El puro habano y el negro americano

Un encuentro gay con un negro americano con el que veo las estrellas

Tras unos años desaparecido de esta web, vuelvo para seguir contando, al menos, esta historia (no sé si contaré más, la verdad, según me dé) morbosa que espero que os guste, de temática esta vez enteramente gay, pero sabéis, si habéis leído mis relatos, que no le hago ascos a nada y disfruto del sexo en su plenitud, me da igual con quién, con que me ponga… yo tiro pa alante. Desde que dejé de escribir (las razones fueron muchas, desde la pereza hasta la falta de ideas y de tiempo) me dediqué a ser únicamente lector… y vaya tela en lo que ha degenerado la página. No recuerdo cuánto tiempo hace que leí un relato entero… y es que no me ponía ni me pone prácticamente nada de lo que se escribe. Los míos me ponen, pero porque simplemente escribo para mí, sin importarme si gustarán o no. Sin más dilación, comienzo con esta historia de sexo gay interracial. Espero que la disfrutéis.

Hacía seis meses que  había roto con mi novia, es decir, a otros seis de nuestra supuesta y ya imposible boda, con algunos preparativos importantes ya realizados como la iglesia, el sitio del banquete y varias cosas más, pero simplemente no pude aguantar el verla encamada con un compañero de su trabajo un día que volví pronto a casa de mi trabajo como profesor de informática en un ciclo formativo. Ambos habíamos ganado la plaza (ella también es docente, aunque de primaria) el año anterior, ambos con 30 años, con la santa suerte de tener el destino definitivo cerca de donde vivíamos, de modo que no hacía falta que ninguno de los dos se desplazara. Yo, al ser un ciclo formativo, trabajaba de tarde, llegando todos los días a nuestro piso de 130 metros cuadrados en la Explanada de Alicante, sobre las 8 o 9, pero ese día, debido a una huelga estudiantil, había salido a las 18:30, de modo que me dirigí a casa rápidamente, no sin antes pasar por El Corte Inglés para comprar un vinito decente y algo de cena para celebrar nuestra idílica vida y todavía más idílico porvenir. Y es que éramos una pareja compenetrada en todo, fuera y dentro de la cama, donde habíamos experimentado varias veces con mujeres y alguna que otra vez con algún hombre, pero lo que ninguno de los dos podía soportar, como es lógico, es el engaño y la mentira, y eso fue lo que ocurrió cuando entré sigilosamente en casa, llegué al dormitorio y me vi el percal: un compañero de mi mujer, casado y con dos hijas en la preadolescencia, maestro de educación física y al cual yo había conocido en alguna ocasión con motivo de alguna cena del colegio, la tenía expuesta a cuatro patas sobre nuestra cama king size de diseño, mientras la enculaba con rabia y sin miramiento, a pelo y con la zorra de mi mujer mordiendo y agarrando la almohada del dolor o placer que sentía, berreando con una cerda y sosteniendo, en la otra mano, un porro a medio fumar (ya me extrañaba a mí el olor a maría desde que había salido al ascensor, y más sabiendo que mis vecinos de rellano son una pareja de ancianos sin vicio conocido). Sus preciosas nalgas estaban enrojecidas por los manotazos del hijo de puta de su amante. Los gritos de ambos, más mi sigilo, hicieron imposible que se dieran cuenta de mi presencia.

Cuando vi el panorama, no chillé de rabia. Simplemente lancé la botella de Pago de Capellanes que había comprado contra la pared del cabezal, con el consiguiente desastre organizado, y dije “mis abogados se pondrán en contacto contigo para la venta del piso”. Ni siquiera di pie al consabido “esto no es lo que parece” o “te lo puedo explicar” por parte de mi ya expareja. El otro ni abrió la boca, como tampoco hizo la intención de sacar su polla de las entrañas de esa zorra. Pienso que se quedaron petrificados al verme allí y su primera reacción fue quedarse completamente parados. Me largué del piso y, ya dentro del ascensor, ahí sí que me derrumbé y empecé a llorar. A las dos horas, y tras haber tomado un par de gintonics en un mugriento bar cerca de la céntrica plaza de los Luceros, estaba en el piso de mi mejor amigo y socio, justo en esa zona, ya enterado de todo, y cuando me puso al día de mi nueva situación, vi mi porvenir con otro color:

“Ufff, tienes suerte, bueno, ambos la hemos tenido. Hemos roto nuestras relaciones cuando todavía no habían, y por lo menos por mi parte no va a haber, hijos de por medio, aunque yo compré la parte del piso y me quedé con este piso y tú, a no ser que decidas hacer lo mismo, lo venderás y cada uno disfrutará de su mitad. Créeme, es lo mejor. Por mucho que ese piso te enamore, te recordará siempre a este mal rato que has pasado esta tarde. Por cierto, ¿ella no sabe nada de lo… tuyo no?... y de lo nuestro?”

Ahí me di cuenta de que siempre hay un roto para un descosido.

“No, nunca le he contado nada, y mira que, como sabes, éramos liberales y habíamos experimentado bastante en el tema swinger, pero eso siempre he querido guardármelo para mí, y bueno, ahora que lo dices, casi que mejor, así ahora puedo disfrutar sin cargo de conciencia. Y bueno, de lo otro tranquilo, tú y yo hicimos un juramento de no decir una palabra y así ha seguido”

Pues sí, como os estaréis imaginando, soy bisexual. Me gustan las pollas tanto como los coños, aunque desde que estaba con mi expareja solo la había engañado con hombres, aunque alguna que otra posibilidad con mujeres había tenido, sobre todo en forma de compañeras de trabajo, y es que las profesoras solteras tienen mucho peligro. Primero la engañaba mientras vivía todavía con mis padres, lo cual era más fácil porque no tenía que hacer tantos malabares, y luego ya viviendo con ella, siempre tenía mis apps para el iPhone y, cuando el tiempo no me lo permitía, me escapaba a alguna de las saunas de la ciudad, aunque lo mejor era cuando hacía algún viaje con mi socio a alguna ciudad, que siempre me dejaba un día para recorrer lo sitios de cruising y vicio gay. Y es que es cierto eso de, quien tiene un amigo, tiene un tesoro, pues desde que íbamos al colegio, somos uña y carne y nos hemos guardado todos los secretos.

Ahorraros los juicios morales por el hecho de dejar a mi novia por engañarme cuando yo la he estado engañando todo este tiempo. Me dan igual, cada uno vive su vida como quiera y la diferencia está en que yo la pillé y ella a mí, nunca pudo pillarme. Y bueno, después de la que me había liado me alegré de que nunca me hubiera pillado y yo a ella sí. Suena ventajista pero es lo que hay.

¿Y qué es “lo nuestro”? Os estaréis preguntando… y no, no es que mi amigo y yo estuviéramos liados, nada más lejos. Resulta que hace unos años, mi amigo y yo diseñamos un par de apps para móvil (de una cosa que todo el mundo usa, y cada vez con más frecuencia) que, contra todo pronóstico (y eso que curramos como negros), están teniendo bastante éxito gracias a su sencilla interfaz y su dinamismo. Tanto éxito estaban teniendo que uno de los gigantes de internet nos había hecho, dos semanas antes de descubrir la infidelidad de mi novia, un par de suculentísimas ofertas para comprarnos las apps. En concreto, nos habían hecho dos: 150 millones de euros (es decir, 75 por barba), con el plus de ponernos en nómina, con unas condiciones y sueldo envidiables, como jefes de proyectos para diseñar nuevas apps y seguir puliendo las que nos comprarían, o 200 (100 cada uno) si se las vendíamos y nos desentendíamos.

Habíamos tomado una decisión, y era aceptar la oferta de 200 para retirarnos de nuestros trabajos (él era también funcionario, aunque de una rama distinta a la mía). Ambos se lo habíamos ocultado a nuestras exparejas porque, sencillamente y al menos en mi caso, al estar perdidamente enamorado de ella, quería darle la sorpresa de su vida y ver el brillo en los ojos de quien pensaba que nunca me la jugaría y con la que me dedicaría a vivir la vida sin preocupaciones. Lamentablemente para ella, puede quedarse soltera o irse con el, ya para mí, muerto de hambre con el que la pillé cerdeando.

A los pocos días de recibir cada uno 100 millones de euros en nuestra cuenta, ambos renunciamos a nuestras plazas de trabajadores públicos, ya que, en un ataque de honradez, consideramos que no íbamos a ser los típicos funcionarios que cobran sin trabajar gracias a, en su día, haber aprobado una oposición. Aparecimos, con varias fotos además, cosa que no me gustó pero que no podía hacer nada, en varios periódicos de tirada nacional:

“Dos jóvenes emprendedores venden su APP de XXXXX a YYYYYYY. Ni los compradores ni los vendedores han querido facilitar los datos de la operación, pero uno de ellos (mi amigo, para más señas), en una breve comparecencia, ha declarado que “mi compañero y yo hemos dudado hasta el último momento pero la oferta era irrechazable, tan irrechazable que no creo que volvamos a trabajar en nuestras ocupaciones anteriores”

Evidentemente el teléfono se me inundó de multitud de felicitaciones de familiares y amigos, lo cual me alegró pero a la vez me preocupó porque sabían que era multimillonario y que quizás se alegraban por mí por el interés, aunque no así mis más allegados como mis padres o mi hermana mayor. También, como es lógico (y culpa mía por no cortar todo contacto), me inundó a mensajes y  llamadas mi ex (antes de saber que era millonario, ni una muestra de contacto la muy zorra) suplicando mi perdón, que se sentía hastiada en la relación, que necesitaba una válvula de escape y que en realidad seguía enamoradísima de mí y que sabía que no iba a encontrar a otro como yo, etc.

Le contesté: “poco te lo pensaste para meter a ese tío en nuestra casa, en nuestra cama y darle tu culo. No quiero saber nada de ti salvo a la hora de vender el piso, no te preocupes, yo me encargaré de toda la gestión, salvo que no quieras venderlo, en cuyo caso tendrás que comprarme mi parte. Y te aviso que con el dinero que tengo puedo comprar cualquier cosa que se me antoje, como tu voluntad. Si no quieres ni vender el piso ni comprarme mi parte, pagaré a quien tenga que pagar para que te hagan cambiar de opinión. Y no me hagas explicarte en qué consistirían esos métodos de persuasión. Te dejo, tengo que pensar en qué, y con quien, disfruto mi nueva posición, tú te lo pierdes. Recuerdos a XXXX (nombre del tío con el que me la pegó)”.

Y ahí corté toda forma de contacto con ella: Whatsapp, llamadas, correos electrónicos, redes sociales y también a mi familia, de la que me podía fiar, a quienes pedí que no dieran ninguna información sobre mí a esa arpía. De los amigos comunes no podía conseguir nada, pero vamos, todo lo que estaba en mi mano estaba hecho.

Así, y desde entonces y aquí sigo, me dediqué a vivir la vida loca con mi amigo, socio y ahora también compañeros de correrías, con todo lo que nuestro dinero podía comprar, que prácticamente era todo ya que era prácticamente infinito. Compré, cómo no a tocateja, un chalet de lujo en una de las urbanizaciones más exclusivas y privadas de la zona, dando instrucciones a la empresa que contraté sobre cómo quería las reformas, controlándolas semanalmente. Es lo que tiene tener dinero, que no te hacen esperar para nada. Se sucedieron, junto con mi amigo para olvidas las penas de ambos  y liberarnos, viajes a Madrid de jueves a domingo, donde los tres primeros días los dedicábamos a hacer algo (poco, la verdad) de turismo y, sobre todo, a disfrutar de la vida hedonista madrileña, esto es: a comer y cenar en los mejores restaurantes, con los mejores vinos, a drogarnos como cuando teníamos quince años menos y estábamos, como ahora, solteros,  pegándonos juergas en las mejores discotecas sin privarnos de nada y, cómo no y dado que la necesidad es la misma seas rico o no, acudiendo a los puticlubs más exclusivos de la capital, donde cada noche, de jueves a sábado, nos follábamos las tías que queríamos: rumanas, brasileñas, tailandesas, colombianas y, por supuesto, españolas. Aunque esas las contactábamos por agencia y venían a nuestro hotel. Nos quedábamos siempre en un conocidísimo hotel por la zona del Congreso de los Diputados y yo siempre pagaba una noche más, dado que, como mi amigo decía, “el domingo es tu día”, es decir, el día que dedicaba a recorrer los antros y saunas gays de la ciudad, donde daba rienda suelta a todo mi vicio.

Últimamente andábamos inmersos en el negocio de la hostelería de lujo. Habíamos montado varios restaurantes en Madrid, en puntos clave de la capital: cerca de la Puerta del Sol, Barrio Salamanca, etc… la verdad que la inversión inicial había sido fuerte (algún futbolista y famosillo quiso asociarse con nosotros, pero mi amigo y yo fuimos fieles el uno al otro), pero el capital ya estaba más que recuperado y los beneficios no paraban de aumentar, tanto que decidí comprarme un pisito en el barrio de Lavapiés, el cual amueblé prácticamente en tiempo récord. Ahora andábamos a la conquista de Barcelona, y aquí es donde empieza la historia del título del relato.

Con mi reforma del chalet de Alicante terminada y con el chalet listo para entrar a vivir con todas las comodidades, llevábamos mi amigo y yo casi tres semanas del tirón en la Ciudad Condal, visitando locales para abrir posibles nuevos restaurantes de lujo con los que aumentar nuestros patrimonios y, quizás, continuar la expansión en el extranjero. Después de un agotador y caluroso día de junio yendo de local en local y comiendo rápidamente pues había muchos que ver, mi colega me dijo entrando al hotel:

“Voy a llamarme un par de putitas de la agencia que XXXX (el dueño de gran parte de los locales que habíamos visitado ese día) me ha recomendado, por si quieres unirte a la fiesta, o si lo prefieres, puedes tener “tu noche”, tú ya me entiendes, jejejeje”

Decidí reservarme para mí la noche, ya sea en forma de vicio heterosexual, homosexual, relajado o, simplemente darme un largo y relajante baño en mi jacuzzi (estábamos en uno delos mejores hoteles de la ciudad, el cual incluía cigar club, un club para fumadores de puros y amantes de las bebidas de lujo. Lo primero que hice fue meterme en el jacuzzi con un gintonic muy corto de ginebra y cerrar los ojos durante unos minutos. Una vez relajado, continué degustando mi gintonic mientras ojeaba, todavía dentro del jacuzzi, mi iPad Pro para ver qué se cocía por la Barcelona gay esa noche. Estaba tan cansado que, no me apañaba nada, de modo que, una vez fuera del jacuzzi y recién duchado, además de completamente desnudo por la habitación, pedí algo de cena al servicio de habitaciones. Después de cenar, hice algo de tiempo viendo la tele y revisando mis cuentas (mis ingresos habían aumentado en casi dos millones de euros desde la última que había entrado en mi cuenta un mes atrás), me puse cómodo con un polo de Lacoste, unos vaqueros largos y unas sandalias de piel de Versace y me dispuse a hacer algo que había descubierto dentro de mi nueva faceta de rico, es decir, un placer caro pero que me encantaba: fumarme un buen puro Cohíba, e iba a hacerlo junto con un buen whisky escocés para bajar la cena, relajado en el cigar club del hotel.

Al salir del ascensor vi cómo entraban dos tías despampanantes pero vestidas de forma discreta, y pensé “joder qué cabron XXX se va a poner las botas”. Por un momento estuve tentado de llamarle e ir a medias, pero había follado tanto y de tan buena calidad en los últimos meses, que, de verdad, me apetecía una noche de relax…aunque no iba a tenerla. En el cigar club habían varios hombres maduros, todos ellos trajeados así que asumí que eran todos, como yo, exitosos hombres de negocios. Algunos en la barra, con la típica tía atractiva dándole palique (evidentemente eran prostitutas de lujo, y otros solos en mesas mientras ojeaban algún periódico y degustaban su habano. Había una agradable música de jazz en el ambiente y fútbol en el ambiente. Primeramente fui al baño, pues se me había olvidado mear en la habitación. Al volver, el camarero me dio una nota:

“Esta nota proviene del caballero de la esquina del fondo”. Sorprendido, no sabía qué mirar antes, si la nota o a la persona de la cual provenía. Y elegí la persona. Un espectacular hombre de color, de unos 50-55 años, vestido con traje e irradiando una clase increíble, quien con su puro en la boca, hacía el gesto de brindar.

La nota decía: “Soy gay, si no te gusto no montes un escándalo, se te ve un tío con educación, me gustaría invitarte a lo que quieras”

No me lo pensé dos veces, era una invitación en toda mi regla a cumplir una de mis fantasías, la cual todavía no había podido conseguir: follar con un negro. Además era negro como el tizón y fornido, no el típico tirillas, con lo cual me ponía mucho más. Pedí un Macallan de 24 años y un Cohíba Behike. Casi 100 euros las dos cosas. Cuando tuve la copa, la alcé para brindar y agradecerle la invitación, y me dirigí a su encuentro...

Una vez delante de él, me invitó a sentarme, lo cual hice encantado y ya descaradamente demasiado junto a él, tocándole el muslo con mi mano a la vez que brindábamos otra vez con nuestros whiskys, haciéndole entender que estaba a su entera disposición…  Justo después de saborear nuestras bebidas, me encendió el habano mientras él sostenía el suyo en la boca y yo no paraba de manosearle la pierna, con ambos mirándonos fijamente mientras empezaba a notar el sabor de ese rico puro en mi boca…

Vestía un elegante traje con corbata, evidentemente ya en modo desenfadado después de un día de trabajo. Estuvimos charlando de nuestras vidas, nuestros gustos... se llama Jim, era de Nueva York y pasaba varias semanas al año en Barcelona debido a su trabajo. Era inversor, como yo en estos momentos, pero las cantidades que él invertía y donde las invertía estaban lejos de mis cifras de inversión. Vamos, que estaba forrado, lo cual no hacía más que añadirme morbo. Tenía un socio, también negro y muy atractivo como él, pero se había tenido que marchar un par de días antes, pero que normalmente vienen y se van juntos.

Era gay, aunque se mantenía casado con dos hijas gemelas que se habían marchado ese año a la universidad, y que la mujer no sabía nada porque, extrañamente, con ella seguía follando y tal, pero que allí, con lo grande que era Nueva York, no le daba para experimentar todo lo que quiere, sintiéndose realmente libre cada vez que vuela a Europa y, especialmente, a Barcelona. Su socio sí era gay declarado, y me contó que siempre que venían solían ir a varias saunas barcelonesas a ponerse morados, y que al ser negros y fornidos, eran los caramelitos del lugar, nunca faltándoles tíos para que les comieran la polla, el culo, los huevos, las tetas,… y evidentemente tampoco les faltaban tíos a los que encular y que les enculasen, pues su amigo era totalmente activo, pero él era versátil, como yo. La suerte me seguía sonriendo…

Yo le conté un poco mi vida, y nos dimos cuenta de que éramos un par de viciosos. Nos dimos un par de besos discretos en el cigar club. Ambos sentíamos necesidad tremenda de pegar el que, para los dos, iba a ser el polvo de nuestras vidas, y mientras, de nuevo discretamente, sobaba el enorme paquete de mi negrazo por debajo de la mesa, me dijo al oído:

“¿Por qué no me das diez minutos, que me pegue una ducha rápida para quedarme fresco después de caminar por Barcelona todo el día, y te vienes? Te aseguro que lo pasaremos de puta madre. Pido otra botella de Macallan, un par de puros y nos podemos divertir nene… tengo una suite en el ático, con jacuzzi en la terraza, podemos fumar sin problemas y lo que se nos antoje…”

“Uff Jim, en diez minutos me tienes ahí, solo prométeme que vas a follarme la boca y a violarme, tengo ganas de perderme entre tu culo, comerme tus huevos, tragarme tu rabo negro hasta que grites de placer… solo prométeme que va a ser algo sin prisas… disfrutando cada instante….”

“Mmmm- Jim miró a izquierda y derecha, comprobando que nadie nos  miraba, apagó el puro en el cenicero y me dio un buen lametón en la boca, pasándose todo su delicioso aroma de mezcla de whisky de calidad, puro cubano y negro americano macho y cabrón…- te espero nene, no tardes”

Salió del bar, no sin antes pedir en la barra que nos enviaran otra botella y otro par de puros a la habitación en una media hora. Yo me quedé en el cigar club terminando mi puro y jugando con el iPhone, simplemente por hacer tiempo para subir a su habitación, para lo que me adelanté unos minutos, porque sencillamente no podía más, necesitaba mamar aquél rabo negro…

Toqué a su suite, y me abrió desnudo, con un albornoz blanco sin abrochar, dejando a la vista esa hermosura de polla que iba a ser mía…

“Te has adelantado nene, pasa” me pidió

Sin cerrar la puerta de la habitación, le agarré y le apreté ese pollón negro como el tizón y  empezamos a comernos la boca, follándonos con las lenguas como no habíamos podido hacer en el cigar club, dando así rienda suelta a nuestros instintos animales…

Me desnudé y me enseñó su habitación mientras nos agarrábamos de nuestros culos, hasta que llegamos al jacuzzi de la terraza, el cual estaba preparado para ser usado. Se quitó el albornoz y pude apreciar la perfección de su culo negro. Me ofreció meterme primero, cosa que acepté gustoso, y una vez él se metió, lo abracé y empezamos, de nuevo a comernos los morros como dos amantes, mientras abajo residía la inmensidad de Barcelona. Estuve un rato chupándole esas tetas negras de hombre maduro que me encanta chupar, hasta que le dije que no podía más, pidiéndole que se sentara sobre el borde del jacuzzi, que iba a empezar a darle placer con mi boca en su polla

“Toda tuya cariño” me dijo sonriente. Yo le besé y bajé hasta encontrarme con su amiga. Era una polla realmente enorme, más gorda que larga pero deliciosa tanto al tacto como al gusto…”mmmmm glurp gluuuurp gluurrrp” escupía y babeaba toda su polla… no veía el momento de parar, y él, a juzgar por su cara de placer, tampoco, pero llamaron al servicio de habitaciones y tuvo que ponerse el albornoz para abrir a la joven camarera que nos traía dos buenos Cohíba y la botella de Macallan con hielo. De vuelta al jacuzzi, cada uno encendió al otro el puro y yo seguí con mi mamadón, tirándole el humo al rabo y, de vez en cuando, subiendo a su boca para que pruebe mi lengua.

Jim disfrutó de mi placentera boca una media hora, la media hora que le hice cogerme de la cabeza y obligarme a violarme la boca hasta que le dije que no aguantaba más, me salí del jacuzzi, me puse a cuatro patas sobre el borde y le supliqué que me chupara el culo y me metiera un par de dedos, preparándomelo para, esta vez, violarme el culo. Pegó una fuerte calada a su habano, tirándome el humo dentro de mi ano y lamiéndolo de arriba abajo, escupiendo dentro, pegándome en las nalgas y metiendo hasta tres dedos, hasta que mi culo estuvo listo para ser sodomizado por ese rabo negro que me había tocado en suerte esa noche. Volví a caer al agua y, bien abierto, noté cada milímetro de su rabo penetrándome, con el consiguiente, primero dolor, y luego ya continuo placer, combinando con sus mordiscos en mi oreja y pasándome su puro a mi boca, degustándolo mientras me daba bien fuerte. Su enculada terminó fuera del jacuzzi, conmigo a cuatro patas sobre el borde, con la noche de Barcelona sobre nosotros y toda su corrida habiéndome preñado vivo. Luego hicimos algo muy morboso. Con toda su leche dentro de mí, volvió a chuparme el culo hasta que salió toda la leche, morreándonos como dos guarros. Justo después, su leche pasó, por orden suya y yo que obedecí como una perra, de mi boca a sus pezones, los cuales chupé como quien chupa un helado de chocolate. Fue el culmen de un polvo espectacular.

Para descansar y relajarnos, nos fumamos otro par de puros combinados con un buen whisky, hasta que Jim consideró que ahora me tocaba disfrutar a mí y volvimos a echar otro polvo, solo que ahora el pasivo fue él, con lo que pude disfrutar de sus carnosos labios sobre mis huevos y mi rabo y, sobre todo, pude sodomizar ese escandaloso culo negro, preñándolo vivo y repitiendo el guarro proceso del polvo anterior, con el morreo y la lefa de su culo a mi boca, de mi boca a su boca, y de su boca a mis tetas.

Eran más de las tres de la mañana cuando decidimos separarnos, prometiéndome que en dos meses volvía a Barcelona y que vendría con su socio, otro semental físicamente parecido a él y con el que podríamos disfrutar como cerdos los tres, y con quien se uniese. Me dejó entrever que de vez en cuando también disfruta del sexo de pago, así que quizás disfrutaríamos de un buen vicio con algún travesti o alguna señorita de compañía como las que mi socio estaba disfrutando esa noche. Pero eso lo dejaré para el relato siguiente. Espero que os haya gustado. Un saludo