El regalo

En la noche de su cumpleaños Ciro estaba solo hasta que recibió una visita inesperada.

Ciro era el Fucker de la universidad. Las nenas caían en sus brazos como hojas en otoño y él se las comía como fruta madura. Entre sus colegas era el que más triunfaba, entre ellas era el chico más malote y dominante que habían tenido entre sábanas o que suspiraban tener.

Ciro gustaba de mantenerse en forma con deportes de riesgo, la adrenalina le ponía cachondo, y pasando horas y horas machacándose a conciencia porque sabia que, gracias a sesiones de gimnasio, había aguantado sesiones de sexo hasta la madrugada.

Pero aquella noche quedó solo en el piso que compartía con sus compañeros que, extrañamente, habían encontrado compromisos o cancelaciones que les impidieron reunirse con él. Al no tenerlos como avanzadilla, meros mirones de sus triunfos que babeaban ante sus gestas, no se aventuró a visitar ninguna fiesta ni pub nocturno y se recogió en intimidad.

En soledad recordó que ese día era su cumpleaños. Tenía varios mensajes en el móvil: familiares felicitándole, amigos congraciándose, y ellas pidiéndole que volviera a su cama. Pero nada más. En ese instante, echó de menos a sus compañeros, eran su nueva familia; ellos le admiraban se sabían por debajo de él. Eran inadaptados, ratas de biblioteca o pusilánimes que se escondían detrás de una pantalla, delgaduchos y ecuánimes por vergüenza a no poder equipararse a Ciro en la cama. A él le gustaba eso y por eso les quería. Les echaba de menos. Los trataba con condescendencia y su debilidad le inspiraba compasión. Cómo le hubiese gustado que estuvieran allí con él.

De pronto, llamaron a la puerta y al Ciro abrirla, vio como la franqueaba con buen paso despampanante mujer: arriba lucía un top que apretaban dos hermosas tetas redondas y romas, y abajo un pantaloncito corto de deportista rodeaba sus caderas y forraba su culo, separados por un abdomen liso y duro que enmarcaba su ombligo.

Hola, he recibido una llamada a esta dirección con un pago por adelantado. Tú debes de ser Ciro, he venido aquí a hacerte un servicio. Yo soy Any, ¿estas dispuesto?

Claro nena – Respondió ciro.

Antes que se bajara los pantalones ya tenía la polla tiesa, las prendas se encallaban en ella. Any en dos patadas soltó sus zapatos de tacón, libero sus grandes pechos de la minúscola prenda que los cubría y se deshizo del short, inclinándose sobre sus muslos, apretando su entrepierna. Ciro la imaginó enjugarse sus palpitantes labios vaginales. Empezaron a besarse, juntando sus cuerpos en la cama. Any no era como las demás, su lengua era indomable, endiablada, desafiaba a pulsos a la de Ciro y siempre vencía. Sus brazos y piernas no se dejaban poseer y acabó encima de él. Retrasó su cuerpo y le abrío de piernas. Él se resistió moviéndolas como ramas en una tormenta pero ella se mantuvo firme y aplacó sus extremidades asiéndole con determinación. Acercó su culo a la entrepierna de ella, y Ciro sintió como algo se abria paso entre sus nalgas y le penetraba, traspasando una frontera entre lo prohibido, la humillación, el dolor y el placer. Empezó con un ritmo suave y a él se le escapaban pequeños gemidos que no podía reprimir. No intento zafarse, tenía tanto miedo como curiosidad, aunque hubiera podido, no lo hizo. El ritmo siguió aumentando, esta vez embestidas más profundas con las cuales Any le obsequiaba. El regocijo titubeante de Ciro no permitió disimular sus gritos sofocados en vano, en un remolino engullido por el desagüe de la lujuria.

Aaaaarrrggghh!!!

Se detuvo y se la sacó. Se irguió ante el y le pisó la cara. Ciro sentía la junta de sus dedos sobre su nariz y su culo más ensanchado.

Me han dicho que eres muy malo en la cama pero esta noche yo soy más mala que tú- Los desnudos dedos de su otro pie acariciaban su polla a punto de explotar.

Pero agarrándola del tobillo y con un golpe de karate, Ciro volvió a tenderla al su lado.

¡Ya basta! Mira, me importa poco tu mitad hombre o mitad mujer, yo soy un hombre entero y, como hombre no voy a tener piedad contigo. Yo mando aquí. ¿Con quien te crees que estas tratand...

Antes de terminar la frase ya tenía su polla en la boca. Le llegó hasta la garganta cortándole la respiración.

Ooooogggghhhh!!!

Después de sacudir la cabeza de Ciro contra su polla, y dejándolo atontado y tosiendo, Any se arrimó su miembro. Éste jamás antes había sentido que se la comieran así, succionaba con fuerza, la apretaba en su paladar, incluso, a veces, le daba pequeños mordisco, inofensivos en le resto del cuerpo pero gozosamente letales ahí. Volvió a levantarse y se la pisó. Ciro la notaba atrapada entre su abdomen y la piel del pie de ella.

Yo no soy una mujer, soy más que una mujer. Conozco todos vuestros secretos y puntos débiles. Quien mejor que yo. No te voy a permitir que te corras aun, ahora yo tengo el mando.

Ciro se sentía extasiado, incapaz de reaccionar ante alguien que, por primera vez le hacía sentirse pequeño.

Volvió a penetrarlo con fuerza, una mano asiendo el tobillo de una pierna estirada la otra haciéndole una paja. Mientas sentía que se lo follaban, Ciro intento detener su orgasmo pero las embestidas empujaron una eyaculación explosiva. Aun sedado por el placer, notó como ella ascendía por su cuerpo hasta la visión de Any en contrapicado. Tenia aquel pollón agitándose manualmente a escasos centímetros de su cara.

Escuchame perdedor, yo te mojo la cara, relame y limpia tus labios con la lengua, lame perrito, se que te gusta, no me puedes engañar. Tragaté hasta la último gota que resbale por tu cara- dijo corriéndose.

A Ciro le temblaban las piernas, notaba el culo abierto, y aun traspuesto vio como ella se vestía y partía sin antes decir:

Me han dicho que te diga que tus compañeros de piso también te echan de menos. Yo soy su regalo de cumpleaños.