El recibimiento
Un hombre se encuentra una grata sorpresa al volver de trabajar
Cierro la puerta de casa tras de mi, ha sido un día de trabajo largo, pero al fin estoy en casa, dejo el abrigo en el recibidor, las llaves puestas en la puerta y entro en el salón. Me quedo de piedra. Ella esta en medio del salón, sentada en una silla y encarada a la puerta, mirándome; viste solo bragas y sujetador color rosado, sabe que me encantan, también lleva unas orejitas de gata sujetas a una diadema y un collar de cuero rojo bien ajustado a su esbelto cuello, rematado con un cascabel plateado; para rematar la escena se ha esposado las muñecas a los reposabrazos y los tobillos a las barras que unen las patas de la silla, por lo que sus pies no tocan el suelo. Trago saliva con dificultad.
-Buenas tardes, cariño - me sonríe.
-Buenas tardes, gatita - respondo en cuanto me recupero de la sorpresa - ¿que haces así? ¿hoy te apetece jugar pronto?
-Te estoy esperando para jugar cuando tu quieras.
Dudo, hace dos minutos pensaba en el día que he tenido, y ahora mil ideas se me agolpan en la cabeza, y ninguna buena para ella. Ve la duda en mi rostro, cierra los ojos y sin perder la sonrisa me dice:
-Hazme lo que quieras.
Su incitación anula todas mis dudas. El día fuera de casa queda atrás, ya sólo tengo mente para recompensar a mi gatita por pensar en mi.
Con dos zancadas me planto ante ella, me inclino, aferro su dorada melena y estiro hacia abajo para obligarla a levantar la cara, el dulce tintineo de su cascabel me recompensa, y yo la recompenso a ella con un beso, acariciando su lengua con la mía; con la otra mano aferro uno de sus pechos y lo aprieto con fuerza, intenta dar un respingo, pero mi lengua y mis labios se lo impiden. Suelto el pecho y acaricio la piel entre sus dos senos con un dedo, esta vez intenta gemir, pero sigo sin dejarle. Bajo los dedos hacia su abdomen, me entretengo con su ombligo, dibujando círculos a su alrededor. La silla cruje levemente, acaba de tensar las esposas para intentar tocarme. La recompenso abandonando el ombligo y bajo hasta sus braguitas, meto un dedo bajo el borde y lo recorro, amenazando con vulnerar los tesoros que esconde, pero sin hacerlo. Vuelve a crujir la silla, he intenta separar nuestros labios, pero no la dejo, aferro su largo cabello con mas fuerza, reclamo mi dominio sobre toda ella. Se esta impacientando y eso me gusta.
Cuando deseo ir mas lejos, termino de meterme bajo sus bragas y juego con su clítoris como hice antes con su ombligo, pasando los dedos por entre sus labios cada pocas vueltas; me separo de su rostro, me inclino un poco mas y le muerdo el cuello, después lo beso, vuelvo a morderlo y en seguida lo recorro con la lengua. La oigo suspirar. Suelto el pelo y levanto el sujetador. Con los dedos presto adecuada atención a los pezones, acariciándolos y pellizcandolos, de uno en uno, poco a poco, mientras la otra mano explora su vagina cada vez mas profundamente. Mi exploración es cuidadosa, me adentro un poco, retrocedo a terreno mas seguro, y vuelvo a adentrarme un poco mas, retrocedo de nuevo, y a dentro otra vez. Sus suspiros y jadeos empiezan a ser rítmicos, ritmo que me complace comprobar que puedo controlar con los dedos que tengo dentro de ella. Cuando estoy lo mas profundo que puedo llegar estando ella sentada, trazo círculos en su interior, y cuando ella cierra los ojos para dejarse llevar pellizco un pezón con fuerza. Da un gritito, pero vuelve a abrir los ojos y a mirarme. Le devuelvo la mirada mientras le doy un masaje interno. el ritmo de su respiración y el que marca su cascabel va subiendo, le sonrío y paro, me retiro de su interior y me levanto con la espalda dolorida.
En lugar de enfadarse por la interrupción me mira esperanzada. Cojo las llaves de encima del a mesa y abro las cuatro esposas, pero antes de volver a soltarlas aprovecha mi despiste y salta sobre mi con todo su peso, desequilibrándome y tirándome al suelo. Se sienta a horcajadas sobre mi y forcejea por levantarme la camiseta mientras intenta lamerme la piel desesperada. Gata mala, no se cuantas veces le he dicho que no puede estar encima, pero no lo entiende, voy a tener que ser severo. Le doy un azote en el culo y veo como su mirada se enciende de deseo. Aferro una de sus muñecas mientras vuelvo a azotarla, intento desequilibrarla tirando y empujando en la misma dirección. Se resiste con las rodillas y presionándome el torso con los muslos. El tintineo del cascabel ambienta la pelea, hasta que finalmente logro rotar en el suelo, con lo que levanto una de sus rodillas, estiro con fuerza de su muñeca y me la quito de encima. Intentamos levantarnos los dos a la vez, pero yo lanzo mi mano a aferrar de nuevo sus dorados cabellos cerca de su nuca y pego mi mano contra el suelo, lo que la impide levantarse si no quiere arrancarse algún mechón. Me inclino sobre ella victorioso.
-Gata mala, eres muy muy mala. ¿Quien es tu dueño?
-Tu, tu eres mi amo.
-¿Y dónde te tengo dicho que estas tu cuando follamos?
-Debajo de mi amo - su voz se apaga un poco, adoptando un tono mas respetuoso.
Satisfecho pero sin soltarle el pelo, pues una gata nunca se somete del todo y hay que controlarla en todo momento, le bajo las braguitas, primero con la otra mano y luego con el pie, hasta quitárselas del todo, me tumbo sobre ella y la penetro con fuerza desde el principio. Ella ya sabe que lo hago así siempre que se me resiste, y cada vez pelea más; tal vez le guste, pienso. Acabamos casi al mismo tiempo, ruedo y me tumbo a su lado, jadeando los dos. Ya casi no oigo el cascabel.
Ladeo la cabeza y la contemplo, mi hermosa gatita, mi preciosa y rebelde mascota. La abrazo sabiendo que no la dejare marchar nunca.