Él quería ver y ella quería mamar
Gradualmente, sus movimientos fueron subiendo de intensidad y con la mano derecha empezó a acariciar los testículos de Billy, empezó a masajearlos muy suavemente mientras se empezaba a meter la polla en su boca.
Él quería ver y ella quería mamar
Esta es la historia de Billy, uno de mis primeros seguidores y de Joana, su amante, a quien conoció por internet y a quien conquistó siguiendo mi método.
Billy es un hombre casado, sin pena ni gloria en su vida. Uno más de tantos ingenieros que pasan los días en una rutina que conduce al suicidio. Casado y padre de dos niños, las deudas lo agobiaban. Su mujer lo trataba mal y el pobre tipo no tenía donde caerse muerto.
Como tantos otros pajilleros, Billy se encerraba a solas en su cuarto para cascarse la verga, pero su afición no era por los videos porno. Él prefería masturbarse viendo videoclips de las cantantes de moda. Se imaginaba que ellas le hacían sexo oral con esas boquitas de voz melodiosa.
Un par de veces le dijo a su mujer que le haga sexo oral. Pero la susodicha ni lo hacía bien, ni le ponía ganas y menos quería hacérselo mientras él veía los videos que eran su fuente de inspiración. Así que tiró la toalla y se dedicó a que sus manos le proporcionaran el placer que su esposa le negaba.
Así pasaban sus días, en una aplastante derrota diaria.
Hasta que un buen día empezamos a charlar y finamente se convenció de seguir mis consejos.
Fue así que conoció a Joana, ella era una mujer divorciada. Madre de una adolescente. Que también se aburría de la vida y buscaba un hombre comprensivo. Mientras tanto podía darse unas escapadas para satisfacer sus ansias de semen.
Ella no era una beldad que cortaba el aliento. Tenía otros atributos. Con unos kilos de más, pero con una boca que ansiaba mamar verga. Solo que debido a sus múltiples ocupaciones no encontraba al compañero ideal.
Se pusieron de acuerdo en su encuentro. Escogieron un lugar discreto y conversaron abiertamente sobre sus gustos y preferencias. Afinaron los detalles de su sesión privada.
Él llevó un ordenador portátil, con sus videoclips favoritos y lo puso sobre la mesa de la habitación, mientras ella acomodaba unos cojines en el suelo para hacerle sexo oral. Billy se sentó en la cama y se dispuso a gozar de una mamada con la que había soñado desde hace años.
Al principio ambos estaban un poco ansiosos. Él quiso besarla, pero ella le dijo que no era necesario. Billy se soltó la correa, abrió la cremallera y se bajó los pantalones y los calzoncillos. Su verga emergió, erecta a medias.
Joana la miró y sonrió. Parecía relamarse por lo que se avecinaba.
La cogió con destreza y empezó a masturbarla suavemente para que fuera cogiendo cuerpo. Billy alternaba su mirada entre el rostro de la mujer y la pantalla del portátil, donde los sinuosos movimientos de una cantante parecían dedicados solo para sus ojos.
El hombre se acomodó en el borde de la cama. Joana empezó a lamerme el tronco y el glande mientras acompañaba el movimiento con la mano. Empezó lentamente, saboreando cada milímetro de ese pene que pronto adquirió una consistencia pétrea.
Billy se sintió en el cielo. Joana no solo era una aficionada a las mamadas, además lo hacía con mucha delicadeza, poniéndole la máxima atención a lo que hacía. Nunca antes se la habían chupado de esa forma. La herramienta de Billy no había estado en muchas bocas, pero sin duda esa era la más experta de todas.
Superadas las cortapisas iniciales, todo transcurrió con calma. Joana lo chupaba con auténtico deleite. La música llenaba el ambiente. Ella seguía lamiendo. Billy le acariciaba el cabello con una mano y luego con la otra.
El hombre se relajó, viendo las cantantes bailando para él. Joana seguía recorriendo toda la extensión de su verga con la lengua. A veces se metía un poco en la boca, pero se la sacaba rápidamente. Ella sabía muy bien cómo prolongar el placer.
Gradualmente, sus movimientos fueron subiendo de intensidad y con la mano derecha empezó a acariciar los testículos de Billy, empezó a masajearlos muy suavemente mientras se empezaba a meter la polla en su boca.
Ella no tardó mucho en engullir toda la extensión del falo del hombre. Billy se echó para atrás, para que ella tuviese más espacio para mamar. Podía notar su cara y su nariz bajando y subiendo mientras usaba su lengua para jugar con su polla, que se encontraba totalmente encerrada en su boca.
Joana sabía hacer la famosa garganta profunda. Billy se sentía en el cielo. Podía ver las estrellas. Esa mujer realmente disfrutaba mamando una verga.
Billy estaba muy cachondo desde que entraron al cuarto, así que no demoró mucho en correrse. Joana había demostrado en la práctica que era una verdadera experta en el arte de la felación y hubiera querido disfrutarlo por más tiempo y al máximo, pero el placer que sentía en ese momento alejó todo tipo de pensamientos dilatorios de su mente.
Billy le dijo que ya iba a terminar. Ella masculló que no había problema, sin sacarse la verga de la boca. E imprimió una mayor velocidad, empezó a mover la cabeza con más energía y a literalmente follarlo con sus labios y su lengua.
Iba alternando movimientos largos que dejaban solo el glande dentro de su boca, con movimientos más cortos y rápidos en los que sacaba de su boca unos cinco o seis centímetros de esa barra de carne ardiente.
Era increíble lo que ella hacía con la lengua. La movía de sitio de modo que la sensación de la mamada iba cambiando en cada ocasión. Billy sentía que su semen iba a brotar como lava de un volcán en erupción.
Tal como habían acordado, él le avisó, pero ella le indicó con la mano que no había problema. Siguió con lo suyo hasta que Billy expulsó el primer chorro.
Entonces, como si fuera la señal de algo que ella hubiera estado esperando, se enterró toda la verga hasta el fondo de su garganta y esperó a que soltara algunos disparos más. Él pudo notar cómo tragaba por el movimiento de su boca, lo que le producía un placer aún mayor.
Cuando el hombre había descargado toda la leche, soltó un poco el miembro viril, que se iba deshinchando conforme pasaban los segundos y lo fue limpiando con la lengua sin acabar de sacarlo de la boca.
Cada vez que notaba cómo hacía presión le invadía una oleada de placer al hombre. Al final, volvió a metérsela entera hasta el fondo e hizo una pasada lenta hasta que su verga quedó completamente fuera de su cuerpo, relajada.
Había sido una mamada increíble. Billy se lo dijo y ella sonrió.
Y solo fue la primera mamada de ese día. Al final ella se tragó el semen del hombre dos veces más en esa tarde inolvidable.
Desde ese día, se empezaron a ver una o dos veces por semana, para disfrutar de sus gustos complementarios.