El reencuentro, 20 años después (9)
La cama compartida. Otra vez perdón la demora. Espero que les guste.
Alicia : Me acomodaste en tu habitación, no podía dormir. Mi cabeza daba vueltas y vueltas ¿cómo pude renunciar a tu amor? ¿cómo podría cumplir el ser tu amiga después de probar tus labios y sentir tu piel? ¿cómo pude enamorarme de ti en unas cuántas horas? Todo era una locura, la confundida era yo, me estaba dejando llevar por tu juventud. Había un silencio total, ni un ruido. Al final me quedé dormida.
Lía: Nos fuimos a dormir, no podía aceptar lo que me dijiste, no después de la forma en que nos besamos y tocamos, después de saber que me amabas. Lo iba a dejar estar por un tiempo, si había esperado tantos años, no importaba tener que esperar un poco más. Me levanté y fui a verte, estabas completamente dormida, quería besarte y estrecharte en mis brazos, que pudieras sentirte segura. Me fui al estudio y me recosté, no había forma de poder dormir, tocaba mis labios palpitantes recordando el roce de los tuyos, tus manos en mi cuerpo… ardía en una especie de fiebre. Al rato comenzó a llover de nuevo y vinieron a mi mente las imágenes de mi cuerpo pegado al tuyo en aquella isla; dormir sintiendo el latido de tu corazón, ese extraño cosquilleo por todo cuerpo. No, no podía renunciar ahora que te tenía tan cerca. La naturaleza vino en mi ayuda, comenzó una tormenta eléctrica y aunque hacía años que había superado mi miedo decidí usarla a mi favor.
-Alicia, Alicia –te llamé con voz suave.
-¿Mmm? –abriste los ojos y yo estaba a un palmo de ti, casi besándote- ¡¿Qué sucede?! –preguntaste un poco asustada y retrocediendo.
-Perdón, pero hay tormenta eléctrica y… me da vergüenza, pero aún me dan miedo los rayos. ¿Puedo dormir contigo? Prometo no molestar –Me miraste con cara de horror, yo puse mi mejor cara de niña desvalida.
-Está bien, espero no roncar para no incomodarte.
-Gracias –y te sonreí.
Mi cama era matrimonial, te recorriste al lado derecho y de volteaste dándome la espalda.
Alicia: Llegaste a la habitación pidiendo dormir conmigo, acepté y te di la espalda; otra vez no podía dormir, temía que intentaras algo… o lo hiciera yo. Te acostaste en el otro extremo de la cama envuelta en una frazada, evitando que nuestros cuerpos se tocaran; te dormiste en un segundo y suspiré aliviada, todo estaba en mi imaginación, había logrado que aceptaras la situación. Me quedé dormida.
Después me desperté sobresaltada, aún no amanecía, sentí en peso de tu cuerpo sobre el mío. Con la escasa luz que se colaba entre las cortinas pude ver que estabas en la misma posición que habías dormido durante el viaje a la playa: un brazo y una pierna sobre mi cuerpo y tu cabeza en mi pecho, quise moverme para salir del abrazo ¡Oh Dios! ¡No puede ser! En vez de eso te exploré con la mirada, te toqué con cuidado para no despertarte. El contacto con la suave piel de tu brazo me lanzó una corriente eléctrica que recorrió todo mi cuerpo y en susurros te hablé:
-Mi niña, mi hermosa ¿Cómo no amarte? ¿Cómo no amar la delicadeza y fragilidad de tu cuerpo? ¿Cómo no amar la fortaleza de tu corazón? No puedo encadenarte a mí, ahora no lo ves pero en unos cuantos años seré vieja y tú aún serás joven, querrás comerte el mundo y yo sólo descansar, no quiero ser una carga para ti… Tendré que resistir verte en otros brazos, todo con tal que seas feliz.
Mientras decía eso, me atreví a quitar el cabello que caía en tu cara y acariciarla, besé tu frente con temor a despertarte.
Lía: Esperé a que durmieras y te abracé como aquella vez en la playa, me hacía tanto bien sentir tu cuerpo, escuchar latir tu corazón. Seguía ardiendo, el amor y el deseo contenidos, pensé intentar algo pero era tu turno, no podría soportar otro rechazo. Poco a poco me fui relajando, empezaba a adormilarme cuando sentí tu mano tocar mi brazo, apartar mi cabello y hablarme bajito… Tuve que contenerme para no responderte, fingir que seguía dormida y no me enteraba de nada.
Alicia: Estabas relajada, tan bella mientras dormías… rocé tus labios muy suavemente, apenas un toque para no despertarte, te moviste y temí lo peor, pero al mirarte seguías dormida con una leve sonrisa dibujada en tus labios.
Lía: ¡Me besaste! Un roce, casi nada, empezabas a flaquear. Me moví un poco para acomodarme y me siguieras besando, no pude evitar sonreír, tus barreras estaban cayendo.
Alicia: ¡Tenía que irme de allí! No iba a soportarlo más, mis manos estaban como mariposas revoloteando a tu alrededor, y mi boca pedía más de ti ¡Estaba a punto de enloquecer! Pero no podía levantarme, no quería despertarte, no quería dejar de sentir tu cuerpo. Me sentía como una adolescente enamorada por primera vez. Vino a mi mente Rosalba, la quise, realmente la quise; pero no así, no como en ese momento sentí que te ama, pensar que mañana sería otra quien te tuviera entre sus brazos, quien saboreara tus labios… ¡todo por cobarde!
Lía: Dejaste de tocarme, temí que te levantaras y te fueras, pero no. Oí tu respiración entrecortada y suspiros que salían de tus labios. No podría aguantar mucho más tiempo fingir que dormía.
Alicia: Quizá tenias razón, era mejor sentirse amado durara lo que durara. Me armé de valor y volví a besarte, esta vez más intenso, con ganas de despertarte y despertar tu deseo.
Lía: Volviste a besarme, ya no era un roce, tus dientes mordisqueaban mis labios ¿Debía esperar o dar rienda suelta al deseo?
Alicia: Permaneciste quieta, parecías aún dormida; volví a tocar la piel desnuda de tu brazo, fue un roce lento y sentí tu piel erizarse, estabas despierta. Acaricié tu pierna, tomé tu cadera y la acerqué a la mía. Entonces dejaste de simular que dormías, me abrazaste y buscaste mi boca con la tuya, tus labios ardían de tal forma que pensé estabas enferma:
-Abre los ojos Lía –me miraste, tus ojos brillaban, las lágrimas contenidas- ¡te amo, te amo mi niña! ¡no sé cuándo, no se cómo pero te amo!
Callaste mi boca con un beso tierno y apasionado, dijiste “te amo, siempre te he amado y siempre te amaré”.
-Lía –dije muy seria, abriste los ojos con miedo y recelo- quiero que me prometas algo.
-Lo que quieras vida mía.
-Cuando sientas que soy un obstáculo en tu vida, me lo dirás sin temor.
-Eso no sucederá.
-Promételo por favor.
-Te lo prometo porque estoy segura que nunca podré dejarte de amar, no importa que seas una anciana, amaré tus achaques y besaré tus canas, sentiré por tu piel marchita el mismo deseo que en este momento me consume, tus arrugas serán una aventura para explorar.
Alicia: No pude contenerme más, rodé sobre ti y te besé toda, desde la frente; me entretuve disfrutando la suavidad y dulzura de tu boca dulce como la menta. Tu barbilla fue un desafío, demorarme en tus orejas para susurrar palabras de amor, deslizarme a mordiscos por tu cuello. Me senté y te subí a mis piernas (nuevamente a horcajadas) quisiste tomar el control pero no te dejé, era mi turno de demostrar lo que sentía. Te saqué la camiseta y aparecieron ante mis ojos tus senos como botones de flor, pequeños y perfectos, te miré a los ojos y vi tus mejillas llenas de rubor, aún no te tocaba y ya tu respiración estaba agitada. Demoré el momento del placer, regresé a tus labios y acaricié tu espalda, te estremeciste y dijiste “te amo Al, te amo”; volví a bajar por tu cuello y al fin llegué a tu pecho, los besé apenas tocándolos, todo el rededor sin llegar al pezón, eras todo gemidos. Al fin tomé uno de tus pezones, no lo besé ni succioné, solo lo metí en mi boca, hasta entonces te habías dejado hacer, los brazos laxos a los costados y la cabeza hacia atrás.
Lía: Era increíble sentir lo que tu boca y manos me hacían, había tanta dulzura en cada toque, nada de prisa, me sentía colmada, estaba aturdida, con un nudo en la garganta, comencé a llorar.
Alicia: Te escuché sollozar, vi lágrimas rodando por tu rostro, te tomé en mis brazos y te acuné:
-Mi niña ¿qué te pasa? ¿qué tienes? ¿por qué lloras?
-Es la felicidad, esto es un sueño, el mejor de mi vida.
-Podemos esperar.
-No puedo, no quiero, sigue… por favor. Jamás me sentí tan amada.
Volví a besarte en los labios, ahora con más ganas, los mordí y dejé que mi lengua recorriera cada resquicio, quería que sintieras mi amor y pasión. Tomé cada uno de tus pezones, los besé y succioné mientras tus piernas se cerraban en torno a mi cintura y tus manos luchaban por arrancarme el pijama. Abrí yo misma los botones de la camisa, tus manos temblaban tanto que era imposible que pudieras hacerlo, metiste tus manos y me llenaste con tu abrazo. Nuestros senos se tocaron, besaste mi cuello e intentaste seguir bajando, te lo impedí.
Te bajé de mis piernas y terminé de desnudarte, solo un pequeño short se interponía en mi camino. Tendí tu cuerpo en la cama con toda la delicadeza posible y proseguí mi camino hacia el sur. Besé cada una de tus costillas, me demoré en las profundidades de tu ombligo; evité tu sexo aunque sentí su aroma como una flor de primavera, tomé entre mis manos cada una de tus piernas y las besé todo lo largo, con pequeños toques, quería de verdad hacerte el amor, que no fuera solo sexo, quería que disfrutaras cada toque, cada beso, que jamás olvidaras nuestra primera vez…
Lía: Te estabas demorando, de mi garganta escapaban sonidos inconexos, casi balbuceos, no podía levantar la cabeza para mirarte, estaba en estado de trance, subiste de nuevo y al oído me pediste que diera la media vuelta. Levantaste mi cabello y mordiste mi nuca, una corriente recorrió mi columna vertebral, volviste a mi boca y depositaste suaves besos, te fuiste a explorar mi espalda, cada centímetro. Tus manos en mi cadera fueron una revelación, tu boca las siguió.
Alicia: Terminé de desnudarme, puse mi cuerpo sobre el tuyo y suspiramos al mismo tiempo.
-Por favor –dijiste con voz entrecortada.
Me levanté y te pusiste boca arriba, extendiste tus brazos y me metí en ellos, nos besamos largamente, tus manos explorando mi cadera. Solté tu boca y volví a bajar ahora más a prisa, por el camino conocido. Flexioné tus piernas y las abrí delicadamente; aspiré de nuevo tu perfume, ahora más de cerca, la luz que se colaba por la ventana sólo señalaba contornos. Acerqué mi boca y besé tu vulva, suavemente, como lo hice con tu boca poco a poco introduje mi lengua de forma juguetona, escuchaba tu respiración cada vez más fuerte, ni quería terminar tan pronto, me retiré unos segundos. Busqué al tacto tu clítoris, y una vez que lo encontré le di masaje despacio, tus caderas se movían al mismo ritmo; lo tomé con los labios y lo succioné de a poco, abrí la boca y sorbí tu vulva nuevamente. Metí la lengua poco a poco, a ritmo constante, mis manos aferraron tus caderas para no perderlas. Me introduje por completo y mientras entraba y salía tu cuerpo era toda sensibilidad hasta que no pudiste más y te dejaste ir.
Subí por tu cuerpo y me recosté a tu lado, tenías los ojos cerrados, tu respiración aún agitada, quedo al oído te susurré “aún no termino”. Toqué tus cuerpo con mis manos, como si fuera un lienzo y yo la artista, volví a tu sexo y te introduje un dedo mientras miraba tu rostro, abriste los ojos y los fijaste en los míos volviste a decir “te amo Al” y te apoderaste de mi boca, ahora eras tú quien me mordía y exploraba con la lengua. Mi mano no se detuvo e introduje otro dedo, suspiraste y me soltaste para poder respirar. Te acomodaste de costado para quedar frente a frente, tocaste mis senos hiciste el intento de bajar a ellos pero el tercer dedo te detuvo, parecías pez fuera del agua intentando respirar. Estabas tan estrecha, tan cálida, no tuve tiempo de detenerme, tu cuerpo cobró vida y atrapó mi mano, tu cadera marcaba el ritmo de la penetración, un sonido ronco brotó de tu garganta y te detuviste.
Saqué mi mano y te abracé, tus piernas y las mías se enredaron. Permanecimos quietas y llegó el frío, nos cobijamos; el calor, el cansancio y las emociones nos hicieron dormir.