El recuerdo confuso de Luisana

El pasado, no importa las medidas que se tomen al respecto, siempre nos alcanza...

El recuerdo confuso de Luisana.

Mariana

Esa noche me había decidido a depravarme, a hacer desastres, rumbear y beber hasta que mi cuerpo colapsara. Quería olvidar; lo gracioso era que no quería olvidarme de un amor, de un engaño, quería olvidarme de mi padre y sus decisiones, ¡Dios! Es el único padre que conozco que apoyando la decisión de su hija por estudiar administración de empresas es capaz de hacer que aborrezca a más no poder lo que creí, en algún momento de mi vida, era mi pasión.

Siempre fue obvio que nuestro padre nos quería en su compañía, protegiendo su legado y no me parecía tan grave. Desde pequeña me encantan los números, pero en el minuto que escucho que tomaría administración en la universidad se puso demasiado intenso, llevo a penas un semestre y medio y no he tenido ni un segundo de paz. Me gusta la administración, o me gustaba, arghh ya ni se, en fin quería graduarme y ayudarle en la compañía parcialmente, no como me tiene sometida a un régimen de esclavitud que no puedo soportar.

Este día es el último de una larga semana en la empresa de mi padre. Una pesada semana en la cual compartí cada minuto de mi día a su lado, oyéndolo, acatando sus órdenes. Estaba demasiado emocionado creyendo que yo sería quien heredaría por completo su carácter y esclavitud laboral; éramos los primeros en llegar a la empresa y los últimos en salir, casi a media noche. Al primer día ya había agotado mi paciencia, un poco después ya me había hecho dudar sobre mi amor hacia la carrera; y hoy ya lo logro, logro sacarme de mis casillas, logro hacerme aborrecer la profesión que más deseaba.

Pero ya no mas, no pienso mas sino que en la bebida y el vacilón (disfrute).

Victoria y yo ya habíamos recorrido varias discos y para nosotras la noche ni siquiera había entrado en su mejor momento.

Llevamos toda la noche engañando a los chicos que se nos acercan, dando datos y números de celular falsos, haciéndoles creer que deseábamos algo pero al aburrirnos, en pocos minutos, nos íbamos a otra disco. Nos hallábamos al otro extremo de la ciudad, donde nadie nos reconocería y donde no dejaríamos que nos conocieran pues, pretendíamos continuar con el infantil juego, juego que por muy inmaduro que sea, estaba logrando distraerme por completo.

Victoria y yo nos abrimos paso en otra disco más y como ya veníamos haciendo fuimos a la barra en espera de los tontos que caerían en nuestro juego.

Gabriela.

  • ¿A dónde iremos hoy? – me pregunto David mientras terminábamos de reparar una camioneta.

  • ¿No te basto con la salida de anoche? – se carcajeo.

  • ¡No! – acompañe su risa.

  • Llegamos a las 7am y pasamos directo al taller, ¿te parece poco?

  • Ja, ja, ¡sí! - ¬¬’ – anda, ¡deja lo aguafiestas!

  • Ja, ja ¡espero tengas buenos planes!

  • ¡Siempre los tengo! – me reí de su arrogante picardía.

David y yo estábamos tratando de disfrutar al máximo esa semana, la última antes de que iniciáramos un nuevo semestre de nuestra carrera.

A eso de las once arribamos a la misma discoteca mixta a la que habíamos ido la noche anterior, a solas pues la compañía la noche la traería.

David y yo tomábamos un par de tragos, instalados en una mesa en el VIP con una excelente vista de todo el lugar.

Fije mi mirada en un par de niñas hermosas que estaban entrando al sitio. Una de ellas cautivo mi mirar, una rubia teñida de cabellera larga y abundante, vestida con una llamativa blusa escotada de color verde, y un jean que resaltaba maravillosamente sus curvas. Seguía detallándola mientras junto con su compañera se acercaban a la barra. En ese momento mi amigo exigió mi atención.

  • ¿Ya viste a las chicas que están en la barra?

  • ¡Justamente a ellas estaba observando!

Guardamos silencio detallándolas de nuevo. Decidí levantarme, quería acercarme.

  • ¿A dónde vas?

  • ¿A dónde crees? – sonreí y continué mi camino hacia la rubia.

A medida que me acercaba las observe rechazar a un par de chicos. A unos metros de distancia me detuve y le pedí un par de tragos a la mesera, de inmediato fue a buscarlos y yo proseguí con mis intenciones.

Tras mis pasos seguros llegue ante ella.

  • Hola – salude mirándola fijamente.

  • Hola – me respondió con algo de confusión.

En ese instante la mesera pidió permiso para colocar el par de cócteles que le había pedido y partió.

Ella miro fijamente la copa y volvió a posar su mirada en mí.

  • ¿Y esos tragos? – me pregunto de manera directa, sin dejar de observarme.

  • Se llaman “Placer de la noche”, son a base de Vodka. – tome una de las copas y la acerque más a ella. – Me tome la libertad de pedir un par para ambas, ¡creo que te gustara!

Sonreí y sostuvo silencio.

  • Gracias pero – empujo con suavidad la copa de vuelta a mi lado – no soy gay – sonreí. Tomo un segundo para girarse y chequear a su compañera, David se encontraba hablándole, tratando, obviamente, de conquistarla.

  • Pero el hecho de que no lo seas no te impide aceptarme un par de copas… una invitación a bailar, tal vez – mantuvo ese cuidadoso silencio y yo mi sonrisa. Mire a un par de chicas que bailaban a un par de metros de nosotras, ella siguió mi mirar y termino por sonreír, nuestras miradas se encontraron de nuevo.

  • Mucho gusto, mi nombre es Gabriela – sin perder un segundo le ofrecí mi mano como saludo y ella seguía fija mirándome.

Mariana.

Vi a esta mujer acercarse a mi llena de seguridad, su actitud era intimidante y extremadamente atrayente, intrigante.

La veo ofrecerme un trago y se lo rechazo sin estar muy segura de querer hacerlo.

Su propuesta me parece muy lejana a lo que soy, contradictoria a mi heterosexualidad y aunque sabía que mantener un segundo más de conversación con ella era tan solo una pérdida de tiempo, había algo de su ser, de su voz que me estaba haciendo sentir extraña y fuertemente atraída.

  • Pero el hecho de que no lo seas no te impide aceptarme un par de copas… una invitación a bailar, tal vez – una leve sonrisa apareció en su rostro envolviéndolo dentro de un aire que me pareció completamente sensual. Seguí su mirar hacia las chicas que bailaban con una divina libertad, libertad que llamo poderosamente mi atención.

De vuelta a unirme a su mirar la oí presentarse, yo seguía concentrada en descifrarla.

  • Luisana, mucho gusto – la calidez de su mano creo en la mía un leve cosquilleo que me hizo soltarla con cierta brusquedad por la velocidad de mi movimiento.

Ella acerco hacia mí una de las copas de nuevo.

  • Entonces, ¿Qué decidiste? ¿Tomarás la copa conmigo? – alzo su bebida, su sonrisa se inundo de una picardía que inevitablemente contagio la mía, haciéndome sonreír del mismo modo.

Sin decir nada tome la copa e imite su gesto.

  • Salud.

  • Salud – unimos con suavidad las copas. Ambas tomamos un sorbo profundo.

Voltee de nuevo y mi prima estaba bien instalada con el chico que le vi hablarle hacia unos instantes.

  • Mi amigo y yo tenemos una mesa hacia el fondo, ¿te gustaría ir allá?

  • Sí, claro.

Camino a la mesa me presento a su amigo, quien resultaba ser el chico que conversaba con mi prima.

Le hice muchas preguntas respecto a su vida, bien haya sido o por curiosidad o por evadir sus preguntas respecto a mí, en eso se baso nuestra conversación, en ellos; situación que ella acepto sosteniendo esa atrayente sonrisa y manteniendo el tema respondiendo con paciencia cada una de mis dudas. No quería dejarle saber más de mí, es mas yo misma estaba tratando de ocultarme la realidad de mi identidad, de mi vida y frustraciones.

Lo único que alcanzo a saber de mi fue que era la primera vez que entraba a ese club y que mi “amiga” (Victoria), y yo, bajo las restricciones de nuestras familias tratábamos de huir y perdernos dentro de la diversión nocturna.

La mezcla de licores comenzaba a surtir efecto en mis sentidos, las risas dominaban nuestro ambiente gracias al excelente humor de ellos.

La voz de Enrique Iglesias, su canción dominando el lugar me hizo moverme sobre mi asiento al ritmo del pop.

Gabriela.

La noche pasa y seguimos hablando, no se deja conocer y no sé porque eso me parece algo sumamente seductor, sus ojos repletos de misterio con cada evasiva que me da, su mirada retándome sutilmente me provoca a más no poder.

El pop controla la escena, el escándalo de una canción de Enrique Iglesias la hace bailar sobre su asiento. Mi mirada busca la suya, estoy deseosa de sus labios. No suelo tener estos ánimos para bailar pero ver su cuerpo moverse así, con delicadeza, sensualmente, me hace desear mas, me hace desear sentirla moverse así pegada a mi cuerpo. Me levanto ofreciéndole mi mano, incitándola con mi mirada, ¡quiero verla bailar!

Su sonrisa aparece brillando en una picardía que acelera aun más el calor en mis venas.

Llegamos al centro de la pista, dejándome guiar por mi vista en sus curvas sigo la música y sus movimientos.

Bailaba de espaldas a mí, mis manos en su cadera, ansiosas exigían a gritos más de su anatomía.

La pegue mas a mí, tomándola con más firmeza, sintiendo el aroma de su perfume, acercando mis labios a su cuello.

Girl please excuse me

If I’m misbehaving, oh

I’m trying keep my hands off

But you’re begging me for more…

Su cuerpo siguió el ritmo con más fogosidad al oír mi voz.

No oh oh, oh oh,

No one can do it better

Turn around I’ll give you more…

Me atreví a besar su cuello fugazmente y ella en respuesta se giro. Su mirada no podía mentirme, me deseaba como yo a ella.

Sus brazos se ajustaron a mi cuello, mis manos en su cintura y sus movimientos subiendo de tono aumentaban esa sensación, esa pasión creciente sin control.

Don’t stop baby, don’t stop baby

Just keep on shaking my love…

Mi mirar se sostenía en el erotismo de sus ojos, sentía su cadera rozarme sensualmente, al igual que cada centímetro de su piel, cada movimiento me enloquecía; la abrace mas a mí, su rostro a un milímetro del mío.

Mariana.

No sé si fueron los tragos, o si fue su mirada pero me encontré seducida ante su presencia; la música y el baile terminaron por desinhibir la poca timidez que en mi existía.

I won’t stop baby, won’t stop baby

Until you get enough…

Esa frase contenía mucho más significado, un significado explicito de qué ya había sucumbido ante ella, que ya su seducción, su mirada, mi deseo, la situación, me habían dominado y todo estaba divinamente fuera de control.

Aferrándome a su cuello me acerque a sus labios, asimilando al fin que mis instintos eran más fuertes que yo, la firmeza de sus manos en mi cadera terminaron de ayudarme para caer rendida ante una idea de besarla que inundaba mi mente desde hacia varios minutos.

Ella sin perder un segundo de tiempo cumplió mi deseo, sus labios suaves poseían los míos de una manera poderosa, yo dejando por completo que me guiara vibre ante la intensidad, el ritmo desbocado de sus labios, de ese beso que estaba totalmente haciéndome perder la razón.

En un instante estábamos besándonos en medio de la pista y al otro sin siquiera darme cuenta me hallaba contra su auto, en el estacionamiento de la disco, con su cuerpo unido al mío, rozándome de una forma enloquecedora; su tacto perfecto, lleno de firmeza y seguridad me tenía en el cielo. Jamás creí posible que una mujer pudiera proveer tan divino placer pero lo estaba viviendo, estaba sintiendo mi sangre hervir por ella.

Esa noche el deseo nublo mis sentidos, su tacto, sus labios, su mirada, cada gesto y movimiento, su modo de hacerme suya, de poseerme; todo, absolutamente todo me tenia perdida dentro de un éxtasis sin comparación.

Al día siguiente desperté en el medio de la contradicción de tener mis músculos, mi cuerpo, totalmente relajados y mi mente a punto de estallar gracias al dolor de cabeza que me provoco la resaca. Por un segundo olvide el lugar en el cual me encontraba, un “flash-back” hizo que me estremeciera ante el vivo recuerdo de sus manos, de sus labios recorrer mi cuerpo. Tome asiento en la cama, fije mi mirada en mis prendas de ropa dispersas en todo el lugar.

Un aire de cierto pánico lleno mi ser por un instante, me levante y con prisa recogí mis prendas; me vestía y pensaba en donde se encontraría ella.

Otro “flash-back” llego a mí, volví a sentirla dominándome, dándome ese placer que ni siquiera soñé conocer y fue como si cayera en cuenta de la realidad que ya estaba presente y era palpable.

  • ¡Diablos! ¡Dormí con ella! – confirme para mí como si aun no lo creyera, lo hice en un tono que yo creí fue bajo, un tono confundido entre pánico y satisfacción.

  • ¿Tan malo fue? – su tono alegre me heló instantáneamente, la busque con mi mirar; estaba entrando a la habitación con una radiante sonrisa, un paño cubría su piel húmeda por un baño reciente. Me hallaba tan inmersa en mi mente que ni siquiera note el ruido de la ducha.

  • Eh… no… fue… ¡fue genial! – Atine a asegurarle con un tartamudeo humillante. Su sonrisa ante mis nervios culmino por joder la poca seguridad que en mi quedaba. - … es solo que…

  • ¡Entiendo a lo que te refieres, no te preocupes! – su tono tranquilizador me hacía creer que no era la primera vez que se enfrentaba a esta situación de “hetero-confundida”. Fue a buscar ropa para vestirse, mientras yo, terminando de organizarme, evitaba mirarla.

Termine de arreglar mi atuendo y tome camino hacia la puerta. Cerca de mi destino su voz me detuvo.

  • ¿Te vas ya?

  • Eh si, debo hacerlo. – me gire y ya estaba terminando de colocarse una camisa que acompañaba un short un poco mas debajo de las rodillas, ambos negros.

  • Ok, permíteme llevarte.

Gabriela.

La noche con Luisana ciertamente me había dejado exhausta, la situación termino rebasando enormemente mis expectativas…

Al sentir el calor insoportable de esa época del año presente en un cegador sol de amanecer, decidí levantarme para comenzar mi día e ir a trotar.

A mi regreso aun permanecía dormida, mi siguiente parada fue una ducha fría y refrescante.

Luego de cruzar un par de palabras es imposible no notar su nerviosismo, su indecisión al hablarme, prácticamente la vi incapaz de verme a los ojos. Me provocaba cierta gracia la ironía de la situación, de la comparación con la noche anterior.

  • No, tranquila, yo tomo un taxi – asentí colocándome mis zapatos deportivos.

  • Sabes me gustaría invitarte a desayunar antes de que salgas huyendo de mi – me levante y la observe a los ojos incesantemente durante el par de segundos que me lo permitió antes de evadir mi mirada de nuevo.

  • ¡No huyo de ti! – la mire sugiriendo un sarcástico “sí, claro” – bueno no es como lo piensas… es que es algo un poco incomodo… - asentí de nuevo.

  • Ok, está bien – sonreí.

  • Es solo que no debió pasar.

  • ¡Estas arrepentida!

  • No, no, no es eso…

  • Tranquila – la ataje – no necesitas ni debes darme explicaciones, si te arrepientes simplemente olvídalo y no ha pasado nada – con una sonrisa le guiñe el ojo derecho. No era para que se hiciera gran lío por una noche de descontrol.

No es la primera ni la ultima niña que sale de fiesta buscando olvidarse del mundo y lo logra en manos de otra mujer.

Hizo ademán de querer argumentar más y la detuve sin dejarla pronunciar palabra.

  • Tómalo normal, “easy”, no te enrolles… voy a llamar tu taxi.

  • Ok, gracias – respondió en un tono bajo. Le sonreí y fui en busca de mi celular.

Salimos de la habitación, ella tomo asiento en el sofá de la sala en espera del taxi al tiempo que yo preparaba una rápida y sencilla ensalada de frutas. Serví para ambas y comimos en la sala. No se pronuncio palabras mientras yo observaba el noticiero deportivo de ESPN en la tv.

Al paso de unos minutos oímos la bocina del taxi afuera de mi casa.

Abrí la puerta del taxi para que ella lo abordara.

  • Gracias Gaby – le sonreí, hizo un movimiento para introducirse en el auto y se detuvo – la pase muy bien contigo anoche, en serio – sonreí, ella se acerco a besar mi mejilla y con prisa subió al taxi. Cerré la puerta y la vi partir un par de segundos para luego ir en busca de mi auto.

Entre a la oficina de mi padre, estaba en compañía de David bebiendo café. Entre a saludarlos y tome asiento junto a ellos.

  • Dime, ¿Cómo te termino de ir con Luisana?, ¡para cuando me di cuenta ya no las vi por ningún lado!

Mire a mi padre y aunque estaba sonriente me hizo un gesto de negación al oír la frase de David. No aprueba mucho mi promiscuidad aunque, a veces me parece que en el fondo se siente orgulloso de eso ja, ja.

  • Ustedes niños dejen de meterse en problemas – sonrió y partió dejándonos a solas.

  • ¡Dime!

  • ¡Deja la impaciencia hombre!, me fue bien pero actuó raro en la mañana.

  • ¡Le dieron remordimientos! – me encogí de hombros.

  • Y a ti ¿Cómo te fue con Roxana? No te diste cuenta de nuestra partida porque estabas muy entretenido con ella – su sonrisa se lleno de su característico sadismo, me reí.

  • Bien, pero también me actuó raro hoy, me dijo que la paso excelente pero que no podía verme de nuevo – se encogió de hombros tomando un sorbo de su café – aun así le di mi numero por si cambia de opinión, ¡nunca se sabe!

Meditamos un segundo.

  • ¡Esas chicas son extrañas! – concluimos al unísono…

Mariana.

Salí casi corriendo de su casa, actuando como típica adolescente tensa que no sabe actuar ni tiene madurez suficiente para reaccionar con calma. Ya no soy ninguna niña como para andar actuando tan erradamente, toda esta situación, sí lo admito, no es normal ni me es familiar, pero a la final es una situación que yo misma provoque, una situación que disfrute al máximo; ¡no tengo porque armar gran alboroto al respecto!

Con lo primero que me encuentro al llegar a casa es con la mirada intensa de mi padre, y como era de esperarse me lleve un buen regaño por haberme ido de la compañía el día anterior desafiando su mandato, y además por no haber pasado la noche en la casa y ni siquiera haber avisado al respecto.

Debía entregarle unos informes y por mi rebeldía del día anterior no había comenzado a hacerlos y tampoco tenía planes de llevar a cabo más de las órdenes de mi padre. El reclamo correspondiente duro el triple de lo normal y le preste el cero de atención. Lo veía furioso decir que era inaceptable mi irresponsabilidad pero mi mente estaba en otro lugar.

Después de tanto hablarme sobre la importancia del compromiso, entrega y responsabilidad en su compañía al fin el teléfono lo interrumpió y yo pude escapar.

Recibí una llamada de mi prima y nos vimos en un café.

  • ¡Estoy confundida Victoria!

  • ¡Mariana!, no me digas que quieres verla de nuevo – mi gesto le dijo que su pensamiento estaba en lo correcto.

  • Pero ¿para qué?

  • Victoria es que no me gusto para nada el modo en que se dieron las cosas esta mañana, además con ella me sentí bien – su mirada seguía llena de escepticismo.

  • ¿Estás segura? – tome un instante para pensarlo, coloco un pequeño papel sobre la mesa y con sus dedos lo deslizo hasta mi. Tome el papel. – es el numero de David, si la quieres ver comunícate con él, por mi parte no quiero meterme en mas líos.

  • Gracias – lo guarde en mi cartera.

Conversamos por una media hora más y partí a casa. Planeaba tomar una ducha y decidirme si buscarla o no. Pero un par de segundos luego de entrar a mi habitación oigo un leve “toc - toc” en mi puerta, seguido de la voz de mi Nana.

  • Señorita Mariana su padre me pidió que le dijera que la espera en el estudio.

  • Ok Nana, gracias, en seguida voy.

  • Esta bien señorita.

Baje al estudio y mi padre con  su cara de ogro me recibió.

  • Toma asiento.

  • No gracias, no cuento con mucho tiempo.

  • ¡Que te sientes! – Odie su tono de voz represivo pero tome asiento – he recibido una muy perturbadora llamada proveniente del rector de la universidad, me dijo que le has enviado una carta solicitando cambio de profesión para literatura, ¿tú te volviste loca? – mi padre siempre ha opinado que la literatura, la lectura es un elemento invaluable e indispensable para el ser humano pero que como profesión es un chiste pues no genera la cantidad de dividendos que él obtiene. Ante mi silencio hablo con más rudeza. – Ahora mismo enviaras otra carta disculpándote y pidiendo continuar en tu carrera, ¡eso es lo correcto!

  • ¡Tú no sabes que es lo correcto! – Lo rete levantándome - ¡es mi decisión!

  • Te equivocas, hace tiempo que ya habías decidido administración, ahora se fiel a tu pensamiento, es lo correcto y por ese camino seguirás.

  • Ya he tomado una nueva decisión y eso es retirarme, ¡tú no puedes influir en eso!

  • ¿Quién dice que no?, te he dado todo lo que has querido  y ahora harás lo que digo.

  • Eres mi padre debías hacerlo, no me eches en cara cosas que son tu deber – di media vuelta, no pretendía oír ni una palabra más.

  • ¡Terminaras haciendo mi voluntad! – Afirmo prepotente – ahora ve y prepara tu maleta, saldremos a la playa en veinte minutos.

Me sorprendí demasiado, me gire a verlo y estaba de pie dándome la espalda, sin decir más y algo aturdida fui a ducharme y a preparar la maleta como me había ordenado.

El viaje resulto relajante en gran sentido porque aproveche a compartir mucho con mis hermanas y amé eso pues en unos días ya tenía planeado irme a Europa con Victoria.

No sé si mis padres improvisaron este viaje para darme la despedida o como un intento de manipularme con la imagen de la familia feliz, para conmoverme y hacerme retomar administración. Pero esa duda se despejo al instante que mi padre, luego de habernos registrado en el hotel más grande y lujoso de la zona, me aseguro con tono frio y calculador al verme deslumbrada por la belleza del hotel, del lugar; “Esto no lo conseguirás graduándote de literatura y mucho menos alejándote de mis deseos”.

Me amargo por completo su comentario tan materialista. Desde muy pequeña me ha presionado para que siga sus pasos pero ya, ¡me canse de su hostigamiento!, no volví a dirigirle la palabra en todo el viaje.

Y aunque me hallaba profundamente contrariada y distraída por mis ánimos de mantener mi decisión, por estos días tan locos que he vivido, mis deseos de verla; a pesar de todo eso logre disfrutar de mis hermanas, de su compañía. Tuve oportunidad de aclarar un poco mi mente y recargar energías para la batalla que aun me esperaba.

Luego de un día regresamos a casa, pues mis padres tenían asuntos muy importantes que atender al día siguiente en la compañía. Mis hermanas subieron con prisa a sus habitaciones para descansar pues tenían clases y debían levantarse temprano. Yo, con más paciencia comenzaba a subir las escaleras rumbo a dormir.

  • Mariana, hija, tu padre y yo deseamos hablar contigo – me gire cansada del tema.

  • ¡Mamá, papá, por favor ya estuvo bueno! ¡Basta con el tema! –exclame con la poca paciencia que me quedaba.

  • ¡Ni siquiera se te ocurra hablarnos así Mariana! – baje lo poco que había subido de las escaleras y me acerque a ellos.

  • ¿Y como se supone que les hable? – Subí un poco el tono y perdí el control sobre mi enojo - ¿Qué tono de conversación debo usar para que entiendan y me dejen en paz? A ti nadie te obligo a formar tu empresa, no quiero la administración, me cansé, ¡gracias a ti la detesto!, ¡estudiare lo que yo quiera! ¡Hare con mi vida lo que me dé la gana!

Rete a mi padre sin dejarlo de mirar y al instante que culmine mi frase recibí la primera bofetada de mi vida, con los ojos aguados por mi furia volví a mirarlo. Primera vez que me alza la mano, mi madre se quedo helada observándonos.

  • Después de todo lo que tu madre y yo hemos hecho por ustedes no vendrán a faltarnos el respeto. Yo sé que es lo mejor para ti, ¡harás lo que digo!

  • ¡No me obligarás!

  • ¡Mariana! – grito enfurecido, con su rostro enrojecido por la ira.

  • ¿Qué harás? ¿Me obligarás a punta de golpes?

Mi madre se metió en medio de los dos.

  • ¡Ya basta!, Mariana ve a tu habitación – me quede fija observando a mi padre - ¡A tu habitación!

  • ¡No pienses que el tema ha concluido! – afirmo él, tan solo para ser el ultimo que dice alguna palabra, para sentirse satisfecho con su carácter dominante y extremista.

Oí que mamá le dijo algo, trataba de hacerlo entrar en razón, y se bien que ella no aprobaba la bofetada; bofetada que hirió mi orgullo y deterioro mi amor por él.

Aun con el enojo en mis venas y el dolor de ese golpe envenenando mi corazón fui a tomar una ducha.

Mientras me vestía llame a David para saber el paradero de Gabriela. Él, completamente confundido por mi llamada me dijo que estaba en su casa.

Tome un taxi de inmediato y sin pensarlo. Me hallaba al frente de su puerta y con nervios lleve mi mano hasta el timbre junto a la puerta.

  • ¡Luisana! – Exclamo con cierta sorpresa - ¡creí que David bromeaba!, dime ¿en qué puedo ayudarte?

No pensé nada, no dije nada, solo me aferré a su cuerpo y besé sus labios, apenas dejándole un segundo para reaccionar y corresponderme.

Volví a dejarme llevar, volví a dedicarme a sentir, a dejarla hacer en mi lo que deseaba, que recorriera mi cuerpo como solo ella me había mostrado era posible hacerlo, dejando a su paso mis venas inyectadas en éxtasis y pasión sin frenos ni tapujos.

En la madrugada nos quedamos dormidas pero yo lo hacía de forma intermitente, me despertaba sin razón, por lo cual me decidí a levantarme. Creyéndola dormida partí al balcón con tan solo una sabana cubriéndome.

Observaba la noche en un refrescante silencio, sintiendo la brisa llenarme.

  • ¿No te da frio? – la sentí susurrarme al oído y sus manos abrazaron mi cintura en el mismo instante. Me moví un poco para pegarme mas a ella, sus manos en mi provocaron una intensa sensación de calor, sensación que sus labios besando suavemente mi espalda incrementaron al máximo.

  • Es un frío rico – alcance a responderle en medio de mi distracción.

Sus labios fueron marcando un divino camino de besos hasta llegar a mi oído. Allí sentí mi piel erizarse al máximo por el roce de sus labios en el lóbulo de mi oreja al oírla decirme, “¿Qué tan rico?”, la suavidad de su voz colándose por mi sentido me inundo de deseo, un implacable deseo que me obligo a girarme en una búsqueda insaciable por sus labios, por sus besos llenos de adrenalina.

Finalizo un largo beso que unido a su tacto me hicieron rendirme ante su grandioso poder para seducirme.

Su mirada picara invadió la mía por unos segundos antes de que a lo lejos, dentro de la habitación se extendiera el sonido de mi celular, de una estresante llamada entrante que de inmediato supuse que era de mi casa.

Gaby sonrió mientras yo me tense.

  • ¡Deberías atender! – me negué instantáneamente, fijamente me analizaba y yo seguía sin decir nada al tiempo que el celular me exasperaba.

  • ¡Hazme olvidar! – le pedí sin esperar a que me respondiera, lanzándome a sus labios en busca de entregarme a ella y olvidarme por completo de todo.

Mi noche, a pesar de lo agotada que me encontraba mi sueño seguía intermitente a diferencia de ella que dormía con tranquilidad.

Me senté sobre la cama a observarla con detenimiento, ¿Qué tiene ella que me hace sentir tan…tan vulnerable y dominada?, no entiendo el poder que tiene sobre mí, es un imán que me atrae sin poder evitarlo.

La mañana llego y yo de manera inconsciente me moví en busca de abrazar su cuerpo, fui sensible a su aroma entre las sabanas, y mi intento por aspirar aun más profundo y recibir más de su aroma y su recuerdo me asusto al punto de hacerme levantar de golpe.

No podía estar sintiendo eso, no podía permitirlo. Cogí mis prendas y comencé a vestirme.

Oí su voz siguiendo una melodía, acercándose a la habitación. Respire profundo.

Su rostro sonriente hizo aparición y se volvió el centro de mi atención.

  • Buenos días.

  • Buenos días.

  • ¡Por lo que veo ya quieres el taxi! – sonreí apenada.

  • Si… pero ahora que lo pienso preferiría desayunar contigo primero.

  • Claro, permíteme ducharme.

Mientras ella lo hacía yo me puse a curiosear un poco por los pasillos hasta la sala, me encontré con diplomas y medallas, además de una gran variedad de fotos en las cuales su picardía estaba presente y reluciente, su sonrisa tiene un poder encantador. Un momento recordando como la conocí me llevo a analizar, su actitud, su seguridad, todo me indico que con certeza debe haber un montón de niñas que están deslumbradas por ella.

Caí entonces en la perspectiva que debí haber tenido siempre, soy una aventura para ella y ella debería significar exactamente lo mismo para mí, pero inexplicablemente estoy tomándole demasiado gusto al compartir con ella.

Tome mi cartera sin decir nada y partí. Seguía siendo una decisión inmadura pero era lo más saludable. Me sentía asustada debido a mi vulnerabilidad ante ella y el único modo de no sentirme así era simplemente alejarme, no volverla a ver.

Y así como entre a su vida decidí irme, sin dejarle ni un solo rastro acerca de mí.

Tras llegar a casa y discutir con mi padre, que me esperaba furioso pues noto mi ausencia la noche anterior; subí a mi habitación y siguiendo un impulso, prepare mis maletas, adelante mis planes, me despedí de mi madre mientras oí el disgusto de mi padre por llevarle drásticamente la contraria, quiso prohibirme el viaje pero mi madre se lo impidió. Ella sabia tan bien como yo que la situación necesitaba enfriarse, que él y yo necesitábamos estar alejados.

Gabriela.

Sinceramente no esperaba volver a verla, luego de su actitud creí que olvidaría todo y mantendría como si nada su heterosexualidad. Recibí la llamada de David, era difícil definir cuál de los dos se encontraba mas perturbado por la actitud de Luisana.

Quise llevar todo con calma pues ya me esperaba de su parte cualquier tipo de reacción extraña.

Termine mi ducha y continuaba tarareando alguna inspiradora canción de Evanescence. Salgo y no la veo por ningún lado en mi habitación. Por mi mente paso la idea de que había partido sin decir nada, pero a la vez considere probable que estuviese en algún otro lugar de la casa.

Me vestí y recorriendo mi hogar no la halle por ningún lado, se había ido.

Me encogí de hombros y seguí con mi día, con mi vida, jamás creí que la situación de haberla conocido sería de gran peso.

Bajo ninguna circunstancia iba a ser yo capaz de imaginar que esa chica tan misteriosa y desconcertante, años después, resultaría ser la hermana mayor de la mujer que amo…