El regalo

una chica de la red cumple cada una de las fantasias de este hombre.

Fue como un regalo del cielo.

Conocer a esta chica y cometer todas mis fantasías sexuales era algo que no estaba en mis planes.

Todos los hombres pensamos en hacer cosas con nuestras mujeres que ni por asomo les proponemos. Pero ella no era así, un día la conocí, entablamos amistad, me gustaba hablar mucho con ella, siempre, de temas sexuales, nos reíamos mucho y lo que empezó como una simple amistad, un día llegó a algo más que no sabría describir exactamente bien. Simplemente, me dejó caer que accedería a concederme todas esas fantasías que tenía y que no había podido poner en práctica jamás.

Llegué a casa con eso en la cabeza y no podía dormir, no sabia si era uno de sus tan gratos vaciles, o si por el contrario, iba en serio.

Me levanté y encendí el PC, ella estaba conectada, la saludé y le pregunté:

  • ¿Vas en serio con eso de tener una aventura conmigo?

  • ¿Y aún lo dudas?- me preguntó ella con el descaro de siempre.

Sonreí pero lo cierto es que estaba nervioso, la tenía metida en la cabeza, y el imaginarme que accedería a darme todo lo que soñaba… No podía creerlo. Le volví a preguntar y ella me respondió:

Ven a comprobarlo. Pero ten en cuenta algo, solo será esta vez.

¿Solo una vez?

Si lo que quieres es una fantasía, solo una vez.

Trato hecho-le dije.

Quedamos dos días después. Ella había alquilado un apartamento en una ciudad cerca de la mía. Llegué muy puntual, estaba nervioso.

Ella me abrió la puerta. Dios mío, era una diosa. Llevaba puesto una bata de seda negra larga, semitransparente, el pelo suelto, un maquillaje suave. Sus ojos brillaban, estaba preciosa.

Debo reconocer que se me heló la sangre al verla…. Toda esa belleza para mi, por un rato me sentí cohibido, no se si seria capaz de hacerlo. Pero ella alli, apoyada en la puerta, me dio la confianza y la besé apasionadamente. Ella me respondió al beso y eso hizo que mi confianza creciera.

Entramos y nos tomamos una copa mientras hablábamos y nos besábamos, parecíamos unos crios, la verdad, entonces ella, se levantó y me dijo, vamos a la habitación, ¿no?

La había decorado con velas, prácticamente, nos alumbrábamos con esa luz. Estaba guapísima, tan sexy y allí parada, de pie, frente a mi, dejándome contemplarla. No todas las mujeres se dejan mirar así pero ella, no es como cualquier mujer. Le pregunté si íbamos a llegar hasta el final y ella me asintió con la cabeza. Yo ya estaba tan caliente que creía correrme allí mismo. Una mujer preciosa me dejaba tener la gran fantasía de mi vida y debía estar a la altura.

Puse mis manos en sus hombros y dejé caer su bata al suelo. Llevaba puesto un salto de cama precioso, negro también, se trasparentaba ella entera debajo ahí, desnuda. Con el cinturón de su bata le vendé los ojos y la senté en la cama, en los pies de la cama.

Despacio, me desnudé, sin quitarle los ojos de encima, aun no podía creerlo, estaba allí sentada, en los pies de la cama, con los ojos vendados, sin decir nada, espectante… Me acerqué a ella, con mi miembro erecto. Con mi mano, levanté un poco su barbilla y le acaricié los labios con mis dedos, así, hasta pedirle que abriera la boca y poder meter en esa gruta tan maravillosa, mi verga a punto de estallar.

Ella sacó la lengua un poco y lamió la punta de esta como si fuera un caramelo, yo, la agarré del pelo y la empujé hacia mi metiéndosela entera una y otra vez. No se quejó en absoluto sino todo lo contrario. Dios…quería follarla allí mismo sin contemplaciones, subirle aquel camisón y clavársela hasta el fondo… pero aunque ella fuera una fantasía, tenia que tratarla con cuidado como bien se merecía.

Me aparté de ella y la besé e los labios, cogí un cojín y me arrodillé frente a ella. Separé sus piernas y la invité a tumbarse en la cama. Ella obedeció de nuevo y dejó sus piernas separadas y subidas a la cama para que yo, pudiera probarla cómodamente. Estaba exquisita, su calor se emanaba de allí mismo y sentir en mi boca su pasión por mi me enloquecía, tuve que controlarme en varias ocasiones porque quería comérmela allí mismo de manera literal así que paré y la volví a incorporarla, bajé una a una sus tirantas y dejé al descubierto sus pechos tundentes y suaves como la piel de un bebé. Sus pezones estaban erectos, eran pequeños, como de una niña, acerqué mi boca a ellos y los besé con pasión. Mordí uno de ellos y tiré del pezón hacia fuera con un poco de fuerza, ella soltó un gemido, se lo compensé con grandes caricias y besos… Eran preciosos, o podía dejar de manosearlos de vez en cuando, con un poco de fuerza, pero ella no se quejaba, suspiraba hondamente haciéndome saber que aquello le gustaba.

Entonces, como ella no podía verme, saqué de mi maletín unos pañuelos de seda largos. Cogí una de sus muñecas y se la besé, le dije que no tuviera miedo, que confiara en mí. Pasé el lazo por su mano y lo mismo hice con la otra. Me agaché y besé sus tobillos, atándolo de igual manera que sus manos. Entonces, la invité a que se diera la vuelta, poniéndole un cojín alto sobre su tripa para así, elevar su precioso culo. Até al cabecero de la cama sus manos y al piecero, sus piernas. Me quedé un momento allí contemplándola. Completamente desvalida ante mí. Atada y cegada, sin saber por donde podría venir, hacer…complaciente y sumisa… Era una diosa.

Me acerqué y lentamente, descubrí su culo subiéndole el camisón a la cintura. Mi sexo botaba solo, y aun no había entrado en ella. Le acaricié el pelo y le dije que estuviera tranquila y que disfrutara.

Acerqué mi polla a su vagina. La restregué para que se empapara de su jugo y entrara mejor. Volví a acercarla y la metí de golpe. Un gemido se le escapó de la garganta. No lo puede evitar, posiblemente le hice daño, pero fue un impulso primitivo. Por un lado no quería que acabase, por otro, la quería follar sin compasión. Me quedé dentro, esperando que se le pasara el envite, mientras, la acariciaba y le decía lo bonita que era y estaba así para mí. Volví a sacar y a meter más lentamente y comencé a coger un buen ritmo. Ella suspiraba, a veces, se le escapaba mi nombre entre ellos y eso me volvía loco. Allí estaba yo, de rodillas, agarrado a sus caderas atrayéndola hacia mí una y otra vez, observando su otra entrada allí, tan expuesta. Se me ocurrió que podía poseerla también por detrás, pero no estaba demasiado seguro. Comencé a acariciarle el esfínter con la yema de los dedos e introduje un dedo que bien, sintió resistencia, una vez relajada, dejó pasar. Mientras mi polla la follaba, mi dedo entraba en su culo una y otra vez… Así que saqué mi polla chorreando de ella y la empujé hacia él. Me costó trabajo, estaba sin estrenar, de eso, no me cabía la menor duda. Dejé la punta dentro y le acaricié los cachetes del culo proporcionándole tranquilidad. "No voy a hacerte daño", le dije, estate tranquila. Empujé un poco mas, y esperé a que aquello se acostumbrara a mi pene, ella se relajó y entonces, pude penetrarla sin problemas, muy despacito, pero sin problemas. Su espalda se perló de sudor y gemía fuertemente, porque comenzaba a gustarle. Pasé mi mano por su cintura y la deposité en su sexo ávido de deseo. Comencé a tocar con fuerza su clítoris mientras le follaba el culo y ella explotó en un grito de placer al llegarle el orgasmo que sin poder aguantar, me sobrevino a mí también.

Caí sobre ella exhausto de placer y recuperando el aliento, la fui desatando, besando cada trozo de piel atado, y cada ojo cegado.

Fue el mejor polvo de mi vida, una fantasía cumplida.

Se giró hacia a mi y me besó dulcemente, entonces sonrió con esa carita pícara que una vez me conquistó y me dijo:

  • cuando tengas otra…ya sabes….