido y la profesora comenzó a botar de manera frenética sobre el miembro del muchacho.

La mujer rodeó con fuerza el cuello del chico cuando notó que sus fluidos comenzaban a abandonar su cuerpo produciéndola un inmenso placer, pero aquella grata sensación no la hizo olvidarse de su amante, que contra todo pronóstico estaba aguantando más que ella sin eyacular.

Carlos tan solo tardó medio minuto en correrse después de que lo hiciese Sonia, gruñendo el chico con fuerza al sentir como se descargaba dentro de su maestra y gimiendo la mujer de un modo agudo y exagerado, como hacía la mayor parte de las veces. Ciertamente para Sonia era un placer sentir el caliente semen salpicándola por dentro, pero no tenía nada que ver con el orgasmo que había sentido y en el que no había necesitado fingir.

-         No dudes que te llamaré para repetir esto en otra ocasión- le dijo Sonia una vez se había arrodillado en el suelo para comenzar a lamer los restos de semen que poblaban la cada vez más flácida polla del muchacho.

-         Yo encantado- dijo el chico- me encantará ser tu juguete sexual.

Agradeceré comentarios y críticas tanto por aquí como por mi correo fantasias1987@hotmail.com