El reencuentro, 20 años después (2)

El sitio de taxis- recuerdos

Después de un rato de silencio dijo:

-Yo te conozco-

Ni siquiera lo pensé:

-Yo creo que me confundes, hace menos de un mes que llegué a vivir a esta ciudad y antes nunca estuve aquí. Aunque cuando te vi, me pareció reconocer algo familiar.

-Piensa…La observé por un momento.

-Compañera de escuela… no, eres demasiado joven; de trabajo tampoco por la misma razón (saqué unos lentes de mi bolsa y me los puse) ¿podrías darme alguna pista? Ahora sí su cara era de franca diversión, incluso su boca dibujaba una sonrisa.

-Nos conocimos cuando tenías 21, y entonces no usabas lentes.

-¿En serio? Seguro que entonces eras una niña ¡Si aún lo eres!

Volvió a ponerse seria.

-¿Dije algo malo?

-¿De verdad no te acuerdas? Yo he pasado 19 años pensando en ti.

Me dio un escalofrío, pensé “esta chica me está tomando el pelo ¿en qué me metí?” la observé realmente concentrada. Esos ojitos me hablaban, no lograba entender lo que me decían pero sabía que me estaban diciendo algo.

-¿Puedes darme más referencias? no logro imaginar dónde pude conocerte; calculo que tendrás unos… ¿25 años?

-Sí…

-Entonces… ¿habrás tenido 6 cuándo nos conocimos? Vi un breve destello en sus ojos. ¿Fuiste mi alumna el primer año que trabajé? ¡No!

-Sí, ¿sabes quién soy? ¿Recuerdas mi nombre? Me dijo, y creí escuchar entusiasmo en su voz.

-Dame un minuto, a mi edad ya no es tan fácil. Y los niños cambian tanto en tan pocos años…

La miré con detenimiento, cabello oscuro y lacio, cara terminada en un mentón un tanto cuadrado, fuerte, frente mediana rematada en una nariz pequeña aunque aguileña, ojos rasgados con pestañas medianas, boca mediana y de labios finos. Pero sobre todo, los ojos…

-¡Eres la chillona!

Hizo una mueca de disgusto y dijo: ¿Así que no recuerdas mi nombre?

-Claro, Lía. ¡Tú nombre es Lía! Dije con el orgullo de quien ha aprobado un examen difícil.

El comienzo (Primero, segundo y tercero de primaria)

Sí, ese es mi nombre, después de todo no te has olvidado de mí -dijo y creí percibir tristeza en su voz.

-Pero cuéntame que ha sido de tu vida, ¿qué haces viviendo aquí? ¿A qué te dedicas? ¿Dónde está tu familia?

-Demasiadas preguntas para alguien que desapareció de mi vida hace tanto tiempo y jamás hizo por comunicarse ¿no?

No pude mirarla.

-Tienes razón, le dije, no tengo derecho de preguntar nada. Comencé a llorar, en silencio, sin levantar el rostro, ambas permanecimos lado a lado sin pronunciar palabra hasta que dijo que era tarde, que esperara y seguro llegaría un auto en cualquier momento. Asentí con la cabeza y le di las gracias sin cambiar de postura, no se movió por un rato.

-Pensé que darías una explicación, dijo y se levantó de forma brusca. Creí que se había marchado y me levanté para caminar, no entendí porque se sentía tan herida conmigo. Al levantar la cara la tenía frente a mi, sus ojos penetraban los míos, me abrazó, pegó su frente a la mía y rompió a llorar.

-¡Eres tan injusta y tan fría! –dijo mirándome a los ojos- Tantos años y ni una sola llamada, ni una carta contestada, ni una dirección donde buscarte, pensé que me querías. Qué tonta, solo fui una más entre tantos niños.

Estaba desconcertada, después de todo ese tiempo…