El regalo
Un hombre decide hacer cumplir una de las fantasías de su mujer el día de su cumpleaños.
-Confía en mi – Le susurró mientras le deslizaba un antifaz de seda negra sobre los ojos.
Ella suspiró. Cómo no iba a confiar en él. Eran amantes desde hacía casi 20 años. Juntos habían explorado sus cuerpos cuando eran poco más que niños. Juntos habían descubierto el sexo y algunas de sus perversiones. Juntos habían realizado infinidad de fantasías.
Al llegar del trabajo ese día había descubierto que tenían la casa para ellos. Él le había dicho que se diera una ducha y en el baño, colgado, estaba uno de sus conjuntos de lencería. No era nuevo, pero sí era el favorito de él. Al verlo, ella no había podido evitar recordar todas las veces que lo había llevado puesto y un escalofrío le había recorrido el cuerpo. Comprendió al instante el mensaje y se duchó y se depiló como a él le gustaba.
Al salir del baño el ambiente en la habitación era embriagador. Apenas un poco de luz que se colaba por las persianas bajadas y su disco sonaba desde algún lugar. Él la había rodeado con los brazos y la había sentado en la cama.
-Confía en mi.
Tras ponerle el antifaz, la tumbó suavemente sobre la cama. Empezó a recorrerle el cuerpo con las manos, con unas caricias suaves y lentas que ella tan bien conocía, separando poco a poco sus muslos.
-Eres preciosa. – Dijo junto a su oído y comenzó a besarle el cuello. Eso hizo que se le erizara la piel y se le arqueara la espalda. Pocas cosas habían en el mundo que le excitara más que que le besaran el cuello, especialmente si la barba de tres días que él llevaba le raspaba ligeramente la piel. Él sabía perfectamente cuáles eran sus puntos débiles y los explotaba sin miramientos.
Poco a poco él se fue acercando a su boca y justo antes de empezar a besarla le dijo:
-Feliz cumpleaños, mi amor.
Y la besó con intensidad. Mientras sus lenguas jugaban, ella notó como otra lengua comenzaba a jugar con su coño. Al notarlo abrió mucho los ojos tras el antifaz, incapaz de ver nada.
-Sólo disfruta y déjate llevar.
Y eso hizo. La boca de su amante iba de su cuello a sus tetas, lamiendo unos pezones más que erectos, mordisqueándolos con suavidad y de vuelta su boca, mientras el otro se afanaba en su entrepierna. Ella no pudo evitar pensar que quien quiera que fuera sabía muy bien lo que hacía. La lamía con lentitud, dibujando formas con su lengua sobre su inflamado clítoris, succionándolo entre sus labios… No tardó en meterle un par de dedos en su coño, haciendo que se moridera el labio para evitar solar una gran grito de placer.
Ella se estaba derritiendo entre aquellos dos chicos que solo estaban para hacerla disfrutar y, desde luego, que lo estaban consiguiendo. Por un instante pensó que aquel desconocido debía tener toda la cara llena de sus flujos, que si le besaba podría notar su propio sabor en la boca de él.
Cada vez estaba más excitada e incapaz de controlar su propio cuerpo, empezó a mover las caderas. Con una mano, cogió la cabeza del desconocido y lo apretó contra su coño. Quería notarlo con más intensidad, evitar que se escapara. Su amante, conocedor de sus orgasmos, se apartó de ella para dejarle que se moviera con libertad y se quedó a un lado viendo como ella se retorcía y gritaba corriéndose como nunca.
Tras dejarla unos momentos para que se recuperara, él le dio la vuelta y la puso a cuatro patas.
- Abre la boca, putita, que quiero disfrutar de esa boca tuya.
Ella la abrió y se metió toda su polla en la boca. Sabía que era la de él y no la del otro. Habría reconocido esa polla en cualquier lugar. Jugaba con su lengua, haciendo círculos para recorrerla entera y cuando la sacaba, la lamía despacio, succionando con suavidad cuando llegaba al frenillo, solo el tiempo preciso hasta oírlo gemir, para volver metérsela en la boca y seguir con el juego. Sabía que lo estaba volviendo loco con esa mamada, que hacerlo así de despacio lo estaba llevando a ese punto en el que uno deja de pensar y solo puede sentir, exactamente en el punto que estaba ella porque mientras se esforzaba en chupársela como a él le gustaba, otra polla se metió en su coño más que lubricado.
La sensación de sentirse completamente llena la invadió y su coño se contrajo. Una de sus grandes fantasías se estaba haciendo realidad: tener dos pollas para ella sola, llenándola y volviéndola loca de placer.
El mete-saca que había comenzado de forma suave, se iba convirtiendo en autenticas embestidas mientras ella seguía chupando cada vez con más intensidad la polla de su amante. Antes de que éste se corriera en su boca, no pudo evitar soltarla para gemir y gritar por el orgasmo tan bestial que le estaba proporcionando el desconocido. Era la segunda vez que se corría con aquel tipo entre sus piernas y pudo sentir, a pesar del condón, como el otro también se corría. Antes de que se hubiera recuperado, la polla de su amante se coló en su coño y la folló sin piedad, como si quisiera reivindicar su capacidad para hacer que ella se corriera, reclamando su lugar en un coño que hasta hace un rato había sido territorio exclusivo suyo.
La embestidas fueron en aumento, y se corrieron los dos entre espasmos y gritos descontrolados.
Se desplomaron juntos sobre la cama y tardaron un rato en recuperar el aliento. Ella no se había quitado el antifaz en todo ese tiempo y cuando él se lo quitó estaban los dos solos en la habitación.