El que no se enteraba de nada (y 4)

Donde nuestro sexagenario inspector pone punto final a este relato de crímenes, sexo y decepciones.

El que no se enteraba de nada (y 4)

Donde nuestro sexagenario inspector pone punto final a este relato de crímenes, sexo y decepciones.

La noche había sido agitada, con sueños eróticos y todo. Había imaginado que Ghenta mi respetada asistenta negra había copulado conmigo. Su joven cuerpo negro, cubierto por tintes blancos y ocres de carácter ritual había bailado encima de mi cansada y algo ya vetusta anatomía. Mi lengua había recorrido su cuerpo desde sus labios con sabor a ron, hasta sus otros labios con sabor a mares exóticos. Todo ello envuelto por los incoherentes sonidos que ella profería en su lengua nativa.

Por fin abrí los ojos, y el olor de mi sueño estaba allí, no había sido una fantasía onírica, el torso desnudo, las perfectas nalgas y unas bellas piernas me confirmaban, que aquello había sido real. Por la posición de su cuerpo no pude verificar si llevaba las pinturas que orlaban sus bonitos senos o si en verdad su entrepierna estaba cuidadosamente afeitada como la de una impúber, pero si que en el suelo había una botella vacía de ron que confirmaba el recuerdo del sabor de su boca.

Me levante ojeroso, para desayunar mi clásico café soluble y a punto estuve de seguir tirando de la tortilla de patata que me había preparado mi joven amante la noche anterior, decidí meterla en un recipiente plástico (no pienso hacer publicidad de una marca americana) y llevármela de paseo, en su lugar me merque un par de tostadas con aceite y ajo, iba a ser un día que no sabía como podría acabar.

Antes de irme, me pase un momento por el dormitorio, ella ya no estaba allí, se escuchaba el ruido de la ducha, seguro que se estaba enchufando el chorro de agua en la vulva, para quitarse los restos de mi saliva, de mi semen y al tiempo darse un pequeño homenaje por la labor cumplida. Mejor no pensar mucho.

Me subí a un taxi, no era cuestión de ir con la grasienta tortillita en el metro. El taxista que era capaz de hacer muchas cosas a la vez, excepto conducir bien, no paraba de hablar, fumar puros, contarme su vida, meterse con los emigrantes, y escuchar una tertulia radiofónica. Fue feliz cuando vio que me bajaba delante de la Dirección General, donde están los laboratorios de criminalística, debió comprender que era policía, mientras me devolvía las vueltas me pedía mano dura, no se para quién, pero estaba muy convencido de que había que tener mano dura.

En la zona de laboratorios unos jovenzuelos con cara de pardillos se hacían los interesantes, seguro que eran muy listos, busque a un antiguo compañero, remanente de tiempos mas duros y tan tonto como yo. Le di media tortilla, si estaba buena me comería el resto, si no a la basura.

De vuelta en la comisaría ninguna novedad, Mercedes mi amante de discreta edad, se había ido con el inflauretras del jefe a hacer no se que gestión. Le deje un mensaje en su mesa, esta tarde me haría falta su ayuda. Revise papeles, me quedaban unos días para la jubilación, no me dedique a hacer repaso de mi vida, eso ya lo harían otros por mi, lo que me interesaba es que me quedará una buena pensión.

Salí de nuevo a buscar a mi confidente preferido, Lasarillo, al amor de la bollería fina con que solía obsequiarle para comprar su información, estuvimos divagando un buen rato, sobre todo de las piernas de las chicas que paseaban por la calle, él como buen ciego fingido que era me deleito con sutiles detalles que me enseñaban a diferenciar piernas y cuerpos con la misma habilidad que el pastor logra diferenciar las ovejas en su rebaño, apasionante, nunca es tarde para aprender.

Llamada del laboratorio, mi tortilla tenía un cóctel de huevo, patata, aceite, cebolla (era de cebolla) y unos cuantas sustancias del grupo de las ciclohexaminas, o sea que quién se hubiera tomado eso, debía haber alucinado a base de bien, me siento aludido. Bueno, prosigamos.

En vista del tema, me como un bocadillo de calamares grasientos y unos vasos de tinto. Después a dormir la siesta en el despacho, con los pies por alto, a desintoxicar los calamares, el vino y las jodidas ciclohexaminas. Cuando me despierto, pienso en que todavía en el día de hoy no os he contado nada de los crímenes famosos, del mirón que se hacía gayolas mirando a la joven, también finiquitada, promesa malograda de la ingeniería genética, y de los repulsivos legajos que aferraban sus manitas.

Mercedes entra en mi despacho, esta esplendida, me la comería allí mismo, aliñada y con patatas al vapor a su alrededor, pero no, hay que trabajar. Me pregunta si realmente necesita su ayuda, o solo quiere que sea una chofer chupapollas, le comunico con voz solemne que no, que necesito de ella, que le nombro ayudante del sheriff y que no le pincho la estrella de cinco puntas en la teta, porque ya se la pondré luego con mis dientes directamente sobre su piel.

Entusiasmada me lleva en su coche rojo, ese coche rojo, rojo y potente como… (que esto ya los has hecho en el relato anterior, no te repitas). Vamos a una fiesta, orgía, bacanal, kermés o como se diga. Mi confidente, el de la bollería fina, me ha dicho que ahí esta la clave del asunto. El sitio es un sitio muy fino, fuera de la ciudad, justo cuando empiezan a desaparecer la influencia urbana y ya hay indicios de lo que fue una vida rural, pobre y miserable. De hecho el edificio, un bodrio de piedra y madera, de una falsa y absurda rusticidad, esta enclavado en una dehesa declarada parque natural, no se como lo han hecho, seguro que el dueño es constructor y accionista de algún equipo de fútbol.

A la entrada del recinto un agente de seguridad ataviado con cascabeles, ropas granates mitones amarillos y la chapa de su empresa, nos recibe, le enseñamos las placas, pese a ello o precisamente por ello consulta una lista, confirma que estamos invitados, lo cual francamente, no me sorprende. Ya es de noche, el camino desde donde dejamos el coche (no, no pienso decir su color), hasta la casa esta flanqueado por teas, guirnaldas, y enanos de jardín desnudos iluminados de forma indirecta, aprovecho para hacer las ultimas llamadas, mi móvil resiste hasta el final y luego ya su batería queda exhausta cual cuerpo tras noche alocada.

Dentro del lugar el aspecto no es muy de pasión pánica, uno esperaba encontrase algunos centauros o hasta ovejas lascivas, pero no aquello no es más que un lupanar fino. La música es bastante deprimente, como de hilo musical, pero seguro que es el último grito en tendencias estéticas. Mercedes se aferra de mi brazo, esta emocionada, ella más al corriente del mundanal mundo reconoce a diversos personajes de la vida pública. Unos camareros/as recorren la sala sirviendo bandejas de coca, canapés y refrescos, la gente toda muy bien vestida arrincona a los sirvientes, los muelen a golpes, se apoderan de los víveres, y prosiguen su vacua charla.

En un rincón como de invitada de piedra distingo a Ghenta, le saludo con un discreto movimiento de cabeza, lleva un refinado traje que oprime sus senos, dejando visible la canal de sus pechos y prolongando el paisaje hasta un tentador ombligo. La catedrática, aquella que me quería quitar los papeles a la par que me hacia una mamada, también esta por allí, disfrazada de sirvienta guarra, con minifalda y hasta cofia, sus piernas envueltas en medias anacaradas le dan un toque supuestamente erótico. La vecina del mirón me saluda, por un momento ni le había reconocido, esta cambiada, horas de peluquería y maquillaje han logrado que parezca una buena dama de la burguesía catalana, me intenta dar un beso, pero Mercedes la rechaza empujándola sobre un grupo de mequetrefes engominados, ellos se amontonan y se apoderan de su cuerpo, entre aullidos de satisfacción por parte de la interesada.

Parece que la orgía y el desenfreno han empezado, ya hay manos que quieren tentar el culo de mi acompañante pero unas patadas a los cojones por mi parte ponen orden en alguna mente lasciva. De forma teatral se apagan las luces, solo un foco ilumina un punto del salón, donde hay un estrado, se oyen risitas procedentes de algunas bocas, pero que son sofocadas por penes impacientes. Un individuo de aspecto macilento se coloca debajo del haz e luz, le acompaña una presentadora de telediarios enseñando una teta, que nivel, aquí hay gente para todos los gustos.

El individuo empieza a soltar una charla sobre dioses arcanos, creencias étnicas, logros de la ciencia y divagaciones místicas, me aburro, que si un mensajero, que si un mensaje….le intento meter la mano al culo de mi acompañante, ella muy profesional me rechaza. Inusitadamente el haz de luz cambia de posición y me enchufa a mi, que por cierto le estoy probando a meter mano a una chinita por conocer nuevas experiencias y culturas. Parece ser que quieren que les de los papeles, que todo ha sido un montaje, que esas mujeres que se me ofrecían no eran más que señuelos para intentar quitarme los valiosos documentos, mensajes y puertas de un nivel superior.

La catedrática ataviada de doncella pecadora se acerca a mi, y me ofrece una bandeja de plata, con el fin de que deposite allí los famosos papeles, en vista de que aquello es una encerrona, me los saco del bolsillo interior de la chaqueta, y los deposito, noto que el olor a alga y moho de los documentos es mayor, incluso les noto un ligero toque a calamares fritos.

En vista del éxito de la misión, la orgía se reanuda, la música vuelve a sonar, solo que ahora esta interpretada por unos músicos desnudos, es bastante ridículo ver al que toca el saxofón con la pilila fláccida realizar amaneradas posturas, sin embargo hay un mozuela balbuceando una letra ininteligible que merece mi aprobación.

Parece que me han dejado tranquilo, casi todo el mundo esta medio desnudo, no veo a Mercedes, seguro que esta gozando por ahí, esto me enerva un poco y precipito la solución, le pido amablemente el móvil a uno de los invitados, el cual me lo presta con tal de que le deje concentrase en la mamada que le esta haciendo otro tío. Soy un poco torpe, no me entero de cómo va, el dueño del teléfono, me explico entre gruñidos de satisfacción como realizar la llamada, me sigo sin apañar, y por no molestar le pido a una chica joven, que estaba por ahí que me marque el numero que deseo, accede rápida y servicial, una lastima, pues tenia un monte de Venus acogedor y mis dedos hubieran hecho un buen trabajo. Tras realizar la llamada devuelvo el móvil a su legítimo dueño, el cual ya se ha puesto a cuatro patas para que su mamador se desfogue en su ano.

Pasan unos quince minutos que bandeo como puedo, he logrado esquivar a algunos violentos jugadores de rugby que querían hacer una melé conmigo. La música pasa a tener toques de samba charanguera, la catarsis aumenta, hay un toque algo maléfico en toda esta fiesta. La Guardia Civil hace su aparición.

El teniente Rodríguez comanda el grupo de picoletos, le hago señas, me distingue justo a tiempo, pues una braga lanzada hábilmente se ha enredado en mi mano levantada, olisqueó la braga y berreo un poco cual ciervo en época de apareamiento.

Todo ha sido rápido, unos pocos agentes del benemérito cuerpo han logrado parar le festejo, los están agrupando e identificando, con su rutina y parsimonia habitual van dando cuenta de los malhechores.

Mercedes me mira asombrada, por cierto lleva desabrochada la camisa, dejando ver un sujetador medio desgarrado, le explico que han venido porque les he llamado, tenía una sospecha, la cual se ha confirmado, me debían un favor y han estado al quite. Se sorprende aún mas cuando le pido a un sargento de la Guardia Civil que espose a Mercedes y la tenga a buen recaudo, que es uno de las más implicadas.

Resulto al final que el cabecilla macilento era mi superior, el que a veces se disfrazaba de fallera castigadora, lo sospechaba, esa es la razón por la que tuve que recurrir a otro cuerpo de seguridad, no sabía cuanta gente de mi equipo estaba implicada con los malos de la historia.

No se al final que pasará, no se quien mato a aquella dos personas, ni comprendo la importancia de los manuscritos aquellos, los cuales por cierto desaparecieron de nuevo. Aquellos individuos fueron acusados de delito ecológico por montar ruidosas fiestas en un parque natural, interfiriendo el anidamiento de las rapaces cercanas, al menos de alguna buena multa no se libran.

Me he jubilado, un poco frustrado, no se si Mercedes me odiara mucho, no se si debajo del fingimiento algo de pasión habría, pero me he sentido utilizado, no quiero saber de nada. Me he apuntado a unos viajes para jubilados, todo muy tranquilo, a lo mejor nos vamos a Roma a ver al Papa, no se, quiero paz y reposo, aunque no se, una de las guías que viene con nosotros es muy maja, y que graciosa, lleva un piercing en la lengua, voy a ver si me queda algo de encanto….

Si tengo éxito, no penséis que os lo voy a contar.