El Reformatorio (5)

Martín sigue siendo sometido a las enseñanzas de la institución, mientras los guardias disfrutan de lo que Martín aprende...

EL REFORMATORIO (5)

A pedido de los lectores, no haré un breve resumen de lo acontecido anteriormente, por tanto les ruego que para entender mejor este relato lean "El Reformatorio (1)" en adelante.

Luego de la espectacular mamada que me había hecho el oficial Fernández y de los nervios que había pasado por esa nueva experiencia, quedé exhausto y quedé como planchado extendido sobre el sillón de mi escrito. Aún me dolían los huevos, no se si de la excitación que había tenido, que parecía que me iba a reventar o por las caricias y apretones de Fernández.

Los ojos se iban cerrando cuando de repente escucho ruidos y una voz que provenía de la habitación lindera a mi escritorio – así que eres el famoso Martín, veremos que tienen para ofrecernos.- Había quedado encendido el micrófono de la habitación de descanso.

Entonces recordé que era la hora de la diversión de los guardias y que tenía la posibilidad de ver lo que sucedía corriendo la cortina que cubría el vidrio que daba a esa habitación y que había sido puesto a tales efectos, con el espejo del otro lado.

Me levanto de mi sillón y aunque las piernas no me respondían al 100% voy rápidamente y corro la cortina; veo a Martín que seguía sentado en la misma silla, y a varios guardias y entre ellos uno que sobresalía por su tamaño y prestancia, que supuestamente era el que había hablado. Tenía en su mano derecha una cachiporra de goma negra y pegaba sobre la otra, mientras caminaba por la habitación y con una risa sarcástica miraba a Martín.

El guardia, que aún yo no conocía cual era su nombre y luego averigüé que se llamaba Daniel Torres, parecía que era el encargado de dirigir el juego. Mientras seguía pegando con la cachiporra sobre su mano izquierda y caminando alrededor de Martín, mientras éste lo miraba de reojo y con cara asustada, le dijo –sabes que acá está alojado unos de tus compinches de banda..., alias el Raulito, el cual nos ha contado muchas cosas, que por supuesto no sabemos si son ciertas y trataremos de descubrirlo.-

-Es cierto lo que ha comentado Raulito que por ser el más lindo eras la putita del grupo?; ahora ante nosotros tendrás la oportunidad de probar quien de los dos era la verdadera puta. Si lo que dice el Raulito es cierto vas a suplantarlo acá en el instituto, ya que hasta ahora él por ser el más lindo ha sido nuestra "puta oficial" de todos los grandes eventos, jejejejeje.-

Yo escuchaba estático desde mi escritorio, sin hacer el más mínimo ruido y observaba con atención los gestos y las caras de Martín y del resto de los guardias, que en un número de siete estaban parados escuchando y mirando.

Mientras Torres seguía en su recorrida por la habitación, golpeando su mano con la cachiporra, les dice a sus compañeros – por dónde empezamos, por adelante o por atrás?.-

Uno de los guardias, que luego me enteré que se llamaba Samuel Pérez, más rápido que ligero grito – por adelante ....- Bueno-, dijo Torres, - comencemos por adelante, veremos que tiene este pibe para mostrarnos.-

-Sácanle la camisa-, dijo Torres y – pónganlo en las argollas.

Martín, ahora sí asustado, se le notaba claramente en sus ojos, con voz entre cortada, casi sollozando, pregunta una y otra vez – qué me van a hacer ...; por favor, no me hagan nada..., por favor ..., prometo que me portaré bien en lo sucesivo.-

Eso mismo esperamos, que te portes bien y que hagas todo lo que te decimos-, le dijo Torres.

Entre dos guardias lo agarran a Martín, le sacan la camisa y poniéndole unas esposas con cubierta de goma para que no se lastime, lo cuelgan de unas argollas que hay en un mueble, de forma tal que queda con los brazos abiertos y estirados y tocando el suelo con las puntillas de los pies.

Martín parecía una estatua, tenía una hermosa carita que aparentaba mucho menor edad de la que tenía, un mechón de pelo le caía sobre la cara dándole un aire sexy, su piel dorada por el sol de las calles, el pecho marcado por finos músculos, a través de su jeans se notaban sus piernas firmes y torneadas, bien masculinas. Todo eso le daba un aspecto apetecible.

En eso aparece el oficial Fernández, que aún no se había visto, desde que se había ido de mi despacho. – Bueno muchachos, comencemos el juego, no tenemos todo el día, hay otras cosas que hacer.-

El guardia que había solicitado comenzar el juego por delante, se acerca a Martín y acercándole la mano a la entrepierna, le dice – veamos, que será lo que tenemos por aquí ....-

Yo de la posición que estaba no podía ver bien lo que había hecho, pero aparentemente le había dado un apretón en los huevos a Martín, ya que este se retorció y su cara mostró signos de dolor, y de su boca salió un ayyyyyyy.

El guardia le sacó las zapatillas y los pantalones. – Miren muchachos, el semejante pedazo que tiene ... y eso que aún, que está más muerto que la víbora que matamos el otro día ....-

Otra voz se sintió – no sólo el pedazo, miren lo que son los huevos ... y que recién se los vació el Director....- Las risas no se hicieron esperar.

Le arrancaron el slip, quedando totalmente desnudo. Las manos de Pérez fueron directo a los huevos de Martín y empezó a acariciárselos pero con bastante fuerza, mientras éste se movía de un lado a otro tratando de que zafarse, pero en forma inútil.

Dale Pérez, ya sabemos que estás deseoso de comerte esa verga, empieza de una vez, que nosotros también queremos divertirnos-; una serie de risas inundan nuevamente la habitación. Pérez hizo caso omiso a lo dicho y poniéndose de rodillas agarró la verga de Martín, corrió la piel hacia atrás y comenzó a pasar suavemente su larga lengua por todo el glande, disfrutándola como si fuera un helado muy sabroso, de tanto en tanto, la metía en el orificio. Empezó suave, muy suave, pero frente a los gritos de los compañeros, Pérez apuró su tarea, poniendo gran entusiasmo, como si quisiera taladrarlo. Martín se seguía moviendo, no se si porque le molestaba o porque le gustaba, pero su rostro ya no era el mismo de hace un rato, sin perjuicio que de tanto en tanto, volvía a preguntar, - que me van a hacer ...?, quee... me vaaan... a hacerrrrrrrr...?.

Tranquilízate Martincito, que sólo vas a disfrutar..., por supuesto que nosotros también.- dijo Torres, largando una carcajada.

Pero Martín, entre pregunta y pregunta, también se le escapaba de sus labios un suspiro de satisfacción –ahhhhh....- No podía negar que la chupada de Pérez lo hacía gozar, este parecía todo un experto.

Los guardias señalando el pantalón de Pérez que parece la carpa de circo en día de lluvia, empiezan a reirse a carcajadas, diciéndole en voz alta – dale Pérez desnudate, porque las manchas de leche luego no salen, salvo que lo lleves a la tintorería y no creo que quieras que se enteren de la causa de tus manchas...,,, juaaaaaaa, juaaaaa, juaaaaaa.....-

No solo Pérez estaba así, aún cuando la mamada de Fernández había sido espectacular y me había dejado exhausto y sin una gota en los huevos, mi verga estaba al mango de nuevo y además notaba que mi ropa interior estaba bastante mojada por el líquido preseminal. Inconscientemente cubrí mis genitales con la mano, como si alguien me estuviese mirando ...

Mirando a Martín, me daba cuenta que en la posición que se encontraba, con los brazos bien estirados, y la punta de los dedos de los pies tocando el suelo, aumentaba su excitación, mientras Pérez succionaba su verga, cada vez con más entusiasmo en presencia del resto de los guardias.

-Apúrate Pérez,- gritó uno de los guardias, -si en un minuto no lo haces acabar, lo entregas, no te vamos a esperar toda la noche; o lo acabás de una vez, o lo pasamos a la mesa ...- El resto de los guardias asintieron con gestos o murmullos la decisión de pasarlo a la mesa.

Que pasaría en esa mesa tan rara que había en el centro de la habitación, el solo pensarlo, ya me calentaba más.

Pasó el minuto acordado y Pérez no había logrado hacer acabar a Martín, aún cuando estaba al palo, pero la culpa no la tenía el pobre guardia, sino que Martín había quedado seco con la masturbación que le había obligado a hacerse el oficial Fernández en mi presencia.

Los guardias entonces separaron a Pérez de Martín, cosa que no fue fácil, ya que éste seguía succionando su verga y soltando las esposas lo agarran entre cuatro y lo tienden sobre esa mesa especial que estaba en el centro de la habitación. La cabeza de Martín queda suspendida en el aire al igual que sus piernas, mientras le amarran los brazos a las patas de la mesa.

Mientras hacían esto Pérez se estaba desvistiendo, que haría ahora, tenemos que dar vuelta la hoja de nuestro diario para ver que fue lo que pasó ..., espero que me acompañen para ver lo que sigue.