El reformatorio (10)

Pablo y Daniel, los dos nuevos internados son sometidos a todo tipo de vejámenes y se mezclan en orgías fantásticas todo en honor del Gran Maestro de la Logia de los Angeles Negros.

EL REFORMATORIO (10)

Habíamos llegado a esa habitación secreta detrás del mueble de mi despacho, cuando la vi me quedé como paralizado, era realmente un templo, pero muy especial, sus paredes recubiertas de un fino brocato bordeaux oscuro y con cuadros con diferentes símbolos que no podía determinar a que se referían, parecían como los signos del zodíaco, pero con elementos adicionales extraños a mis ojos. Al frente un altar de mármol cubierto como con un mantel de fino encaje blanco manchado como con sangre seca, encima dos grandes velones negros que lo alumbraban y le daban un aspecto diabólico y unas extrañas cajas negras con incrustraciones de piedras preciosas.

Detrás del altar y sobre una tarima había un gran sillón donde estaba sentado Don Mariano, vestido con una túnica negra con capucha y una cinta de raso rojo sujetándola a la cintura. El resto de sus acompañantes vestían de igual forma, pero sin la faja roja.

El salón estaba en penumbras, solo alumbrado por algunos velones negros. En el centro de la habitación había como una gran rueda, parecida a la rueda de un molino; colgaban de ella, grilletes, cadenas, argollas y otros artefactos de madera y metal que no pude identificar.

Un poco más atrás de esa rueda, había una mesa de forma especial, parecida a un potro de los usados en las torturas y en otro costado otra mesa, sobre la cual había una cantidad de artefactos, herramientas y otros enseres que no podía distinguir claramente a causa de la penumbra que reinaba en el salón y algo que parecía humo.

A cada lado del sillón que ocupaba Don Mariano, y en un escalón más abajo en la tarima, había otros pequeños silloncitos que supuestamente ocuparían otras autoridades de la Logia o algunos invitados especiales.

Cuando Don Mariano me vio en la puerta me hizo pasar, - por favor, Director ocupe este lugar, y usted Fernández este otro como siempre...- señalando los silloncitos.

El ambiente estaba impregnado de un olor especial, algo parecido al incienso, pero con otra mezcla que no podía definir y era el producto del humo que salía de unos aparatos que colgaban de las paredes del templo.

Todo eso adquiría un aire aún más misterioso y daba el toque final a la habitación, con el sonar de una música muy peculiar, como algo ancestral y diabólico a la vez, tocado por unos instrumentos tampoco identificables a simple oído.

No les voy a negar que si bien mi curiosidad era grande por ver lo que sucedería ahí, estaba bastante nervioso o más que nervioso asustado.

Mientras observaba detenidamente cada una de las partes de la habitación, mi mente me decía – de dónde conozco a este Don Mariano, yo lo he visto en algún lado y no hace mucho tiempo ....-

Cuando aparentemente toda estaba en su lugar Don Mariano dio la orden de hacer entrar a los internados; estos se veían hermosos con esa túnica blanca tipo de las que usan los luchadores greco-romanos, que tienen un solo hombro formado por la atadura de la parte trasera y delantera, un cordel dorado atado a la cintura que hacía que resaltara su pecho y espalda y un faldín que solo tenía el largo adecuado para tapar las partes más íntimas. Sus pies estaban descalzos.

González les recordó en voz alta a ambos jóvenes que debían prestar el mejor servicio y que no olvidaran lo que les sucedería si no hacían lo que se les ordenara.

Ambos jóvenes quedaron parados inmóviles como estatuas a unos pocos metros de los sillones.

  • Primer oficial ... podemos comenzar con la ceremonia,- dijo Don Mariano con voz autoritaria, la cual sonó como un trueno en el salón. Había una acústica especial preparada al efecto.

Los cuatro acompañantes de Don Mariano, al unísono se sacaron sus túnicas negras y quedaron vestidos tan sólo con unos diminutos taparrabos y correas de cuero negro con tachas doradas que cruzaban sus pechos y espaldas.

Ambos muchachos fueron obligados a girar lentamente para que se les pudiera observar desde todos los ángulos sus perfectos cuerpos; en sus rostros se notaba vergüenza, humillación y miedo por la situación por la que estaban pasando y seguramente nunca antes lo habían hecho ni imaginado.

Luego que giraron varias veces, fueron tomados de los brazos por cada uno de los oficiales y obligados a ponerse de rodillas frente a Don Mariano. En sus rostros cada vez se notaba más claramente la sensación de terror que los embargaba; supongo, porque a mi me sucedería, que por sus mentes pasaría una pregunta indudable – qué harán con nosotros...?; cuál será nuestro castigo ...?, qué hemos hecho de tan malo para que esto nos pase a nosotros ....-

Don Mariano se levantó de su sillón y tomando una pequeña cajita aparentemente de oro con incrustaciones de piedras preciosas, que se encontraba sobre el altar, sacó de ella unas pastillas, 2 celestes y 2 amarillas y las acercó a la boca de los jóvenes, los cuales dado el susto que tenían abrieron su boca y las tragaron empujadas por su saliva.

Qué son esas pastillas me preguntaba para mis adentros, que efectos se esperan de ellas; luego me enteraría que la amarilla era un afrodisíaco y la celeste algo similar al Viagra, que producía una erección continua por más de cuatro horas.

Acto seguido, Don Mariano se hizo escuchar – Nuestro Gran Maestro nos exige que esta noche haya una pelea entre ustedes, el que consiga hacer perder la virginidad del otro, será el ganador y será recompensado, en tanto que el perdedor, recibirá como castigo la castración y sus testículos serán entregados en ofrenda a nuestro Gran Maestro.-

Ambos chicos casi al unísono, gritaron – por favor señor ..., no nos obligue a eso, somos hermanos, no podemos pelear entre nosotros... y menos penetrarnos....-

  • Muy bien muchachos, entonces si se niegan a pelear, la solución es muy sencilla, ambos serán castrados en ofrenda al Gran Maestro; Primer Oficial ..., prepare la mesa y los instrumentos para comenzar con la ceremonia de castración ...- dijo Don Mariano con voz pausada pero sumamente autoritaria, la cual hizo temblar a los dos chicos.

Los muchachos se miraron entre si, y de sus ojos cayeron lágrimas de terror, angustia, dolor, vaya a saber cual era el motivo, pero sabían que si se negaban a hacer lo que se les ordenaba perderían su hombría, de cual se habían jactado siempre entre sus amigos, porque aún con su corta edad eran los que más chicas habían seducido y desvirgado. Seguro que pensaban, que sería de sus vidas futuras..., como podrían presentarse ante su familia y sus amigos cuando fueran liberados... y tantas otras cosas que pasarían por sus mentes que estarían aterrorizadas al máximo.

  • Señor podemos conversar un momento entre nosotros...,- preguntó Pablo casi sollozando.

  • Sí, pero en forma breve y rápidamente,- contestó Don Mariano, cuya situación ya estaba disfrutando al máximo según podía verse por su cara. Yo estaba tan horrorizado y aterrorizado como los muchachos, pero no decía palabra, porque sabía que de intervenir a favor de ellos podía pasarme lo peor, como me lo habían anunciado por teléfono; sólo tenia que ver y escuchar .... A cada instante mi mente volvía con la misma pregunta, - de dónde conozco yo a este tal Mariano, me resulta familiar ..., dónde lo vi ....

Entonces Pablo le dijo a Daniel en voz baja, casi al oído, -tu sabes que te quiero mucho y eres mi referente en todo lo de nuestras vidas, así que yo no pondré resistencia en la lucha para que tu puedas violarme sin problemas y salvarte..., antes de que nos malogren a los dos, prefiero que sea a mi ...-

  • De ninguna manera hermano,- dijo Daniel, -yo me someteré a ti ...-

Como Don Mariano pudo notar que la conversación iba a ser para rato, y no tenía ganas de perder tiempo, dijo – se terminó la charla, va a empezar la ceremonia; para el caso que ambos se nieguen a pelear, ambos serán violados hasta perder el conocimiento y luego los dos castrados, así que manos a la obra...-

Ambos muchachos tratando de cumplir la orden de Don Mariano se trenzaron en una lucha por la negativa, ambos se habían propuesto ser los perdedores, pero como la cosa se dilataba y lo único que hacían era revolcarse sobre una tarima de terciopelo negro, lindera al altar, uno de los oficiales de Don Mariano, tomó un látigo y empezó a desparramar golpes sobre los muchachos, tratando de no lastimar sus cuerpos pero que sintieran el dolor pegándoles en las partes más sensibles. Ambos reaccionaron en forma contraria a la esperada, en vez de pelear en serio se tiraron al suelo y enroscándose sobre si mismos, trataron de evitar los golpes que le propinaban en los testículos.

Mientras tanto, Don Mariano, ya un poco fastidiado por la situación, me comenta que si no fuera porque los muchachos eran unos especimenes perfectos, ya hubiera dispuesto otra cosa, pero esa piel tostada que hacía resaltar sus grandes ojos claros, esas piernas tan firmes y torneadas, el pecho marcado, musculoso, pero no en demasía y los culos que se podían insinuar a través de sus túnicas y que ahora mostraban en parte estando tirados en el piso, lo obligaban en honor al Gran Maestro a seguir con la ceremonia.

Cuando Don Mariano dijo "especimenes perfectos", recordé de donde lo conocía, lo había visto a él o a una persona muy parecida en una revista que estaba en mi despacho y que hacía mención a un doctor que se dedicaba a inseminaciones artificiales y le habían otorgado el Premio Novel de Genética porque había descubierto que en las personas que habían estado sujetas a emociones muy fuertes, presiones, agresiones, etc., se trasmutaban sus genes y generaba el nacimiento de niños totalmente agresivos. – Ni bien termine esta sesión iré a ver esa revista para corroborar si realmente es Don Mariano o alguien muy parecido.

  • Muchachos no vuelvo a repetirlo, o hacen lo que está dispuesto, o sabrán lo es desobedecer ...,- grito Don Mariano, totalmente fuera de sí, ya que aparentemente se perdería el espectáculo de la lucha de la pérdida de la virginidad.

Los chicos hicieron caso omiso a las palabras de Don Mariano y quedándose en el suelo, se abrazaron entre sí como para protegerse entre ellos, mientras lloraban y pedían piedad. – Por favor señor, hacemos cualquier otra cosa, pero no nos pida que nos violemos entre nosotros, somos hermanos ....; por favor señor no disponga que nos castren, es preferible morir, mátenos ahora ...-, dijo Pablo, aparentemente el más osado de los hermanos.

  • Oficiales vamos a usar la rueda ...-, ordenó Don Mariano.

Los cuatro oficiales estaban parados cual estatuas, atentos a todo lo que disponía Don Mariano; eran cuatro jóvenes entre 20 y 25 años que parecían modelos, perfectos de todas partes, no había un solo rasgo de su rostro o parte de su cuerpo que desentonara.

Enseguida procedieron dos de ellos a levantar del suelo a Daniel y los otros dos a Pablo. Mientras los primeros llevaron a Pablo hacia la rueda, los otros sostenían de los brazos a Daniel quien forcejeaba por zafarse para ayudar a su hermano, pero los brazos fuertes y musculosos de los oficiales no le permitían moverse, además le habían trabado las piernas con sus propias piernas y lo tenían totalmente inmovilizado.

Apoyan el cuerpo de Pablo sobre la rueda quedando su cara mirando hacia el centro, sus brazos y piernas son sujetados por grilletes que hacen que queden totalmente estirados y bien abiertos, de forma tal que por la curvatura del aparato, su espalda y especialmente su culo queden encorvados hacia fuera. Grita y forcejea para zafarse, pero los grilletes no lo dejan, son cadenas recubiertas por un material especial para no lastimar sus brazos y piernas.

Estando en esa posición, hacen girar la rueda cada vez a mayor velocidad y Pablo da vueltas y vueltas quedando en momentos con la cabeza hacia el piso y las piernas en alto y viceversa. De un golpe seco la rueda se para. La cara de Pablo denota como si estuviera mareado, y no sería para menos por la posición en que estaba y las vueltas que dio.

En ese momento le arrancan la túnica y queda con su cuerpo al desnudo y Don Mariano dice – lo que aún no habíamos visto, lo hace aún más bello, su verga flácida se ve hermosa y esos grandes huevos prometen una excelente ofrenda para el Gran Maestro, procedan con la rutina ...-

Uno de los oficiales toma una piola que estaba sujeta al centro de la rueda y en su punta tiene un lazo con el cual ata los huevos de Pablo y hacen girar nuevamente la rueda; a medida que esta gira la piola se va enrollando en el cilindro de la rueda y estirando los huevos; a la tercera vuelta, Pablo pega un grito desgarrador y se desmaya, supuestamente por el dolor que le produjo el tirón. La piel de su verga se había corrido totalmente hacia atrás, dejando el glande y el tronco al descubierto; esa postura había hecho que la verga comenzara a erectarse lo que probablemente le producía aún más dolor.

El otro oficial que estaba junto a la rueda, trae un frasco de sobre la mesa que contenía distintos artefactos y destapándolo lo pone debajo de la nariz de Pablo, el cual con un ahogo y tos repetida sale de su desmayo. Las lágrimas han cubierto totalmente su rostro y caen sobre su pecho y al piso.

  • No demoren tanto...- gritó Don Mariano.

  • Si padre ...- respondió uno de los oficiales.

Don Mariano no se dio por aludido en ningún sentido cuando el oficial le dijo "padre"; a mi me llamó totalmente la atención ya que pensé que los cuatro oficiales eran empleados de Don Mariano, no sabía si preguntar o no, sobre lo que había escuchado y al final decidí hacerlo.

  • Don Mariano, ese muchacho es su hijo ...?.- Este sin dejar de mirar la rueda, me respondió -los cuatro son hijos míos, pero no de sangre, sino que fueron creados por mí mediante inseminación artificial con madres anónimas; solo me reconocen a mi como su familia.-

Con esta respuesta confirmé que el Doctor Genetix a que hacía mención la revista era Don Mariano. Entonces me pregunté . como un Premio Novel puede estar haciendo este tipo de cosas ..., es por satisfacción...?, realmente pertenece a una secta satánica ...?; qué finalidad tendrá todo esto ...?.-

Mientras nosotros conversábamos que fue cuestión de segundos, el oficial que estaba con el frasco, lo dejó sobre la mesa y trajo un aparatito que parecía como una pequeña radio con su antena, se acercó a Pablo e introdujo esa varilla que en la punta tenía una pelotita de metal en su ano, movió un botón y el cuerpo de Pablo comenzó a agitarse como si estuviera con convulsiones; lo que estaban haciendo eran dándole choques eléctricos.

  • Para qué hacen eso Doctor..., pregunté a Don Mariano, -es para estimular la próstata y provocar una excitación desmesurada que producirá una erección mayor a la normal y que se mantendrá así por efecto de la pastilla celeste que tomó.-

El efecto que buscaba Don Mariano no se hizo esperar, entre gritos y movimientos convulsivos de todo el cuerpo por los choques eléctricos empecé a ver que la verga de Pablo comenzaba a endurecerse y como un resorte en instantes quedó tan tiesa y de un tamaño realmente espectacular. También pude ver que los huevos con los choques se le contrajeron.

  • Ahora deben colocarle el aro de retención, así luego podremos empezar con Daniel.-

  • Si, señor Mariano..., hermano, ayúdame con las pinzas, para estirar la goma.-

El otro oficial fue hasta la mesa que tenía los instrumentos y tomando una pinza de rara forma introdujo en su punta un arito, abrió las pinzas haciendo bastante fuerza hasta que la goma se estiró hasta una medida aproximada a los 8 o 10 centímetros. Mientras el oficial manipulaba con las pinzas, el otro que estaba con Pablo desató sus huevos que estaban aprisionados por la piola que los sujetaba al engranaje central de la rueda. Una vez desatado, el oficial se acercó con la pinza abierta y mientras el otro oficial le tomaba los huevos con una mano y los estiraba lo más que podía, el otro pasó el aro que quedó apoyado sobre la unión de éstos con el resto del cuerpo. Así, ambos a la vez, uno soltó los huevos y el otro retiró las pinzas, quedando el aro de goma totalmente ajustado, aprisionando la base de los huevos de Pablo.

  • Ahora acomoden al otro chico,- ordenó Don Mariano.

Los oficiales que tenían a Daniel agarrado de los brazos lo tumbaron hacia delante mientras otro oficial untaba toda su raja con vaselina. Luego que estaba bien untado lo llevaron hacia la rueda y lo metieron por el lado de adentro, engancharon sus brazos y piernas con los grilletes de forma tal que su culo quedó justo sobre la verga de Pablo; lo tomaron por las caderas y lo empujaron hacia atrás, quedando de un solo golpe incrustado un cuerpo con el otro.

Dos gritos desgarradores se escucharon casi al unísono, es de suponer que el dolor de Daniel por la penetración tan brusca en su culo virgen y el dolor de Pablo por haber penetrado a su hermano.

Hacen girar la rueda que tiene unos engranajes muy sofisticados que a medida que avanza, la parte a la cual está atado Daniel se va separando lentamente de la parte en la que engrillaron a Pablo; a medida que la rueda gira, la verga de Pablo va retirándose lentamente del culo de Daniel, hasta que al llegar a un determinado lugar, el engranaje hace que de un golpe seco se incruste nuevamente hasta el fondo. Así comienza el mete y saca, pero en este caso en forma automática; los hermanos tratan de zafarse de esa situación pero no tienen posibilidades. Lloran, chillan, ruegan, pero la rueda sigue su giro y una y otra vez, la verga de Pablo entra y sale del culo virgen de su hermano.

  • Por favor señor, pare esto que me estoy por acabar y no quiero hacerlo en mi hermano ..., rápido señor que me vengo ..., - rogó llorando Pablo.

Don Mariano con una voz muy tranquila y una sonrisa en sus labios, le contestó – deja que la rueda siga girando Pablo, no te preocupes por tu hermano, la goma que tienes en tus huevos no permitirá la eyaculación, solo tendrás la sensación de estar por acabar y la sentirás varias veces ..., y cada vez con más intensidad y dolor, porque parecerá que estará por reventar ..., tus huevos se llenarán cada vez más de semen y cuando considere que están pronto, recién ahí acabarás.-

En la cara de Pablo se notaba el sufrimiento de no poder acabar y la rueda lo seguía excitando. Al principio, Daniel, por el dolor producido por la penetración y la vergüenza y humillación de que su hermano lo hiciere delante de toda esa gente, tenía su verga flácida, pero se ve que los movimientos de la rueda habían comenzado a hacer sus efectos, ya que había comenzado a ponerse erecta y sus huevos como a comprimirse.

Cuando Don Mariano notó que Daniel podía acabar en cualquier momento mandó a detener la rueda y a soltar a los prisioneros. Ambos muchachos fueron desengrillados y llevados a la mesa que parecía un potro de tortura. Dos oficiales lo subieron a la mesa, lo ataron nuevamente con la piernas y brazos bien abiertos y mientras uno comenzó a masturbarlo, el otro se acercó con un tubo de vidrio en el cual se colocó la verga de Daniel. Siguió el sube y baja de la piel de su verga, cada vez con mayor velocidad, hasta que grandes chorros de semen saltaron dentro del tubo de vidrio; una vez que los oficiales estuvieron seguros que ya no quedaba ni una gota, sacaron cuidadosamente el tubo y lo colocaron dentro de una caja que se encontraba sobre el altar.

Luego le tocó el turno a Pablo, procedieron de igual forma, pero antes de comenzar a masturbarlo, cortaron la goma que aprisionaba sus huevos. Bastó unos pocos movimientos para que acabara en forma tan copioso, que hasta el propio Don Mariano, hizo una exclamación de satisfacción o admiración. El tubo con su semen también fue guardado en esa caja extraña que estaba sobre el altar, y que no me animé a preguntar que era, ni para qué guardaban el semen allí.

  • Bueno hijos míos, - dijo Don Mariano ..., - ahora les toca a ustedes cumplir con su parte ....-

  • Arrodíllense y pongan espalda contra espalda, ordenó uno de los oficiales a los dos hermanos. Cuando estuvieron en esa posición, los cuatro oficiales se acercaron a los muchachos, dos se colocaron delante de Daniel y los otros dos delante de Pablo; arrancaron de un tirón sus taparrabos de cuero negro, dejando sus grandes vergas frente a las caras de ambos chicos. No necesitaron ordenar nada, los agarraron de los pelos y acercándose las caras a las vergas, los chicos sabían que debían chuparlas.

Ambos muchachos abrieron sus bocas y comenzaron a sentir como entraba la primera verga; sabiendo lo que les podía pasar, trataron de mamarlas lo mejor posible. Apenas al minuto salieron las primeras vergas y entraron las segundas, más grandes, más paradas, por la excitación de ver a sus compañeros. Los oficiales se encargaban de dirigir el movimiento de acuerdo a su gusto, ya que tenían a los muchachos agarrados de los pelos de sus cabezas para forzarlos al mete-saca y detenerlos cuando ellos querían.

  • No se apuren hijos míos, - dijo Don Mariano, - excítense bien, dejen que sus huevos estén repletos de semen, no olviden que es ofrenda para el Gran Maestro.-

La mamada de vergas duró muchos minutos porque los oficiales iban cambiando de lugar, los que estuvieron con Daniel pasaron a Pablo y viceversa. En un momento, al unísono los cuatro oficiales tomaron las manos de los chicos he hicieron que suavemente les acariciaran los huevos. Las vergas de ambos muchachos se mantenían erectas como si nunca hubieran acabado, eso era producto de las pastillas que les habían hecho ingerir antes de comenzar la ceremonia. Ver a esos seis hombres en esas posiciones, había hecho que me excitara al máximo, mi verga estaba al tope y mis pantalones ya mostraban hacía rato un gran manchón húmedo viscoso y de un color blanquecino trasparente. De reojo pude observar que las vergas de Fernández y de Don Mariano estaban igual que la mía.

Don Mariano, dio la orden de comenzar la finalización de esta etapa, entonces los oficiales, de a dos, introdujeron sus vergas en las bocas de los chicos y empezaron a agilitar sus movimientos; los signos de placer se notaban en sus caras y en sus cuerpos que se iban como estremeciendo por las mamadas que les estaban haciendo los muchachos.

  • Recuerden hijos míos,- dijo Don Mariano, - que su semen es para el Gran Maestro, no vayan a cometer el sacrilegio de acabar en la boca de los muchachos.-

Cuando cada uno de los oficiales vio que estaba por acabar retiró su verga de la boca del muchacho que tenía delante, fue hasta la mesa, tomó un tubo de vidrio y pajeándose un poco acabó dentro; luego fue y depositó el tubo en la caja que estaba en el altar. Así lo hicieron los cuatro oficiales.

  • Finalizaremos la ceremonia,- dijo Don Mariano, - ahora les toca usted hijos míos hacer que los chicos vuelvan a acabar en honor del Gran Maestro.

Los oficiales hicieron que los chicos se levantaran y se mostraran con sus vergas bien paradas a Don Mariano, luego los pusieron frente a frente, en una posición que fuera bien visible para Don Mariano. Los cuatro se hincaron frente a los muchachos y de a dos comenzaron a acariciar los huevos con una mano, mientras con la otra apretaban y soltaban suavemente sus vergas, para erectarlas aún más de lo que estaban y excitarlos nuevamente; las metieron en sus bocas y comenzaron a chupar con una técnica que nunca hubiera imaginado; su habilidad era increíble; sorbían y retiraban suavemente las vergas, de a ratos aplicaban una tenue succión, y en todo momento sus lenguas trabajaban lamiendo las cabezas; en tanto que en ningún momento habían dejado de acariciar sus huevos. Con esa técnica habían logrado que los muchachos se excitaran al máximo y ya como que no tenían temor ni dolor, parecía, de acuerdo a sus caras, que lo único que sentían era una sensación de placer irresistible.

El efecto no se hizo esperar, los oficiales retiraron su bocas y obligaron a los chicos a masturbarse, mientras seguían acariciando sus huevos. Cuando sintieron por el tacto de los huevos que estaban listos para acabar, sus vergas fueron nuevamente introducidas en los tubos de vidrio, donde nuevos chorros de semen joven y tibio volvió a chorrear por éstos en gran cantidad. Cuando no quedó una gota más en los huevos de los chicos, los tubos fueron retirados y guardados en la caja que estaba en el altar.

  • Bueno, ha llegado la hora de la última parte de la ceremonia,- dijo Don Mariano; todos se han comportado de acuerdo a lo previsto y el Gran Maestro está muy satisfecho. Si los muchachos ahora cumplen con su última compromiso, tendrán los privilegios que se merecen durante todo el tiempo que estén en este reformatorio; serán como invitados especiales míos y así se les reconocerá por todos, no es así señor Director ...?-

  • Si señor,- contesté, sin estar seguro ni de lo que estaba contestando, pero sabía que a nada debía negarme luego de aquella llamada que había recibido.

  • Pablo y Daniel, el Gran Maestro quiere que ustedes se hagan el amor, pero no forzados..., quiere verlos abrazándose, besándose, chupándose y que se cojan uno al otro.... Mientras comen y toman algo para reponer fuerzas, podrán intercambiar opiniones entre ustedes y decidir si están dispuestos a satisfacer al Gran Maestro....-

Al escuchar esto me pregunté, - los chicos aceptarán...?. Tendremos que esperar un poco para ver que deciden ...; mientras tanto yo iré a cambiarme de ropa, previo una masturbación porque estoy al tope y a mirar la revista donde vi a Don Mariano.