El punto débil de mamá II.

Ya sabemos por dónde atacarla, conseguiremos que sucumba a los placeres del incesto. ¡Sigueme y lo veremos juntos!

El punto débil de mamá II.

Desperté por la mañana con una gran excitación, lo que ocurrió la noche anterior, unido a una serie de sueños eróticos, hicieron que mi polla estuviera totalmente erecta. No pensé ni sabía bien lo que estaba haciendo, fue de forma impulsiva y me pegué a mi madre que dormía de lado junto a mí, con su redondo culo en pompa. Un sentimiento placentero y excitante se apoderó de mí al sentir como mi endurecido falo caía en medio de aquellos redondos cachetes. Pasé mi brazo por su cintura y acaricié su barriga mientras mis caderas se movían para frotar mi polla contra ella. Su cuerpo se estremecía al sentir los suaves besos que mi boca daba en su nuca. Mi mano empezó a subir y podía sentir la redondez de su pecho cubierto solamente por la tela de su camisón. Mi mente, confundida aún por el sueño, no reconocía quién era la mujer a la que estaba amando, sólo sentía la necesidad de besarla y sentir nuestros cuerpos unidos.

-          ¡No, para hijo! - Mi madre botó y se sentó en el filo de la cama totalmente alterada. - ¡No, esto es demasiado!

En ese momento fui consciente de que sin proponérmelo estaba abusando de ella. Intenté acariciar su brazo para tranquilizarla pero me rechazó.

-          ¡Perdóname! - Le dije. - Estaba como en un sueño y no sabía con quién estaba.

-          Perdóname tú a mí. - Me agarró con cariño la mano y se tumbó a mi lado apoyando su cabeza en mi brazo. - Me he asustado... También estaba como en un sueño y me sentía... excitada. Cuando me di cuenta de lo que pasaba, me asuste.

-          Mamá... lo de anoche ¿te gustó?

-          Sí hijo, pero eso no está bien...

-          Mamá, lo que no entiendo es que siendo tan bonita y tan... ardiente, no te hayas buscado un hombre que te ame.

-          Hijo, he dedicado toda mi vida a cuidarte. Si bien he sentido necesidades sexuales, no he sentido el deseo de unirme a un hombre sentimentalmente... - Me acarició la cara con dulzura. - Y para hacerlo, he de estar enamorada...

Estuvimos un rato acostados, mirándonos y agarrados de la mano. Siempre me pareció una madre muy bonita, pero aquella mañana proyectaba una sensualidad que nunca había detectado en ella.

Serían las dos de la tarde cuando decidimos ir a almorzar a un bar cercano a la playa. Cogimos todas las cosas necesarias para ir a la playa tras la comida, y unos minutos después nos estábamos sentando en la mesa. Mirábamos el menú.

-          ¡No puede ser! - Escuchamos la voz de una mujer que se dirigía a nosotros. - ¡Pero si es Marta!

Miré a la mujer que nos hablaba. Mi madre se levantó para saludarla, a ella y a la otra que llegaba detrás. Se dieron besos y se hablaban. Después de toda aquella charla, mi madre les pidió que se sentaran con nosotros a comer, aceptaron.

-          ¡¿Y este chico tan mono?! - Dijo la que tanto hablaba.

-          ¡Hola, soy Ramón el...!

-          ¡Vaya, por fin te has buscado un hombre! - Se me escapó una sonrisa. - ¡Y vaya hombre! ¡Guapo, fuerte! ¡Y muy joven!

-          Ramón, - Dijo mi madre. - No le eches cuenta a esta que está loca... - Se volvió para hablar con su amiga. - Ramón es mi hijo...

-          ¡No me digas! - Me miró sorprendida. - ¡Pero si hace nada era un chiquillo!

-          Ellas son Lola y Raquel, son compañeras de trabajo. La loca de Lola es enfermera como yo, y Raquel es cirujano... ¡Ah, y son pareja!

-          Sí, pero porque no sabía que te ibas a poner así, si no espero a que seas todo un hombre. - Dijo Lola.

-          Si no estuvieras ocupada, seguro que hubiera crecido antes.

-          ¡Ya empieza la Lola otra vez! - Dijo Raquel.

-          ¡Raquel, ya hemos hablado muchas veces de eso, y aquí no es el sitio para hablar! - Le contestó Lola.

Hubo un momento tenso entre aquellas dos hermosas mujeres, pero un beso a tiempo y un perdón fue suficiente para volver a la normalidad. Era excitante ver a aquellas mujeres besarse, las dos eran bonitas, con cuerpos con demasiadas curvas, con pechos generosos y unos culos grandes de anchas caderas, Lola morena y rubia Raquel.

Tras la comida, marchamos los cuatro a la playa. Aquellas dos mujeres de cerca de cincuenta años, eran excitantes no por parecer jóvenes, si no por la sensualidad que mostraban sus cuerpo; era claro que se trataba de dos mujeres bien maduras, pero incluso la ligera redondez de la barriga de Raquel, la hacía más sensual.

-          ¡Hola!, ¡Marta!, ¡Ramón! - Nos llamaba Fátima desde su sombrilla, agitando las manos para llamar la atención. - ¡Quedaros aquí con nosotros, si queréis!

Y así lo hicimos. Mi madre presentó a sus amigas y nos sentamos los seis en la arena mientras hablábamos. Pasamos toda la tarde entre charlas y baños. Fátima y Juan congeniaron inmediatamente con Lola y Raquel, la verdad es que aquella joven pareja de recién casados, rápidamente se hacían de querer.

-          ¡Tomad! - Dijo Raquel dándole un papel a la pareja. - Es nuestra dirección. Esta noche cenaremos todos allí y después tomaremos unas copas. ¡¿Vendréis?! - Les preguntó y ellos aceptaron.

Ya eran las siete. Mi madre me pidió que nos fuéramos al apartamento. Nos despedimos de nuestros amigos y quedamos en vernos en la casa de Lola y Raquel sobre las diez y media.

Entramos en el apartamento y mi madre no esperó para entrar en la ducha. Me asomé a la puerta del baño y la contemplé, desnuda, cayéndole el agua que recorría su cuerpo... ¡Era preciosa!

-          ¡Vamos, no mires más y vete preparando para la ducha! - Mi corazón dio un vuelco al escuchar su invitación, me quité el bañador y con mi polla erecta abrí la mampara. - ¡¿Qué haces?!

-          ¡Lo que tú me has dicho!

-          ¡Asqueroso! - Me riñó mientras reía. - He dicho que te prepares para la ducha, lógicamente cuando yo salga, ¡echa para atrás! - Quedé paralizado viendo cómo salía. - ¡Bonita erección!

Entré algo desilusionado por mi equivocación, abrí el agua y empecé a ducharme. Ella me podía ver mientras se secaba. ¡Dios, qué buena estaba mi madre! ¡Necesitaba correrme! No lo pensé mucho. Dejé caer el agua mientras miraba la hermosa figura de su cuerpo. Mi mano agarró mi polla y me masturbé imaginando que poseía ese cuerpo. No tardé mucho en lanzar chorros de semen contra el cristal de la mampara. Ella seguía peinándose sin echarme cuenta.

-          Cariño, cuando acabes, limpia bien los restos de semen y esta noche me cuentas lo que has imaginado mientras te tocabas...

Se marchó, todo ese tiempo había estado exponiéndose para provocarme. No podía aguantar mucho más aquella situación, mi madre me ponía demasiado caliente, me excitaba sobre manera con aquella confianza que me daba, mostrando su cuerpo desnudo, era tanta la excitación que me masturbaba delante de ella, pero a ella eso no le importaba, no le importaba que la mirase e imaginara que la follaba, no le importaba que lanzara mi semen en su honor.

Serían las diez menos cuarto cuando nuestros amigos y vecinos vinieron a recogernos para ir a casa de las amigas de mamá. Por el camino, nos comentaron que Lola les dijo que éramos madre e hijo, y aunque mi madre se lo volvió a confirmar, Fátima pensaba que había algo más especial que el amor de una madre y un hijo. Tras unos minutos de viaje, llegamos a la casa que aquellas dos amigas habían alquilado. Raquel nos recibió y nos enseñó la preciosa casa. Lola preparaba las comidas y la mesa en el jardín que había junto a la piscina.

Pasamos más de una hora y media comiendo y charlando. Estar allí, en aquel jardín con aquella gente era agradable. Tras la comida vinieron las copas y después de varias, Fátima mostraba señales de que empezaba a afectarle el alcohol. Lola y mi madre se separaron del grupo y fueron a un balancín a charlar mientras tomaban sus copas.

-          ¿Cómo te va con tu hijo? – Preguntó Lola.

-          ¡Bien! – Mi madre estaba extrañada. - ¿A qué te refieres?

-          ¡Hija, es palpable la… afinidad entre ustedes!

-          ¿Afinidad?

-          ¡Sí, se nota que tenéis algo más que el amor entre madre e hijo!

-          ¡Estás loca! – Mi madre mostraba cierto nerviosismo al ser descubierta. - ¡Yo sería incapaz de hacer nada con mi hijo!

-          Hacer, no, pero seguro que tienes unas ganas que te matan… ¿no?

-          Tanto se nota mi deseo…

-          La parejita nos dijeron que erais novios… Y me he estado fijando en ustedes. ¿Sabes que él también te desea?

-          ¡Lola, me juras qué no le dirás a nadie lo que voy a comentarte! – Lola hizo un gesto de juramento y escuchó a mi madre. – Desde hace unos meses me siento atraída por mi hijo. He pensado y pensado, pero no hallo el motivo de esta atracción. Lo quiero mucho pues es mi hijo, pero se ha convertido en un hombre y ese amor se ha transformado en un deseo sexual.

-          ¿Y se lo has dicho?

-          ¡No puedo, qué pensaría de mí! – Bajó la vista avergonzada. – Pero nos hemos masturbado juntos…

-          ¡Uf, qué excitante tiene que ser ver a una madre y un hijo teniendo sexo!

-          ¡Pervertida!

-          Lo que tú quieras, pero seguro que disfrutas de la excitación que te produce tu hijo.

-          ¡Me derrito cuando está conmigo!

-          ¡Pues díselo y tenéis una amor, furtivo, pero amor!

-          ¡Tú estás loca!

-          Mira Marta, durante mucho tiempo, Raquel y yo estuvimos tonteando sin ser capaces de reconocer que nos amábamos, sobre todo por el miedo al que dirían… Sé que tu caso es más especial por ser tu hijo, pero no tengas miedo, si él también siente algo por ti, creo que debéis hacer realidad vuestro amor.

-          Sé que lo vuestro no fue fácil, pero tu lo has dicho, es mi hijo… ¿Y si sólo fuera un calentón propio de su edad y después se arrepintiera?

-          ¡Tendrás que arriesgarte! – Lola se puso en pie y habló para todos los demás. - ¡¿Nos bañamos?! ¡Hace muy buena temperatura!

-          Pero no hemos traído bañador… - Dijo Juan.

-          ¡Y a quién le hace falta! – Lola empezó a desnudarse delante de todos. - ¡Vamos Raquel, cariño, sé que te gusta bañarte por la noche!

-          ¡Esta Lola…! – Dijo Raquel y caminó hasta donde estaba su mujer. Le dio un beso en la boca y se desnudó.

No pude evitar que mi polla se pusiera dura cuando mis ojos contemplaron sus hermosos cuerpos. Aquellos culos gordos y aquellas tetas bien grandes me pusieron cardiacos. Noté, por los movimientos que hizo, que Juan también sentía la llamada de la “naturaleza” al contemplarlas. Se colocó bien su paquete y su mujer, por los efectos del alcohol, se desnudó delante de él. Aquel culito durito y blanco, su peludo coño, sus pequeñas tetas de oscuros pezones…

-          ¡Vamos a bañarnos, cariño! – Le dijo a su marido mientras empezaba a desnudarlo.

-          ¿No te importa que te vea Ramón?

-          ¡Ahora lo que necesito es darme un baño con mi maridito! – Lo agarró de la mano cuando lo tuvo totalmente desnudo y lo llevó hacia la piscina.

Él mostraba su imponente erección sin ningún pudor y Lola no pudo ocultar su sorpresa y excitación al ver su gran tamaño. Mi madre y yo estábamos aún vestidos. Me acerqué hasta donde estaba ella mientras nuestros amigos se metían en el agua.

-          ¡Vamos, sólo faltáis ustedes! – Nos dijo Lola desde el agua. - ¡Está buenísima!

-          ¿Te atreves a desnudarte delante de la gente y de tu hijo? – Mi madre me miró a los ojos.

-          ¡Sí, pero contrólate en público!

-          ¡Desde luego! – Me desnudé y mi polla erecta quedó delante de la cara de mi madre.

-          ¡Hijo, tu cosa no descansa nunca!

-          ¡Es que sois unas mujeres estupendas!

Ella se levantó y tímidamente se empezaba a desabrochar la camisa. Mis manos la ayudaron, quité con deleite los botones mientras nos mirábamos a los ojos. Quité la camisa y sus pechos cubiertos por un sujetador blanco aparecieron ante mí. Deseaba besarlos y lamerlos. La giré y desabroché su falda hasta que cayó al suelo. Quité el cierre del sujetador y se deslizó por sus brazos hasta que lo lanzó en aquel balancín. Agarró el filo de sus bragas y las bajó poniendo su redondo culo en pompa frente a mí. Me lo hubiera comido allí mismo, delante de nuestros amigos. Tuve la tentación de acariciarlo y saqué fuerzas para no hacerle nada y que descubrieran mis deseos. Me agarró de la mano y me llevó hasta el filo de la piscina.

-          ¡Vaya, nuestra compañía masculina muestran su alegría por el baño! – Dijo Lola.

-          ¡Seguro que tú también te alegras! – Replicó Raquel.

-          Cariño, sabes que te quiero, pero que también me gustan las herramientas de los hombres… - Lola abrazó a su mujer. - ¿Has visto que dos preciosidades tienen?

-          ¿Y a quién vas a seducir para que te deje su “herramienta”? ¿Al hijo de tu compañera o al recién casado? – Juan se comía la boca con Fátima que gracias al alcohol se había puesto a cien.

-          ¡No sé! ¿Qué me aconsejas?

-          ¡Ven aquí, pervertida!

Cuando mi madre y yo entrábamos en el agua, las dos parejas se comían a besos. Ni siquiera la tibia agua consiguió bajar mi erección. Deseaba besar a mi madre, al igual que los otros amantes, pero no podía. Sólo podía mirarla y temblando de excitación la abracé por la espalda para que se dejara flotar. Sus pechos emergieron y sus pezones se erigían como signo de su lujuria. Apoyó la cabeza en mi hombro y su cuello quedó expuesto. No lo pude aguantar y le di un suave beso.

-          ¡Ramón, aquí no! – Me dijo con la voz más sensual que he escuchado nunca.

-          ¿Quieres que te cuente lo que te haría si estuviéramos solo? – Le susurré al oído.

-          No, me pondrás demasiado caliente y no podré masturbarme…

- ¡Mira la piscina! – Acerqué mi boca más a su oído para susurrarle. – Imagina que no hay nadie y estamos aquí, como ahora mismo, pero solos. Te besaría por el cuello para que empezaras a sentir esa excitación que tanto nos gusta.

- ¡Eres un niño pervertido! ¡Sabes cómo poner caliente a tu madre!

- Mi madre siempre está caliente, lo que necesita es que yo le saque el fuego que tiene dentro de su… cuerpo. Aquí, en el agua, me pondría a un lado de ti, sujetándote con mis manos, una en la espalda y otra en tu hermoso culo. – Y de tal forma la coloqué mientras ella ronroneaba de gusto. – Dejaría tus duros pezones fuera del agua para besarlos… - Acerqué mi boca y soplé suavemente sobre ellos como si los acariciara.

- ¡Sí, eso me gusta! Y yo bajaría mi mano para agarrar tu erecto pene. – Movió la mano y agarró mi polla, aquello no era parte de la historia, su mano se aferró de verdad, con ganas, sintiendo su dureza entre los dedos. - ¡Dios, qué maravilla de polla! – Pasamos de la fantasía a la realidad.

Nuestros amigos, las dos parejas, seguían besándose y tocándose ocultos por el agua. La cara que mostró Fátima nos indicaba que empezaba a sentir un gran placer mientras su marido acariciaba su coño. Los sonidos sensuales que lanzó la boca de aquella joven mostraron el orgasmo que estaba sintiendo. Lola y Raquel los miraban, Lola delante de su amante, abrazadas, mientras Raquel masturbaba su maduro coño. Lola le hizo los coros a Fátima en el momento en que empezó a gemir.

-          ¡Cariño, ¿te pone caliente ver a esos jóvenes teniendo sexo?! – Le dijo Raquel a su mujer que no dejaba de gemir.

-          ¡Amor mío, ¿quieres probar a nuestras amigas?! – Le preguntó Juan a su mujer.

Ninguna dijo nada. Sus parejas las llevaron hasta que los cuatro estuvieron frente a frente. Juan y Raquel seguían acariciando el sexo de sus parejas. Se juntaron hasta que los pechos de Lola tocaron los de Fátima. Las manos de Juan y Raquel se movían en aquellas calientes rajas y chocaban entre sí. Fátima alargó una mano y acarició el culo de Lola hasta llegar a tocar los pelos que cubrían la raja de Raquel que de inmediato abrió las piernas.

-          ¡Cambio de pareja! – Dijo Lola cuya lujuria era más grande que la luna llena que asistía a aquel espectáculo de sexo.

- ¡Mira cariño! – Dijo mi madre mientras empezaba a mover su mano sobre mi polla. – Mis piernas se abren para recibirte…

- ¡Sí, que coño más caliente! – Metí mi mano entre sus piernas hasta tocar sus labios vaginales. Los dos estábamos de pie, uno junto al otro, acariciando el sexo del otro y mirando a nuestros amigos.

Fátima y Raquel se abrazaron y empezaron a besarse, comerse la boca era la forma que mejor lo describía. Sus manos bajo el agua jugaban con sus cuerpos y se acariciaban. Juan y Lola hacían lo propio. Ella se había girado para pegar su culo y sentir la poderosa polla. Juan la restregaba contra ella mientras sus manos acariciaban y manoseaban tan abundantes tetas.

-          ¡Uf Lola, me encantan tus tetas!

-          ¡Pues has con ellas lo que quieras, son para ti! – Lola estaba tan caliente, aquel hombre tocándola y su pareja teniendo sexo con otra… Iba a reventar de placer. Juan agarró su polla y la colocó entre las piernas de ella. La podía sentir inmensa, rozando sus labios, desde el culo hasta sobresalir entre sus piernas. - ¡Dios, que polla tan grande tienes!

-          ¡Para follarte mejor!

-          Salgamos del agua… - Dijo Raquel y los cuatro se encaminaron hacia el porche para coger unas toallas y secarse. - ¡Ramón, Marta, ¿no salís?! – Esperaron respuesta pero no la obtuvieron. - ¡Nos vamos dentro de la casa!

Mi madre y yo no podíamos hablar. Mi dedo jugaba con su abultado clítoris mientras que su mano no dejaba de agitar mi polla. Nos mirábamos, deseaba besarla, su cara mostraba un gran placer. Nunca olvidaré aquel gemido que estalló en la boca de mi madre. Sus ojos se cerraron y perdió las fuerzas en las piernas. Su cuerpo se convulsionaba mientras mi mano no dejaba de acariciar su coño. Gemido tras gemido me mostró el placer que estaba sintiendo mi madre y liberó el fuego de la lujuria que llevaba conteniendo desde hacía algún tiempo.

-          ¡Te amo, hijo! – Sus ojos me miraban esperando una respuesta.

-          ¡Y yo a ti! – Nos fundimos en un apasionado beso.

Nuestros cuatro amigos habían entrado en la casa. En el salón, sobre el sofá, Fátima y Lola se habían sentado. A Raquel sólo le gustaban las mujeres, y no intentaba ni siquiera acariciar la enorme polla de Juan que amenazaba a las mujeres con darle más placer del que nunca hubieran sentido. Raquel se dedicaba a lamer la mojada raja de Fátima, aquel joven coño tenía un sabor especial, aquellos flujos le parecían dulces y no dejaba de lamer y solver todo lo que su joven amiga le daba.

Juan puso una pierna en el sofá y acercó el grueso y enrojecido glande a la cara de aquellas dos mujeres, Lola y Fátima, que no paraban de gruñir y gemir de placer. Cada una por un lado, lamió el redondo glande, el largo y grueso tronco de aquel descomunal aparato. Él agarró a Lola por los pelos para llevar la polla a su boca. Con mucho trabajo pudo tragarse aquella polla, pero sólo el glande. Fátima lamía sus huevos mientras en su coño Raquel le daba un placer inmenso.

-          ¡Cuánto echaba de menos a una mujer en mi coño! – Fátima se retorcía y gemía de placer. – ¡Desde el internado que no tenía este placer!

Entramos mi madre y yo en la habitación y nos encontramos a nuestros cuatro amigos luchando por dar y recibir el mayor placer posible. Raquel se levantó y colocó a Fátima a cuatro patas sobre el sofá, mientras Lola se levantaba y sentaba a Juan cuya polla apuntaba al techo, desafiándolas a seguir mamando. La boca de Fátima se abrió todo lo posible y empezó a mamar.

Me senté en el sofá que había frente a ellos. Mi madre se colocó junto a mí y su mano empezó a acariciar mi polla. Raquel se arrodilló tras Fátima y separó los cachetes de su culo. Su lengua empezó a lamer, recorriendo toda su raja, deleitándose en acariciar aquel estrecho esfínter anal. Los gemidos de Fátima eran apagados por la gruesa polla que taponaba su boca. Raquel estaba gozando con el sexo con aquella joven.

Lola agarró a Fátima del pelo y la separó del sexo de su marido. Mientras Fátima ofrecía su boca a su marido, Lola abrió las piernas y se colocó sobre la amenazante polla de él. Mi madre y yo veíamos todo desde el sofá y la mano de mi amada hacía maravillas en mi polla.

-          ¡Dame el gel, cariño! – Le dijo Lola a su mujer. - ¡Para que esto entre, necesito toda la ayuda posible! – Raquel le dio un bote que tenían en uno de los cajones.

La mano de Lola frotaba su raja con aquel gel mientras su joven amante amasaba con deleite las turgentes y redondas tetas que ella colocaba delante de su cara. Fátima lamía los pezones de su marido mientras seguía disfrutando de su madura amante que lamía cada rincón de su mojado coño y su caliente culo. No pudo más, se levantó apartando a Raquel y la cogió del pelo tirando de ella. La puso de rodillas, puso su peludo coño en su boca de forma ruda, empujando su cabeza contra su coño con fuerza.

-          ¡Cómetelo! – Le ordenó Fátima a Raquel.

Podíamos escuchar los gemidos de Lola mientras la polla de Juan se perdía dentro de la dilatada vagina de ella y los de Fátima al sentir como Raquel castigaba su clítoris. Unos minutos después, Raquel apartó la mano de Fátima de su pelo, se puso de pie y la agarró por el pelo, ahora sería ella la que mandara. Se sentó en el sofá sin soltar a su amante y abrió las piernas de forma que su coño quedaba totalmente expuesto. Un brusco “¡Cómetelo!” se escuchó en la habitación y Fátima obedeció separando con sus manos los labios vaginales de aquella madura, y hundiendo su lengua para lamer la rosácea vagina.

Lola recibió una de las piernas de su mujer. Mientras sentía como su vagina se dilataba hasta más no poder al llenarse con la polla de Juan, podía ver como Raquel disfrutaba de aquella puta en que se había convertido Fátima. ¿Qué habría hecho en el internado que conseguía hacer que su amada Raquel gozara tanto? Cogió el pie de Raquel y empezó a lamer los dedos mientras no paraba de cabalgar sobre Juan.

Mi madre miraba mi polla, le gustaba ver como mi glande asomaba con cada jalón que daba de mi polla. Le acariciaba la espalda y parte del culo mientras ella seguía concentrada en su objeto de deseo.

-          ¡Hijo, túmbate! – Me pidió y le obedecí.

Sobre aquel sofá me tumbé esperando ver que querría hacer mi madre. Abrió sus piernas y agarró mi polla con una mano. Mi corazón latía rápido, mi polla palpitaba de excitación. Iba a entrar en mi madre, mi polla llenaría ese lugar por tanto tiempo vacío. Podía sentir el calor que brotaba del interior de aquella maternal vagina. Me iba a correr sin siquiera entrar en ella, tenía que aguantar. Se sentó sobre mi polla, pero no se la metió, la colocó entre sus labios y movía las caderas frotando su clítoris contra toda la longitud de mi polla.

-          ¡Por fin! – Gritó Lola, sonriendo a mi madre.

Juan seguía en la misma posición, pero ahora Lola se había girado dándole el culo. Él disfrutaba amasando su enorme culo que rebotaba con cada sentada que hacía ella, clavándose la polla hasta el fondo. Raquel y Fátima disfrutaban de un lésbico sesenta y nueve. Fátima sobre su madura amante, lamía la empapada raja, mientras la otra intentaba hacer lo mismo, pero el placer que empezaba a sentir se lo impedía.

Lola se clavó la polla hasta el fondo y apenas podía moverse por el tremendo orgasmo que estaba sintiendo. Juan la sujetó con ambas manos en el culo y movió sus caderas para follarla más rápido. Aquello volvió loca a Lola y empezó a gritar de placer. ¡Por fin había conseguido una polla! La cantidad de flujos que brotaba de Lola formaron un charco en el suelo, bajo ella.

Fátima lamía y relamía a Raquel y sintió unas manos que la movieron. Juan la colocó a cuatro patas, con la cabeza entre las piernas de Raquel y con el culo bien en pompa. Agarró su polla y penetró a su mujer de una vez. Ella sentía la fuerza de su marido, tener sexo aquella noche la había vuelto loca, volver a tener sexo con una mujer le recordaba viejos tiempos de placer y se corría una y otra vez. Juan disfrutaba de aquellos coños, ya había follado con otras mujeres, pero nunca pudo follar dos coños en la misma noche.

Raquel sentía a Fátima en su coño, cuando el de Lola se colocó sobre su boca. A su nariz llegó el olor de aquel coño que se había vaciado por completo con los orgasmos que le había provocado aquella maldita polla. Tuvo envidia de no tenerla ella y hacer disfrutar a su mujer como a ella le gustaba. Su boca saboreó los flujos y Lola volvía a sentir placer.

Yo podía sentir como mi polla se deslizaba por el mojado coño de mi madre. Nunca imaginé que podría tenerla, aunque fuera sin penetrarla. Mis manos jugaban con sus tetas. Ella las agarraba mientras sus caderas no paraban de moverse, dándome tanto placer que deseaba correrme. Su cara se transformó, estaba teniendo otro orgasmo, ahora con la polla de su hijo que castigaba su clítoris. Los gemidos se hacían más fuertes, al igual que los movimientos de sus caderas. Echó su cuerpo un poco atrás y sus caderas se movían sin control, se estaba corriendo y yo no pude más. Sus flujos se mezclaron con mi semen. Había descargado fuera de su vagina, entre nuestros cuerpo, una masa viscosa y blanquecina se formó entre nosotros. Se recostó en mi pecho y me besó amorosamente. Miramos a nuestros amigos.

Juan había colocado a Fátima de pie, la había colocado contra la pared, como haciéndole un registro, con las piernas bien abiertas. La había penetrado por detrás, toda su polla entraba en aquella joven, caliente y lésbica vagina que disfrutaba de sus embestidas. Lola y Raquel estaban debajo de ellos, sentadas en el suelo y mirando hacia aquellos jóvenes sexos. Así las había puesto Juan, el macho que les daba placer. Los gemidos de Fátima anunciaban que el orgasmo iba a llegar. Las dos maduras se acercaron más aún al coño de la penetrada.

-          ¡¡Diiioooos!! ¡¡Me corro!!

El terrible alarido de Fátima al sentir aquel orgasmo, trajo consigo que su vagina lanzara chorros de flujos. Las dos maduras los esperaban y se repartían tan preciado líquido. Mientras aún la polla entraba y salía, las bocas bebían directamente de aquel joven coño. Las piernas de Fátima temblaban con cada embestida, con cada calambre de placer. Entonces Juan sintió que iba a soltar todo su semen. La sacó de Fátima, tirándola hacia el sillón donde cayó retorciéndose de placer. Juan agarró su polla con una mano y, mientras se masturbaba, la dirigió hacia las maduras. Lola abrió la boca esperando su regalo y forzó a Raquel para que ella también lo probara. El primer chorro, el más fuerte y abundante, cayó dentro de la boca de Lola y llegó hasta su garganta. Raquel no quería probarlo y sólo unas pequeñas gotas cayeron en su mejilla. La boca de Lola envolvió el glande y se llevó todo el semen hasta dejarlo bien limpio.

Todos estábamos descansando de aquellos orgasmos que habíamos sentidos. Fátima era novata follando con pollas, pero era toda una guarra follando con otras mujeres, y Raquel la había disfrutado. Mi madre había dado un paso más en su relación conmigo. Ya nos tocábamos, y aunque no la había penetrado, nuestros sexos se tocaban a placer. Juan tuvo dos mujeres aquella noche, pero para el tamaño de su polla eran pocas, Fátima tendría que buscar más mujeres para que su marido disfrutara follándolas… bueno y ella también. Lola y Raquel deseaban que aquella noche se repitiera muchas veces más.