El Reencuentro
Historia de una tarde de sexo entre dos ex-amantes que se reencuentran luego de varios años, cada uno ya con su vida hecha.
El teléfono llama otra vez. Sé positivamente que es él, queriendo coordinar para encontrarnos a charlar con alguna excusa laboral, pero siento que no es posible sólo charlar después de todo lo que hemos vivido juntos. Voy a mi estudio y sigo trabajando sin darle importancia al llamado, no quiero atender, nuestra situación es muy distinta ahora a lo que era cuando nos amamos. Estoy felizmente casada hace unos años y nunca engañé a mi marido, ni pienso en hacerlo. Por otra parte, quizás sea cierto que quiere hablar conmigo únicamente de temas laborales, quizás el tiempo lo ha cambiado tanto como a mí, ha pasado mucho tiempo y ya no somos unos niños, él muy probablemente también tenga una relación seria en su vida. Aliviada con estos últimos pensamientos me decido a atender de una vez ese ensordecedor teléfono.
-Hola, quién es?
-Hola Ayesha, como estas tanto tiempo? Soy yo, Marcos.
-Como estas Marcos! Todo bien por suerte, y vos? Contame el tema del trabajo que me mencionaste por mail.
-Todo bien por acá, el trabajo es un proyecto en Rosario que con mi gente no llego a hacer y pensé que te podía interesar.
-Si, me parece interesante.
-Bueno, entonces encontrémonos a discutir los detalles.
-Dale, perfecto, donde nos vemos?
-Venite a mi departamento mañana a la tarde que están remodelando mi oficina.
-Mmmm...A tu departamento? No podemos encontrarnos en otro lugar?
-Después de tantos años supongo que no me tendrás miedo, no? No seas tonta sólo vamos a hablar de trabajo, es una reunión cortita y si tuviera mi oficina lista nos veríamos ahí.
-Ok, nos vemos mañana martes a las 15 hs.
-Dale, está bien.
La llamada finalmente terminó y por un lado me quedo más tranquila pensando que realmente es un tema laboral pero por el otro estoy inquieta ya que no quiero ir a su departamento, es el mismo lugar en donde vivía cuando estábamos juntos y me trae muchos recuerdos, algunos buenos y otros no tanto.
El martes al mediodía empiezo a pensar qué ponerme, y sentimientos similares a esos olvidados hace muchos años vuelven a resurgir. Quiero estar hermosa, quiero que vea que el tiempo en el cual no nos vimos me sentó muy bien y estoy en mi mejor momento. Me pongo una pollera tubo color negro, una blusa de seda blanca y unos zapatos de taco muy alto color negro. Dejo mi largo pelo castaño suelto, tomo mi maletín y salgo para su departamento. Al llegar allí toco tímidamente la puerta y escucho su voz hablando por teléfono, me abre la puerta con una sonrisa y hace un ademán para que entre mientras continúa con la conversación telefónica. Una vez que corta nos saludamos cordialmente, es un poco raro volver a verlo ya que está casi igual que antes, el tiempo parece no haber pasado en su vida.
Me siento en el sillón del comedor y le pido que me cuente mas detalles del trabajo de Rosario, al tiempo que lo veo desconectar el teléfono. No obtengo respuesta. Se sienta a mi lado y me doy cuenta de todo, soy una tonta como pude haber caído en una trampa tan estúpida. Me dice que estoy hermosa y que se moría de ganas de verme una vez más pero si me decía la verdad yo nunca hubiera ido, y es cierto nunca lo hubiera hecho. Me levanto para irme, Marcos me toma entre sus fuertes brazos, me vuelve a sentar y me da un beso en los labios. Pensar que tanto sufrí, que tanto me costó olvidar esos labios y ahora esto, mi mente quería irse ya mismo de ese lugar pero mi cuerpo se sentía intensamente atraído hacia Marcos y quería revivir los momentos pasados junto a él. Empezó a besarme suavemente el cuello del lado más sensible, me olvidé de mi marido, del trabajo en Rosario y me transporté a esa primera vez en la que estuvimos juntos hace tantos años. Me desabrochó la blusa, me quitó el sostén e introdujo una de mis tetas en su boca mientras masajeaba la otra con gentileza. Su lengua recorría cada centímetro de mi pecho y se detuvo en mi pezón erecto que reclamaba su atención, luego se introdujo en la boca mi otro pecho, como me gustaba su forma de chuparme las tetas! Continuó besando mi estómago, mi ombligo, mi cintura, yo sabía adonde quería llegar y también lo deseaba. Despacito levantó mi pollera, se sentó en el piso, separó mis piernas y empezó a lamer golosamente la parte interna de mis muslos, la ingle, pasando su lengua por sobre mi tanguita que a esa altura ya estaba muy húmeda, se tomó su tiempo devorando esas partes y rozando mi sexo como al descuido sabiendo que de esa forma yo deseaba cada vez más y más que llegue finalmente a mi caliente conchita. Me quitó la tanguita y empezó a lamer ávidamente los labios de mi ansiosa conchita, mi clítoris, me penetró con esa lengua lasciva y húmeda, yo no aguantaba más y empecé a gemir desesperadamente, introdujo dos dedos dentro de mi sexo y comenzó a cogerme con ellos hasta hacerme temblar de deseo. Él se dió cuenta que yo estaba por acabar y fué acelerando sus movimientos, acabé en un profundo gemido mientras mi conchita se contraía en sus dedos, él se llevó los dedos bañados con mis jugos a su boca y los chupó con devoción.
Mi orgasmo pareció haberlo excitado bastante porque me tumbó en el sillón, se desabrochó el pantalón y comenzó a jugar con la cabeza de su pija en la entrada de mi conchita. Su pija estaba dura e hinchada, no podía esperar para sentirla dentro de mí. Me separó un poco las piernas y me introdujo ese pedazo enorme, sin importar su grosor la introdujo fácilmente gracias a lo húmeda que estaba mi conchita. Recordé su pija y lo bien que me la metía, parecía que hubiera sido hecha exactamente para mí ya que entraba justo y rozaba todos mis puntos sensibles. Marcos comenzó a embestirme cada vez más y más fuerte y a los pocos minutos yo ya no podía más, sentía que iba a explotar de placer, me aferré a sus nalgas para sentir toda la magnitud de su miembro dentro de mi y mordí suavemente sus hombros para contener los profundos gemidos que brotaban de mi ser, le susurré que su pija me volvía loca y que estaba por acabar y así fué, terminé en un orgasmo explosivo como hacía mucho nadie me hacía sentir. Yo sabía lo que el quería, lo que siempre quiso, así que me acomodé y le ofrecí mi duro culito pidiéndole que me lo llenara de leche. Él no podía creerlo e inmediatamente sacó su miembro bañado de mi néctar y lo introdujo muy despacio en mi colita virgen, la verdad que dolió bastante, pero pronto comencé a disfrutar un poco más de lo que dolía. El estaba fuera de sí, mi colita lo estaba volviendo loco y muy pronto llegó al clímax con un grito ahogado.
Fuí al baño a arreglarme un poco, nos acomodamos la ropa y comenzamos a besarnos como en los viejos tiempos, con besos largos y profundos llenos de pasión. Un rato después noté que su miembro estaba nuevamente erecto, lo cual me dió permiso para comenzar el juego tal como él lo había hecho, desabroché su camisa y besé su cuello, chupé sus tetillas, su pecho, su estómago. Me senté en el piso, llevé mis manos a su entrepierna y desabroché su pantalón liberando su imponente pija. Me metí en la boca la cabeza de su pene y la chupé con mi lengua, recordé del sabor de su pija y como me gustaba chuparla. Comencé a lamer todo el tronco y me lo metí en la boca hasta donde podía, sabía que él estaba disfrutando porque empezó a gemir y suspirar despacito. Disfruté mucho esa poronga que entraba y salía de mi boca, cada tanto paraba un segundo para lamer en detalle toda su cabeza. La respiración de Marcos se entrecortaba y yo sentía que estaba por acabar, me abrí la blusa porque quería que acabe en mis tetas y así lo hizo en un fuerte suspiro, pude sentir el chorro de leche tibia que corría por mis pechos.
En ese momento supimos que había sido el mejor sexo de nuestra vida y nos lo dijimos, mucho mejor que cuando estábamos juntos y mucho mejor que lo que teníamos con nuestras parejas actuales. Marcos me pidió por favor que me quedara, que pasara la noche junto a él pero ambos sabíamos que no podía, tenía que volver a mi casa. Antes de irme me rogó que volvamos a vernos, que no podía dejarlo así, pero yo no estaba segura ya que por más que había sido la mejor tarde de mi vida, sabía que había sido un error y que tendría que lidiar con ello. Volví a mi casa un poco más tarde de lo habitual y estaba mi marido esperándome con la comida, como si se tratara de un día cualquiera y sin tener idea de lo que había pasado, la culpa me carcomía el alma...