El reformatorio (2)

A medida que leo mi diario íntimo, cada vez me sorprendo más con las cosas que vi y sentí en ese Reformatorio donde fui designado Director. Hoy comienzan mis primeras experiencias, las cuales marcarán mi vida para siempre.

EL REFORMATORIO (2)

En el relato anterior contaba que hacía dos años atrás me habían designado como Director en uno de los locales del instituto de un país de Sudamérica, donde se envían a los menores que cometen delitos, con la finalidad de mantenerlos en aislamiento mientras se consideran peligrosos y de ser posible, recuperarlos para la vida en sociedad.

Al día siguiente de mi ingreso, siendo media mañana, me avisaron que traían a un recluso y el oficial de guardia me pregunta – señor va a proceder como es de costumbre?-, a lo que le pregunté, -cuál era la costumbre?-. Me responde -ni bien llegan los reclusos son traídos al despacho del señor Director para que este los ponga al tanto de las reglas de juego del reformatorio.-

A los efectos de no cambiar nada, hasta tanto no estuviera interiorizado del funcionamiento del instituto, le di la orden de proceder como de costumbre. Al rato se hacen presente en mi despacho, el oficial Pablo Fernández, un subalterno llamado Miguel Ramírez y el recluso.

Me informan, – señor, este recluso se llama Martín Pérez, tiene 16 años, se le acusa de haber herido al propietario de un comercio mientras le robaba y tiene otros antecedentes de hurtos, pero sin lesiones.-

La verdad, que mirando al joven detenidamente, no tenía aspecto de ladrón, era de una estatura aproximada al metro 75, delgado, pero con un cuerpo musculoso, según se podía ver, ya que traía la camisa desprendida, usaba unos jeans desgastados y bastante ajustados y unas zapatillas blancas sin medias.

Luego que me dieron el informe sobre el joven, el oficial me pregunta, – seguimos con la rutina?-; por la misma razón que la mencionada le respondí, – proceda nomás ...-, sin saber cual era la rutina de la que me estaba hablando, pero no era la oportunidad ni el momento para consultar y menos delante del recluso, porque con eso ya estaría demostrando una inseguridad de mi parte.

El oficial le quita al recluso las esposas que sujetaban sus manos sobre la espalda y le da una orden – bueno, a desnudarse ....- La verdad que el muchacho no demostró ninguna sorpresa, era de suponer que ya sabía como eran las cosas en el instituto, y procedió a quitarse la ropa. Yo solo miraba cada vez más sorprendido; no quería interrumpir la sesión para hacer ningún tipo de pregunta o cuestionamiento, por los argumentos que manifestara hace un momento.

El muchacho se quita la ropa y se queda parado frente a mí solamente con un slip blanco bien ajustado, de una tela bastante fina, que dejaba traslucir sus partes íntimas que denotaban ser de muy buen tamaño.

Viéndolo ahí desnudo delante de mí, me pregunté ¿y ahora qué seguirá?; no tuve que esperar mucho ya que el oficial inmediatamente le gritó al joven: -dije desnudarse, quítese el slip-, y el muchacho procedió a sacárselo, y cuando iba a taparse los genitales con sus manos, recibió otro grito del oficial, - quite sus manos de ahí, deje que el señor Director pueda verlo.-

Nuevamente me pregunté "¿y qué es lo que tengo que ver?; qué tendré que hacer ahora?"; tampoco mi respuesta tuvo que esperar mucho; el oficial me pregunta, - señor Director procede usted a revisarlo o lo hago yo?-; como yo no sabía que tenía que revisar, le respondí -hágalo usted oficial.-

El oficial se acercó más al joven y con una agilidad que demostraba que era algo que hacía asiduamente, le agarró los testículos y se los apretó con toda su fuerza, lo que hizo que el recluso quejándose se doblara hacia delante; imaginé que el dolor debía haber sido terrible.

No habiéndose incorporado aún, y aún teniéndole apretados los testículos, el oficial le dijo -sabes bien que esto es lo único que te distingue como hombre, o haces lo que se te ordena o los pierdes, has entendido ...?.-

  • Además ten presente que cuando respondas siempre debes terminar la frase con la palabra señor-. Antes que el muchacho respondiera, el oficial le dio un nuevo apretón, lo que conllevó que la respuesta fuera con la voz entrecorta y en posición agachado, -sí señor.-

  • Muy bien-, dijo el oficial, -se ve que entiendes rápido. Ahora el señor Director quiere ver como vacías esos huevos, así que empieza a pajearte.-

Yo estaba asombrado, pero no me atreví a decir palabra, ya que había dado la orden de proceder como de costumbre.

El joven agarra su miembro con su mano derecha y corre el prepucio hacia atrás dejando al descubierto un glande rojo y grande; y vuelve a subir su piel y vuelve a bajarla, pero sin llegar hasta la parte más baja del pene.

El oficial le dice -esa no es forma de pajearse, ¿no te enseñaron como hacerlo?- y le agarra el miembro y con toda la fuerza, le tira la piel hacia atrás, lo que hace que a Martín se le escape de sus labios otro gemido de dolor. – Bueno-, dice el oficial, -ahora sabes como hacerlo, empieza ya.-

Martín empieza entonces a mover su piel de arriba abajo y de abajo a arriba con toda la fuerza que puede y se le nota en su cara el dolor que le produce, el empujar la piel tan atrás; su glande cada vez se pone más rojo y brillante y parece que va a reventar.

Yo seguía mirando inmóvil, nunca había visto a un hombre masturbarse.

Tengo que dar vuelta la página de mi diario, y antes de hacerlo pienso –y ahora que otra sorpresa tendré?.- Si quieren compartir esa nueva sorpresa conmigo, no dejen de leer mi próxima entrega.