El rebaño (5)
Continua la historia ...
Al darse cuenta de la forma en la que Basilio estaba pendiente de lo que sucedía, Oscar, sin dejar de torturar con sus dedos el clítoris de la esclava, le ordenó: “Nuria, explícale al señor Basilio lo que te estoy haciendo, dile lo que sientes y porqué no sólo no has apartado tu coño de mi mano, sino que lo has acercado para que me sea más fácil seguir pellizcándote.” La esclava, con la voz ligeramente entrecortada, no se sabe si por el dolor o la excitación, obedeció la orden y mirando a Basilio, le dijo:
Mi señor, la esclava ha acercado el cuerpo al señor Oscar obedeciendo la seña que el señor le ha hecho, ya que a la esclava se le ha enseñado que esa seña significa que el señor desea tener más cerca el cuerpo de la esclava para manipularlo, por eso la esclava usa sus manos para abrir y exponer completamente el coño de manera que sea plenamente accesible al señor; la esclava siente dolor cada vez que el señor le aprieta con los dedos el botón del coño, pero la esclava ni sabe, ni quiere ni tiene capacidad para decidir rechazar el uso que el señor hace de su cuerpo ni mucho menos tiene voluntad para impedir u oponerse a que los dedos del señor manipulen, pellizquen o aprieten el botón del coño; a la esclava no le gusta que el señor le haga daño, pero lo que la esclava desee no tiene importancia, lo único importante es que al señor le apetece usar a la esclava de esa forma y por eso la esclava se ofrece al señor y adopta la posición necesaria para que pueda ser usada de manera más cómoda y fácil por el señor. La esclava obedece, no tiene voluntad ni capacidad de decidir por sí misma.
Para alivio de Nuria, Oscar dejó de pellizcar su clítoris (el “botón del coño”) y cuando acabó de hacer la explicación le dio una palmada en el trasero y la ordenó “vuelve a tu sitio”. Inmediatamente, Nuria hizo una reverencia al criado y regresó a su posición.
Por su parte, Basilio, dejó de manipular el sexo de la esclava Nala, que tenía tumbada boca abajo sobre sus piernas y a la que llevaba rato introduciendo los dedos en el culo y en el coño, alternativamente, y quitándose de encima a la esclava, le comentó a Oscar: “Oscar, disculpa, pero me estoy meando ¿estamos autorizados para usar el servicio o debo hacerlo aquí mismo?”
Oscar, sin dejar de amasar las tetas de Lena, sonrió y le dijo: “Mira, ahora vas a tener otra oportunidad de poder comprobar como es de profundo el sometimiento de todos los esclavos y los efectos del tratamiento que se les aplica” y levantando la voz, preguntó: “El señor Basilio se está meando, ¿cuál de vuestras bocas está quiere acoger la polla del señor Basilio para que pueda mear cómodamente sentado?” ante la sorpresa de Basilio, todos los esclavos y esclavas presentes, incluida Nala, que se encontraba a los pies del propio Basilio, se ofrecieron a ser usados, levantando sus manos y abriendo la boca, y Oscar le dijo: “Ya ves, puedes elegir la boca que quieras, también podrías haberte meado en cualquiera de ellas, simplemente dando una orden directa y sin preguntar, pero quería que tuvieras la oportunidad de comprobar cómo funciona el sistema”; así pues, Basilio, después de pensarlo un momento, eligió a una rubia con labios carnosos, quien, con una evidente sonrisa que denotaba satisfacción por su victoria al haber sido elegida sobre los demás, se dirigió a cuatro patas hacia el criado y, situándose entre sus piernas, acercó la boca entreabierta hasta la entrepierna del hombre, sin atreverse a tocarlo y atenta a cualquier gesto.
En cuanto Basilio se acomodó en el asiento y empezó a bajarse la bragueta, la esclava rubia se arrodilló y usó sus manos para, con toda delicadeza, sacar la polla del hombre e, inmediatamente, acoger en su boca la totalidad del sexo cerrando los labios haciendo la presión necesaria para que no hubiese posibilidad de que se escapara ni una gota de líquido; la cara de satisfacción de Basilio demostró lo a gusto que estaba; cuando el criado acabó y la esclava notó que había cesado la meada, retiró la cabeza sacando suavemente la polla que sostuvo con sus manos mientras que, con la lengua limpiaba cualquier resto que quedara y, al finalizar, utilizó sus propios cabellos para secar la humedad, procediendo enseguida y con el mismo esmero, a introducir la polla en el pantalón del hombre y quedarse entre sus piernas mirándolo con ojos de agradecimiento, lo que convenció al criado de que, para la esclava, había sido un placer tragar la meada.
Cuando Basilio acabó de utilizar a la esclava rubia, Oscar le comentó: “¿Qué te ha parecido?, ¿ves cómo funciona el adiestramiento? Lo que han conseguido los Amos es que, después del tratamiento, los esclavos estén deseando obedecer y ser usados, por muy desagradable o doloroso que sea el uso que se hace de ellos uso que se hace de ellos. Pero aún no lo has visto todo,” y dirigiéndose a Alisa le ordenó: “Esclava, explícale al señor Basilio si te ha gustado lo que has hecho, porqué lo has hecho y si volverías a hacerlo”, al escuchar la orden de Oscar, la esclava rubia se quedó seria y contestó:
“Mi señor Basilio, la esclava se disculpa por si su sinceridad le molesta y ruego al señor que la castigue por ello, pero cumpliendo la orden del señor Oscar, la esclava debe explicar que no le gusta tragar meados, ni del señor ni de ningún otro caballero, hacerlo le produce una enorme repugnancia, pero la esclava se ha ofrecido voluntariamente para ser usada como meadero porque esa es la programación que le ha sido implantada, y porque el adiestramiento de la esclava le impone estar siempre dispuesta y completamente ofrecida para ser usada por los Amos y los señores, y por eso la esclava no tiene ninguna duda en ofrecerse para tragar el meado del señor todas las veces que el señor desee usar la boca de la esclava para eso o para usarla de cualquier otra forma que al señor le apetezca.”
¿ves? dijo Oscar, el resultado del nuevo tratamiento es que los esclavos desean obedecer y ser usados, aunque sepan que el uso que se vaya a hacer de ellos sea repugnante o doloroso; simplemente, como no tienen voluntad para decidir, no pueden evitar obedecer la orden de ofrecerse para ser usados, esa es la diferencia básica entre el tratamiento que se nos hizo a nosotros y el nuevo sistema que, como verás, es mucho más efectivo.
Mirando la lista que Lisa seguía manteniendo entre sus manos, Oscar pronunció el nombre del siguiente esclavo que debía realizar su presentación, resultando ser el que estaba destinado por su dueño para convertirse en instructor, y que, como todos los demás, realizó su presentación con voz respetuosa mientras iba mostrando su cuerpo a los dos criados:
Mis señores, pertenezco al Amo Antonio, que me ha puesto de nombre Flavio; tengo 27 años y y mi dueño me utiliza como mayordomo doméstico, pero desde hace unos meses, el esclavo está siendo adiestrado para ser usado como criado; ya he sido amaestrado con el tratamiento especial y mi Amo me ha traído a la Granja para comprobar que estoy preparado para servirle como criado y puedo hacerme cargo de la gestión, control y doma de sus propiedades y esclavos; nada complacerá más a mi Amo que el hecho de que los señores comprueben si mi programación funciona adecuadamente y mi adiestramiento es el adecuado para satisfacer el deseo de mi Amo y obedecer sus designios.
El hecho de que se tratara del esclavo candidato a criado instructor hizo que Oscar recordara que su Amo le había ordenado expresamente someter a examen la capacidad de sumisión del candidato, imponiéndole pruebas que resultaran especialmente humillantes o dolorosas, por lo que, abandonando por un momento el masajeo de los pezones de la esclava Lena, comentó con Basilio: ¿qué te parece si ponemos lo ponemos a prueba y comprobamos su nivel de obediencia? y sin esperar siquiera respuesta de su compañero, se dirigió al esclavo y le ordenó:
Ahora vamos a comprobar si tu nivel de sumisión y adiestramiento es suficiente como para que tu Amo te convierta en criado y para eso, lo primero que vas a hacer es masturbarte hasta que estés completamente empalmado pero sin llegar a eyacular, entonces nos avisas y te daremos más instrucciones.
Como no podía ser de otra forma, en cuanto escuchó las órdenes impartidas, el esclavo se llevó las manos al sexo y empezó a masturbarse sin mostrar el menor signo de vergüenza; de hecho, en pocos momentos, su polla empezó a endurecerse hasta alcanzar un tamaño considerable; tanto la rapidez como el gesto del esclavo confirmó a los criados su sospecha de que el Amo de Flavio lo había tenido desde hacía algún tiempo sin permitir que se aliviara.
Sin abandonar la maniobra de masturbación, y con un tono que evidenciaba la tensión que estaba padeciendo, Flavio se dirigió a Oscar, suplicante:
“Mi señor, la orden del señor ha sido obedecida y, como pueden comprobar los señores, la polla del esclavo ha alcanzado su máximo nivel de erección, el esclavo puede correrse en el momento en el que los señores se lo permitan ¿quieren los señores que siga masturbándome o desean dar algún otro uso al esclavo?”
Con una sonrisa de satisfacción, Oscar se levantó, y dirigiéndose hacia el grupo, cogió a una de las esclavas por el brazo y dándole una palmada en el trasero, le ordenó: “Al suelo, tumbada de espaldas, espatárrate completamente, que quiero ver ese coño bien abierto”, sin dudar siquiera un instante, la esclava obedeció la orden recibida, adoptando la obscena posición, a la vez que Oscar se acercaba a Lena, la cogía del pelo y la ponía frente a uno de los esclavos que todavía no se había presentado, le hacía arrodillarse y le ordenaba: “¡¡Métetela en la boca, quiero que se la pongas dura, de prisa!! Cuando esté bien empalmado, sácatela de la boca y me avisas”, a continuación, dirigiéndose a Flavio, le dijo, “aprovecha esa erección que llevas y mete la polla en el coño que te he puesto en el suelo, pero sólo quiero que la metas hasta el fondo, quedate quieto hasta que te avise, nada más, no te emociones”; Flavio se arrodilló entre las piernas de la esclava y, sin dudarlo ni un segundo, se acomodó de forma que, con un único movimiento, introdujo su empalmado sexo en el coño que se le ofrecía permaneciendo quieto y en silencio, tal y como se le había ordenado; la esclava, que probablemente también había estado privada de sexo durante algún tiempo, al notar la embestida, abrió los ojos como platos, dio un fuerte respingo de placer y pareció como si abriese un poco más las piernas para facilitar una entrada más profunda.
Mientras tanto, Lena demostraba sus habilidades en la práctica del sexo oral consiguiendo que la polla que tenía en la boca se hubiese empalmado rápidamente, por lo que, una vez cumplida la orden recibida, retiró la cabeza, y mirando a Oscar, le dijo: “Mi señor, la polla del esclavo ya está empalmada, tan dura que golpea en la garganta de la esclava y le llena la boca completamente, ¿le parece así bien al señor o quiere que siga mamándola?”, con una sola mirada, Oscar se dio por satisfecho y sin siquiera responder a la esclava, que todavía estaba arrodillada en el suelo, cogió del brazo al esclavo y poniéndolo detrás de Flavio, le dijo
“Ahora vas a dar por el culo a este esclavo, hasta que yo te diga basta; y tú, Flavio, facilítale el acceso abriendo las piernas y separándote las nalgas con las manos; ah!! y no se te ocurra sacar tu polla del coño de la esclava”.
El esclavo obedeció a Oscar y, colocándose de rodillas detrás de Flavio apuntó su polla y, con un empujón de sus caderas, le metió la polla hasta que la pelvis tropezó con las nalgas e inició un cadencioso movimiento hacia delante y atrás que, sin ninguna duda, le resultaba desagradable al esclavo enculado que no pudo reprimir una mueca de dolor, pero que no hizo el menor gesto de oposición a la forzada invasión de su trasero, al contrario, después de las primeras embestidas fue acompasando los movimientos de su pelvis de manera que los tres iniciaron un rítmico y conjuntado vaivén.
Durante unos momentos, en el establo únicamente se oía el murmullo producido por los movimientos y las embestidas de los tres esclavos, la respiración entrecortada por el esfuerzo que hacían los dos esclavos y los jadeos de excitación que empezaba a emitir la esclava que estaba siendo follada por Flavio. Viendo que el espectáculo se alargaba más de lo que había previsto, Oscar se dirigió a Lisa, la levantó desde la posición de atril que llevaba rato adoptando, la puso al lado de Lena y les dijo:
“Vosotras dos, enganchad la cadena y llevaos el rebaño hasta donde Miss Sara y le decís que he ordenado que los ponga a hacer ejercicios, que luego me acercaré a dar nuevas instrucciones para el adiestramiento individual de cada uno; cuando le entreguéis el grupo, que os laven, os den de comer y os pongan a las dos a dormir”
Aliviadas por la perspectiva de poder comer y descansar después de muchas horas de servicio, las dos esclavas se apresuraron a volver a pasar la cadena por todos los collares y tirando de ellos se llevaron al grupo hacia el exterior del establo.
Cuando salieron del establo, Oscar volvió a ocupar su atención en el pintoresco grupo que él mismo había organizado y que seguía dedicado a sus prácticas sexuales y a los que ordenó: "Flavio, tienes cinco minutos para correrte, pero antes de que tú lo hagas tienes que conseguir que se corran tanto la esclava que te estás follando como el esclavo que te está enculando a tí, si te corres tú antes que ellos, te arrepentirás."
Antes de que transcurriera el plazo, Oscar observó que la esclava se acercaba al oido de Flavio y murmuraba unas palabras y Flavio, levantando la cabeza, se dirigió a Oscar: "Mi señor, la esclava solicita permiso para correrse", y antes de que el criado pudiese contestar, volvió a tomar la palabra: "Mi señor, el esclavo que me está enculando solicita también permiso para correrse, y, si el señor es tan amable, una vez se hayan corrido los dos, este esclavo ruega le sea permitido correrse, también." A lo que Oscar, condescendiente, asintió, en cuyo momento, los tres esclavos explotaron prácticamente a la vez; como muestra de su más que correcto adiestramiento, ninguno de los tres dejó de realizar los rítmicos movimientos sexuales, hasta que oyeron como Oscar les decía: "Bueno, basta ya!!!, Flavio, ve a lavarte y asearte un poco, y ponte algo de ropa, después seguiremos comprobando tu adiestramiento, pero date prisa, no tenemos toda la mañana -y dirigiendose a la esclava que permanecía de pie desde que Basilio la hubiera apartado- Nala, engancha a estos dos y llevalos con Miss Sara para que se unan al grupo, y le dices que puede continuar con el ensanche de tu culo, que ya hemos acabado de usarte".
Mientras Flavio se lavaba, Oscar y Basilio se dirigieron a la cuadra ocupada por la esclava Julia, y comprobaron que todavía estaba bajo los efectos de la sedación pero que seguía con los auriculares puestos recibiendo los mensajes que iniciaban su condicionamiento. Oscar explicó a Basilio:
"La sedación que le has administrado contiene una droga que estimula el cerebro de la esclava de forma que lo convierte en más receptivo a las instrucciones que está recibiendo a través de los auriculares, de esa forma se consigue que, en un par de días, la esclava empiece a quedarse sin voluntad y vaya aceptando como normal el obedecer las órdenes que se le irán dando; de hecho algunas esclavas son tan receptivas que desde la primera sesión ya muestran un nivel de sumisión muy aceptable, pero lo normal es que haya que empezar con ordenes sencillas y directas, que no les hagan pensar demasiado, para poco a poco incrementar la complicación hasta conseguir la programación completa.
Dentro de 10 minutos finaliza esta primera sesión, a la vez que empezará a dejar de hacer efecto el sedante, así podremos comprobar si ésta esclava va a ser fácil o difícil. Yo, personalmente, las prefiero difíciles porque disfruto más con su adiestramiento, las que no se rebelan y se muestran sumisas desde el principio, son bastante aburridas, aunque a los Amos son las que más les gustan, porque son las que tienen una tendencia natural a la sumisión que hace que su uso sea más fácil.
Mientras esperamos, vamos a dar algunas instrucciones a Flavio, porque a partir de ahora va a ser tu pareja, ambos sereis mis ayudantes y no os separareis por ningún concepto, ni para dormir, así que trátalo como a un igual, pero no olvides que debes mantenerme completamente informado de todo lo que haga o diga cuando yo no esté delante ..."
En cuanto Flavio vio que se le acercaban los dos criados, sin darle tiempo a secarse, se colocó los pantalones y la camisa que había cogido del banco y se quedó quieto, de pie, con los brazos caídos a los costados y la mirada baja esperando nuevas instrucciones ... Oscar, dirigiéndose hacia la cuadra ocupada por Julia, ordenó a Flavio que los siguiese y fue explicando:
Ahora vamos a comprobar el efecto que le ha hecho el tratamiento con el sedante y los mensajes subliminales a esta esclava; si es como sospecho, aparecerá muy obediente, pero sólo a mi voz, porque es la que ha escuchado en la grabación; con eso se consigue que la esclava empiece a acostumbrarse a aceptar órdenes de su domador; como te decía, al principio, las órdenes deben ser cortas y claras, que no dejen lugar a dudas; así la acostumbramos, poco a poco, a someterse y aceptar la programación de su cerebro. Dirigiendose a Basilio, le dijo – abre la puerta de la cuadra, pero no entres, permaneced los dos, detrás de mí y haced lo que yo haga.
Todavía bajo los efectos del sedante suministrado, la esclava Julia observó como se abría la puerta de la cuadra, y recordó lo que le habían dicho la noche anterior los otros esclavos, así que permaneció quieta y echada en el suelo, con la mirada asustada, pero sin decir ni una sola palabra. Entonces, Oscar, entrando en la cuadra y con tono seco e imperativo, le ordenó: “¡En pie!”.
Para sorpresa de Basilio y Flavio, y ante la mirada sonriente de Oscar, la esclava Julia se puso lentamente en pie y permaneció en esa posición quieta, sin mover siquiera las manos (que tenía libres), para taparse ninguna parte de su cuerpo; eso sí, la mirada que dirigía a los tres hombres era, cualquier cosa, menos sumisa, al contrario, demostraba odio e incluso un inicio de rebeldía, pero, sin dejarla recuperar el dominio de la situación, Oscar volvió a darle otra orden: “¡De rodillas!” y nuevamente la esclava, con algún leve titubeo, adoptó la postura que se le había ordenado.
El criado, ejerciendo sus funciones de domador, se acercó a la esclava y le pasó la mano por la cabeza, acariciando su pelo, a la vez que le decía: “Así se hace, buena chica...”, y sujetando a la esclava por la mandíbula, le hizo levantar la cabeza para que le viera la cara, a la vez que la decía: “Soy tu domador, mi nombre es Oscar, señor Oscar para tí, vas a aprender a obedecer y a portarte bien ¿de acuerdo?” al escuchar a Oscar, la muchacha pareció salir del trance y mirando al criado aterrorizada y con la voz apenas audible, pareció sacar fuerzas suficientes para decirle: “Por favor, señor, no me haga daño, déjeme marchar y no diré nada, no puede hacerme esto, déjeme libre, se lo suplico ...” Al escuchar a la esclava, la mirada de Oscar se endureció y, sin dejar de sujetar con una mano el mentón de la muchacha, con la otra, le propinó un sonoro bofetón que la hizo caer al suelo, sollozando y, mirando a sus ayudantes, les dijo: “¿Veis?, no se consigue nada portándose bien, en cuanto te reblandeces, se rebelan y pretender pensar y actuar por sí mismas ... Bueno, pues, se acabó el recreo, Flavio, ponle otra dosis de sedante y colócale los auriculares, una segunda sesión no le vendrá mal, para que se vaya ubicando ...”
En vano la muchacha intentó protestar y alejarse de Flavio, que se le acercaba con la pistola de sedación, sus débiles protestas quedaron apagadas en el momento en el que empezó a hacerle efecto la droga, y, transcurridos unos segundos, quedó tumbada, con la respiración acompasada y la vista pérdida, sin oponer ninguna resistencia cuando el ayudante del criado le colocó y activó los auriculares; Oscar, que había contemplado la escena desde la puerta, les explicó:
“Los restos de sedante que quedan en su cuerpo facilitan que su reacción a una nueva dosis sea más rápida y efectiva, por eso se ha quedado en trance enseguida; en cuanto a los mensajes, parece que su condicionamiento va a ser más rápido del que me gustaría; creo que esta esclava será de las dóciles, por lo que pronto podremos empezar su doma consciente, luego volveremos; ahora vamos a ocuparnos del rebaño y a comprobar qué está haciendo Sara con ellos ...”
Nada más salir del establo, el instructor y sus dos ayudantes se encontraron con que los integrantes del rebaño se encontraban en una esquina de la plaza, donde estaban realizando distintos tipos de extraños ejercicios de flexión, dirigidos por una mujer, alta, de mediana edad, pero con buena figura, que iba vestida con una especie de uniforme de “ama de llaves”, de color negro, ceñido al cuerpo, pero con una apertura posterior que exhibía su trasero y otra en la parte delantera superior que hacía que sus pechos estuvieran a la vista, si bien parecían sujetos por una especie de arnés.
Un poco más alejada del grupo, la esclava Nala, estaba montada en una especie de bicicleta estática en cuya parte posterior se había colocado un aparato con forma fálica, de considerable tamaño que, con movimientos rítmicos, entraba y salía de su culo a la misma velocidad en que la esclava hacía girar los pedales.
Nada más ver acercarse a Oscar, la llamada Miss Sara, soltó un trallazo al aire con el látigo que llevaba en la mano y con voz potente, gritó:
“Quietos todos como estáis!!!! –y haciendo una reverencia en dirección a Oscar y cambiando el tono de voz por uno mucho más suave y sumiso, dijo- mi señor Oscar, siguiendo tus órdenes, el rebaño está haciendo ejercicios de flexión, para aprender a adaptarse a las posturas de uso de sus agujeros; la esclava Nala está ensanchando el agujero de su culo para que alcance el tamaño que su Amo requiere, a la vez que hace un poco de ejercicio para mantenerse en forma y no convertirse en una vaca fofa ... ¿puedo ordenar que continúen practicando?”
A Oscar le bastó una señal, para que Mis Sara ordenase a todo el rebaño que continuara con sus ejercicios y acercándose hasta donde se encontraba, con una mano le manoseó las tetas, mientras con la otra, cogía el látigo y lo pasaba por el culo de la instructora, a la vez que explicaba a sus ayudantes:
“Esta es Sara, esclava instructora y ama de llaves de La Granja; ella es la encargada de que todo esté organizado adecuadamente para atender a los Amos y poder satisfacer todas sus necesidades y caprichos; como podéis observar, Sara se desenvuelve bastante bien y consigue que los esclavos hagan sus tareas pero, por si acaso, se le permite llevar y usar este látigo que, para ella, es un compañero inseparable al que suele estar profundamente unida ¿no es verdad Sara?, por cierto, estos son mis ayudantes, Basilio y Flavio, salúdalos, presentante como es debido y explícales que eres y que estabas haciendo con los esclavos”
Al escuchar la orden de Oscar, la esclava instructora, se dirigió hacia los ayudantes, deteniéndose ante cada uno de ellos y, con una reverencia exagerada, flexionó sus piernas y dobló su cintura, hasta colocar la boca a la altura de la bragueta del hombre y, acercando los labios, besó el pantalón a la altura del sexo de cada uno de los dos, manteniendo los labios en esa posición durante unos instantes, y finalizado el saludo, volvió quedarse de pie, al lado de Oscar y dijo:
“Mis señores Basilio y Flavio, es un honor para mí poder servir y obedecer a los ayudantes del señor Oscar; pueden disponer de esta esclava como mejor les parezca, siempre que el uso que quieran hacer de mi cuerpo o de mi persona sea autorizado por el señor Oscar, a cuyo servicio he sido asignada o, por supuesto, de los Amos, a quienes pertenezco y me someto.
La esclava está programada para ejercer labores de instrucción de los esclavos y esclavas, como instrumento de apoyo del señor Oscar, que es quien me ha domado, y ahora me dirige y controla. Como parte de mi adiestramiento y bajo las órdenes directas del señor Oscar, soy usada como ama de llaves de la Granja, para organizar y mantener las instalaciones en las condiciones que los Amos desean, y el señor Oscar me transmite; también he sido asignada para el uso particular del señor Oscar.
Para que los señores no tengan dudas acerca de mi condición, y para que a mí no se me olvide nunca que mi principal uso es servir para el placer y disfrute de los caballeros y los señores, se ha dispuesto que la esclava vista un uniforme que, como los señores pueden comprobar, deja bien visible y con plena libertad de acceso tanto el coño, el culo, y las tetas, que, por supuesto, los señores pueden manosear, manipular y sobar a placer cuando quieran y como quieran.