El reformatorio (1)

Al encontrar mi diario íntimo vuelvo a rememorar todo lo que sucedió en el reformatorio donde fui Director y maldigo el día en que acepté el cargo el cual arruinó toda mi vida ...

EL REFORMATORIO (1)

Me llamo Ricardo, soy Asistente Social, con una Especialización en Adolescencia, actualmente tengo 34 años y vivo en un país de Sudamérica. Hace unos días me mudé de casa y encontré entre mis libros un diario íntimo, donde anotaba día a día mis vivencias. Decidí leerlo, para recordar que había escrito y en conocimiento de la existencia de esta página WEB de "todo relatos" decidí compartir con sus lectores esa realidad que viví y que mi diario da cuenta tan detalladamente.

Hace dos años atrás, tuve la suerte o la desgracia, de haber sido designado como Director en uno de los locales del instituto donde se envían a los menores que cometen delitos, con la finalidad de mantenerlos en aislamiento mientras se consideran peligrosos y de ser posible, recuperarlos para la vida en sociedad. Digo suerte o desgracia, porque esta experiencia cambió por completo mi vida y me inició, por decirlo de alguna forma, en el camino hacia la homosexualidad, el cual aún no he podido dilucidar claramente si es el sendero que quiero realmente recorrer, o aún estoy alucinado por todo lo que viví. La verdad es que si bien había escuchado algunos comentarios sobre las cosas que sucedían en este tipo de institutos, siempre me quedó la duda, si eran reales, pero luego que estuve en ellos, debo decir que lo que se comentaba es bastante diferente a la realidad, pero no desde el punto de vista positivo, sino del negativo; pude constatar que el sistema conlleva algunas veces a cometer horrores impensables.

Este instituto, perteneciente al Estado, consta de cuatro locales de varios pisos, rodeado de jardines, lugares de esparcimiento y de trabajo comunal. Los locales se distribuyen de acuerdo a sexo y edad; dos son para mujeres y dos para hombres y en cada uno de ellos se distribuyen en mayores o menores de 14 años. El instituto que a mí me tocó dirigir es uno de hombres mayores de 14 años.

El día que asumí el puesto de Director, me estaban esperando los guardias y los jóvenes reclusos a los efectos del saludo protocolar acostumbrado. Las autoridades superiores me presentaron y me mostraron los locales dormitorios, el resto de las instalaciones y en general la totalidad del predio que cubre varias manzanas. A posteriori el oficial de mayor rango y su ayudante me acompañaron hasta el lugar destinado a mi despacho, el cual era un gran ambiente, muy confortable con baño privado y con los muebles habituales de un escritorio. Dos cosas me llamaron la atención, un reflector que enfocaba una alfombra en el centro del salón y un sofá que no hacía juego con el resto del mobiliario. El oficial supuestamente al ver mi cara, podría decirse de asombro o interrogante, sin que le preguntara nada me aclaró que el sofá se convertía en cama por si en algún momento necesitaba descansar un rato o pernoctar en el establecimiento; no me llamó la atención el comentario, ya que el trabajo sabía que era muy estresante y además en determinados momentos era necesario permanecer 24 o 48 horas seguidas en el establecimiento por razones de simple rutina. Con el pasar de los días, luego me enteraría que la finalidad de ese sofá era otra diferente a la que yo pensaba y el reflector también cumplía un fin determinado.

Habiendo tomado posesión de mi despacho y luego de mirar rápidamente los cajones del escritorio y demás muebles que vestían el salón, pensé que lo más conveniente sería empezar a ponerme al tanto del funcionamiento del Instituto. Para ello comencé a llamar a los guardias, en orden decreciente de acuerdo a la jerarquía de sus cargos.

Las conversaciones fueron amenas y me aportaron una serie de datos importantes para el desempeño de mi labor. Los guardias me contaron como funcionaba una y otra parte del instituto. Lo que me llamó mucho la atención fue que casi todos, hicieron hincapié en que a los jóvenes, desde el primer día que ingresaban, se les enseñaba a obedecer las órdenes ya que de no cumplirlas eran sancionados severamente.

En ese momento no pasó por mi mente preguntarles de qué forma se les enseñaba a obedecer y en caso de no hacerlo cuales eran las sanciones aplicadas; en los días subsiguientes tuve oportunidad de conocer personalmente la respuesta a estas dos preguntas que me hice mentalmente.

Ese primer día, con la finalidad de cubrir todas las entrevistas que tenía programadas con los tres turnos de guardias, me quedé en el establecimiento y dormité unas pocas horas sentado en el sillón de mi escritorio. No descansé bien, ya que en mi cabeza se arremolinaban cientos de interrogantes sin respuestas ... -en dónde realmente estaba ....?, -de qué me estaban hablando ... ?; -qué se escondía detrás de esos comentarios...?.

Al día siguiente, siendo media mañana, me avisan que traen a un recluso y el oficial de guardia me pregunta – señor va a proceder como de costumbre?,- cuál es la costumbre?- le pregunté. – Señor, ni bien llegan los reclusos son traídos a su despacho para ponerlos al tanto de las reglas de juego del establecimiento.-

No sabía a que reglas de juego se estaba refiriendo, pero no consideraba prudente aún cambiar nada, hasta tanto no estuviera interiorizado del funcionamiento del instituto; entonces le dije -proceda como de costumbre ...-

Si bien el tiempo que transcurrió entre que me avisaron que habían traído al nuevo recluso y la llegada del mismo a mi despacho fueron unos pocos minutos, a mi me pareció una eternidad ya que por mi cabeza seguían dando vueltas pensamientos contradictorios y cientos de preguntas sin respuesta. A qué se referirá con las reglas de juego ...?, a qué me enfrentaré ...?, sabré que hacer ...?; y miles de cosas más.

Un golpe en la puerta de mi despacho y unas voces afuera me sobresaltaron, volviéndome inmediatamente a la realidad; a mi pregunta –quién es?-, responden, -el oficial Pablo Fernández, el guardia Miguel Ramírez y el recluso, señor-, con mi autorización, proceden a entrar.

Tengo que dar vuelta la página de mi diario, qué sucederá ahora?; quieres compartir conmigo la sorpresa; lee mi próxima entrega.