El psicópata
Un poco de masturbación y esas cosas.
El psicópata se despide de su mujer y sus hijos desde la ventana. La esposa, sin mirar atrás, empuja a los niños hacia el coche mientras estos se giran para decir adiós a papá. Cuando se han dio, el psicópata corre las cortinas de la ventana y se dirige tranquilo a la cocina. Saca una sandía de la nevera, y del armario, un bote de colorante rojo y una botella de crema de leche. Corta la sandía en trozos pequeños y los mete en un cubo. Añade la crema de leche, el colorante, y los tritura. Se va al garaje, en donde tiene un pequeño frigorífico en donde guarda algunos refrescos, salchichas para la barbacoa, un bote de cloroformo y tripa de cerdo. Se hace con la tripa de cerdo y vuelve a la cocina. Abre la tripa, la rellena con el batido y la cierra con un nudo.
El psicópata enciende el equipo de música. Suenan los beatles:
Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band
. Retira el cedé y lo sustituye por otro del réquiem de Mozart. El psicópata se desnuda, coge la tripa de cerdo, un cuchillo, y se dirige al baño. Se mete en la bañera, cuelga la tripa de cerdo del techo y se sienta. El psicópata ha dejado las puertas abiertas para poder escuchar
Kyrie Eleison
mientras se masturba. Está excitado. La música lo induce a pensar en una virgen sentada sobre su miembro, con las manos atadas a la espalda y la boca amordazada. La virgen tiene la piel muy blanca, y una red de venas azuladas recorre sus muslos, su vientre, sus pechos y sus brazos. El psicópata agarra con fuerza el mango del cuchillo y lo clava en la tripa. El líquido rojo se derrama sobre su miembro, cubriendo de rojo parte de su vientre y manchando el resto del cuerpo. El hombre acelera su movimiento, imaginando el cuchillo clavado en el pecho de la virgen, y al momento se corre.
Tras dejarlo todo limpio y recogido, el psicópata enciende su ordenador y pasa la mañana escribiendo. Al psicópata le gusta escribir relatos eróticos y publicarlos en internet, pero esta vez, falto de inspiración, decide escribir sobre si mismo. Mientras escribe, uno de sus contactos del messenger lo saluda. Es una lectora de la misma página donde él publica, y gran admiradora de sus relatos. El psicópata, que es un hombre muy correcto y educado, responde al saludo y le pregunta qué tal está. Ella le dice que cachonda. Al psicópata le desagrada la desfachatez de la muchacha, pero se abstiene a decirlo. Ella, sin previo aviso, lo invita a verla mediante una llamada de videoconferencia. Él acepta. La joven tiene un aspecto aceptable, pero no es guapa. Ella le pregunta si quiere verle las tetas.
Antes de que el hombre pueda responder, la joven se ha levantado la camiseta y bajado el sostén. Al psicópata le parece indecente lo que ve, aunque finge gustarle.
—
¿Quieres que me toque? —le pregunta ella.
El psicópata sólo quiere tener una cita con ella y penetrarla con su sexo y el cuchillo a la vez.
—
Preferiría que quedáramos y te tocaras delante mío.
Ella ríe y pone cara de pícara.
—
¿Te gustaría que me tocara delante tuyo? ¿y no preferirías tocarme tú?
—
Quedemos y descubre lo que realmente me gustaría hacer.
La joven se reclina en la butaca, mete la mano por dentro de las bragas y se masturba. El psicópata se desespera, pero hace un gran esfuerzo por disimularlo, ya que, cuando la joven acabe, quiere volver a insistir con la cita. Al final de la conversación no hay suerte. La distancia en este caso lo impide. Ella se desconecta
El psicópata acaba su escrito y decide publicarlo con una cuenta nueva en vez de hacerlo con su cuenta habitual. Ha tomado todo tipo de precauciones para que nadie, ni sus lectores más asiduos (que son muchos), puedan reconocerlo. Para ello ha cambiado su estilo, imitando el de otro autor de pacotilla al que odia y de buen gusto descuartizaría con un serrucho, y ha cometido intencionadamente alguna que otra falta de ortografia. Tras enviar el relato, éste queda pendiente de publicación. Un momento después, mientras el psicópata revisa los insulsos comentarios de su último relato, una nueva ventana se abre en la pantalla de su ordenador. Se trata del saludo de una autora de la misma página (autora con un gran número de seguidores, aunque leer sus relatos, según el psicópata, sea lo más parecido a que se te meen dentro de la boca). El psicópata responde al saludo. Ella le anuncia entusiasmada que hace apenas unos minutos ha mandado una nueva entrega de su tan famosa como ridícula historia erótica llamada no recuerdo cómo. El psicópata, cortés como siempre, finge alegrarse, y miente al decir que desea ser el primero en leerla. Luego tantea el terreno para tener una cita con ella. Tal vez, con suerte, sea él quien ponga punto y final a su historia.