El rapto (2: Atrapado)

Secuestrador y secuestrado inician el que sera un día largo para ambos.

Empiezo a oír los ruidos provenientes del maletero del coche, que no hacen mas que calentarme más todavía.

Solo puedo pensar en las horas que voy a pasar contigo, recorriendo cada milímetro de tu cuerpo con cada milímetro del mío.

Llegamos a mi casa, y abro con el mando a distancia la verja del jardín.

Aparco muy cerca de la puerta, y me bajo del coche apagando los restos de mi cigarrillo contra el suelo. Me vuelvo a poner los guantes de cuero, y abro el maletero.

Una horda de intentos de patadas me recibe, y no quiero ni imaginar la cantidad de improperios que pueden estar saliendo de tus labios sellados y marcados por la cinta adhesiva.

Te saco del maletero, y te pongo de pie al lado del coche. Creo que no es necesario volverte a narcotizar, porque por mucho que grites nadie te va a oír en esta finca apartada de la ciudad, y si echaras a correr estarías en clara desventaja.

Te susurro en el oído "Vamos", e intentas echar a correr sin ver el camino, sin importar hacia donde, y cuando te das cuenta caes sobre tus rodillas llorando. Voy hacia ti, y te digo que nada que no quieras te va a pasar, que en unas horas estarás en casa, y que es sólo sexo con algo mas de emoción. Te levanto del suelo y te empujo hacia el camino de vuelta, y la puerta de entrada. Intentas oponer resistencia, pero es todo inútil.

En menos que canta un gallo te he llevado a empujones a la habitación que te tengo reservada, con una cama amplia, con cuatro grilletes, uno en cada esquina de la cama.

Cuando te sientas en el colchón e intento empezar a desnudarte te pones muy nervioso. Pobrecito mío.

Creo que es mejor optar por el plan B.

Te dejo tumbado encima de la cama, todavía atado, y cierro con pestillo la puerta mientras bajo al coche. Cuando estoy subiendo las escaleras oigo una musiquita que descubro que es de tu móvil, y subo corriendo. Te encuentro revolcándote sobre ti mismo intentando sacártelo de tus vaqueros. Cuando lo cojo veo que es un tal "Félix".

Imagino que es ese chico con el que siempre vas por el ambiente, creo que es tu novio.

La verdad que está bastante bien, pero yo te he preferido a ti. Lo dejo sonar hasta que cuelga, y lo pongo en silencio. Te digo quien era, y te pregunto que quien es. A la pregunta de si es tu pareja asientes.

Como veo que sigues nervioso, no cambio de opinión y vuelvo a empapar el pañuelo en el líquido narcótico. Me acerco a ti, sin que tu sepas que va a pasar a continuación y te lo vuelvo a aplicar. Tus gruñidos y contoneos me vuelven a poner a mil. Pienso follarte hasta no poder más.

Esta vez no pienso dormirte del todo, sino solo atontarte lo suficiente para que seas manejable. Cuando llega ese momento te quito el pañuelo y empiezo a quitarte las deportivas y los calcetines. Me pongo a tu lado y empiezo a tocarte el bulto del pantalón donde está tu polla, cada vez mas grande. Voy desabrochando los botones uno a uno, y entre una vez y otra sigo frotando el bulto que cada vez mas lucha por salir del pantalón.

Intentas incorporarte sin éxito, pues mis manos vuelven a empujarte y te aplico un poco mas de somnífero. Te quito los pantalones y los tiro al suelo, y te esposo los pies a los grilletes.

Tu polla asoma entre tus calzoncillos, en los que se puede observar una gran mancha de líquido.

Es hora de desnudarme yo también, dejándome sólo puesto los guantes, que uso para no dejar huellas.

Vuelves a revolverte nervioso, así que vuelvo a acercarte a la nariz el pañuelo.

Sentándome a tus pies chupo tu calzoncillo y tu paquete, lo que hace que tu polla tiemble, y palpite. Lo noto mientras empiezo a recorrer con tu lengua, primero tu ombligo y después tu torso musculazo. Incorporándote y apoyándote sobre mi brazo te quito la camiseta, y ahora si, te esposo las manos a las dos esquinas de la cama restantes. Sólo quedan tus calzoncillos.

Me he debido pasar con la última dosis de cloroformo, y te he dormido demasiado. Ahora que empieza lo bueno no quiero que estés dormido, así que espero a que te despiertes fumando un cigarro.

Mientras inhalo y exhalo el humo te observo detenidamente: sin un ápice de grasa, músculos tonificados, un bronceado perfecto, labios carnosos, pelo rapado. Se que tus ojos son verdosos, te los he visto muchas veces ya.

Empiezas a despertar, y a gruñir y revolverte. Las patadas que das, y los puñetazos no van a conseguir liberarte de las cadenas que te atan fuertemente a la cama, por mucho que lo intentes.

Es el momento de hablar contigo. Me acerco a ti, y te digo, intentando que me oigas por encima de tus gritos:

"Buenos días. Ante todo quiero pedirte disculpas por haberte traído hasta aquí en contra de tu voluntad. Quiero que sepas también que, como te he dicho antes, no te va a pasar nada que no quieras que pase, y que al final del día estarás sano y salvo donde te rapte. Solo quiero que lo pasemos bien juntos este día, y luego, nunca mas sabrás de mi.

Para pasarlo bien juntos sería mucho mejor si te quitara la venda y la mordaza.

Sería mucho mejor que no gritaras cuando lo haga, porque además no te va a servir de nada. Estamos en las afueras, en una finca, y sin nadie cerca. Así podrías ahorrarte el dolor de garganta, y a mi el de cabeza. Este es el trato entonces: yo no te hago daño y

esta noche estas en tu casa, y tu a cambio no gritas. ¿Estas de acuerdo? Asiente o niega con la cabeza"

Te quedas quieto durante unos segundos, y asientes lentamente con la cabeza.

Así pues, me coloco un gorro en la cabeza que solo deja al descubierto mis ojos y mi boca, y me acerco a la cabecera. Primero te quito la venda de los ojos, que miran asustados a todas partes, primero a mi, luego al cuarto, luego a la puerta, luego a mí otra vez.

Vuelves a intentar resarcirte de tus esposas.

"Sabes que ese no es el trato. Tienes que estar tranquilo y sin gritar. Sino, no vamos a pasarlo bien ninguno de los dos. ¿Te quito la mordaza ya o quieres esperar un poco mas? "

Esta vez niegas con la cabeza.

Así pues, despego poco a poco la cinta aislante, que dejan ver esos labios abultados, y ahora un poco enrojecidos por el pegamento. Lo primero que haces es pasarte la lengua por la comisura de los labios, y me pides un poco de agua, que te doy gustoso.

Cuando doy otra calada al cigarro, lo miras, y me pides fumar. Te lo acerco a la comisura de los labios, y le das una larga calada que exhalas poco a poco. Noto como al contacto de los guantes con tus labios y tu cara tu polla vuelve a empalmarse.

Vuelves a dar otra calada al cigarro, que ya apago, y me miras desafiante, y me dices:

"¿Y ahora que?"