El recuerdo de una fecha especial
Por cada planta que el ascensor dejaba atrás mi corazón subía las pulsaciones. Estaba nervioso, siempre que sé que voy a verte me pasa, tu sola presencia ya altera mis sentidos...
Por cada planta que el ascensor dejaba atrás mi corazón subía las pulsaciones. Estaba nervioso, siempre que sé que voy a verte me pasa, tu sola presencia ya altera mis sentidos. A la vez que el ascensor abría sus puertas en la planta 13, mi rostro esbozaba una sonrisa; tan solo una puerta nos separaba.
Saqué las llaves y con cuidado abrí la puerta, no quería que me escuchases . De puntillas, me dirigí a tu cuarto. La puerta estaba abierta. Me paré en el umbral para poder contemplarte. Estabas sentada frente a tu escritorio. Llevabas el pelo en una coleta, y de ropa, únicamente el pijama, como más tarde descubriría. La tenue luz de la lámpara de tu mesa otorgaba a la estancia un ambiente mágico, o quizás era fruto de tu presencia.
Me acerqué poco a poco, el corazón se me iba a salir por la boca, y por fin te abrace. Diste un pequeño suspiro, te habías sobresaltado, tus músculos se notaban tensos. Pero eso duró sólo un segundo, el tiempo que mi perfume llegó a tu nariz. Tu cuerpo se relajó y susurraste mi nombre. Yo, mientras, te besaba la parte trasera de tu cuello, tu piel se erizó en respuesta. Seguí con pequeños besos hasta llegar a tu oído donde con una tenue voz te dije: "sorpresa". Tus manos buscaron las mías y ambos sentíamos el temblor del otro. Recuerdo que yo seguí con un pequeño mordisco en tú lóbulo a la vez que tú suspirabas. Me paré y tú giraste la cabeza hacía ese lado, nuestros ojos se encontraron, así estuvimos unos segundos, mirándonos, hasta que al final nos besamos. Eran besos suaves al principio pero poco a poco subieron de intensidad. Te tomé a horcajadas mientras seguíamos besándonos. Tú pies tenían apresada mi espalda, se notaba que nos deseábamos con locura. Alternamos los besos entre nuestros labios y cuellos. Solo se escuchaba el húmedo sonido de los labios, así como el de los suspiros. Agarrabas mi pelo con fuerza, estábamos extasiados. Te tumbé en la cama. Me quité la camiseta y te contemple tumbada. Era una imagen preciosa, en tu mirada se podía percibir la lujuria. Me quité las zapatillas y seguimos nuestros besos ahora tumbados.
Mis manos recorrían cada parte de tu cuerpo, primero sobre la ropa y después bajo ella, así fue como note que no llevabas ropa interior. Eso, hizo subir aún más mi temperatura corporal, acelerando mis movimientos. En uno de esos roces con tu cuerpo fue cuando note la humedad de tu vagina, fue la gota que colmó el vaso. Te quite primero la camiseta mientras nuestros besos eran cada vez más pasionales. Tus gemidos eran cada vez más notables. Me empujaste para que me incorporará, abriste el botón del pantalón y tiraste hacia abajo. Tú también te sorprendiste al ver que yo tampoco llevaba ropa interior. Me miraste a los ojos mientras te mordias el labio. Tus brazos empezaron a acariciar mi torso a la vez que tus labios se posaban en mi parte baja del vientre. Noté un cosquilleo por todo el cuerpo, mientras tú lengua dibujaba figuras es mi cuerpo, yo no aguantaba más y tú te introduciste mi miembro en tu boca. Nunca lo había sentido tan duro, tú lengua y mano jugaban con el, yo solo cerraba los ojos y disfrutaba. Mis piernas temblaban hasta que no aguante más y te volví a tumbar. Te quite tus pantalones. Subí hasta tu cuello donde te di pequeños mordiscos. Descendí hasta tus pezones ya erectos, jugaba con ellos, tus suspiros me volvieron loco. Bajé dándote besos hasta tu llegar a tu vagina.
Podía ya oler tu sexo, un olor maravilloso. No aguanté la tentación, estabamos muy calientes y no estábamos para juegos. Empecé a lamer tu clítoris, estaba muy excitado. Notaba como tus flujos empapaban mi boca. Suspirabas cada vez más rápido hasta que tú cuerpo se arqueo y tus piernas apretaron mi cabeza al tiempo que te corrías. Fue maravilloso, empezamos a besarnos nuevamente como locos, mi miembro estaba cada vez más cerca de tu vagina. Se estaban rozando, podiamos notar el calor y palpitar del otro. Un palpitar que hasta un sordo oiría. Mi cabeza empezó a introducirse poco a poco en tu vagina. El calor que se sentía era impresionante, nuestros besos se interrumpían solo por los suspiros. Por fin entró toda, se notaba una presión que jamás antes había experimentado. Empezamos a follar como nunca antes, el sonido que se producía con cada penetración era mágico. Estábamos cerca del clímax, era prácticamente imposible distinguir cuál era tú cuerpo y cuál el mío. Tú vagina se contrajo a la misma vez que yo me corrí. Jadeando, nos miramos, sonreímos y soltamos una risilla de complicidad. Nos dimos un pico antes de que me tumbase sobre ti para recuperme de tal experiencia. Todo terminó con un "te quiero "de ambos en el oído del otro.