El reencuentro

Después de muchos años me encontré con Marcos.

Mi nombre es Gabriela, tengo 38 años de edad, 17 de casada con una hija y un marido de quien no tengo ninguna queja. Yo no tengo un cuerpazo, ni soy la más bella del mundo, pero digamos que soy simpática, delgada con abdomen plano, cintura estrecha y caderas algo anchas, con pompis paraditas, morena y de estatura mediana. Cuando estudiaba la secundaria tuve un novio a quien quería mucho, él era casi cinco años mayor que yo. Raúl, iba al edificio donde yo vivía casi todas las noches. Mis padres me dejaban estar con él pues era un joven educado. Siempre nos quedábamos platicando en la puerta del edificio hasta ya cerca de la media noche, siendo la oscuridad nuestra cómplice nos poníamos unos agasajos tremendos. Raúl hizo muchos intentos para que fuera suya pero yo me resistí pues era de la idea de llegar virgen al matrimonio. A la menor oportunidad que estábamos solos en medio del faje él intentaba cogerme, como yo me oponía, me reclamaba diciéndome que lo dejaba muy caliente. El tomaba mi mano y la ponía sobre su miembro para que sintiera yo como quedaba. Como no accedí a tener relaciones con él, me pedía que cuando menos lo masturbara, lo cual yo hacía porque quería mucho a mi novio. Casi siempre me acariciaba mis tetas por encima de mi ropa, mientras yo lo masturbaba, en más de una ocasión yo quise tener relaciones con él, pero siempre fui fuerte. Raúl siempre quería tocar mi intimidad, cosa que no permití. Pero debo confesar que también me ponía muy caliente con sus caricias y su miembro en mi mano, sobre todo sentir su semen caliente en mi mano.

Un día llegó con su amigo Marcos a quien le apodaban "largo", era alto, moreno y fuerte. Esa noche Raúl comenzó a besarme y acariciarme con su amigo presente, cosa que me molestó y le pedí que se contuviera, sin embargo, él le pidió a su amigo que cuidara que nadie llegara mientras nos echábamos un faje. Su amigo se paró en la puerta fingiendo naturalidad. Nos calentamos y luego discretamente puso mi mano sobre su pene. Yo me sentí un poco cohibida y le dije que no podía hacerlo con su amigo presente. El rollo que me tiró Raúl y la calentura hicieron que aceptara. Mientras yo lo masturbaba, me dijo que su amigo tenía tres meses de haber terminado con su novia y que la razón por la que lo había llevado era que yo lo masturbara también pues ahora no tenia novia que lo hiciera. Yo paré de inmediato completamente enojada por lo que me acababa de decir. Sin embargo, otra vez me echó un rollo y quizá por lo que yo le quería mucho terminé aceptando. Raúl fue a cuidar y su amigo se colocó detrás la puerta abriendo el cierre de su pantalón sacando su miembro. Yo me acerqué temerosa por muchas cosas. Ni siquiera le miré, solamente busqué su miembro con mi mano para terminar y ya. Sin embargo, en cuanto lo sentí me asombró su tamaño, era muy grande, y no lo tenía completamente parado. Lo comencé a masturbar y su miembro creció hasta el punto de que mi mano parecía insuficiente para esa cosota. Él me pidió que se lo hiciera con las dos manos, así lo hice. Intentó tocar mis tetas y yo no dejé. Tardaba mucho para venirse, por lo que yo le pedía que terminara. Me pidió que le pusiera saliva a mis manos para que resbalaran mejor. Lo hice, escupí sobre mis manos y de verdad que el movimiento era más fluido, sin embargo él seguía sin venirse. Entonces me dijo que si agarraba mis tetas terminaría más rápido, así que lo permití. El cabrón metió su mano por el escote de mi blusa y por debajo de mi sostén acariciando completamente mis pechos. Yo lo masturbé más rápido y fuerte con la intensión de que terminará. Su miembro se puso muy grande y mis dos manos apenas alcanzaban a tomar todo su miembro. Eyaculó y me pidió que lo limpiara cosa que no acepté, solo le di el papel higiénico y ahí lo deje.

A partir de esa ocasión cada vez que se presentaban los dos, yo sabía que tenía que hacer mi doble tarea. Como siempre atendía primero a mi novio, él me dejaba caliente para luego seguir con su amigo. Marcos cada vez incrementaba la osadía de sus caricias y varias veces me pidió que le chupara su miembro, por supuesto que no acepté. No llegaba a más, hasta que en una ocasión que yo vestía falda, Marcos metió su mano por debajo de ella y alcanzó a tocar mi intimidad. Al principio me sentí sorprendida y asustada pero estaba caliente y lo dejé que me acariciara. Lo masturbé sintiendo placer de que me tocara mi sexo. Por supuesto que yo oculté mi gozo ante él y mi novio. La siguiente vez vestí falda a propósito. Me calenté mucho mientras masturbaba a Raúl pues estaba segura que Marcos me tocaría nuevamente. Cuando mi novio terminó yo ya estaba ardiendo, aunque como siempre fingía para que mi novio no lo notara. Tan pronto comencé con Marcos, él inmediatamente introdujo su mano por debajo de mi falda. Acarició mi conchita de una forma sensacional que cuando quise detenerlo ya no pude. Metió sus dedos por debajo de mi panty y acariciaba directamente toda mi vulva. Esto hizo que él terminara rápido. Creo que si hubiera tardado más me habría metido su dedo y yo difícilmente lo impediría. Esa noche me masturbé en la intimidad de mi cama.

Por esos días mi papá recibió un crédito de vivienda y tuvimos que cambiar de colonia, al otro extremo de la ciudad de México. Con esto mi relación con mi novio casi terminó pues poco a poco fue dejando de verme hasta que dejó de visitarme. Yo me deprimí un poco, pero continué con mi vida y mis estudios, tuve varios novios hasta que conocí a Fernando, con quien me casé.

Mi vida con mi esposo había sido normal en todos los aspectos. Nuestras relaciones sexuales han disminuido en los últimos años y las tenemos dos o tres veces a la semana o en ocasiones una en quince días, pero para nosotros está bien. Hace unos meses requerí de reparar el control remoto de la televisión, así que lo llevé a reparar a un taller cerca de la oficina donde trabaja mi esposo. Al llegar al taller me llevé una sorpresa tremenda. El tipo del taller me llamó por mi nombre, diciendo si no lo recordaba. Mi primera reacción fue de extrañeza pues realmente no le reconocía. Estiró su mano saludándome y diciendo ser Marcos el amigo de Raúl. En ese momento le reconocí aunque ahora estaba gordo, con cabeza calva y cabello canoso. Titubé al saludarlo, desde luego que los recuerdos de cómo nos conocimos hicieron ponerme roja de vergüenza. Él sonrió confortándome y diciendo cosas que nada tenían que ver con nuestro pasado. Hablamos sobre la reparación del control remoto y quedó entregármelo el día siguiente.

Esa noche no podía conciliar el sueño. Encontrarme con Marcos me trajo recuerdos que yo había desechado. Esa noche recordé la forma en que lo conocí en nuestra juventud. Jamás pensé que volvería a verlo. No sabía qué hacer, no quería ir a su taller, aunque yo misma no sabía la razón de querer evitar encontrarme con él. Finalmente decidí que iría a recoger el control remoto ya que seguramente él estaría ahora casado, y solo tendría al igual que yo recuerdos vagos de esa época y no habría ningún problema.

Por la mañana me preparé para ir a la oficina y pensé pasar por el control antes de venir a la casa a comer. Después de bañarme, me puse una tanga de hilo dental con el frente transparente, y luego vestí una falda larga, por abajó de la rodilla, una blusa de algodón y un suéter. Mientras me veía en el espejo, sólo con la tanga, vino a mi memoria la forma en que me tocaba Marcos y el tamaño de su miembro. Sentí un cosquilleo en mi conchita y creo que se mojó.

Llegué al taller casi a las dos de la tarde. Saludé a Marcos y le dije que iba por el control. Me respondió diciendo que si hubiese llegado un minuto más tarde no lo hubiera encontrado porque estaba a punto de cerrar el negocio para irse a comer. De hecho estaba a punto de jalar la cadena para cerrar la cortina del local. Me dijo que saldríamos por la puerta que da al interior del edificio. No sé por qué lo deje que cerrara. Tan pronto estuvimos solos dentro de su local, me dio el control. Yo hice por buscar mi monedero para pagarle pero él me dijo que no le debía nada. Insistí en quererle pagar y me dijo que si de verdad quería pagarle entonces la mejor forma era haciéndole un último favor. Intuí que cosa quería, mas podría yo estar equivocada. Le pregunté qué favor. Me respondió que desde el día anterior solo había estado pensando en la forma en cómo teníamos nuestros encuentros y quería pedirme que nuevamente le tratara como en los viejos tiempos. Le dije que eso no era posible que lo pasado había quedado ya olvidado, que ahora yo era una mujer casada y me debía a mi marido y no sería capaz de traicionarlo.

  • No te pido que lo traiciones – me respondió- solo te pido que calmes esta ansia que mira como me tiene.

Con sus manos me mostró como tenía parado su miembro. Se veía un bulto grande por debajo de su pantalón.

  • No, no puedo lo siento – le dije con convicción, dirigiéndome hacia la puerta de salida.

Él se interpuso en mi camino. Me tomó de mis brazos rogándome que le hiciera el favor por última vez. Yo seguí negándome, haciendo intentos para que me soltara y salir del lugar. Marcos continuó con su terquedad, tomó mis manos y en sus ruegos, las colocó encima de su miembro. En cuanto sentí su cosota en mis manos, una corriente de calor recorrió mi cuerpo. Ahí me di cuenta que quizá yo también inconscientemente quería hacerlo. Mantuve mi negativa pues pensaba que Fernando, mi esposo, no merecía que yo hiciera algo semejante. Sin embargo, no retiré mis manos de su miembro, al contrario una de mis palmas estaba recorriendo la longitud de ese miembrote, ayudada desde luego por la mano de Marcos. Él ya no dijo nada, se quedó inmóvil y dejó que mi mano continuara acariciando su palote.

  • No, no puedo hacerlo – le dije retirando mi mano.
  • Sí puedes, si ya lo estabas haciendo – me respondió al momento que se bajó el cierre del pantalón y sacó su vergota.
  • No, por favor no insistas – respondí sin quitar mi vista de su cosota, ¡Que grande la tenía!
  • Por favor, mira como me tienes…solo hazlo por última vez – Insistió tomando mi mano y poniéndola sobre su palo.

Lo tomé sintiendo su dureza y lo apreté dispuesta a masturbarlo, sin embargo, me detuve al primer intento.

  • No, la verdad que no puedo – dije con una voz débil.
  • Ven – me dijo tomándome de la mano – será la última vez que lo hagas.

Dio unos pasos hacia tras, se detuvo justo delante de una silla. Desabrochó su pantalón, éste cayó por debajo de sus rodillas, jaló su trusa hasta sus tobillos y se sentó en la silla con las rodillas muy separadas.

  • Adelante – me dijo- hazme el último favor.

Me acerqué dudando si hacerlo o no. La ola de calor recorría mi cuerpo arremolinándose en mi vientre y unas punzadas fuertes hacían palpitar mi vagina. No sé cómo podía ocultar mi calentura, fingiendo una seriedad que estaba lejos de sentir le dije en tono casi molesto que efectivamente sería la última vez pues no pensaba regresar nunca. Marcos ni siquiera respondió, solo pidió que me apresurara.

Comencé a masturbarlo viendo los detalles de ese miembro, yo no lo recordaba tan grande y tan lleno de venas, seguramente se había puesto más gordo igual que su dueño. Mi pequeña mano apenas y alcanzaba a rodearlo. Por estar de pie mi postura no era buena para hacer ‘el favor’, Marcos levantó su sentadera de la silla y jaló un cojín que había ahí. Lo tiró al piso y me dijo que era para que me hincara. Yo le obedecí. Efectivamente en esta posición podía masturbarlo mejor. Su palote quedó a la altura de mi vista, recorrí con detalle ese miembro, pues a pesar de haberlo tenido varias veces, nunca lo había visto, pues siempre lo masturbe a oscuras. Era grande y grueso con venas que recorría toda la parte de arriba. Sus grandes y oscuros testículos subían y bajaban, al ritmo de mi mano, golpeándose en las piernas de Marcos. La cabeza de su miembro se puso muy roja y brillosa, la tomé con mi mano apretándola. Marcos habló:

  • Ponle saliva Gabriela.

Eso solía decirme cuando alcanzaba un nivel alto de excitación. Eso hice, escupí sobre mi mano y continúe mi tarea. Me sentía rara agarrando ese miembrote, aunque aparentaba estar en control por dentro estaba hirviendo.

  • Agárrala con las dos manos Gabriela, por favor – me dijo suplicándome.

Así lo hice, escupí en mis dos manos, con la intensión de acabar rápido y retirarme de ahí. Su miembro se puso muy duro. Mis dos manos subían y bajaban frenéticamente. Vi que la saliva escurría por sus huevos, así que con una mano se embarré la saliva en ellos, aunque la verdad yo quería tocar esos huevotes.

  • Ay que rico lo haces Gabriela – habló Marcos – más despacio, hazlo más despacio.

Sin darme cuenta comencé a complacerlo, lo comencé a masturbar lentamente, con una mano recorriendo todo su palote y otra acariciando sus testículos. Me pidió que le pusiera más saliva, cuando quité mi mano de su miembro de dijo que mejor escupiera directamente sobre su verga. Le tiré la saliva pero no atiné, ésta cayó sobre el dorso de mi mano y su pierna.

  • Pónsela de más cerca – me pidió.

Yo acerqué mi boca hasta muy cerca de la cabeza de su miembro y dejé salir la saliva. Con mi mano la esparcí a todo lo largo de su pene.

  • Más saliva, ponle más

Nuevamente coloqué mi boca muy cerca de su miembro, cuando la abrí para que saliera la saliva, él puso sus manos sobre mi nuca y levantó su cadera para que su miembro entrara en mi boca. Así de repente yo me encontraba con la punta dentro de mi pequeña boca, quizá por acto reflejo o porque yo lo deseaba comencé a mamarla suavemente. Abrí mi boca lo más que pude e intenté meterme la mayor cantidad posible, apenas y llegué a la mitad, porque sentía que iba a vomitar.

  • No así no – me dijo – chupa solo la cabeza.

Le obedecí. Con lentitud y a veces con rapidez comencé a mamar la punta. El miro hacia mi diciendo:

  • No sabes cuantas veces te imagine así. Con tus labios alrededor de mi cabeza.

Él me fue indicando qué hacer, yo coloqué mis labios alrededor de miembro con la cabeza dentro de mi boca y con mi lengua hacia círculos en ella.

  • Chupa suavemente, así… así…solamente la cabeza…mueve más rápido tu lengua.

¡Qué bien lo haces! Así Gabriela, deja tu lengua debajo y muévela de un lado para el otro.

Ahora muérdela despacio, despacio, así, así. Besa la cabeza, bésala con pasión.

Yo obedecí a todas las cosas que me pidió. Se la besé muchas veces. Luego me pidió que le chupara la cabeza muy despacio. Cerré mis ojos y me concentré en mamar esa vergota. Alterné chupadas y mordidas suaves sobre la punta de su miembro, hasta que me pidió que le lamiera los huevos. Yo levanté su palo hacia su abdomen y bajé lamiendo hasta sus testículos. Me decía que mi mano no dejara de masturbarlo. Yo creo que le gustó mucho porque comenzó a decirme muchas cosas. ¡Que era única! ¡Que la mamaba mejor de lo que esperaba! Me decía reina, ricura, preciosa y muchas otras cosas. La verdad que ni mi marido me había dicho tantas cosas. Por supuesto que yo me esmeraba ante tantos halagos. Su miembro creció tanto que se veía enorme, volví a masturbarlo y a mamársela. Cuando más rápido hacia, me detuvo.

  • Yo también te quiero probar – me dijo.

Yo no alcancé a reaccionar. Con rápidos movimientos se levantó, se puso detrás de mí y empujó mis hombros hacia adelante. Puse mis manos sobre el respaldo de la silla para detenerme. Marcos se agachó, cogió mis tobillos y los separó. Luego levantó mi falda e hizo a un lado mi tanga hundiendo su boca en mi sexo.

  • Esta muy mojada tu panchita – me dijo – déjame comerte.

A mí me urgía sentir algo en mi vagina. Su acción fue exactamente lo que necesitaba. Abrí mis piernas para darle más libertad. Su lengua me recorría toda, desde mi vulva hasta mi culo, haciendo sentir cosas muy ricas, como nunca antes.

  • Sabes muy rico, déjame probarte hasta el fondo.

Sentí sus manos separando mis glúteos y luego su lengua caliente introducirse muy adentro de mí vagina. La forma como movió su lengua que entraba y salía metiéndose cada vez más hizo temblar mi cuerpo. Abrí más mis piernas, deseosa de su lengua. Puso su boca sobre mis labios vaginales y comenzó a succionar todo mi sexo, esto desencadenó un orgasmo en mí. Provocó que yo me gimiera haciéndole saber mi gozo, lo cual hizo que él aumentara la fuerza con que succionaba mi sexo. Yo pedía en mis adentros que no dejara de chupar mi sexo, nunca había tenido un orgasmo de estos. Me estremecí, tomé mis senos y los apreté al mismo tiempo que subía y bajaba mi cadera para tallar mi sexo sobre su boca. Otra ola orgásmica recorrió mi cuerpo, apretaba más fuerte mis tetas y él no dejaba de meter su lengua hasta el fondo de mi vagina. Cuando mi culito quedaba sobre su lengua, él hacia intentos de querer meterla haciendo círculos sobre mi ano, lo cual me volvía loca, toda mi piel se ponía chinita como si tuviera escalofríos. Me vine sin parar ni dejar de gemir. No sé cuánto tiempo duré viniéndome, pero nunca me había durado tanto un orgasmo.

De momento sus manos apretaron con fuerza mi talle y sentí que algo se introducía en mí desde atrás. Quise protestar pero no tenía fuerza, además sentía tan rico que lejos de rechazarlo pedía en mis adentros que siguiera haciéndome lo que quisiera. El primer empujón me trajo a la realidad nuevamente, giré mi cabeza para verlo, justo cuando sentí otro empujón con una sensación de llenura en mi vagina. ¡Me estaba cogiendo! Me sorprendí porque era obvio que me metía toda su verga, no pensé que me cupiera. Me agaché un poco más y abrí mis piernas para que pudiera metérmela más fácilmente. Marcos casi enloqueció cogiéndome. Me la metía toda a una velocidad increíble. ¡Qué gozo me estaba provocando! Justo cuando se desencadenó otro orgasmo en mí sentí como sus espermas inundaron lo más profundo de mi vagina. Él se quedó inmóvil eyaculando dentro de mí pero yo comencé a mover mi cadera hacia delante y atrás tratando de apretar su verga con mi vagina. Marcos suspiraba y me pedía que no dejara de moverme porque lo estaba haciendo venirse más. Precisamente en ese momento mi orgasmo tuvo su punto más alto, moví mis nalgas lo más rápido que pude tratando de prolongar mi venida. Marcos continúo con sus manos en mí talle y recargó ligeramente su pecho sobre mi espalda hasta que yo dejé de moverme. Paré porque ya su miembro se había puesto flácido y ya no sentía yo lo mismo. Su verga salió de mi vagina junto con una gran cantidad de espermas. El semen recorrió toda la parte interna de mi muslo y mi pierna hasta llegar a mi tobillo metiéndose entre mi zapatilla y la planta del pie. Di la vuelta y levanté con mis manos mi falda para no mancharla con el semen. Marcos seguía ahí de pie, con su pene semierecto completamente mojado.

  • ¡Qué cabrón eres! – le dije – mira lo que me hiciste.
  • Perdóname no fue mi intención

La verdad es que yo me había puesto muy caliente. Y si él no lo hubiera hecho seguramente yo se lo hubiese pedido.

  • Tráeme algo para limpiarme

Me quité mi tanga que estaba muy mojada. Me dio papel higiénico y procedí a secarme y arreglar mis ropas. Tomé el control remoto lo metí en mi bolso y salí sin despedirme. Caminé presurosa con algo de arrepentimiento por Fernando, mi esposo, él no ha hecho nada para que yo le traicionara. Aunque la verdad es que fue algo fortuito y espero que no se vuelva a repetir…al menos que algún día decida regresar por mi tanga que dejé en la mesa de trabajo de Marcos.