El rancho

Mi vida en el rancho.

Odette entró en mi habitación como cada día para servirme el desayuno, pero hoy era más temprano que de costumbre. La había hecho despertarme a las 6.30. Dejó su bandeja en mi mesa y tras ponerse a cuatro patas me preguntó que si se podía retirar...

  • Dile a jurema que se ponga el vestido malva sin nada debajo, el collar y que no se recoja el pelo, a las 8 salimos de viaje. Que prepare el resto para mañana, no regresaremos a dormir. Prepárame el baño y dile a fabiano que meta en el coche mi maleta y bebida fresca.

  • Sí señora, con Su permiso me retiro.

Tras desayunar tranquilamente pasé al baño cuidadosamente preparado por odette hasta el último detalle. Al salir de la ducha ella se encargó de rodearme dulcemente con la inmensa toalla que me cubría por completo, y procedió a secarme con la misma delicadeza que se tiene al secar a un bebé. Me tumbé en la camilla para que suavemente me untara de crema hidratante, me encantaba aquel olor a pétalos de rosa que desprendía.

Toda mi ropa estaba preparada, corpiño negro, falta corta negra, medias con liguero y unas impresionantes botas de tacón. Mientras me maquillaba ligeramente, poliana iba preparando mi bolso de mano. Todo listo ya para subirme al coche que me llevaría a casa de mi gran amiga Madelaine.

Madelaine es una mujer encantadora a la cual conozco desde hace muchísimos años. Nos conocimos en un bar donde solíamos tomar el café, por supuesto ninguna sabía de los gustos de la otra, pero a base de vernos cada día e ir de una conversación a otra, intimamos y resultó lo que las dos nos imaginábamos, las dos éramos Amas.

Digo que nos lo imaginábamos porque después de tanto tiempo ambas nos teníamos muy observadas y algo ya presumíamos; incluso yo la vi alguna vez en compañía de algún esclavo y ella a mí también me había visto con mi esclava odette en dicho café.

Desde aquel día hace ya más de 10 años nunca más nos hemos vuelto a separar, ni habiendo nacido en la misma familia, ni llevando la misma sangre, nuestra relación sería tan estrecha.

La puerta de mi antiguo Cadillac que nico se había encargado de dejarlo reluciente se abría a mi paso de la mano de fabiano y jurema ya estaba sentada al volante, fabiano tras cerrar la puerta se puso a cuatro patas junto a odette, nico y poliana; magnífica estampa de los cuatro perros despidiendo a su Dueña.

En mi ausencia todo quedaba en manos de odette, mi fiel esclava.

Me acomodé en el amplio asiento de atrás y encendí un cigarrillo. El otoño estaba a punto de hacerse notar con aquella luz especial del amanecer y yo tendría tiempo de disfrutar del paisaje las casi cuatro horas que duraría el viaje. Madelaine estaba en su casa de verano y allí me dirigía.

Iba observando a jurema mientras conducía, me apasionaba su larga melena negra, si la miraba a través del espejo podía ver el collar de perra que tan bien le sentaba sobre su tez oscura. Mi perra jurema, tiene 25 años y es de origen brasileño; en uno de mis viajes a Nueva York la traje junto con fabiano, que también es de origen brasileño, con la piel oscura y tiene 26 años. Mi gran amigo Paul en una de mis visitas, me los cedió, me contaba que ya estaba demasiado mayor, que pretendía ceder a todos sus esclavos a personas que le inspirasen confianza y de esto ya hacía cinco años. Estuve en su casa una semana, la cual fue apasionante en todos los sentidos. De todos los esclavos que tenía me decidí por ellos dos; una jurema bisexual, masoquista, metro sesenta y cinco, tez morena, melena espectacular y algo rellenita aunque todo muy en su sitio. Y un fabiano, metro setenta y seis, tez morena, pelo corto y oscuro, bisexual también y masoquista. Paul me contó que sabía que entre ellos había cierta atracción, lo cual pude apreciar.

Ya llevábamos una hora de viaje y ordené a jurema parar en un mesón de carretera, me apetecía tomarme un café. Aparcó, se bajó y me abrió la puerta. Antes de bajarme le ordené que se acercara al asiento y metí la mano entre sus piernas. Todo estaba a mi gusto, el coño perfectamente rasurado y por su puesto sin bragas.

Le dije que viniera conmigo, así que cerró el coche y me siguió hasta el interior del mesón. Al ser aun las nueve de la mañana, había un montón de gente haciendo un alto en el camino para desayunar. Según entramos me senté y ella se encargó de ir a encargar el café. La cola era larga, así que me levanté y me dirigí hasta donde ella estaba.

  • Sígueme

  • Sí Señora

Me fui caminando al baño y ella me seguía. Como ya me conocía de sobra, entró para ver el estado en el que se encontraba el interior. Salió y me asintió con la cabeza en sentido de que todo estaba limpio, así que no dudé en entrar. La cogí por su espectacular melena y la introduje tras de mí en el aseo. Saqué de mi bolso un látigo de colas hecho por nico, y enganché la correa a su collar. Levanté mi falda y tirando fuertemente de la correa le metí la cabeza entre mis piernas, y mientras ella lamía yo le iba dando con el látigo. (aun tenía señales de hacía cuatro días). Si oía entrar a alguien, paraba con el látigo y ella seguía comiéndome.

Al venir en el coche recodando aquel viaje a Nueva York me había excitado, así que mi deseo en aquel momento era correrme, y para eso tenía allí a Mi perra.

Le quité la correa, le metí unas bolas chinas y le coloqué pinzas en los pezones unidas por una cadena para mantenerla caliente como lo perra que era, y le ordené ir a pedirme el café. Cuando llegué a la mesa ya todo estaba listo y en sus cara se podía ver la felicidad por haber satisfecho a su Señora.

Regresamos al coche y mis recuerdos volvieron a casa de mi amigo Paul.

El día de mi llegada fue a buscarme al aeropuerto en una limousine con jurema y otro esclavo suyo, y el trayecto a su casa fue espectacular.

Nada más entrar en la limousine los esclavos se arrodillaron, se desnudaron y Paul les puso el collar unidos a una misma larga cadena. La imagen era digna de fotografiar.

Con voz seca le dijo a jurema:

  • Chupa como tu sabes, si tengo una sola queja de mi amiga te castigaré duramente.

La perra empezó a lamerme el coño como una verdadera posesa. Mientras el otro perro abría una botella de champán y nos daba una copa a Paul y a mí. Brindamos y saboreamos cada gota de aquel magnífico champán mientras Paul ordenó al perro a hacerle una mamada. Le pedí que nos llenara las copas a la perra que tenía entre las piernas dándome un enorme placer y mientras estaba en el mini bar y Paul le ponía el culo rojo con la fusta

yo observaba lo bonita que era. Paul me dijo que en una de las puertas interiores había juguetes, así que procedí a sacar un enorme consolador y le ordené que se pusiera a cuatro patas pero de espaldas, me apetecía atravesarle el culo. Paul se reía a carcajadas disfrutando de lo que estaba viendo y ordenó lo mismo al perro. Cada gemido que oíamos les dábamos con una cane, lo cual creo que les gustaba aun más; la mezcla de tener el culo bien lleno y los azotes creo que les estaba volviendo locos. Tanto que en un momento dado Paul les dijo que no se les ocurriera correrse, que las consecuencias serían terribles, al mismo tiempo que les ordenaba con un tirón de cadena turnarse. Al cabo de unos segundos le confesé a Paul que la perra lamía mejor que el perro.

Casi no terminé de decirlo cuando le colocó un cepo en la polla a punto de estallar al tiempo que le daba unos fustazos en los testículos que hacía que le cayeran las lágrimas.

Mientras seguíamos brindando...

Tras la fructífera parada en el mesón y todos los recuerdos que me venían a la cabeza sentía que los párpados se me cerraban. Fumé un cigarro y me dejé vencer por el sueño.

  • ¿Qué hora es?

  • Las 10.30 Señora

Miré por la ventana del coche y me di cuenta de que habíamos abandonado la montaña, la vista del océano desde aquella carretera tan poco transitada era una maravilla.

  • Para el coche esclava!!

  • Sí Señora, ahora mismo.

Era una zona apartada de la carretera general por lo que no pasaba nadie. Desde el borde se podía ver una pequeña cala que invitaba a dar rienda suelta a todos los deseos imaginables.

Bájate del coche perra!!

¿Te parece muy bonito verdad? Has puesto chorreando el asiento cerda!!!

Lo siento Señora

Pues no lo sientas tanto y lámelo hasta que no dejes ni una asquerosa gota.

Me coloqué detrás de ella de manera que mientras lamía el asiento yo le daba con la fusta.

Ya está Señora

Le saqué las bolas chinas de un fuerte tirón lo que hizo que soltara un gemido de placer.

Cada día eres más puta!! A ti te voy a dar yo un escarmiento.

La cogí por la cadena que unía las pinzas de sus pezones y la tiré al suelo, le metí un dilatador anal en el culo y le puse cinta aislante de atrás a adelante; sabía que esto no le gustaba nada.

La volví a subir cogida por la cadena, observando como sus pezones ya estaban a punto de reventar.

Esto te pasa por ser tan puta!! A ti te voy a enseñar yo a no andar mojada todo el día.

Continuará...

Ama Haleska