El reencuentro, 20 años después (5)
Sin despedida
Tomé suavemente tus manos y las quité de mi rostro sin soltarlas.
-Tengo que confesarte algo –dije mientras bajaba la mirada.
-Sólo dime porque desapareciste.
-No es fácil de explicar, es un recuerdo muy doloroso.
-¿Y lo que me ha dolido a mi todo este tiempo?
-De acuerdo, solo prométeme que me dejarás hablar hasta el final, que a mitad del relato no te vas a ir.
-Lo prometo.
-Bien, ¿recuerdas a Rosalba?
-Sí, era maestra como tú, pero trabajaba en otra escuela. Eran muy amigas.
-Por un tiempo compartimos el departamento.
-Mi mamá decía que por eso no podía ir a quedarme contigo cuando pedía permiso para ir el fin de semana.
-Bueno, pues… a ella la conocí en un curso; nos tocó trabajar en el mismo equipo, fuimos haciendo la plática, nos dimos cuenta que no vivíamos muy lejos y para el final del curso ya éramos grandes amigas, intercambiamos teléfonos y quedamos de frecuentarnos. Nos estuvimos viendo por un tiempo.
-Sí, alguna vez me tocó acompañarlas. Creo que a mi madre no le caía bien tu amiga.
-Tienes razón, no le caía bien.
-¿Por qué?
-Rosalba y yo nos dimos cuenta que lo que había entre nosotros era algo más que amistad, y decidimos intentar una vida juntas. Al principio no se lo dijimos a nadie, hoy en día empiezan a aceptar la diferencia de elección, pero hace veinte años… era impensable, además la naturaleza de nuestra profesión, temíamos que los padres pensaran que por nuestra preferencia sexual resultáramos mal ejemplo para sus hijos, o que pensaran que también ellos podían gustarnos…o tantas cosas raras que pasan por la cabeza de las personas.
Levanté la vista y te miré a los ojos, en ellos vi una mezcla de ternura, dolor y algo más que me resistí a calificar.
-El caso es, que dada la confianza que había con tu mamá, decidí decirle la verdad. Pensé que comprendería, después de todo yo los sentía a todos ustedes como mi propia familia. Me dejó hablar, pero una vez que hube terminado me dijo que debía elegir entre llevar una vida “normal” o hacer de cuenta que nunca nos conocimos. Si yo elegía lo primero, ella se encargaría de decirle a Rosalba que todo había sido un error, que me encontraba confundida y ahora que lo había pensado bien las cosas no podían continuar; tu madre me conseguiría un nuevo lugar para vivir y me llevaría con un psicólogo amigo para “arreglarme” y al sacerdote de su iglesia para que perdonara mis pecados.
-¿Por qué no te despediste de mi? –llorabas a mares.
-Lo intenté, pero tu mamá no me dejó. Dijo que ella se encargaría de explicarte. Para entonces ya cursabas la secundaria y no te veía con frecuencia.
-¡Pero fui a buscarte a la escuela! Y todas las veces te negaste a que me dejaran entrar.
-¿Yo? No tenía idea de que ibas a buscarme.
-¡Pero te fuiste de ahí al poco tiempo!
Comenzó a llover, pero no nos movimos de la banquita.
-Tuve que hacerlo, no sé como llegó a oídos del director toda la historia, y me pidió que por mi bien y el de la escuela me fuera de ahí. No era una petición, aunque hizo que así pareciera, no tuve opción.
-¿Por qué no me buscaste?
-Lo intenté, tenía que explicarte. No quería que pensaras que no importabas en mi vida, pero no tuve oportunidad. Todas las mañanas y tardes iban a llevarte y buscarte a la escuela, a la tienda nunca ibas sola, si llamaba por teléfono estabas ocupada o no estabas, hasta intenté que tu hermano te diera una carta mía, pero la rompió frente a mi y se fue. Después de ese episodio, tus padres fueron a buscarme a mi casa a decirme que te dejara en paz, que si pensaba que iban a dejar que te pervirtiera, estaba muy equivocada, que me fuera para siempre de sus vidas. Y lo hice…
-No sabes cuantas noches lloré tratando de imaginar qué estarías pensando y sintiendo, Rosalba siempre me decía que algún día podría explicarte y lo entenderías.
-Varias veces me escapé de la escuela para buscarte en tu casa, pero ya no vivías ahí y nadie me daba razón. No quería ir a la escuela, no quería comer, no quería estar sin ti. Mi madre no me dio explicación alguna, sólo dijo que de buenas a primeras te habías marchado sin avisarle a nadie, que seguramente habías hecho algo malo para irte así. No podía creerle, no quería creerle, tú nunca te me abandonarías así. Ahora entiendo porque después de eso mi madre se empeñó en llevarme al psicólogo, seguramente tuvo miedo de que me hubieras contagiado, ¡que terribles años pasé! Cada vez que había una fiesta mi madre se empeñaba en conseguirme pareja para bailar, no me dejaba tener amigas, sólo amigos. Tuve que esconder todas las fotos en las que aparecieras, porque si mi mamá las encontraba, las rompía y tiraba sin importar cuánto suplicara que no lo hiciera… ¿Y Rosalba? ¿Vino a vivir acá contigo? –me preguntaste.
-No -y no pude reprimir mi dolor y lloré como nunca lo había hecho. Soltaste mis manos y me abrazaste, estábamos mojadas por la lluvia, pero en tu abrazo había tal calidez que te pedí:
-Por favor no me sueltes.