El Reencuentro
Hay situaciones, momentos, circunstancias que cambian radicalmente nuestra existencia hasta el momento.
Había pasado más de un mes de aquel encuentro fortuito con Pablo y no supe nada de él. Fui a casa de mi tía en numerosas ocasiones con la esperanza de que igual aparecería por allí, pero nada, ni rastro. Y no me atreví en ninguna ocasión a preguntarle a mi tía por él porque empezaría con su interrogatorio. Aquel día, el del funeral, nos despedimos atropelladamente, mi tía me agarró de un brazo hasta llevarme al lado de unos primos que ni conocía ni quería conocer. Le perdí de vista y no volví a verle en lo que duró la reunión.
Y no dejaba de pensar en aquel momento, recordando mi “accidente” y como gracias a él viví una de las experiencias más sorprendentes y excitantes de mi vida.
Yo, una chica que tenía una vida sencilla, aburrida diría yo, trabajo, quedar con los amigos de vez en cuando, leer algún libro, alguna peli en el cine y poco más, nada extraordinario, nada de salidas alocadas, actividades de riesgo y eso incluye mi relación con los chicos. A pesar de ser una chica llamativa, puedo contar con los dedos de una mano y me sobran dedos, las relaciones que he tenido con ellos. Siempre he sido muy especial, maniática y exigente en ese tema, no me vale cualquiera y prefiero estar sola que acompañada de alguien por no estarlo. A pesar de mi normalidad cotidiana, mi forma de entender el sexo y las relaciones íntimas con los chicos no viene siendo lo común o habitual, no soy como el resto de chicas, no como la mayoría, a mi me gusta sentirme dominada por los hombres, disfruto complaciendo. Siempre me ha llamado poderosamente la atención ese mundo, he leído, curioseado, fantaseado pero nunca me atreví a lanzarme y entrar.
Pero todo cambio ese día, el del “accidente” en el baño. Ese día un desconocido me arrancó de mi vida cotidiana y me llevo al otro mundo, a ese mundo con el que he fantaseado tantas veces. Me sorprendí a mi misma aceptando, no sin sorpresa, el sometimiento del que fui víctima y disfrutándolo. Y después con algún reparo y vergüenza, reconociéndole lo que me había gustado. Y lo peor de todo o lo mejor, según se mire, los deseos irrefrenables que tengo desde entonces de que volviese a ocurrir.
Una tarde en la oficina, al regresar de comer con mis compañeros, vi sobre la mesa de trabajo un sobre cerrado. Cuando lo abrí me quede sin aliento. No podía salir de mi asombro.
¡Era él! Después de más de un mes recibía aquella nota y una explosión de sensaciones y de dudas se apoderaron de mi, ¿Cómo sabía donde trabajaba? Del sobre cayó una de esas tarjetas electrónicas de apertura de puertas. Claro que me atrevía.
Y allí estaba, sin pensarlo y movida por mi instinto, por mis deseos, delante de la puerta de la habitación 524. Me había vestido con una blusa blanca, minifalda negra y botas altas, ropa interior de encaje blanco. Llevaba mi melena larga suelta y estaba hecha un flan, porque a pesar de aquella pequeña conversación, era un desconocido y el hecho de no saber lo que pasaría en esa habitación me desesperaba, aunque algo intuía. Introduje la tarjeta, abrí la puerta y entre.
Lo primero que hizo Pablo, según entré en la habitación, fue vendarme los ojos. Apenas pude vislumbrar la habitación en la que me encontraba y mucho menos a Pablo, pues se puso a mis espaldas e impidió que me moviese mientras me ponía aquel trozo de tela negro en los ojos.
Pero… ¿Qué me vas a hacer? – Dije al no esperar esa reacción de Pablo y dado mi nerviosismo.
Creo que no te he dado permiso para hablar, ¿verdad rubita? – me dijo con su boca pegada a mi oído.
Pero…
No hay peros, cierra el pico, has venido, ¿cierto?
Si.
Si, ¿qué?
Si…Amo.
Pues no me hagas perder el tiempo.
Si Amo.
Ves como sabes…mucho mejor.
Me quede muda, no veía, solo escuchaba y sentía, escuchaba esa voz penetrante y sentía su cuerpo revolotear a mi alrededor percibiendo como me observaba. Mi sexo empezaba a reaccionar.
Me gusta cómo vas vestida
Gracias Amo.
Desnúdate, ahora…y no te descalces.
El hecho de oír la voz de Pablo dándome la orden hizo que un escalofrío recorriese mi cuerpo, y sin dudar ni un momento, comencé a descubrir mi cuerpo...deslicé la cremallera de la falda que cayó al suelo, desabotonando la camisa hasta quedar abierta, la cual se deslizó por mis hombros hasta caer al suelo. Sentía su mirada, girando a mí alrededor.
- Estas preciosa. Levanta los brazos, las manos tras la nuca y abre las piernas.
Así lo hice. Pablo se colocó delante de mí y me dio un suave beso en los labios mientras con las manos empezó a tocar mis pechos, mis pezones, primero con suavidad, como tanteándolos, para pasar poco a poco a imprimir más fuerza en ellos hasta acabar pellizcándolos y retorciéndolos.
Llegó un momento en que hizo que aquello me doliera y emití un pequeño grito, por el cual él me dio un azote fuerte con la palma de la mano en cada uno de sus pechos.
-No recuerdo haberte permitido gritar.
-Si Amo, perdón.
-Quiero que intentes acallar cualquier sonido que vaya a salir de tu boca a no ser que yo te diga lo contrario, ¿Entendido zorrita?
- Si Amo.
-Bien, ahora vamos a ver lo que tienes entre las piernas – dijo deslizando su mano hasta llegar a mi coñito- Ummmmm depiladito, como a mí me gusta.
Metió la mano entre mis piernas, explorando mi sexo, desde el clítoris hasta la vagina pasando los dedos por los labios sin dejar un solo rincón si examinar.
-¿Así que ya estás húmeda? eres una zorrita muy viciosa y te gusta serlo, ¿es así?
-Si amo, me gusta ser una zorrita viciosa.
-Pero para mí, sólo para mí.
-Así es, solo para ti Amo.
-Demuéstramelo – dijo acercando a mi boca sus dedos llenos de flujo – Déjalos relucientes.
Al notar los dedos mojados en mis labios, no pude evitar, por impulso echar la cabeza hacia atrás, nunca me había probado a mí misma.
-¿Qué pasa? ¿Te niegas a probar tus propios flujos? ¿Te niegas a cumplir mis deseos?
-No, no, es que nunca lo he hecho- contestó ella con voz temblorosa.
-No me importa si lo has hecho o no- harás todo lo que yo te diga, y si no, sabes donde esta la puerta.
-Pero...-intenté replicar, pero no me dejó.
-¿Te vas a poner en plan rebelde? Olvidas que ahora estas en mis manos y puedo hacer contigo lo que quiera así que más te vale obedecer sin rechistar.
Dicho esto me cogió por el pelo y me obligó a abrir la boca con los dedos mojados metiéndolos, haciendo que se los chupara.
-Espero que esta sea la última vez que intentas desobedecer. De todas formas te vas a enterar tú de lo que hago yo con las zorritas desobedientes.
Me agarró del brazo y me deje guiar. Al poco me soltó y por el sonido pareció que se sentaba sobre una cama o colchón. Me cogió de la cadera y la acercó hacia él.
-Túmbate boca abajo en mis rodillas- me dijo.
Al instante supe lo que iba a pasar. Me iba a azotar por haberme rebelado. La idea me hizo estremecer...siempre había sentido el deseo de probar a ser azotada, pero ahora que la fantasía se iba a hacer realidad, pensé que no podría resistirlo. A pesar de ello y aunque las piernas me temblaban de forma incontrolada, me tumbe sobre él y entonces note que él debía estar completamente desnudo, pues sentí su piel directamente contra la mía, notando su polla dura contra mi vientre.
Cuando estuve recostada, el posó su mano sobre mi culo y lo acarició y pellizcó suavemente. Después ayudándose con la otra mano, separó las nalgas dejando toda mi intimidad al descubierto...
-Separa más las piernas zorrita...
Lo hice por impulso, sin dudar, movimiento que el aprovechó para abrir aun mas mi culo.
Durante un rato Pablo estuvo jugando con mi culo, pellizcándolo y magreándolo, como si quisiera calentarlo, hasta que por fin se detuvo. Y durante unos segundos, que se me hicieron eternos, no ocurrió absolutamente nada.
De repente, cuando menos lo esperaba, sentí el dolor del primer golpe. Fue rápido y seco y mucho más fuerte de lo que esperaba y no pude evitar dejar escapar un pequeño grito de mi garganta.
-No recuerdo haberte dado permiso para gritar.
-Lo siento amo, es que me ha dolido.
-Pues si este te ha dolido ya verás el resto. Este solo era una caricia de reconocimiento.
Me encogí al oír eso. Por un momento quise salir corriendo y olvidarme de todo aquello. Pero Pablo, como si hubiese adivinado mi intención de huir, paso el brazo que le quedaba libre por mi espalda de ella y me sujetó por la cintura con fuerza, de forma que no pudiese escapar.
Seguidamente, comenzó a descargar a gran velocidad una larga serie de azotes, repartiéndolos entre las nalgas o aplicándolos entre ambas, recorriendo toda la superficie de mi culo. Me retorcía y gemía intentando no gritar aunque no podía evitar que las lágrimas resbalasen por mis mejillas. Lo azotes se sucedían tan rápidamente que no tenía tiempo a calmarme entre uno y el siguiente. Sentía mi culo arder y debía estar completamente rojo, pero era consciente de que no era lo único que ardía. Mi coño se convulsionaba al ritmo de los azotes...era increíble la mezcla de dolor y placer que sentía...desde luego, nada de lo que había hecho hasta entonces me había hecho sentirme así, humillada, dolorida, asustada, pero sobre todo excitada de una forma muy intensa y morbosa.
De repente los azotes cesaron.
Poco después note como algo frió y mojado rozaba mi culo y se deslizaba por el...deduje que era hielo. El contraste del frío sobre mi piel, me provocó una sensación deliciosa. Debido al calor que desprendía mi trasero, los cubitos se deshacían rápidamente pero eran sustituidos por otros nuevos. Debió utilizar cinco o seis, dejándome el culo totalmente empapado, notando como el agua se deslizaba por mis piernas.
De repente Pablo abrió mis nalgas y sentí como un cubito rozaba el agujero del ano, haciendo círculos por él, y haciendo que este se contrajese debido al frio. Cuando por fin se derritió, cogió otro hielo y sin preámbulos de ningún tipo los introdujo en mi coñito. La sensación me hizo reaccionar dando un respingo y soltando una breve exclamación, por la que fui reprendida con un fuerte azote. A este hielo le siguieron otros dos.
Ya con los tres hielos dentro, me ordenó que me pusiera de pie, pero que no los dejase caer, tenían que derretirse dentro de mí. Los cubitos pugnaban por escaparse, pero conseguí mantenerlos dentro oprimiendo mi coñito, mientras sentía como el agua se deslizaba por la cara interna de sus mulos. Y mientras sentía mi culo caliente y mi coño muy frio, note como acariciaba mis pechos, los aplastaba y amasaba.
Me indicó que me pusiera en el suelo a cuatro patas, pero apoyada no en las manos sino en los antebrazos con la frente tocando el suelo y con las piernas muy abiertas, para que de esta forma tuviese el culo muy en pompa y todas sus partes accesibles. Pablo se colocó detrás de mí, entre mis piernas y desde ahí podía ver mi coñito brillante. Pasó los dedos por él, empapándolos bien para llevarlos hasta la entrada de mi culo y comenzó a acariciarlo impregnándolo del viscoso líquido.
Repitió la operación varias veces, hasta que presionando consiguió deslizar un dedo dentro, lo que provocó que arquease la espalda. Tras el primer dedo consiguió que entrara un segundo y un tercero y empezó a moverlos hasta que se deslizaron sin dificultad. Sin previo aviso sacó los dedos y de un solo movimiento metió su polla en mi coñito, entera de una sola vez y sin dificultad debido a lo mojada que estaba. Cuando pensé que estaba al límite, sacó de repente la polla dejándome con una sensación de vacío. Notó mi decepción y se acercó hasta mi oído para susurrarme:
-No pensarías que iba a dejar que te corrieras ya ¿verdad zorrita?
-Me gustaría correrme ahora amo- dije. Ante lo cual él me dio dos fuertes azotes, uno en cada nalga.
-Aquí lo que importa es cuando quiero yo y no cuando quieras tú. Solo piensas en correrse como una vulgar putita.
-Perdón Amo- se disculpó ella- solo me correré cuando ese sea tu deseo.
Sentí sus manos abrir mis nalgas y su polla apoyarse en la entrada de mi agujero. Me estremecí al darme cuenta que iba a ser penetrada por detrás.
-Te voy a romper este culito de zorrita que tienes, a ver si así aprendes a no hablar cuando no debes.
Comprendí que no podía hacer nada por evitarlo y que si protestaba iba a ser peor, así que intenté relajarme. Pablo empujó la punta de su capullo lentamente, abriéndose paso. Arqueaba mi espalda, pero aguantaba y no proferí ni un solo sonido. De vez en cuando la sacaba un poco para volver a hacer fuerza y meter un poco más hasta que al final, desapareció totalmente en mi interior. Entonces comenzó a moverse metiéndola y sacándola sin llegar a salir completamente del agujero. Pasó sus manos por debajo de mí hasta alcanzar mis pechos, acariciándolos, amasándolos y pellizcando mis pezones. Mi excitación era inmensa, jamás había creído que pudiese correrme siendo penetrada por el culo, pero estaba a punto de suceder. Arqueaba la espalda como una loca y seguía con las caderas las cada vez más rápidas y feroces embestidas de Pablo, intentando ahogar los gemidos que pugnaban por escapar de mi boca.
-Ahora zorrita- me ordenó entre jadeos- quiero que te corras ahora y no reprimas ningún sonido...
La orden fue como un interruptor, en cuanto tuve el permiso, sentí las intensas oleadas de placer naciendo de mi culo penetrado y repartiéndose hasta la última terminación nerviosa de mi cuerpo, al tiempo que sentía como él se corría dentro de mí, lo cual hizo que mis espasmos fueran aun mayores y el músculo de mi culito se convulsionara proporcionando a Pablo un orgasmo explosivo. Me desplome en el suelo y Pablo sobre mí. Tardamos unos minutos en recobrar el aliento...Pablo se levantó, me cogió en brazos y me llevó hasta la cama, tumbándose a mi lado.
-¿Querrás volver a repetir la experiencia, zorrita?- me preguntó con voz tierna.
-Si amo...-conteste.
Fue entonces cuando me quitó la venda de los ojos y volví a verle...