El reencuentro
Hacía mucho que no nos veíamos y me folló como nunca lo había hecho.
Enrique y yo llevabamos tiempo sin vernos y como decía él, debía ser carencia de sexo lo que teníamos porque si no hubiera sido imposible. Jamás habíamos practicado sexo como aquella noche. No digo que las otras veces hubiera estado mal, siempre me hacía enloquecer de placer entre las sábanas pero no como aquella noche. Llevabamos tanto tiempo preparandola que me mojaba simplemente de pensar en ella. Y ahora recordandolo también me estoy humedeciendo, noto como mi clítoris palpita a velocidades abismales.
Llegué al aeropuerto y allí estaba él esperando con cara sonriente. Nos fundimos en uno de esos besos apasionados que siempre terminas recordando y noté a la vez que me abrazaba como su miembro se iba endureciendo, tanto que parecía que iba a romper el pantalón.
Fuimos a casa porque se suponía que debía cambiarme de ropa antes de salir a celebrar nuestro reencuentro, pero al verme desnuda en el cuarto no pudo resistirse. Yo estaba agachada intentando subirme las medias cuando noté el roce de su pene contra mi culito. Me puse cachondísima. A medida que se rozaba más y más iba acariciando mis pechos con tal fuerza que sentía una mezcla de pequeño dolor con gran dosis de placer.
Me dio la vuelta, me tiró contra la cama y me desgarró las medias. Estaba excitadísimo. Yo estaba tumbada sobre el colchón con las piernnas en el aire y él, arrodillado en el suelo, se fue aproximando lamiendome los muslos hasta que llegó al enrojecido clítoris y se dispuso a lamerlo, primero despacio, con cuidado y a medida que me iba excitando más y más fuerte. No me dejaba moverme y a mi me temblaban las piernas y me extremecía con cada caricia, con cada beso, con cada mordisco. Asimismo llegaba su lengua hasta mi ano y me ponía a mil.
Cuando consiguió que me corriera como una loca en su boquita es cuando me dejó moverme. Entonces me abalancé sobre él, le empujé contra la pared de la habitación y arrodillandome, me puse a lamerle la polla como jamás lo había hecho. Introducía de vez en cuando la punta de mi lengua en el orificio de su pene y eso le hacía gritar. También le dediqué un rato a sus huevos, los lamía y los mordía, incluso los metía enteros en mi boquita. Jamás le vi tan excitado. Parecía que le iba a reventar la polla. Justo cuando se iba a correr noté como mis flujos me chorreaban por los muslos, estaba teniendo un orgasmo solamente de verle tan excitado. Notaba las contracciones de su polla cuando se corría y me comi toda su lechecita, me estaba sabiendo a gloria. Con mi lengua limpié todos sus restos y él no paraba de gemir y de decirme "que rico mi vida, que rico".
Supe que lo tenía todo planeado cuando me cogio en brazos con mis piernas abrazando su cintura y me llevó al cuarto de baño. Allí estaba la bañera llena de agua con espuma, muchísimas velas, unos fresones con nata y una botella de champán. Comenzó a untarse la nata en el pene y a rozarme con ella los pezones, que ya estaban duros como piedras. Sabe que eso me pone a cien.
Cogí su polla con una mano y la aproximé a mi clítoris llenandolo todo de nata e indicandole que me lo lamiera de nuevo. Practicamos un 69 espectacular nuevamente en el suelo, aunque ninguno de los dos llegamos a corrernos. No me dejó tiempo. Nos metimos en la bañera y con las piernas entrecruzadas comenzó a penetrarme. Primero yo marcaba el ritmo lentamente, pero él estaba tan subido que empezó a apretarme más y más fuerte (todavía tiene las marcas del grifo en la espalda). Después de estar durante una hora en esa posición el agua comenzó a quedarse fría y decidimos proseguir en la cama.
Primero él se puso sobre mi, yo dispuse las piernas sobre sus hombros y me penetró tan fuerte que a las dos embestidas yo estaba teniendo el orgasmo más rico que he sentido nunca. Pero él quería más y más, así que me puse sobre eél y comencé a cabalgarle acariciandole con una mano los huevos y con la otra acariciandome los pezones. Mientras él acariciaba mi clítoris mientras yo me movía en moviemientos circulares preguntandole si le gustaba como le follaba su putita. Ponía unas caras de placer que me ponían más y más cachonda y eso aceleraba el ritmo de mis piernas sentaba sobre su polla dura. Me avisó de que se iba a correr todo y le dije que si prefería correrse dentro de mi o si quería correrse sobre mis tetitas.
Eligió la opción B y creo que no he visto tanta leche junta en mi vida. Terminó y empezó a coger con sus dedos los restos y unas veces se los chupaba él y otras veces me los metía en la boca a probar. Estaba tan excitada que después de terminar las tareas de limpieza me coloqué de espaldas a él, para que me abrazara como siempre que hace al dormirnos y empecé a roza mi culo con su polla. Se puso otra vez durísimo y empezó a meter su dedo en mi ano. Es una posición que al pricipio es dolorosa, lo reconozco pero que una vez dilatado el asunto es lo más rico que he probado nunca. Me penetró con tal dureza que sangré incluso, pero no me importó, porque yo solo deseaba que me empujara más y más fuerte hasta que ambos nos corrimos a la vez. Esta vez ya si le dejé dormir.