El que la hace la paga

Pero si el precio es adecuado Segunda parte de la saga MI MADRINA DE BODA

Por fin llegó el día de la boda. Confieso que yo estaba un poco nervioso por lo que se pudiese ocurrir hacer o decir a Elena, o simplemente a l que se le escapase, que pudiera montar la tangana.

Eran temores infundados. Aparte de una sonrisa cómplice, que podía interpretarse de cualquier forma, Elena se comportó perfectamente. Ni siquiera hizo intención de bailar conmigo en la fiesta posterior.

Pasaron dos meses de feliz matrimonio y ya parecía que mi desmán con Elena y la amiga no iba a tener consecuencias, cuando una tarde sonó mi móvil. Era Elena.

-Hola –Dijo-. Hace mucho que no sé nada de ti.

-Sí, ya sabes, el viaje de novios… Además, ¿para qué quieres saber de mí?

-Es que me acuerdo todas las noches de lo que hicimos y me pongo muy cachonda.

-¡Pues hazte un dedo!

-¿Y qué crees que hago? Pero necesito volver a sentirte dentro de mí.

-¡Elena, por favor, que ya estoy casado con tu hermana! Aquello fue un desliz de despedida de soltero que no puede volver a repetirse.

-Pues yo quiero, no me corro con nadie como contigo. Y Patricia también dice que se le humedece el coño cada vez que piensa en ti.

-Pues buscaros a otro, no quiero líos con tu hermana.

-Bueno, se lo diré a Patri, a ver qué me dice.

-Diga lo que diga no llames más para esto, por favor.

Colgué sin dejarle decir nada más. No me sirvió de mucho, a los dos días estaba llamando de nuevo.

-Dice Patricia que no piensa renunciar a ti –Dijo-. Y yo tampoco.

-Pues lo tenéis crudo, no pienso prestarme más a ese juego.

-¿No? Pues estamos dispuestas a contarle todo a mi hermana si te niegas a satisfacernos.

Me quedé de piedra. Tras pensarlo un poco dije:

-Aparte de sois unas cerdas, ¿creéis que “funcionaría” con un chantaje?

-Claro que somos unas cerdas putas, y por eso, de que funciones nos encargamos nosotras.

-Tengo que pensar a ver que es peor.

-Vale, pero sólo hasta mañana. Ya sabes: O nos follas o te jodemos.

Esa noche apenas pude dormir pensando en el asunto. Me dije que me lo tenía merecido, porque el que la hace, la paga.

Mi dilema era el siguiente: Si se lo contaban a mi mujer no sé la que se podía armar, y se accedía a sus peticiones, como querrían más y más, era posible que también terminase enterándose.

Al final decidí ir a verlas una vez más, a ver si con eso se les pasaba el “empollamiento” que tenían. Así que al día siguiente, cuando llamó, le dije que iría el viernes; era el día en que mi mujer tenía guardia por la noche en el hospital y no llegaba a casa hasta las once de la mañana.

Con el ánimo más parecido al del cordero que va al matadero que al de un hombre que va a follarse a dos tías, llegué el viernes a su casa. Me abrió Patricia y me dijo:

-Estoy sola, Elena ha tenido que salir un momento, pero no tarda.

-Vale, esperaremos.

-Sí, pero me ha dicho que la esperemos en la cama, que te valla poniendo a tono yo.

-Pues vamos, pero tarea tienes.

-Ya veremos.

¡Y la verdad es que se empleó a fondo! Empezó desnudándose muy lentamente hasta quedarse sólo con el minúsculo tanga y luego se puso a desnudare a mí acariciando cada milímetro de piel que iba dejando al descubierto. A mí no me dejó nada puesto. Cuando hubo terminado me empujó sobre la cama y se acostó a mi lado. Sus caricias se centraron en mi pene mientras me besaba en la boca de la manera más húmeda y lasciva que lo habían hecho nunca. Por mucha que fuese mi prevención, uno no es de piedra y al poco tenía una erección de manual. No intentó aprovecharla de inmediato de la forma clásica, aunque sí descendió por mi cuerpo para masajearme la polla con sus tetas al tiempo que empapaba ambas cosas con su saliva.

Fui yo el que no pudo resistir más y dijo:

-Venga Patri, métetela de una vez en el coño.

-¿Tienes ganas de follarme, eh? Pues vas a tener que esperar, no puedo agotarte para cuando llegue Elena.

-¿Me vasa dejar con este recalentón?

-Sólo hasta que llegue tu cuñada. Pero tú sí que puedes comerme el coño a mí.

Como eso era algo que siempre me había gustado, pensé que era mejor que nada y hundí la cara entre sus muslos.

Estaba tan entusiasmado comiéndome  aquel coño y sintiendo los estremecimientos y gemidos de placer de Patricia, que no me di cuenta de que alguien había entrado en la habitación hasta que oí:

-¡Valla, bonito espectáculo!

¡Era la voz de Natalia! Y era Natalia la que estaba en la puerta al lado de Elena. Se me vino el mundo encima y cuando quise decir algo tartamudeé.

-Bueno… Yo… Elena me dijo…

-Ya sé lo que te dijo Elena. Estoy al tanto de tu aventura con las dos desde el principio, lo que me molesta es que no me lo contaras, por eso le dije que te amenazara con decírmelo para que volvieses y pillarte infraganti, así no me lo podrías negar.

-¿Entonces tú ya…?

-Yo ya, sí. Y estoy muy enfadada contigo.

-Lo siento cariño, es culpa mía, pero te prometo que ahora que lo sabes no volverá a pasar.

-¿Cómo que no volverá a pasar? ¡Ahora mismo! Si me jodió que no me lo dijeras fue por no poder participar. Además, después de veros me he puesto cachonda perdida.

-Pues yo con el susto me he quedado “chof”.

-Tú ya me harás el amor en casa, ahora quiero follar, quiero chuparle el chocho a Patricia. Elena, tú a ver si se la pones dura y te lo follas.

Patricia no cambió de postura, sólo de boca, y yo dejé que Elena hiciera lo que quisiera. Con la sorpresa y el susto no le iba a ser fácil volver a ponerme a tono. Cuando al fin lo consiguió, Patricia había gritado que se corría no menos de tres veces. Habían cambiado de postura y era ella la que se lo lamía a Natalia.

Con la polla ya tiesa, Elena saltó sobre mí y dijo:

-¡Mira hermanita! ¡Mira como me follo a tu marido!

-Síiii, fóllatelo. Y luego que se lo folle patricia y jugamos tú y yo.

Con la polla dentro de Elena no estaba yo para muchas filosofías, pero me asombré de no haberme dado cuenta nunca de las tendencias bisexuales y del vicio de mi mujer.

Me corrí en la boca de Elena, porque ella me lo pidió, y Patricia se apresuró a ocupar su lugar. Aunque parezca mentira el ver a las dos hermanas haciendo toda clase de guarrerías entre ellas, me volvió a poner cachondo de inmediato. Patricia Dijo:

-¡Al fin! ¡Qué ganas de polla tengo! Pero quiero que me la metas por el culo.

Se la metí por el culo, primero, y por todos lados después. Aquello parecía un gallinero de gritos y gemidos de mujeres. Hubo un momento en que los cuatro, agotados, nos quedamos tendidos sobre la cama, un poco amontonados, claro está, pero no cesaron las caricias y los besos que ya no sabias ni a quien, ni quien, te los daba.

Hubo repeticiones, sobre todo entre ellas, porque yo ya no podía más.

A la mañana siguiente, cuando nos despedíamos, Natalia dijo:

-Bueno chicas, ya sabéis, esto hay que repetirlo al menos una vez por semana.

Sí –Repliqué-, pero a ver si os hacéis con otro hombre y con una cama más grande.

Entre risas y besos nos terminamos de despedir… No sabía si hasta la semana siguiente.

FIN

© José Luis Bermejo (El Seneka)