El rapto (3: El otro lado de las cosas)

El secuestro de nuestro protagonista desde otro punto de vista.

"¿Y ahora que?"

Llevo semanas preguntándomelo a mi mismo, y no encuentro una solución que no conlleve dejar de verte, por lo menos, durante un tiempo.

Las cosas entre los dos iban de maravilla, no lo puedo negar. Nos conocimos, quedamos para un café, otro día para un café, otro para unas copas, y al final pasó lo que tenía que pasar: nos liamos.

Éramos la pareja perfecta, todos nos miraban, todos nos envidiaban. Los dos tonificados, con aire grunge-pijos-alternativos, con buenos trabajos, guapos, con muchos amigos…hubo quien dijo que éramos la pareja de moda del ambiente.

A ninguno de los dos nos gustaba ir deprisa, así que a los dos meses aun no habíamos hecho nada de nada sexualmente hablando, y follar era algo muy muy lejano en mi mente. No lo necesitaba tampoco, podía esperar.

A los tres meses, aprovechando que no había nadie en casa viniste a pasar la noche, y tras una cena romántica, surgió el arrebato de pasión, y tras unos suculentos besos empezamos a ir a mas.

Como siempre me ha gustado llevar la iniciativa decidí tras unos frotamientos y jugueteos ir directamente hacia tu pene, que chorreaba ya semen esperando un poco de acción. Cuando ya lo había chupado, y me lo estaba metiendo en la boca, dijiste algo que me sorprendió: no te gustaba que te la chuparan.

A continuación, te metiste la mía en tu boca y me la chupaste hasta correrme larga e intensamente.

Cuando te pregunte que podía hacer yo para ti, me dijiste que nada, que con una paja te conformabas.

Al principio no le di mucha importancia, pero al poco tiempo empezó a ser aburrido: tu me la chupabas, yo te hacia una paja. Y así cada vez que hacíamos algo. Un día nos planteamos la penetración, pero al final al ver mi miembro dijiste que necesitabas prepararte poco a poco para esa polla tan grande.

Plantee poco a poco juegos sexuales que nos ayudaran a hacerlo mas atractivo, pero solo proponía yo cosas, que no todas te gustaban encima. Tu mismo reconociste que en la cama eras un muermo y que no tenías imaginación ni fantasías.

Lo deje pasar, hasta que llego un momento que la situación era insostenible: no me considero un obseso sexual, pero no soy de piedra tampoco.

Ahora pues había llegado el momento de tomar una decisión, y creo que tras seis meses de relación, era el momento de dejarlo.

Y hacia Chueca, donde habíamos quedado, me dirigía.

Estaba atravesando el descampado que une mi urbanización con la parada del metro, cuando me pareció ver que un arbusto que había a un lado del camino se agitaba un poco. Pensé que sería el viento y seguí mi camino. Sin embargo el ver un coche parado sin nadie dentro me da mala espina y decido dar media vuelta e ir por otro camino, que es mas largo, pero mas seguro.

Sin darme tiempo ni a girarme una mano enguantado cubre mi nariz y con un pañuelo. Grito con todas mis fuerzas pidiendo auxilio, y noto como aprietan mas fuerte el pañuelo. Logro soltar una mano que agarra el brazo de mi oponente, pero hasta yo mismo me doy cuenta que es demasiado tarde. Cada vez , me siento mas atontado, mas somnoliento, con mas ganas de cerrar los ojos. Sin embargo debo de seguir luchando y gritando. Tal vez alguien me oiga. Noto tu boca cerca de mi oído susurrándome que ya no queda nada, que solo un poquito mas, y apretándome con fuerza me obliga a tomar una bocanada grande de aire. Mis ojos se empiezan a cerrar y voy cayendo como una marioneta a la que han cortado las cuerdas, no sin antes notar como una mano me soba el paquete. El grito que intento dar entonces es el que me acaba de sumir en un sueño muy profundo.

No se cuanto tiempo ha pasado ni donde estoy cuando empiezo a despertarme. Imagino que estoy dentro del coche por el ruido que oigo, y el espacio limitado. Intento gritar, abrir el maletero a patadas. La espera se hace interminable, y no se cuanto tiempo ha pasado cuando por fin el coche se detiene, y mas tarde se para. Espero a que abran el coche, y doy patadas al aire. Cuando me sacan de allí, noto como unos brazos fuertes me cargan y me dejan en el suelo. Intento salir corriendo, pero es claramente inútil, y caigo al suelo rendido ante la evidencia: me han secuestrado y dependo de mi verdugo.

A empujones llego a una estancia, donde me siento en una cama. El sonido de unas cadenas, con las que imagino me quieren atar a la cama me despierta de mi letargo y decido no rendirme y luchar. Oigo como sales de la habitación cerrando con pestillo y en ese momento empieza a sonar el móvil. Me retuerzo como puedo intento sacarme el teléfono del bolsillo, pero las esposas no ayudan demasiado. Vuelves a entrar e introduciendo tu mano en el bolsillo me lo arrebatas. Me arrebatas la última esperanza de escapar que tenía. Como pensaba era Félix, imagino que para saber donde coño estoy que llego tan tarde.

De repente vuelvo a notar ese olor dulzón, y tu mano cubierta por un pañuelo húmedo sobre mi boca. Entre sueños siento como me vas desnudando, como me chupad el calzoncillo y la polla, como me quitas los pantalones y la camiseta, como no puedo mover mis piernas primero y luego mis brazos… Vuelvo a quedar sumido en un sueño profundo del que prefiero no despertar ahora.

Cuando lo hago vuelvo a intentar pelear, pero no hay remedio: estoy esposado a la cama de pies y manos.

Huelo ahora además el olor a tabaco. Supongo que no he superado mi adicción a fumar aun después de 5 meses, ya que lo deje por Félix y no por ganas propias.

Empiezas a hablar y contarme no se que de un trato.

Hijo de puta, en cuanto me sueltes te pienso matar, así que mas te vale que me mates tu a mi primero, o me folles de tal manera que no me pueda ni mover de la cama.

Acepto tus requerimientos y me quitas la venda de los ojos, viéndote por vez primera.

¡Que cabrón que eres, que no vas siquiera a dejar que te vea la cara!

Me parece ver como una silueta pasa por la puerta entreabierta, pero imagino que es una simple alucinación mía, debida a los efectos del cloroformo, y decido tranquilizarme.

Ahora si me quitas por fin la puta cinta aislante que me ha dejado los labios enrojecidos y pegajosos.

Te pido dar unas caladas al cigarro, y al contacto del cuero de tus guantes con lis labio, mi polla ya húmeda vuelve a empalmarse.

Te miro desafiante y te pregunto:

"¿Y ahora que?"