El recorrido

Mi mujer empieza provocando y acaba siendo tomada por tres chicos mientras yo me quedo mirando toda la escena.

El recorrido

Esa mañana nos habíamos despertado con la intención de ir a la montaña para hacer un recorrido en bicicleta. Hacía tiempo que mi mujer y yo nos habíamos propuesto hacer un poco de deporte, así que, aprovechando que tenemos una casa en la montaña, nos fuimos a comprar unas bicicletas de montaña y todos los atuendos necesarios para poder practicar este deporte.

La verdad es que mi mujer Ana se veía de maravilla con la ropa de bicicleta. Llevaba unas mallas muy ajustadas y cortas de color amarillo que apenas le tapaban el culo, por encima iba con un body de color azul tan ajustado que se le metía entre los labios de su coñito. Los tirantes eran tan estrechos que apenas si podían esconder los magníficos pezones que culminaban sus tetas siempre mirando al cielo. Para no ir con las tetas al aire se había puesto un top amarillo muy ajustado por debajo del body. El resultado era que los tirantes pasaban al lado de sus tetas haciendo que estas resaltaran aun más de lo normal. Ya os podéis imaginar cómo se la veía con este atuendo, tenías que ser un ermitaño para no tirártela allí mismo. Y eso es lo que quería hacer pero no me dejó con la excusa que después no haríamos nada.

No es que a mí me entusiasmara la idea de que Ana fuese así por la calle, ya que con muy poca imaginación la podías ver desnuda, pero a ella le encantaba vestir de la manera más provocativa posible y esa era una ocasión que no podía dejar escapar, y yo, al fin y al cabo, pensé que en la montaña a poca gente nos íbamos a encontrar.

Así que cogimos el coche y nos fuimos a una pista no muy difícil que nos había recomendado el chico de la tienda de deportes. Durante todo el viaje estuve sobando por todos los lados a Ana, y si no nos paramos fue porque ella insistió en que quería hacer deporte que es a lo que habíamos venido, que más tarde ya habría tiempo de follar. Ella no podía esconder lo excitada que estaba ya que sus pezones habían adquirido un grosor que hacía empalmar a un muerto y su coño estaba perfectamente lubricado para un buen mete-saca rápido.

Cuando llegamos al aparcamiento cual fue mi sorpresa de ver al chico de la tienda de deportes con otros dos chicos que parecía que nos estuviesen esperando. Ahí yo ya empecé a ponerme mosca, ya que en aquel momento me vino a la mente la escenita que montó Ana en la tienda, donde, aprovechando que no había mucha gente en la tienda había estado provocando al chico delante de mis narices. La muy puta no tenía bastante con que la mirase con aquella ropa que la dejaba casi desnuda sino que se movía y contorneaba como una guarra. El chico que no se quedaba corto le tocaba todo lo que podía con la excusa de ayudarla a colocarse la ropa. Al volver a casa le recriminé a Ana lo calienta-braguetas que podía llegar a ser y ella me contestó que la situación la había excitado tanto que había estado a punto de tener un orgasmo allí mismo.

Pero ya estábamos allí y ahora no podía echarme atrás. Al salir del coche lo primero que hicieron los chicos fue venir a ayudarnos a sacar todo el material. El chico nos dijo:

  • ¡Qué casualidad! Nosotros hoy también queremos hacer este circuito.

El muy cabrón. Ahora ya sabía por qué nos había recomendado este sitio. No había nadie más y estaba tan alejado de la carretera principal que sería raro que alguien fuese a este lugar ni por casualidad. Mi mujer que estaba más buena que nunca sólo se le ocurre decir:

  • Pues porqué no vamos juntos y así nos enseñáis el camino. Lo ves cariño, vamos a tener unos guías de primera.

De puta madre -pensé yo-, voy a tener que estar más pendiente de que estos no se follen a mi mujer que del puto camino. Y la verdad es que no estaba muy desencaminado, desde que habían llegado no paraban de mirar el culo y las tetas de Ana, incluso alguno, con la excusa de ayudarla a bajar la bici ya le había puesto el paquete en todo el culo. Yo estaba que ya no podía más pero también quería saber hasta dónde era capaz de llegar Ana con sus provocaciones.

Y con este ambiente caldeado nos fuimos por el recorrido por en medio del bosque. La verdad era que el sitio era bonito de cojones, pero los moscardones que estaban rondando a Ana no me dejaban disfrutarlo como es debido. Mi mujer se había situado delante con el chico de la tienda y los otros dos estaban detrás de ellos haciéndome una barrera para que no pudiese cogerlos. De esta manera veía como Ana y el cabrón de la tienda se iban alejando de nosotros, que bien que lo habían preparado los hijos de puta. Así estaba yo con mi cabreo cuando de repente los dos que iban delante de mío empiezan a ir como una moto y entre que era subida y que yo no podía más los perdí en un momento. Que mierda, ahora estaba yo allí en medio del puto bosque, con un cabreo y un cansancio que a cual más grande. Intenté ir más deprisa pero no se veía a nadie. Iba tan ciego de rabia que me comí una curva cerrada del sendero, casi me mato bajando por una rampa llena de árboles, y no me hubiese parado ni mi padre si unos arbustos que me llevé por delante no me paran dándome una leche de mil demonios.

Medio aturdido me levanté sin saber ni donde estaba, la bici echa una mierda y aún con el cabreo anterior. De repente unas voces me pusieron en alerta, yo me imaginé al instante quienes podían ser así que me fui acercando poco a poco en dirección a las voces. Al final de la arboleda había un claro, y en ese claro vi llegar a Ana y a los tres cabrones que iban detrás. Con el "atajo" que había cogido había llegado al mismo tiempo que ellos, ya que lo primero que vi, mientras me quedaba escondido en el bosque, es como dejaban las bicis en el suelo.

Ana lo primero que preguntó es donde estaba yo, y esto me tranquilizó ya que sabía que su juego había ido más lejos de lo que ella quería.

  • ¿Dónde está mi marido? ¿Que no venía con vosotros?

  • Tranquila guapa que sólo nos hemos desviado un momento para que puedas ver esta maravilla.

Qué coño de maravilla, si el muy cabrón la estaba desnudando con la mirada. Ya me veía a Ana gritando y cuando iba a salir le oigo decir a mi mujer:

  • La verdad que este sitio es muy tranquilo, seguro que aquí traéis a vuestras novias para que no os molesten –mirando de arriba abajo a los chicos-.

La muy zorra, si les estaba dando cancha. Solo faltaba que se desnudara allí mismo. Preferí quedarme escondido para ver hasta donde llegaba con su provocación.

  • Hombre, si tuviésemos unas novias tan buenas como tú nunca saldríamos de este lugar –dijo uno de los chicos-.

  • No me digas esto que me voy a ruborizar y mi marido puede llegar en cualquier momento –dijo Ana-.

  • No te preocupes que tu marido debe estar ya de camino al coche –le dijo el chico de la tienda acercándose a Ana-.

Ahora Ana estaba completamente rodeada por los tres chicos. Que la miraban con lujuria pero ninguno se atrevía a dar el primer paso ya que no estaban acostumbrados a mujeres como Ana. Ella para romper el hielo dijo:

  • ¿Quien me pude dar un poco de agua? Tengo una sed que me bebería cualquier cosa.

Uno de los chicos sacó un botellín de agua y acercándola a la boca de mi mujer le espetó:

  • Mama de aquí, que esta agua está muy fresquita.

Ana cerrando los ojos empezó a abrir su boquita y le dijo:

  • Dispara haber si apago este calor que tengo.

El chico empezó a apretar el botellín y el agua empezó a brotar dentro y fuera de la boca de Ana. Los otros chicos se decidieron también y empezaron a vaciar sus botellines por todo el cuerpo de Ana diciéndole:

  • Toma princesa, a ver si así te apagamos el fuego.

La verdad es que la escena era de lo más erótica y yo ya tenía mi polla como una estaca, y al juzgar por el tamaño de los calzones de los chicos, no era el único en aquel recóndito paraje.

Cuando acabaron a mi mujer se le transparentaban todos los pezones, estaba totalmente empapada y los chicos totalmente empalmados. El chico de atrás tomó la iniciativa y cogiéndole la mano a Ana le dijo:

  • El agua se me ha acabado pero quizás de esta manguera salga algo más.

Mi mujer se dejó hacer y empezó a sobarle la polla a aquel cabrón, diciéndole:

  • No sé si con una manguera tendré suficiente.

Que zorra que estaba, los otros al oírla se abalanzaron sobre ella.

  • Toma estas mangueras puta, que te vamos a chorrear entera –dijeron ellos-.

Mientras mi mujer les sobaba sus pollas ellos no paraban de darle besos, de tocarle las tetas, de sobarle el coño. Uno de los chicos le quitó los tirantes del body y en menos de un segundo ya teníamos a Ana allí en medio de aquellos salidos y con las tetas al aire. La verdad es que se veían magníficas de lejos y por lo que las chupaban los dos de delante también se tenían que ver divinas de cerca. Mi mujer a penas si se aguantaba de pie, y los chicos se habían bajado todos los pantalones para que mi mujer les pudiese pajear a conciencia.

Uno de los chicos que ya estaba fuera de sí le dijo:

  • Agáchate zorra que nos las vas a chupar a todos.

Ella se arrodilló y empezó a mamar por turnos aquellas pollas que estaban a punto de explotar.

  • Como la mamas guarra, te vas a tragar toda la lefa –dijo uno-.

  • Ya os dije que esta puta prometía –dijo el de la tienda-, no paró de calentarme todo el rato, incluso delante del cornudo de su marido.

  • La verdad es que esta puta está muy buena.

A estas alturas a mí ya no me afectaban nada sus palabras, estaba tan excitado como ellos. Y mi mujer, parecía que como más la insultaban con más ganas mamaba aquellos miembros.

  • Tiene unas tetas que solo verlas me corro,… Venga chúpamela a mí ahora zorra.

  • Venga nenes, ¿es que no os vais a correr? –dijo Ana ya sin control-

  • Me voy a correr pero en tu chocho zorrona, que mi leche no es para tirarla por ahí –dijo uno de los chicos-.

  • Ostia, eso no lo hagas cabrón –dijo mi mujer asustada-.

  • Tranquila puta, que seguro que cuando este dentro no la vas a querer sacar.

Dicho esto la tiró al suelo y casi sin quererlo se vio con el coño al aire y con una mano que ya había entrado dos dedos en su interior.

  • Como no voy a entrar si esto está empapado cabrona. Ahora me vas a pedir que te la meta.

  • No ahí no, mamón…Ahhh

Y mientras Ana resistía levemente el chico iba metiendo y sacando los dedos dentro del coño de mi mujer.

Los otros que ahora estaban de rodillas dándole polla a la boquita de mi mujer le decían:

  • ¿Que te pensabas puta que te ibas a ir sólo con unas mamadas?.

  • Aquí se llega hasta el final y te vamos a follar por ser tan puta.

  • No sigas no,…Ahhh….No…por favor….Ahhh.

  • Tranquila que me lo vas a pedir.

  • Ahhh…que gusto…como lo haces cabrón….No

  • Yo ya no puedo más, me voy a correr –dijo uno de los chicos-.

  • Dámela toda, cerdo, que la quiero toda –dijo una Ana desconocida-.

El chico se corrió dentro de la boquita de mi Ana, mientras ella comenzaba a moverse arriba y abajo al ritmo de los dedos de aquel cabrón que la estaba haciendo gozar.

  • Que bueno que está cerdo, y tú cabrón, venga métemela de una vez.

  • Ya te dije que me lo ibas a pedir puta. Venga súbete encima que quiero chupar tus tetas mientras te la clavo hasta los cojones.

El chico se tumbó y mi mujer no tardó más de un segundo en clavársela hasta el fondo mientras gozaba como una loca:

  • Ahhh… que gusto, no pares de joderme cabrón.

El chico le sobaba las tetas mientras bombeaba su cipote dentro de mi mujer. El que se había corrido se quedó a un lado viendo la escena, mientras el otro reclamaba la atención de mi esposa:

  • Oye zorra, que mi pito está solo, sigue chupándola que quiero correrme.

Mi mujer se la cogió y empezó a pajearle y a chuparle la polla.

  • Oh, venga no pares, fóllame cabrón –decía ella-.

  • Que puta que eres.

  • Me voy a correr –dijo el chico que estaba de pié- te voy a chorrear toda la cara y estas tetas de zorra que tienes.

  • Yo también me corro puta –dijo el otro- prepárate para la descarga de lefa.

  • Ahhh… venga cerdos, correos de una vez, que me voy…..Ahhhh….

Que escena! Mi mujer gritando como posesa, el tío de delante la estaba bañando en leche y el otro se la estaba bombeando toda dentro.

Yo la verdad es que ya estaba por la segunda paja y no podía más.

Cuando acabaron se quedaron allí, unos segundos estirados sin poder decir nada. Al cabo de un rato el chico de la tienda dijo:

  • Venga a vestirse puta, que nos vamos. Que el cabrón de tu marido debe estar esperándonos.

  • Que hijos de puta que sois como me habéis dejado –dijo Ana-.

  • No quiero que te limpies, que estás muy zorra con esta peste a lefa.

Recogieron en un momento y yo me fui con mi bicicleta medio rota hacia el aparcamiento. Miré de llegar antes que ellos y hacerme el dormido en el coche.

Cuando llegaron mi mujer me dijo que se habían perdido –mentirosa- y se deshizo en cuidados hacía mí cuando vio mis heridas.

  • Mi pobre maridito, que pupas que tiene, vamos a casa a descansar –dijo ella-.

  • Gracias por todo amigos, ha sido todo muy excitante. Podemos repetir la próxima semana!!!

Pero que puta! A mi mujer ya no le excitaba provocar sino que ahora ya quería follar como una zorra. Los chicos dijeron que por ellos cuando quisiera y el chico de la tienda le dijo que ya tenía su teléfono que le llamase si tenía cualquier necesidad.

Así acabamos aquel día, "jodidos" pero contentos.

Ahí empezó la carrera de mí mujer como zorra calientapollas y la mía como mirón de sus hazañas.