El que no se entera de nada (2)

En el que el protagonista no avanza aparentemente en sus pesquisas, pero tiene un día bastante curioso.

El que no se entera de nada (2)

En el que el protagonista no avanza aparentemente en sus pesquisas, pero tiene un día bastante curioso.

Se despertó pronto, a nuestro inspector le gustaba madrugar, a los malos si logras pillarlos por la mañana, tempranito, les haces cantar más pronto, y el tiempo era una cosa que él apreciaba bastante.

Desayuno rápido, de pie en la cocina, un asco de desayuno, el habitual nescafé con leche fría, y unos donuts "lights", lo del café soluble tenia un pase, estaba acostumbrado pero esa nueva mixtificación de donuts con menos calorías, era una porquería, joder, y el no estaba gordo, joder.

En el metro, camino de la comisaría, siempre que podía iba en transporte público, me entretenía en hacerles la ficha a los viajeros, además esta línea la usaban muchos universitarios. Lo mío era deformación profesional, y sexual, me fijaba en los tíos pero sobre todo en las tías, un montón de chicas jovencitas, monas, costras, tontas, tetonas, calientapollas, recatadas, hippyosillas, culiprietas, planas, perforadas, beatas, corniveletas, alternativas, colonizadas, mediopijas, tatuadas, maqueadas, y globalizadas, todo un elenco de jóvenes aprendices de la vida. Alguna vez me había quedado embobado, seguro que más de una de ellas habría pensado que era un viejo verde. Si supieran que era policía, aún se habrían asustado más, pobrecillas. Además en esos momentos es cuando se me solía aparecer la virgen (la típica, la católica) y solía resolver los casos.

Aquella mañana no fue el caso y seguía sin tener ni puta idea de cómo resolver los múltiples casos que tenía pendientes. Le llamo el jefe, el comisario era un tontillo que debía ser hijo de alguien, había trepado en el escalafón y le tocaba un poco los cojones. El superior le sugirió de forma suave, melosa y agradable que se centrara en un único caso, que era mejor que su experiencia se focalizara en el famoso crimen doble, el del mirón y el de la chica, únicamente unidos por su cercanía y los famosos papelujos que ambos portaban, por lo visto la presión social era grande. El cabrón debía haber hecho algún curso de liderazgo y motivación, pues con finas palabras, le había dicho: "Viejo a punto de la jubilación, haz algo que me están incordiando los de la prensa y hay que quedar bien, que quiero llegar más alto aún."

Me fui sin darle mucha importancia a la sugerencia, mejor, el caso este me divertía bastante, dentro de mi ignorancia olisqueaba que la cosa tenía su gracia. Pase por el despacho, cogí los famosos papeles, me los habían devuelto los del laboratorio, y me fui a la calle.

Había quedado con una catedrática, una sabia de esas, que por lo visto controla de los códices estos o lo que sean. En la facultad me siento feliz, más chiquitinas veinteañeras, si fuese un depravado ya se a donde iría con una gabardina, seguro que las lograba espantar, y eso que ya casi todas habrán follado alguna vez ¿No?

Preguntando he llegado al despacho de la famosa científica, aprovecho que salen dos estudiantes, un chico y una chica los dos con caras de bobos, para colarme dentro. La catedrática es una mujer cincuentona, vestida en plan señorona, esta debe ser más carca que nada. Al principio me mira y habla un poco displicentemente, pero cuando he sacado los originales de la bolsa de plástico donde los llevaba le ha cambiado la voz, la color y yo diría que hasta la olor, ha dejado de jugar con el ordenador, se ha levantado y se ha acercado, sentándose en una silla a mi lado, muy arrimada, demasiado arrimada. Ha empezado a acariciar el pergamino, musitando baboserias, digo baboserias poque se le escapaba la baba, y se le caía en el elaborado y cursi cuello de su camisa anacarada. Ante mi discreta estupefacción, se ha arrodillado y me busca con una de sus manos, la otra sujeta los papeles, la bragueta, le dejo hacer, y se enchufa mi pene desprevenido.

Ahí estoy yo, con el chaquetón puesto, pero la polla sacada, mamándomela una bruja con perfume de dama menopausica, cuando ya estoy a media erección mi cansada vista distingue encima de la mesa, una camarita de esas nuevas, una webcam, y como este encendida me esta pillando un primer plano de mis partes pudendas. Le pillo del pelo, la muy guarrilla chilla un poco, pero hasta parece gustarle, le pregunto por la cámara, ella se sonroja tras sus caro colorete, le he pillado, intenta excusarse, dice que no se me vera la cara, que solo los genitales. Joder, con la tía esta, me levanto, la mano con que le he ha agarrado el pelo me huele a laca, es la izquierda, siempre me ha gustado cascarme pajas con la mano izquierda, me la casco y con hábil puntería, pero desde fuera de plano, eyaculo sobre el cacharrillo a ver si la jodo, el otro tiro le cae en la cara a la catedrática, la cual aun se aferra a los papeles, que no ha despistado en ningún momento.

Ella me pide que le de los originales, que me dará una copia, que si quiere pondrá su culo a mi disposición. Rechazo gentilmente la oferta, y recupero los papeles entre los lloriqueos de mi frustrada mamadora.

Salgo a paso ligero de la facultad, a este paso me violan. Ya de nuevo en mi despacho intento descubrir porque esa mujer, una persona de orden y buenas maneras se había transformado ante la presencia de aquellas pruebas. No comprendo los signos, hay algunos del rollo del zodiaco, pero tampoco se mucho de eso, creo que el que parece un 69 es de esa historia, y de ese hay uno en cada uno de los ejemplares. Gilipolleces, una mierda, una pelotudez detrás de otra, mierda. Aparece Mercedes, Mercedes es la inspectora nueva, la que ha venido de la Cataluña, me pregunta por mi cara de desesperación, le cuento algo, no le cuento lo de la mamada, claro esta. Ella se apoya ligeramente en mi hombro para mirar los famosos papeles, el leve contacto de su cuerpo con el mío me pone más a tono que la lengua de la puta académica esa. A esta si que le metía yo mano.

Ella me sonríe, desde su cara con pequeñas arrugas incipientes, los cuarenta no perdonan, me invita a comer, ya es la hora. Nos vamos a un pequeño bareto cercano, mantel de papel, ensalada, callos y cerveza. No dan café, pero tiene un vinillo dulce que sirve de postre y de reconstituyente contra la escrofulosis.

Cuando salimos del bar, decidimos ir a mi casa, ella si que tiene coche, un cochecillo rojo y potente, como sus labios según pude descubrir poco tiempo más tarde. Mi casa esta hoy felizmente ordenada, ha venido Ghenta, Ghenta es una chica africana que dos días por semana me ordena la casa, me quiere como si yo fuera su padre, hasta me plancha los calzoncillos.

La siesta que nos pegamos, Mercedes y yo, arrobados por el dichoso vinillo, es de todo menos tranquila. La pobre se ha separado y debía estar en periodo de abstinencia, me pilla con ganas, y sus pechos algo derrengados bailan en mis manos. Uno para la edad en que esta, aún se conserva muy bien, cuando me quede sin fuelle ya veremos, pero por el momento a por todas. Sus muslos aprisionándome la cara, mientras me deleito en su bonito pubis, me hacen sentirme en plena adolescencia, al final caigo rendido y me duermo.

Cuando me despierto, ya ha anochecido, ahora anochece pronto, ella ya no esta, pero me ha dejado su olor y su sabor. Veo que ha estado cotilleando la casa y mis papeles, le telefoneó, esta de nuevo en la comisaría, que tenía que hacer informes atrasados, esta harta, ella quiere trabajar en la calle, pero solo le encargan trabajos burocráticos, el jefe también le putea a ella.

Hemos quedado en que mañana por la mañana me enseñara a navegar en Internet, a ver esa página de relatos eróticos que los dos fallecidos tenían entre sus favoritas. La idea me gusta, leer relatos eróticos en compañía de una agradable mujer y si el caso y la circunstancia lo requieren meterle disimuladamente la mano por el culo, y si se puede porque la prenda que porte la señora lo permita, llegar hasta su monte de Venus e intentar que el paraje se humedezca.

Pobre mujer, y todo el día en la oficina, tendré que recurrir a mis informaciones reservadas y chantajear al cabroncete del jefe, que me puteé a mi me da lo mismo, pero que joda a Mercedes no lo consiento. Lo que no sabe el dictadorzuelo ese, es que tengo unas bonitas estampas de cuando en sus fines de semana se va a Levante, Esta muy mono en esas fiestas de dominación y dolor, le sienta muy bien el traje de fallera con complementos de cuero. Desde luego hay que tener contactos, y uno ya lleva muchos años en esta guerra….

Me duermo de nuevo, hoy ha sido un día movido, seguro que luego me despertare desvelado y esperare el amanecer dándole vueltas a las cosas. No se, no se si voy por buen camino.