El que no se entera de nada (3)

En donde las cosas se van poniendo a punto, y mi cuerpo no aguanta más.

El que no se entera de nada (3)

En donde las cosas se van poniendo a punto, y mi cuerpo no aguanta más.

Otro día más, y lleno de actividades, primero llegar al curro, después enterarse de eso que es Internet, ¿bastara una horita?, luego ver a un confidente, y posteriormente pensar que tengo que pensar, buf, agotador. Hay días en que uno sale mal follado por la mañana y ni siquiera la imagen de una bonita chica te la quita. De hecho con la única guapa moza que me he cruzado por el camino iba todavía con más cara de asco que yo.

En la comisaría, Mercedes una bella inspectora madura que me tire ayer tarde, me espera, tampoco ella parece de buen día, me sonríe y gruñe al mismo tiempo. Armados de un café de la maquina de pasillo, y ella de un té nos encerramos a trabajar castamente el teclado de un ordenador. Los dos fiambres que me ocupan, un mirón cascapajas y una joven, incipiente científica, solían mirar, visitar se dice, una pagina de relatos eróticos. Entramos en dicha página, Mercedes salta rápida de un apartado a otro, se ve que controla, los cuentos se leen rápido, de hecho los muy largos ni los miramos, hay de todo, algunos de pedofilia, un montón de incestos, joder, hay un hato de abuelitas folladas…., a los pobre bichos también los joden, bueno algún perrillo hace buenas degustaciones. Hay una especie de los cuarenta principales, con estrellitas y todo, pues los califican, que curioso.

Mientras mi gozo en un pozo, esperaba un poco de animación por parte de mi instructora, pero ella se ha puesto unas gafillas par ver mejor, y se concentra en su trabajo, yo sentado a su lado me olvido de los relatos y pienso que me gustaría aprisionar en mis manos esos pechos ahora contenidos por un jersey de lana, lamer de nuevo esa espalda amplia para acabar en un culo gordito, lo de lo gordito no se lo diría, pues aunque sea lo correcto, tener un culo gordito, las tías parecen obsesionadas con su trasero, y seguir lamiéndole los muslos, pasar por sus corvas, sus pantorrillas y llegar hasta sus pies, no soy fetichista, lo que me gusta es romper el climax, haciendo cosquillas en los pies. En ese momento las mujeres no se lo esperan, se retuercen, te regañan y ahí estas tú para tranquilizarlas de nuevo.

En un intento de despertarla le chupo un poco el lóbulo, no lleva pendientes, es curioso no lleva pendientes, ni anillos, ni pulsera, eso me exciata, y ahora la juventud dedicándose a perforarse todo lo perforable, modas. Mercedes me ha rechazado, pero sin ni siquiera mucha acritud, me llama la atención sobre un relato, lo leo, aparento parecer interesado, bostezo, ella se ha metido a una especie de rollo donde se intercambian mensajes y parecen todo el día enfadados los que escriben, le doy un beso en la nuca, ella vuelve a gruñir suavemente, le dejo enfrascada en su lectura, creo que el culo se lo va a calentar sin mi ayuda.

Salgo a la calle, lo de trabajar en el centro de la ciudad tiene sus cosas bonitas, la gente corriendo a hacer recados, los turistas despistados haciendo fotos y siendo esquilmados, los camiones de reparto jodiendo el ya de por si absurdo trafico. Me compro dos napolitanas, me como una, y llego hasta donde esta mi confidente.

Lasarillo es uno de mis confites preferidos, se hace el ciego, de hecho hasta vende cupones. Le ofrezco la otra napolitana, él me pregunta por su origen, le digo que la he comprado en "La mallorquina", incrédulo, pone cara de catador de napolitanas, y asiente feliz, sobornar a este hombre es un placer y además barato. Le pregunto si sabe algo del caso que me ocupa, me responde con vaguedades, con un quiero y no puedo, un poco místico esta hoy, ante mis amenazas de denunciarle a la ONCE, lo único que hace es prevenirme contra peligros y amenazas que se ciernen sobre mi, mezclado con extrañas palabras. Hoy esta estupendo, que día

Me pillo el metro, me voy a casa, algo comeré, algo habrá en el frigorífico. Cuando llego me encuentro que esta Ghenta, mi asistenta negra, hoy no es su día de trabajo ¿Qué hace aquí? Medio llorosa, con su voz algo gutural y sintaxis pobre me cuenta que en la otra casa en la que sirve, el señor y la señora se aprovechan de ella, pero no solo laboralmente, a lo cual estamos ya todos acostumbrados, si no sexualmente. Por lo visto le obligan a formar tríos, le introducen objetos por sus agujeros, le chupan las tetas y hasta le dan golpes para excitarse. Me enseña los moratones en su espalda, y efectivamente, en la piel negra, que realmente no es negra, los moratones se distinguen. La visión de la espalda desnuda me produce sensaciones contrapuestas, por un lado me excita, ver esa oscura piel cruzada por la blanca tela del sostén, y por otra parte me dan ganas de sacar la pipa que tengo bajo llave e ir a orearle los sesos a ese feliz matrimonio.

Podría aprovechar la situación, e intentar calmarla y darle una ración de cariño, probar sus abundantes labios, hundirme en sus largas piernas, pues mira que la tía es larga, lograr que sus pezones brinquen de alegría y derramarme en su joven vagina. Tengo la suficiente ascendencia sobre ella, pero no, no la saque de las garras de esos traficantes de esclavos que había en aquel puticlub para ser ahora yo su chulo, prefiero que me siga planchando los calzoncillos con esmero y cariño filial.

La calmo como puedo, bueno como debo y no quiero, con buenas palabras y la convenzo de que me haga una colación rápida. Comemos los dos juntos, el mal humor se le va pasando, hablamos de cosas que nunca habíamos hablado, ella me pregunta por mi trabajo, yo por sus amigos, sus creencias, en fin todo muy agradable. Le dejo quedarse en casa, y le doy dinero para que vaya a la compra, que el frigorífico esta también triste, ya veremos como le arreglo la vida, que pase de esos pervertidos.

De nuevo en la calle, hago unas llamadas, mi móvil es un cacharrillo simpático, me dura desde hace tres años, no hace fotos, no recibe imágenes, esta descascarillado pero funciona y las baterías le duran, que más se puede pedir, de hecho hasta en alguna ocasión he comprobado su impermeabilidad en zonas húmedas, no entro en detalles morbosos, que uno es un caballero y sabe guardar los secretos a las damas.

Visito a ver si voy hilvanado pistas una tienda de santería, han proliferado mucho últimamente por estos lares. Mientras espero a que me atienda un hombre de acento y aspecto cubano, me deleito en los abigarrados estantes, varios tipos de collares, cuentas, dulces, libros, discos, olores, juguetes raros, velas y estampitas, todo parece amontonado, como descuidado, pero se percibe una pauta, un orden, esto esta más cuidado y limpio que cualquier supermercado cutre de barrio.

Cuando la clienta que estaba comprando se va, me identificó, entablo conversación con el dependiente, es un hombre afable, de conversación amena, me entero que él es el dueño, que tiene mujer e hijos pequeños, me parece un buen hombre que atiende a su negocio, me marcho de allí con la cabeza un poco mareada por el tufillo aromático del sitio y con un poco más de conocimiento de las culturas afrocaribeñas.

Vuelvo un momento a la comisaría, allí esta Mercedes, parece más receptiva, de hecho aprovechando un rincón de un pasillo me ha dado un beso en los morros que me ha dejado desarmado. Le pido ayuda para más tarde, me tiene que llevar en su coche rojo, rojo intenso. Rojo como ciertas partes de su anatomía cuando se excitan, joder, ya la tengo tiesa, voy a ver si me concentro en los informes, que esto no puede ser.

Me leo el dossier del registro de la casa de la victima femenina, ese registro no lo hice yo, lo efectuaron otros compañeros, se pensaba al principio que eran casos separados. En la casa de la chica, encontraron abundantes libros baratos de colecciones de bolsillo, temática variada: libros de terror, poesía, filosofía, historia de la ciencia, algo de novelas eróticas, etc. También había manuales técnicos de replicadoras de material genético, separatas científicas y cuadernos con anotaciones, era bióloga como ya he dicho. Por supuesto estaba el correspondiente ordenador, un portátil, un consolador metálico y el famoso papelujo. Había decido guardar conmigo ambos papeles, los que aferraban las respectivas victimas, y llevarlos siempre encima, no me fiaba, todo el mundo parecía estar interesado en ellos. Hago más llamadas, voy asegurando posibles pistas, es bueno tener contactos hasta en el infierno, y si el demonio tiene tres cuernos mejor.

Ha pasado el día, es de noche ya, voy a buscar a Mercedes, esta excitada, esta ansiosa por volver a la acción, a la calle. Cogemos el cochecillo y llegamos a nuestro destino, un hermoso y oscuro parque, donde la prostitución, los pajaritos y los gatos campan a sus anchas. Le indico a mi acompañante a que se espere, que ahora vuelvo, que se joda un poco, por haber estado tan fría esta mañana. Andando un poco, no tarda en salirme una puta negra, imponente debajo de una especie de abrigo de borrego, el cual abre para enseñarme su cuerpo mínimamente cubierto por un tanga, liguero y sujetador descapotable, de esos como para madre lactante, pero en cuero o mas bien skay. Me identifico como elemento de la ley y el orden, la prostituta se tapa, arrebujándose, hace un frió que pela. La pobre me dice que quiero, que si una mamadita, o si darle un poco por el culo, que si es así, que con preservativo. La muy puta es más razonable que la Iglesia, recordemos como breve pausa publicitaria que hoy es un buen día para hablar del SIDA, así que si follas usa condón. Tras este inciso, sigamos.

Estoy tentado de acceder de que me haga una mamada, me he quedado con ganas de echarle un buen polvo a Ghenta y tal vez si esta negrilla me la chupase un poco, se me aflojase la tensión provocada por mis buenos sentimientos, por otro lado saber que cerca de allí, esta Mercedes, pasando frío dentro del coche, me excita un poquito más.

La profesionalidad me vence, le hago las preguntas que quiero y ella me responde con las respuestas que deseo, la pobre mujerzuela esta un poco inquieta no sabe si aquello acabara en arresto, polvo gratis, por si acaso se pone un poco melosa e intenta tentarme el paquete. A la luz de una farola me saco del abrigo los famosos papeles, se los enseño y la reacción de ella es memorable. Sale chillando, buscando a su chulo, montando un espectáculo, otras putas cercanas vienen para aquí, como me pillen me linchan, por mucho que yo sea de la madera, me voy de najas.

He llegado un poco sofocado al coche, apremió a Mercedes a que arranque y se aleje de allí, Mercedes obedece, parece cabreada no se si por ir solo de chofer, o porque se imagina que me he tirado a alguna puta, además estoy sin resuello, como después de una buena follada.

Al final hemos parado en una solitaria calle, mejor, no quiero hoy llevarla a casa, estará Ghenta allí refugiada y no quiero que nadie tenga impresiones equivocadas. Me interroga, la inspectora esta celosa, quiere saber que ha pasado, le miento. Le cuento que una negra de pechos zumbones me ha hecho la mamada del siglo, que se metía mi polla en su boca con fuerza y pasión, que su amor fingido me había hecho gozar más que su cariñosa felación de la noche anterior, prosigo mi embuste diciendo que me he corrido finalmente encima de la raja del enorme y prieto culo de la negra. Mercedes esta inquieta, esta enfadada conmigo pero también se esta calentando imaginándose como estaría la ramera arrodillada mientras yo le agarró el crespo pelo, al tiempo que mis cojones chocarían con los gruesos labios de la negrita.

Como dos veinteañeros nos hemos enredado con el cambio de marchas, me ha desabrochado la bragueta, ha reclinado los asientos, y se ha desabrochado la blusa para que yo le pueda tocar las tetas, no se en que orden pero lo ha hecho todo. Su boca ensaliva mi glande, me soba los huevos y una de sus manos como por arte de magia ha logrado llegar hasta mi culo, esta enrabietada, quiere emular a mi fingida chupapollas, no duro mucho, ya estaba suficientemente caliente yo también, me vació dentro de la golosa, ella relamiéndose con lujuria me mira complacida, comprende que todo ha sido un cuento, que si realmente hubiese eyaculado hace un ratito, con la puta, no podía haberle echado tal lechada. Con una perfecta sonrisa me manda a tomar por culo y me echa de su coche rojo, rojo como su….

Llego a casa, Ghenta se ha ido, bueno ya es mayorcita, y tiene las llaves, si quiere ya volvera. En la cocina, en el horno para que no se enfrié demasiado rápido, me encuentro su mensaje, una tortilla de patatas aun calentita. Me hago una ensalada de tomates y ajo para acompañar. Si se acompañan de un par de cervezas no se puede pedir mucho más, me voy a dormir, la tele no echan nada interesante, creo que tengo el caso casi resuelto, mañana os lo cuento y terminamos que ya estoy harto de esta historia.