El que observa al otro lado
Otra entrega de pánico, bichos feos y escaso sexo (solo para exiguos y poco refinados lectores)
El que observa al otro lado.
Otra entrega de pánico, bichos feos y escaso sexo (solo para exiguos y poco refinados lectores)
Llevo unos días de baja, felizmente no fue nada, un pequeño susto, una intervención rápida y tres semanas de permiso. Me aburro, la tele ya me la se de memoria, no me apetece mucho leer, las emisoras de radio buenas siempre se sintonizan mal, el macramé se me da fatal, o sea un coñazo.
Entre los múltiples trastos he encontrado un pequeño telescopio, casi de juguete, pero que me ha traído buenos recuerdos, en el pueblo paterno me dedicaba a mirar las estrellas, aquí en la ciudad es imposible, no hay cielo que ver, de hecho ni siquiera en el bucólico pueblo se ve ya gran cosa, la contaminación de una central térmica cercana ha nublado la noche.
Con mi telescopio, recorro las calles, ayudado de unos prismáticos parezco ya un voyeur profesional. Busco primero mis victimas con los binoculares y luego ya localizada la presa enfoco cuidadosamente y me deleito en la observación. No hay gran cosa que ver, pero saber que esa persona desconoce que alguien le esta observando te crea una cierta sensación de poder, es casi un placer físico.
Por las noches vago por las ventanas iluminadas de los edificios vecinos, con la esperanza de encontrarme alguna estampa exótica, algo que a su vez poder narrar, pues también he descubierto el discreto encanto de contar historias, incluso hay sitios en Internet donde te las publican, y recibes curiosos comentarios al respecto.
Bueno, como decía, por la noche escruto ansioso, casi ya más caliente por lo que pueda encontrar que por lo que realmente encuentro: estampas de cenas, de familias viendo la televisión, maridos pegando a sus mujeres, en fin nada original.
En el ático de un bloque cercano, un poco más bajo que mi vivienda, desde hace unos días hay una luz nueva, la he empezado a controlar, he fijado el punto de mira de mis ópticas allí. Es una chica, se debe haber mudado, por los amplios ventanales la veo mover cajas, ordenar y desordenar. De vez en cuando, sale a la terraza, se lía un peta y se lo fuma.
Esa noche estaba dentro del salón, estaba leyendo y podía ver que solo llevaba puestas unas bragas y la camiseta, ya si llevaba sujetador o no, era una cosa que no lograba discernir. Mis hormonas ya estaban alteradas por tan inocente visión, la misma estampa podría haberla visto en la televisión, en una revista o incluso en una inocente piscina pública, pero aquella chica de pelo moreno, piernas delgadas, ropa interior sencilla y blanca era especialmente sugerente.
Inopinadamente se ha levantado y se ha dirigido hacia la terraza, va a salir, con el frío que hace, va a coger un pasmo, pero esto permite que su figura se exponga ante mi, su silueta recortada por la iluminación de la casa me produce una erección.
Esta buscando algo por el umbral de la puerta, se ha parado, esta como embelesada, retrocede hacia atrás, se tumba en un sofá y se retuerce, parece como si la follarán pero sin nadie encima, desde luego la gente tiene unas formas muy raras de excitarse, se debe estar masturbando, joder, con el frío que hace y la puerta de la terraza abierta. Se oyen unos perros de ruido de fondo, parece una jauría de esas que llevan los cazadores. Seguro que es la vecina loca que tiene varios perros, ya vera en la reunión de vecinos .
La chica se sigue moviéndose, a este paso va a tirar las pilas de libros que la rodean, esta despatarrada, de hecho sus piernas, con los pies envueltos en blancos calcetines es lo único que veo, pero es suficiente como para hacerme una idea de lo que esta pasando. Al final los libros se han caído, no han hecho ruido, bueno lo habrán hecho pero yo aquí obviamente no lo he escuchado. La chica se ha levantado, rebusca entre los libros, se ha llevado la mano a la entrepierna, se quita las bragas, su pubis delimitado por la camiseta que aún lleva puesta se me aparece como un vellocino de oro negro inalcanzable, parece que sonríe, y con las bragas en la mano se ha ido a una zona escondida a mi vista, su culo cual melocotón me deja una grata impresión final.
Aprovecho el paréntesis publicitario para descansar la vista y rematar con la mano la tarea, poco quedaba ya pero siempre hay que culminar la faena, seguro que ahora se esta duchando bajo un agua calentita y se esta introduciendo sus finos dedos en los pedacitos de carne de su vulva (me gusta esa expresión, pedacitos de carne, hummm).
Una intuición me ha hecho mirar de nuevo, joder, que rápido se ha duchado. Mi espiada joven esta allí de nuevo en la terraza, con el pelo mojado y solo lleva un albornoz, esta tía quiere pillar una pulmonía. Se ha acercado a la barandilla y se apoya, los barrotes de esta dejan ver una pierna que se escapa de la prenda mal abrochada. Si hubiera más luz tal vez distinguiría el inicio de sus senos, seguro que aún tiene los pezones tiesos. Su cara permanece en la sombra, parece mirar hacía aquí, no creo que me haya visto, no me puede ver. Los putos perros vuelven a ladrar, parece que están en la calle, aquí abajo mismo.
Con los prismáticos busco a los chuchos, el telescopio lo he dejado fijo mirando al ático. Unos perros agalgados, de aspecto miserable y repugnante parecen luchar entre ellos, seguro que hay alguna perra en celo, gruñen y aúllan. Uno de ellos, de ojos brillantes ha levantado la cabeza, parece que olisquea los vientos, me ha mirado y ese si que me ha visto, sus ojos brillantes se han colado por los cristales de mis binoculares, me han llegado hasta el fondo de mi ser. Una sensación de absurdo temor me ha recorrido. Cuando he vuelto a mirar a la chica, esta ya no esta, la luz se ha apagado, se debe haber ido a dormir.
No he podido dormir bien, será la medicación, los recuerdos de la chica o los ladridos de aquellos lamentables canes, pero el hecho es que me he levantado hecho un asquito. El día es soleado, sigue sin llover, pero hace frío, un buen día para ir a convalecer al parque, rodeado de ancianos y niños con asistentas culonas, pero no me atrevo ni a salir. La mirada de aquella fiera de ojos incisivos me atormenta, me siento señalado, elegido para un mal fin. No voy a salir, mientras pueda, tal vez se me pase esta manía. Existe Internet y esto te permite comprar comida, bebida, fármacos, pagar recibos y cobrar la paga.
Mi existencia discurre entre el terror y la ansiedad porque llegue la oscuridad, por ponerme de nuevo a observar a la habitante del ático, que noche tras noche, sale a la terraza, más abrigada, que en aquella ocasión, todo hay que decirlo, y se pone a otear el horizonte urbano. Cada vez que la veo, su inocente presencia me evoca recuerdos de aquel día obsceno, y mi fisiología se rebela, siendo necesario un desahogo solitario, siempre acompañado de un lejano murmullo de perros aullando.
Esta noche es mi última noche de baja laboral, mañana a trabajar, a volver a encontrarme a la ciudad, a la gente, al mundo. Vuelvo a mis ópticas amigas, hoy tal vez suceda un nuevo milagro y suceda algo diferente, aunque la sola presencia de la misteriosa vigía es suficiente para mi goce.
Efectivamente, como todas las últimas noches esta ella. Ha abierto los brazos como si recibiera alborozada a alguien, y efectivamente una sombra oscura se ha abalanzado sobre su figura. Sombra y mujer han caído sobre el sofá, es como la rememoración de lo que sucedió la primera noche, ella se mueve igual pero ahora con alguien encima. Alguien o algo que con la luz de la sala parece ser deforme y de reflejos azulados o grisáceos, salta encima de su cuerpo. Tengo que comprarme un telescopio mejor, este ya se me queda pequeño.
Algo parece ir mal, no se porque, pero algo va mal, nunca se sabe cual es el límite entre el placer y el dolor, entre el gozo y el sufrir, pero yo creo que algo va mal, las imágenes que vislumbro me hacen pensar que el encuentro que vigilo va a acabar mal.
Llamaré a la policía, pero localizaran la llamada, llamaré desde la cabina telefónica de la calle, menos mal que todavía queda alguna cabina, esperemos que funcione. Además los perros no se oyen, esta noche no se escuchan, vamos, la chica parece que ya no se mueve, y el ente sigue encima de ella. Voy corriendo .
*
Las noticias locales del día siguiente hicieron bastante hincapié en el horrible hallazgo del cuerpo destrozado de un hombre en la calle. El morbo noticiero destacó que numerosas mordeduras habían sido las causantes de la muerte, si bien aún no se había logrado identificar la especie animal causante de las mismas. La noticia de que la policía había descubierto el cuerpo inerte de una joven, fallecida en extrañas circunstancias en una vivienda cercana tuvo menor repercusión mediática.
El inspector encargado de las investigaciones intentaba relacionar esas dos cercanas muertes. La llamada de un hombre denunciando una agresión sexual, así como la peculiar circunstancia de que en ambos casos la destrozada y roída mano del varón y las finas manos que placidamente descansaban sobre un cuerpo desnudo sin señales de violencia, había fragmentos de un viejo y amarillento papel, con signos desvaídos y un extraño tufillo a moho y algas.