El pueblo I

La vida de un pueblo puede derivar en muchas situaciones

Desde que nací he vivido siempre en un pequeño pueblo, no somos muchos vecinos ni siquiera en verano. Nos conocemos entre todos y las noticias cada vez que ocurre algo corren como el viento en un vendaval. Soy el niño del pueblo y así me conocen todos. Yo creo que aunque cumpla los 50 seguiré siendo el niño, es algo que como cuando marcan al ganado, se queda para siempre. Parte de mi familia viven a dos casas de la mía y yo vivo con mi madre, mi hermana y en alguna ocasión mi padre que por causas ajenas a esta historia viene y va.

No somos nada del otro mundo ni sobresalimos en nada. Sobrevivimos con lo que el huerto y algunos trabajillos que de vez en cuando salen. Mi madre y mi hermana por lo general son las que se ocupan del huerto y yo cuando no tengo ningún trabajo intento que me dejen a mí hacerlo y así ellas puedan descansar. No tenemos ningún lujo ni poseemos un caserón o una mansión con jardín, piscina, chofer, jardinero… como en otras historias. Si os imagináis cualquier pueblo perdido de la mano de dios con casas antiguas, calles desiertas, dos bares y en los alrededores del mismo los terrenos donde mucha gente sigue teniendo ganado o huertos, pues así es el mío. Como soy el “mozo del pueblo”, como por aquí llaman a los más jóvenes, pues cuando pasa algo o hay que hacer algo me llaman a mí o a mi hermana. Los inviernos no son duros, son peores que eso y ya tienes que haber pasado algunos para poder sobrellevarlos y no volverte loco entre la soledad de no ver nadie mas que no sea o mi madre o mi hermana, salvo a los que pueden permitirse tener un todoterreno, tractor o cosas así para ir a alimentar al ganado o salir a la ciudad.  Las costumbres por aquí son de las de antaño, los hombres a trabajar y las mujeres en casa, algo que a nosotros nuestros padres intentaron por todos sus medios no imitáramos o aprendiéramos. El mito de que todos los que vivimos en los pueblos estamos de buen año se cumple a rajatabla, no hay nadie que esté escuálido o haya que mirarlo dos veces para poder verlo. Lógicamente, cuerpos hay para todos los gustos, más delgados, más gordos, más altos, más bajos, calvos, con pelo, con muchas tetas o con pocas, con mucho culo, con lo justo o con poco. Aquí tienes que aprender de todo si quieres trabajar o tener un estilo de vida normalito, si bien es cierto que siempre hay cosas que se dan mejor que otras. De vez en cuando y para suerte de todos no suelen ocurrir desgracias o problemas, aunque ocasionalmente una patrulla de policía suele pasarse a vigilar y lo mismo hace el médico, bueno aunque este cobra por pasarse al pueblo a hacer visitas. Es un secreto a voces que aunque esté prohibido hacer, cada uno le paga con lo que puede o quiere. Tiene sus ventajas porque si tienes que hacer algún trámite o necesitas algo, lo consigues rápidamente y sin tener que desplazarte a ningún lugar.

Hace muchos años al señor Aurelio, nuestro vecino de la casa mas pegada a la nuestra le dio un telele en el huerto y hubo que llevarle al hospital donde, por desgracia, murió a los pocos días. Hay que decir que el hombre ya vivió todo lo que tenía que vivir y por aquel entonces ya era bastante mayor. Nosotros nos quedamos al cargo de nuestra vecina, digo al cargo porque no siendo así quisimos que ella no se quedase sola hasta que el verano llegase y algún familiar viniese. Se casó muy jovencita con Aurelio porque sus familias acordaron varias tierras, ganado y dos casas si se casaban y ahora tiene 45 años. Si os imagináis a la típica alemana robusta llevando 10 o 12 jarras de cerveza a la vez, alta con las manos curtidas de trabajar en el campo así es ella pero sin mala hostia. Es todo un encanto, un cielo de mujer y casi, casi me atrevería a decir que una “Flanders”, como la familia de los Simpsons pero sin ser para nada cristiana, católica o le gustase la iglesia siquiera. Ella siempre me ha cuidado, desde muy pequeño tiene pasión por mí. A mi madre le decía que si por ella fuese, me robaría, se iría lejos o a alguna isla desierta para quedarse conmigo. Para mi era como tener una segunda madre y yo se lo demostraba siempre. No perdía el momento que no la abrazase, la inundase de besos y la dijese te quiero. Yo la llegaba por encima de su pecho y ella se aprovechaba de mi cuando me abrazaba y me oprimía contra su pecho impidiendo que pudiera moverme mientras ella me hacia cosquillas.

Un invierno a mi madre y mi hermana les salió un trabajo en una fábrica donde solo trabajaban mujeres y que se dedicaba a las conservas de hortalizas. No pudieron llevarme con ellas para poder disminuir gastos de transporte y alojamiento durante la semana hasta el viernes por la tarde que llegaban ellas trayéndome siempre algún regalo. Yo me quedé deprimido porque nunca me había separado de ellas y era un palo afrontarlo pero como buen hijo, me hice a la idea y me mentalizaba que los fines de semana llegarían rápido. Mi vecina lógicamente se quedó a mi cargo. Ella estaba ilusionada por tenerme en su casa y hacerla compañía, jamás la había visto así de contenta y de alegre y para mi era todo un orgullo estar con ella. Los días pasaban entre el huerto de casa, la finca, el ganado e ir a buscar leña con el tractor. Unos de esos días recibimos una llamada de teléfono, era mi madre que nos decía que la fábrica había ampliado sus contratos de trabajo y hasta casi llegado el verano no podrían volver. Yo al principio me ilusioné por ellas, mas dinero y más tiempo recibiéndolo claro, pero luego pensé y me di cuenta de que estaríamos varias semanas sin vernos. Mi segunda madre hacía que no me pusiese triste con todo tipo de cariños y mis vecinos del pueblo también se preocupaban por nosotros con constantes visitas a casa o cuando salíamos de ella nos decían que fuese lo que fuese no dudásemos en pedirles lo que fuese necesario.

El invierno pasó y llegó la primavera trayendo consigo mas trabajo en la huerta, lógicamente. Por las mañanas nos bajábamos hasta la finca a primera hora y desayunábamos allí rodeados de las vacas que pastaban mientras nosotros nos tomábamos nuestro desayuno sentados en la pared a la sombra. Había días de más calor y otros de más fresco como cualquier otra primavera. Nos levantamos de allí y nos fuimos con las vacas a unos terrenos a las afueras casi en el límite del pueblo donde también había algún toro.  Era un sitio de los que te hacen soñar, rodeados por árboles, campos en plena efervescencia primaveral con todo tipo de flores y verdes como cualquier paraje suizo que se precie. Llevamos a las vacas a un recinto vallado con un muro de piedra por el cual pasaba un pequeño riachuelo para que pudieran beber y así poder dejarlas allí sin tener que quedarnos obligatoriamente a vigilarlas. Las dejábamos allí incluso días y días y luego las traíamos de vuelta la finca. Nos quedamos unos minutos viéndolas pastar y ver como los toros se acercaban a ellas.

  • Mira como vienen estos – me dijo

Yo me fijé mas en ellos y algunos de ellos venían con el pene colgando. Se acercaban a las vacas para montarlas mientras nosotros estábamos allí de espectadores. Los dos mirábamos absortos como el toro se montaba a la vaca. Yo sentí como mi polla se ponía dura en mis pantalones en intentaba que no se diese cuenta de mi estado viendo como los dos animales se desfogaban. Tener en cuenta que para mí era lo más próximo o lo más parecido al sexo. Alguna vez ella me miraba sonriéndome poniéndome la mano en la cabeza acariciándome y pegándome más a su cuerpo. Yo la abrazaba por su cintura tocando casi su culo pero rápidamente subía mi mano de nuevo.

Volvimos para casa ya que luego por la tarde volveríamos a por ellas. Llegamos a casa, comimos como siempre y mi segunda madre me dijo que si queríamos podríamos quedarnos con las vacas allí y pasar la noche como si estuviéramos de acampada. Yo puse una sonrisa de oreja a oreja emocionado al ser para mi algo nuevo y diferente al resto de los maratonianos días. Preparamos las cosas en varias mochilas y por la tarde nos fuimos por el camino de tierra hasta donde por la mañana dejamos a las vacas. Yo me paré a mear varias veces por el camino por culpa de beber tanta agua y, (por cierto mi segunda madre se llama Julia que no os lo había dicho), se reía de mí por mear tanto, decía que me iba a quedar seco. No teníamos secretos entre nosotros y ella me había visto desnudo muchas veces de pequeño cuando me bañaba así que sin alejarme mucho de ella, me desabroche el pantalón, me baje el calzoncillo, me la saqué y me puse a mear. Julia también se puso a mear de frente a mí, se levantó el vestido, se bajó las bragas y yo desde mi posición veía como de su vagina salía su meada. Allí estábamos los dos, descargando nuestros pis sin pudor alguno viendo como se mezclaban en la tierra al estar tan próximos. Yo terminé antes que ella y con varias sacudidas para no dejarme la última gotita que siempre mancha el calzoncillo me disponía a guardármela cuando Julia me extendió su mano y me pidió que la ayudase a levantar. De un tirón la levanté y nos quedamos los dos cuerpo con cuerpo, nos miramos y nos reímos.

  • Muchas gracias cariño – me dijo Julia y me besó en la frente.

Julia sacó un pañuelo del bolso, se limpió su vagina y me ayudó a guardarme mi polla, me la colocó hacia un lado y con un suspiro me cerró la bragueta.

  • ¿Qué te pasa? – la pregunté yo

  • Nada hijo, cosas mías – me dijo ella.

  • ¿No me lo puedes decir? – la volví a preguntar

  • Si, pero es que es una tontería y no merece la pena – me dijo ella

  • Pues dímelo, así nos reímos los dos – contesté yo

  • Nada, es que hace tiempo que, bueno, todo el mundo de vez en cuando necesitamos cariño, por llamarlo de alguna manera, y cuando te miro te veo que cada día eres mas hombrecito…

  • Yo siempre te abrazo, te doy besos, me acurrucas en tu pecho, nos bañamos juntos…– dije yo

  • Ya, pero no me refiero a eso, aunque todos tus cariños a mi me parecen poco – me dijo Julia abrazándome contra su pecho - pero tu creces, yo cada vez seré mas vieja, tu mas guapo, yo mas fea…

  • Yo siempre te querré Julia. Mira, siempre te he dicho todo ¿no?

  • Si, vamos eso espero… - me dijo Julia.

  • ¡Claro que si! – Contesté yo – desde hace un tiempo algunas veces cuando hemos terminado de bañarnos los dos juntos o estábamos en la ducha los dos, pues te he rozado con mi… ya sabes… por alguna parte de tu cuerpo y bueno, pues se me ha subido… - me sinceré

  • ¡Ay mi niño! ¡Que mayor te vas haciendo!

  • Y verte desnuda y yo desnudo también… es que no se como decirlo… - dije yo cabizbajo

  • No te preocupes, se a lo que te refieres – me dijo Julia calmándome – es normal a tu edad, va unido a la juventud.

Al llegar al lugar la sorpresa para mi fue ver como dentro de la casa donde en ocasiones dejaba a las vacas por la noche, en la planta de arriba estaba un poco acondicionada para pasar la noche. Había una pequeña cocina con algo de vajilla, una mesita pequeña, una radio a pilas, una cama al lado de una terraza echa de ladrillos con dos sillas viejas de madera y una manguera con un plato de ducha para poder asearse al lado de la pared. Yo la pregunté ingenuamente si podríamos pasar allí la noche y Julia me dijo que si, que para eso habíamos ido:

  • ¿No habrás pensado en que íbamos a pasar la noche en la calle no?

  • Es que yo no sabía que teníais esto también montado.

  • Claro que si, si no, no podríamos dejar a las vacas tan lejos de casa y sin vigilante que las cuide del lobo.

  • No sé porque nunca me habíais enseñado esto todas las veces que he venido – la pregunté yo.

  • Porque esto se supone que es para los animales y no está permitido construir nada parecido a una vivienda. Todo el mundo, bueno, casi todo el mundo sabe que habíamos echo esto pero nunca han dicho nada. Lo hicimos para poder estar mejor cuando tuviéramos que quedarnos a pasar la noche pero al final preferíamos volver a casa. Vamos a preparar las cosas para cenar pero antes no bañamos, que mira como hueles – me dijo Julia mientras con dos dedos meneaba mi camiseta sudada.

Dejamos la cena casi preparada sin sacar de los tapers y nos fuimos a la parte de atrás de la casa donde había una pequeña piscina natural formada por la caída del agua que entraba por allí a la finca antes de meterse donde están las vacas, así que no había ningún problema de bichos o enfermedades y en la que muchas veces en verano nos íbamos todos a pasar allí la tarde a refrescarnos. Nos desnudamos y nos metimos dentro. Ella me colocó de espaldas y me apoyo contra su pecho. De la mochila que bajamos sacó el jabón y el champú para lavarnos y me enjabonó la cabeza. Yo me dejaba hacer por ella lo que quisiese y a Julia le encantaba que nos pusiéramos así cuando nos bañábamos juntos y para mi era como estar en el cielo, llegando incluso a dormirme sobre ella alguna vez.

  • Mete la cabeza debajo del agua para quitarte el jabón – me dijo ella con su dulce voz

  • Voy – y metí mi cabeza bajo el agua quedando apoyado en su vagina boca arriba para poder respirar. Julia me quitaba el jabón con sus manos y yo solo la miraba sonriéndola. Me levantó la cabeza y me puso de pie frente a ella quedando mi pene frente a su cara. Julia comenzó a lavarme las piernas subiendo hasta llegar a mi pene.

Con una delicadeza suprema me comenzó a lavar por dentro y por fuera mi pene, echándome para atrás la piel dejando libre mi glande.

  • ¿Te duele si hago esto? – me preguntó estirando de la piel para atrás y su otra mano me echaba un poco de agua por encima.

  • Un poco si – la dije yo.

  • Verás, es que hay a algunos hombres que les duele cuando la piel se les echa para atrás y es muy molesto. Tienes que hacer esto – me decía mientras me subía y bajaba la piel con sus dedos – para ver si conseguimos que no te duela y no te tengan que operar.

  • ¿Hay que operarlo? – la dije yo asustado.

  • Algunas veces si, no es nada malo ni nada de eso pero si haces esto no tendrás que pasar por ello - me dijo ella calmándome.

  • Menos mal, que susto me has dado – la dije yo aliviado.

  • Necesito que ahora se te ponga dura para volver a repetir esto mismo – me dijo ella sonriéndome.

  • Pero… no se… si podré – la dije yo

  • No te preocupes, tú relájate e inténtalo. Si puedes bien y si no, cuando la tengas dura me avisas y te enseño ¿vale? – me dijo Julia acariciándome sin dejar de sonreír.

Yo por ella haría lo que fuese pero que hiciera eso, me daba un poco de vergüenza la verdad. Se que algunas mañanas cuando ella entra a mi habitación a despertarme la tenia dura y ella se daba cuenta pero hacer que se me levantase así como así…

No tengo una polla de esas de quedarse boquiabierto pero tampoco me quejo. Para mi es normal, no es gorda pero tampoco es un fideo ni es larga como un antebrazo pero tampoco es una chincheta, o como diría el chiste: “Un lacasitos empalmado”

  • Ven, siéntate detrás mío y enjabóname ahora tu – me dijo ella dándose la vuelta. Yo me puse detrás de ella con mi cuerpo pegado al suyo y me dispuse a enjabonarla la cabeza primero.

  • No, hoy la cabeza la hago yo, tu ocúpate del resto mi niño – me dijo girando su cabeza y echándose el pelo a un lado. Se echó jabón por su pecho y guió mis manos hasta donde se lo había echado frotándose sus tetas, su tripa y su entrepierna. Ella se enjabonaba la cabeza mientras yo la seguía frotando y lavándola. Se dejó el champú un rato en la cabeza sin quitárselo y guiaba mis manos por donde debía lavarla. Metió sus manos con las mías entre sus piernas guiándome en cada movimiento. Se frotó varias veces su coño con mi mano mientras con la otra la llevaba hasta su pecho. Yo me dejaba hacer por ella cerrando los ojos cuando comencé a sentir como mi polla se iba levantando poniéndose morcillona. Julia sonreía y yo sentía como mi polla crecía en su culo sin dejar de frotarse con mis manos.

  • No te muevas – me dijo ella girándose y poniéndose de frente a mi con las piernas abiertas – probemos ahora. Y con su mano me la agarró como otras veces, como si fuera a lavármela - Todavía no la tienes dura del todo, así no podemos probarlo. Tiene que levantarse del todo cariño.

Yo cerré los ojos y comencé a imaginarme mis cosas pero sin lograr que subiera más.

  • Levántate y ponte de frente a mi – me dijo ella tirando de mis manos hacia arriba. Yo obedecí y me puse de frente con mi polla morcillona delante de su cara. Nunca la había visto con mi polla tan cerca, casi podría decir que podía sentir su respiración. Al verla así se me fue poniendo mas dura hasta que no pudo más.

  • Ya esta lo suficiente dura, vamos a intentarlo ahora - y se echó jabón líquido en la mano. Me echó otro poco en el poco glande que asomaba entre la piel y comenzó a bajármela y subírmela con cuidado.

  • Si te duele me lo dices y lo dejamos ¿vale mi niño? – su voz era como la de los ángeles y sentir su mano era todo un río de sensaciones para mi.

  • Muy bien cariño, así me gusta. Ya casi lo tienes del todo libre. ¿Te duele o te molesta?

  • No, no. Que va. – la contesté yo.

  • Mejor, yo creo que a ti no te pasa – me contesto ella sin dejar de agarrármela dándome un beso en la parte superior, entre mi polla y mi ombligo. Nos sentamos de nuevo y Julia se colocó de espaldas a mi para quitarse el champú de la cabeza y apoyo su cabeza contra mi pene que seguía erguido asomándola por un lado de la cara. Yo la ayudaba a quitárselo y ella hacia lo mismo con los restos que tenía por el cuerpo. Nos levantamos y nos fuimos para dentro de la casa a cenar tal y como salimos del agua. Cuando llegamos arriba cogimos una toalla del armario y envolviéndonos en ella los dos juntos nos fuimos secando. Nos quedamos unos minutos abrazados con mi polla todavía empalmada entre su tripa y la mía. Julia no cesaba de acariciarme la espalda y yo a ella la suya con mi cabeza apoyada en su pecho. Tenía los pezones puntiagudos, erectos o como queráis llamarlos, pero para mi era normal que estuvieran así cuando salíamos de la bañera.

  • Ya puedes decirla que se baje – me dijo Julia separándome de ella sonriéndome.

  • Ya lo he intentado pero no quiere – dije riéndome yo

  • Anda, anda – me sonrió ella – ven que te seco un poco. Se quitó la toalla de detrás de ella y envolviéndome en ella fue secándome todo el cuerpo. Se esmeró en secarme bien mi culo haciéndome que me agachara y me apoyara sobre la mesa. Abriéndome las nalgas me secó entre ellas, me rozaba el ano con cariño con su dedo y me dio un beso en la nalga al terminar. Con mi polla hizo lo mismo pero casi sin utilizar la toalla, con sus manos me frotaba y me sobaba a polla y los huevos.

  • Venga ahora tu sécame a mi - me dijo dándose la vuelta.

Yo la sequé todo el cuerpo recreándome según me guiaba su voz.

  • Ahora dame bien entre las nalgas – y yo con la toalla la sequé bien – ahora por delante – me decía – y se giró mientras con su mano guiaba la mía secándola la vagina.

  • Despacito que es una zona sensible y me puedes hacer daño.

Yo suavemente la secaba entre sus labios mientras ella se los sujetaba. Yo no quitaba ojo de su cueva, era algo hipnótico. Ella me puso su mano en mi barbilla y levantándome me dio un beso en la mejilla:

  • Muy bien mi niño, ya es suficiente – y me volvió a abrazar contra ella pegando su cuerpo al mío dejando mi cara entre sus tetas – ¡Ay mi niño precioso! ¡Que guapo eres! Venga, vamos a cenar en la terraza, vete poniendo los platos. Y me dio un cachete en el culo mientras me sujetaba la nuca con su otra mano haciendo que echara mi cadera hacia delante tocando con mi polla su coño.

Continuará...