El purificador

Algunos autores de TR nos hemos animado a escribir relatos sobre crímenes. "El purificador" de KOSUKE. Relatos de detectives y asesinos que pretenden castigar el vicio.

EL PURIFICADOR

Un misterioso asesino ataca en hoteles de paso...

  • Entonces... ¿No podemos hacer nada?

  • Leslie, ya te dije que no hay ninguna pista, el tipo es demasiado cuidadoso...

  • Pero Tom, debería haber algo, es imposible que alguien hiciera esto sin dejar al menos un indicio...

Con un gruñido de asentimiento, el detective Tomás Briceño dio la espalda a su compañera, la detective Leslie Ortega, para enfrentarse nuevamente a la sangrienta escena que lo aguardaba dentro del dormitorio; con cuidadosos pasos recorrió por enésima vez la habitación, sabía que el forense se encontraba en camino y que sus instrumentos serían mucho más efectivos que la superficial inspección que él podía realizar pero no deseaba darse aún por vencido.

Examinó nuevamente los dedos de las víctimas, cuidadosamente clavados en las paredes formando la silueta de un pez, después de haber sido separados de sus dueños con las pinzas corta cadenas que yacían ensangrentadas en medio de la mesita de noche, la perfecta caligrafía de la palabra IMPUROS escrita con sangre en el espejo del tocador, los transparentes contenedores plásticos llenos de sangre, distribuidos en forma de cruz al centro de la habitación, cada uno con un cirio blanco encendido dentro y finalmente los cuerpos, un hombre y una mujer jóvenes, ambos con un rictus de horror en el rostro, los vientres abiertos en canal, los órganos sexuales extirpados con una precisión casi quirúrgica y colocados en las cavidades donde deberían hallarse sus corazones, en cuanto a éstos, simplemente se habían esfumado.

Tomás pensaba haber visto de todo en sus 15 años de carrera, y sin embargo esta serie de asesinatos lo tenían desconcertado; movió levemente la cabeza en sentido negativo y regresó al lado de la atractiva morena que era su compañera desde un par de meses atrás, cuando su mentor y compañero el comandante Javier Castro se retiró después de 30 años dedicados al departamento de homicidios de Ciudad Central.

No pudo menos que admirar nuevamente la perfecta silueta "De reloj de arena" de su compañera, sus largas piernas enfundadas en un pantalón vaquero que parecía pedir a gritos ser arrojado al piso de un hotel, sus turgentes senos y bello rostro enmarcado por una rizada cabellera oscura; no pudo menos que preguntarse qué diablos hacia una beldad como esa trabajando en homicidios, cuando podría adornar las páginas de cualquier revista o una pantalla de cine.

  • Lo siento Leslie, lo único que tenemos es la huella parcial de un zapato deportivo en la puerta del baño.

  • Son diez homicidios ya, Tom... Y ni un solo indicio que pueda servirnos, no hay testigos y el tipo parece un fantasma, ni siquiera parece mancharse de sangre al destrozar a sus víctimas.

Mientras daban una última mirada a la habitación, Tomás movido por la frustración empujó la puerta provocando que ésta se cerrara parcialmente y Leslie tiró violentamente de la manga de su compañero mientras le decía:

-¡Mira eso Tom!

Ahí estaba; el santo grial de toda investigación de homicidios, la clara huella de unos dedos apenas insinuada con algo de sangre reseca tras la puerta, donde tal vez no la hubiesen visto de no haber sido por el arranque de ira de Tomás. Con infinito cuidado preservaron la delicada muestra, pues el acabado de la puerta provocaba que la sangre al secarse se desprendiera lentamente.

Por primera vez, su misterioso asesino se había descuidado, tal vez lograrían identificarlo, Leslie estaba tan contenta que se volvió hacia su compañero y en un repentino impulso lo besó. Tomado por sorpresa, Tom apenas atinó a sujetarla en sus brazos; sin embargo, pronto estaba correspondiendo plenamente al ardiente beso. Después de un momento, se separaron lentamente y una expresión desconcertada invadió el rostro del detective, mientras un intenso rubor coloreaba las mejillas de Leslie.

  • ¿Estás molesto Tom?

  • No, pero aunque había fantaseado con besarte, nunca imaginé que serías tú quien me besaría a mí...

Y tomándola en sus brazos, la besó nuevamente; se olvidaron por un momento de los cadáveres y de su investigación, perdiéndose en ese mundillo particular que solamente conocen los enamorados.

Aún estaban besándose cuando un fortísimo golpe en la nuca desmayó a Tomás, arrojándolo sobre Leslie, de modo que el peso de su cuerpo la inmovilizó totalmente; mientras ella se debatía por liberarse, logró ver a su atacante atravesando el cuerpo de su compañero con una enorme espada antigua y sintió como el frío acero se alojaba en su pecho; mientras el furioso ataque se repetía una y otra vez, Leslie sintió que su vista se enturbiaba, pero logró ver a un maduro y fornido hombre vestido con un hábito monacal que gritaba enloquecido:

  • ¡Impuros! ¡Impuros!

Con sus últimas fuerzas, logró liberar su mano derecha y disparar sobre el hombre, que se derrumbó como un títere sin hilos; el arma escapó lentamente de entre sus dedos mientras un último suspiro salía de entre sus labios...


No logro levantarme... Tenía fe en ustedes, pero perdieron su alma como todos lo demás...

La sangre no para de brotar y aún no puedo permitirme morir, mi misión no ha terminado, debo acabar con ellos, todos los impuros deben llegar al infierno...

Dios mío, no puedo morir sin cumplir con la labor que me encomendaste...

Dame fuerza... No... Aún no...

Im...pu...ros...


Una hora después, el forense y sus ayudantes arribaron al lugar y se llevaron la sorpresa de sus vidas al encontrar, además de las víctimas que iban a recoger, los cuerpos sin vida de los detectives Briceño y Ortega en lo que parecía ser un póstumo abrazo y el cadáver del ex detective Castro, muerto de un certero disparo en la garganta, sujetando con su mano izquierda una espada antigua.

Nunca lograron descubrir porqué un hombre tan aparentemente cuerdo y con una intachable vida profesional y familiar, se lanzó de pronto en un frenesí homicida contra los clientes de hoteles de paso y menos aún el porqué decidió asesinar a los detectives encargados del caso.