El próspero negocio de mamá III.
En agosto el negocio baja, pero siempre hay alguna clienta necesitada... y mi madre.
El próspero negocio de mamá III.
La experiencia con María y su hijo fue muy gratificante, tanto por dinero como por placer. Nuestras madres se hicieron buenas amigas y muchas veces hablaban de la relación entre María y Luis, ella algunas veces se arrepentía de haber iniciado esa locura de sexo, otras estaba más feliz de lo que nunca lo había estado, incluso llegó a confesarle a mi madre que estaba enamorada de su hijo.
La relación con mi madre era diferente, nos queríamos como madre e hijo que éramos, pero el sexo que teníamos era sólo eso, sexo para disfrutar de nuestros cuerpos. Y el haber probado la polla de Luis activó a mi madre de forma que cada vez era más frecuentes las noches en que teníamos sexo. Casi siempre que lo habíamos hecho, yo acababa corriéndome dentro de ella que parecía no preocuparle, como si quisiera tener un hijo conmigo. Después de muchas noches de sexo le pregunté y ella me confesó que se había operado hacía muchos años para no quedar nunca más embarazada, así que desde aquella vez espero ansioso el momento en que pueda soltar mi semen en su vagina.
En agosto volvió mi querida Laura. Después de acomodarse de nuevo a su casa, lo primero que hizo fue solicitar uno de mis arreglos. Mi “empresa” no podía fallarle y así llegué aquella noche, sobre las once, para arreglar todo lo que ella quisiera.
-¡Hola preciosa! – Le dije después de entrar y cerrar la puerta de su casa.
-¡Hola cariño! – Se abrazó a mí y me dio un beso apasionado. Mis manos recorrieron todo su hermoso cuerpo. – Te he llamado pues estoy desesperada por tener tu polla… - Su mano empezó a acariciármela por encima del pantalón corto que llevaba, ya estaba bastante dura. - ¡Quiero que me la des ya!
Abrazados caminamos por el pasillo hasta llegar a su habitación. Allí nos tumbamos, vestidos como íbamos, y nos besábamos y acariciábamos apasionadamente. Metí mi mano por debajo de la bata que llevaba y encontré su cuerpo totalmente desnudo, estaba preparada para mí. Quité botón por botón hasta que descubrí su cuerpo. Rápidamente comencé a mamar sus pezones. Ella se retorcía e intentaba quitarme la camiseta.
Me puse de rodillas y me la quité. Sin perder tiempo ella ya estaba desabrochando mi pantalón y buscaba desesperada mi pene. Me bajó los pantalones y los calzoncillos a la vez y mi erecta polla le saludo dando un bote al sentirse liberada de aquellas prendas. Desapareció de mi vista, mi polla se perdía dentro de la boca de Laura que medio recostada me mamaba enloquecida por la lujuria.
-¡Qué me gusta que me la comas! – Le decía acariciando su pelo. - ¡Sigue, sigue chupando! – Levantó una de las piernas y me mostró su coño en el que había dejado crecer un cuidado pelo púbico. - ¡Te has dejado pelos en mi coño! – Le dije mientras acariciaba los suaves pelos que custodiaban sus labios. - ¡Esto es para que juegue con ellos!
Tiré suavemente de los pelos y después con la palma de la mano acaricie toda su raja que ya estaba empapada.
-Sí, ¿te gusta cómo he dejado mi coño? – Dijo mirándome a los ojos sin que su mano dejara de masturbarme.
-¡Me encanta! – Le contesté y la coloqué boca arriba.
Allí la tenía, en aquella cama, desnuda y boca arriba. Iba a comerle todo su coño, ese coño que había cuidado y preparado para mí. Me coloqué sobre ella de forma que mi cabeza cayó entre sus piernas y a mi nariz llegó el aroma de los flujos que lanzaba. Mi polla quedó sobre su cara y de inmediato volvió a desaparecer en el interior de su boca. Mamaba desesperadamente e intentaba gemir a la vez.
Separé los labios de su coño y el brillante interior de su vagina me dio la bienvenida. Mi lengua empezó a acariciarla y sus caderas se movían involuntariamente. Uno de mis dedos empezó a jugar en la entrada de su vagina mientras mi lengua lamía y jugaba con su clítoris.
Qué placer me dio sentir como su lengua me lamía los huevos que yo mantenía depilados desde que ella y Gertru me los dejaran sin un pelo. Su lengua recorría desde los huevos hasta la punta de mi polla, para después tragársela por completo.
Nos dábamos placer con nuestras bocas, pero aquella mujer necesitaba más, necesitaban que la amaran. Me levanté y le quité aquella bata. Se colocó en medio de la cama, boca arriba, esperándome con sus piernas abiertas, con su sexo húmedo y caliente… Me coloqué de rodillas entre sus piernas y besé los labios de su coño. Subí poco a poco por su cuerpo, besándola, lamiéndola… Mis manos acariciaban su cuerpo como exploradoras que reconocían el terreno que mi boca conquistaría después.
Besé su suave vientre, lamí su ombligo, seguí subiendo por su cuerpo y sus pequeñas tetas me esperaban con sus pezones bien erectos, bien duros… Mi lengua los lamió, mi boca se aferraba a ellos y mamaban como queriendo sacar leche con la que alimentar más la lujuriosa calentura que me provocaba aquella mujer. Recorrí con mi boca su cuello, mordisqueándolo, lamiéndolo, saboreando su sudor…
Mis manos agarraron su cabeza, la miré a los ojos… Era preciosa, sentí que aquello era algo más que sexo. Mi boca besó suavemente la suya y poco a poco nuestras lenguas jugaban de una boca a otra. Sentí como mi polla estaba sobre su sexo, sentí el calor que emanaba de ella y me llamaba para que la penetrara. Moví mis caderas y nuestros sexos se acariciaban suavemente. Sus manos me acariciaban el cuerpo, con suavidad, con deseo.
Puse de nuevo mi boca en su cuello, moví mis caderas y sentí que mi glande estaba en la entrada de su vagina. Mordí su piel y empujé mi polla para penetrarla. Sentí como su interior se iba dilatando al paso de mi glande. Sentí en mi oído el dulce gemido de placer al sentirse penetrada.
De nuevo la besaba, la acariciaba, mientras la penetraba suavemente, entrado y saliendo de ella, dándole todo el placer que su maduro cuerpo necesitaba.
-¡Oh Dios, qué maravilla! – Gemía y se retorcía bajo mi cuerpo. - ¡Sigue, dame toda tu polla!
Nuestros cuerpos se movían acompasados, nuestros sexos se acariciaban dándose todo el placer posible. Laura no paraba de gemir y sentir placer. Sus piernas me rodeaban por la cintura ofreciendo su sexo para que fuera totalmente penetrado, hasta lo más profundo de su vagina.
-¡Por favor Laura, móntame! – Le dije abandonando su calido cuerpo.
Ella esperó a que estuviera tumbado en medio de la cama, boca arriba, con mi polla endurecida y ansiosa por volver al refugio que Laura le daba. Su mano la acarició suavemente. Ella estaba de rodillas junto a mí, me ofreció su boca y me dio un dulce beso… Nos volvimos a fundir en un beso mientras sus piernas me rodeaban y su sexo caliente se colocaba sobre mi endurecida polla. Se sentó y sus labios acariciaron toda la longitud de mi miembro, haciendo que mi glande chocara y se restregara contra su clítoris. Levantó el cuerpo y agitaba las caderas para que el roce fuera más intenso. La agarré por la cintura y la aprisioné contra mí.
-¡Penétrame! – Me dijo levantando un poco su culo. - ¡Húndete en mí! – Su mano me dirigió al interior de su calida vagina.
Sentí como me hundía en ella, como su mojada vagina se acomodaba a mi polla. Empezó a moverse suavemente. La abracé y tiré de ella para saborear de nuevo sus pezones. Mis manos se aferraron a su redondo culo y disfrutaban de su redondez. Mis caderas se movían y no paraban de penetrar a aquella lujuriosa mujer. Sus manos acariciaban mi pecho, mi cara, gimiendo y retorciéndose de placer. Agarré con fuerza sus caderas y mis penetraciones aumentaban como crecía nuestro placer.
Se agarró con fuerza a mi cuerpo, hundiendo sus uñas en mi piel en el momento que empezaba a sentir un gran orgasmo. La penetraba todo lo rápido que podía y ella no paraba de gemir hasta que cayó agotada por el placer sobre mí.
-¡Para, no puedo más! – Me dijo besando mi cara. - ¡Me voy a desmallar de tanto placer! – La penetraba suavemente. - ¡Córrete! – Me pidió.
La quité de encima y la coloqué sobre la cama, con sus piernas bien abiertas. Podía ver su dilatada vagina en la que acababa de estar mi polla. Mi mano agarró mi polla y empecé a masturbarme de rodillas, a poca distancia de ella. Sus manos abrieron más los labios vaginales para que pudiera ver perfectamente su rosada entrada. Mi mano acariciaba su muslo mientras ella me miraba lascivamente. Ya estaba a punto de correrme.
-¡Dame tu semen! – Me pedía. - ¡Lléname el cuerpo!
Podía sentir como mis testículos mandaban el líquido que ella deseaba para que saliera todo. Aquella maravillosa sensación me inundaba y sentí que salía. Un chorro cayó por su barriga. Me incliné y apunté a su vagina, acerté de pleno y más semen cayó en los dilatados labios. Me dejé caer sobre ella y mi polla entró en su vagina, soltando el resto de semen en su interior.
-¡Sí, mi niño! – Me acariciaba mientras yo apenas tenía fuerzas para moverme y penetrarla. - ¡Acaba dentro de tu Laura!
Estaba abrazado a ella, sentía sus caricias y como mi polla iba menguando en el interior de aquella placentera vagina. Nos besábamos y nos dábamos cariño. Permanecimos abrazados por mucho tiempo, disfrutando de nuestros cuerpos, sin decirnos nada, sólo dándonos cariño.
-¡Cariño! – Me dijo ella con voz apenada. - ¡Puede que esta sea la última vez que lo hagamos!
-¿Por qué? – Le pregunté.
-Mañana viene a vivir aquí mi sobrino Jorge… Va a empezar a estudiar en la universidad y mi hermana me ha pedido que lo acoja mientras tanto. – Me acarició dulcemente. - ¡Creo que no podremos tener más sexo!
-¡Bueno, tal vez eso no esté mal! – Le dije y ella puso cara de extrañeza. - ¡A qué no sabías que hemos ampliado el negocio!
-¿Ampliado? – Me dijo más extrañada. - ¿Te dedicas también a los hombres?
-¡No, por favor! – Le dije riendo. – Mi madre también hace algunos trabajos… - Y le conté por encima el encuentro con María, omitiendo que ella y yo hubiéramos tenido sexo, claro. - ¡Así que si el chico no está mal y necesita que lo espabilen, pues ahí está mi madre!
-¡Vaya, vaya…! – La malicia de Laura apareció en su cara. - ¡Pensaré que se puede hacer!
Pasé un poco más de tiempo con ella, allí en su cama, hasta que fueron las dos de la madrugada en que volví a casa. Mi madre estaba ya dormida. Podía ver su hermoso cuerpo en la cama, destapada y cubierta por la fina camiseta que solía ponerse. ¡Dentro de poco te buscaré un chico que te folle! Pensé y me fui a la cama a descansar después de un duro trabajo.
Los días pasaban tranquilos, no tenía que estudiar nada y el volumen de “trabajo” era pequeño ya que era agosto. Mi mejor cliente no podía solicitar mis servicios pues ahora andaba cuidando de su sobrino. Entonces un día llamó Gertru y estuvo un buen rato hablando con mi madre. Ya os contaré de que trató la conversación, pues ahora os quiero relatar la ocurrencia que tuve mientras mi madre hablaba con nuestra amiga.
Estábamos los dos sentado en el salón, bueno yo estaba tumbado en el sofá mientras leía un libro. Mi madre cogió el teléfono y empezó a hablar con Gertru.
-¡Hola! – La saludó alegre. - ¿Cómo estás? – Me miró. - ¡Gertru dice que te echa de menos y que ya te cogerá cuando vuelva!
Las dos siguieron hablando y mi madre se sentó en el sillón, a un lado del sofá donde yo estaba. Estaba sentada mirando hacia mí y la falda que vestía se le subió un poco. Al estar relajada, pues estábamos los dos solos, sus piernas estaban entreabiertas y podía ver las bragas blancas que llevaba. Con aquella visión y al no tener nada de “trabajo” en varios días, me decidí a ponerla en un aprieto.
Me bajé del sofá y anduve a cuatro patas hasta colocarme delante de ella. Estaba metida en la conversación y, aunque me miraba, no era consciente de mis intenciones. De golpe me lancé entre sus piernas hasta que mi boca se colocó en sus bragas y empecé a morder suavemente su sexo. Su voz se entrecortó por la sorpresa de sentir mi boca sobre su coño y su mano empujó sobre mi cabeza. Como pudo disimuló y siguió hablando con Gertru como si no pasara nada.
Saqué mi cabeza de entre sus piernas y la miré a la cara mientras mis manos agarraban sus muslos por debajo para llevarla más al filo. Movía los ojos y la boca, preguntándome qué hacía sin decir nada para no alertar a nuestra amiga. Gertru me había iniciado en el tema de follar a maduras necesitadas de “amor”, pero no sabía que teníamos una relación incestuosa entre mi madre y yo.
A regañadientes coloqué su culo en el filo del sillón, intentando deshacerme de sus manos que impedían, sin conseguirlo, que pudiera tocar su sexo. Hundí con dificultad mi cabeza entre sus piernas y volví a besar sus bragas, sintiendo bajo la fina tela el bulto que formaban sus labios y sus pelos. Una de sus manos no dejaba de empujar mi cabeza mientras yo luchaba por conquistar su cueva del placer.
En ningún momento dejo de hablar con Gertru. Con una mano aparté las bragas y apareció sus labios hechos un gurruño y taponando su deliciosa vagina. Mi lengua exploró la selva de sus pelos, abriéndose camino poco a poco hasta conseguir llegar a los muros de sus labios. Lamí y relamí, mojando toda su raja hasta que sus húmedas puertas se separaron y permitieron que mi lengua entrara para saborear el dulce líquido que empezaba a brotar.
Recorrí la ardiente entrada, subiendo y bajando, buscando al débil guardián que custodiaba la entrada. Lo encontré firme y erguido, esperando que mi lengua lo sobornara. Las caricias de mi lengua en su erecto clítoris consiguieron que las caderas de mi madre empezaran a moverse por sí solas, su mano ya no empujaba, ahora acariciaban mi pelo. Le estaba gustando.
Yo no escuchaba lo que hablaban, ni me importaba, yo quería darle placer a mi madre mientras hablaba por teléfono. Y lo estaba consiguiendo. Su voz temblaba cuando mi lengua pasaba por encima de su clítoris.
Aparté mi cabeza de ella y metí un dedo en su mojada vagina para masturbarla. La miré, su gesto se estremecía por el placer que estaba sintiendo y de vez en cuando volvía a hacer un gesto para que la dejara, aunque al momento se mordía el labio en señal de placer. Mi mano se movía bajo su falda y podía escuchar los chasquidos que mis dedos provocaban al entrar en su vagina, estaba echando muchos flujos, estaba muy caliente y tenía que disimular para que Gertru no notara lo que pasaba.
-¡Bueno, cuídate y ya hablaremos cuando vuelvas! – Dijo mi madre y colgó el teléfono, me miró con cara de enojo. - ¡Cabrón! – Dijo con un gemido.
Yo estaba casi de pie a su lado mientras la masturbaba. No le dije nada. Con una mano bajé las calzonas que llevaba puesto y dejé delante de su cara mi erecta polla. No dijo nada, la agarró y empezó a mamarla.
-¡Sabía que con esto te callarías! – Le dije mientras me movía para follar su boca.
Mis dedos se agitaban en su coño y ella lanzaba gemidos apagados por mi polla que ocupaba toda su boca. Empezó a agitarse pues mis caricias en su clítoris le estaban produciendo un orgasmo. No sé como pudo aguantar aquel orgasmo sin sacar mi polla de su boca, dándome unas tremendas chupadas que conseguía darme tanto placer que quería correrme.
-¡Si me chupas así, me correré en tu boca, mamá!
Esas palabras la animaron a seguir mamando, aunque estuviera sintiendo aquel orgasmo. Mi mano se quedó paralizada cuando sentí como mi semen empezaba a subir por todo lo largo de mi polla hasta esparcirse en su boca. Era buena mamando y no paró, su boca seguía chupando mientras mis piernas temblaban de placer. Me agarré a su cabeza mientras salía todo mi esperma, todo desapareció por su garganta.
-¡Vamos, aún está dura! – Dijo mi madre soltando mi polla, deshaciéndose de mi mano y colocándose de rodillas en el asiento del sillón. - ¡Clávate en mi coño! – Sus manos apartaron la falda y separaban sus cachetes para ofrecerme su mojado y caliente coño. – ¡Folla a mamá que la has puesto muy caliente!
Me coloqué trás ella y agarré mi polla. La acerqué a su coño y la metí con algo de dificultad pues empezaba a perder su dureza anterior. Ella cogió el teléfono de nuevo y marcó un número. Parecía que le había puesto caliente eso de hablar mientras era follada.
-¡Hola mamá! – Había llamado a mi abuela mientras su hijo la iba a follar, cada día era más pervertida. - ¿Cómo estás…?
Aquella situación me excitó y mi polla volvió a crecer y a endurecerse dentro del coño de mi madre. Empecé a follarla suavemente mientras ella me miraba, gesticulando para mostrarme el placer que estaba sintiendo, intentando que mi abuela no se diera cuenta de que la follaban mientras hablaba con ella.
Me incliné y acerqué mi lengua a su boca mientras hablaba, lamí sus labios sin que ella dejara de hablar. Mi polla entraba y salía, mi lengua lamía su boca. Me incorporé de nuevo y le di una bofetada en uno de sus cachetes mientras la penetraba con más fuerza. Se mordía los labios por el placer que sentía.
Nunca me había fijado en la cara tan sensual que se le ponía a mi madre cuando estaba excitada. Le di otra bofetada en el culo, más fuerte que la anterior. Ella se tensaba por el placer y yo le di otra más y su culo empezó a ponerse colorado.
-No, es que hay mosquitos e intento matarlos… - Tuvo que excusarse ante mi abuela pues las bofetadas empezaban a ser demasiado fuertes. - ¡Vale, otro día te llamo! ¡Hasta luego! – Colgó y soltó el teléfono en el sillón.
Sin dejar de follarla cogí su pelo en una cola y con la mano izquierda tiraba de su cabeza, montándola como la yegua en celo en que se había convertido aquel día. Con la mano derecha golpeaba con ganas su culo que ya mostraba una gran zona roja de los golpes.
-¡Te gusta que te follen mientras hablas con la gente! – Le decía mientras mi polla entraba violentamente en su vagina. - ¡Te gusta que te atice mientras mi polla te llena el coño!
-¡Sí, sigue follando a la puta de tu madre! – Gemía y se retorcía por el placer que sentía al ser penetrada y golpeada. - ¡Clávame tu polla entera y pégame por ser una mala mamá!
Plas, plas, plas. Le di tres guantazos más mientras tiraba con fuerza de su pelo y mi polla le entraba hasta lo más profundo de su vagina. Plas, plas, plas…
-¡Vamos, gime con la polla de tu hijo!
-¡Sí, sí…! – Gemía y movía su culo. - ¡Ouf, dame más fuerte!
Estábamos disparatados, la excitación y la lujuria se habían apoderado de los dos. Yo la follaba con violencia y ella parecía gozar con aquello, cada bofetada la excitaba más, cada penetración le provocaba más placer. Podía ver como mi polla entraba entre los labios de su coño, como su raja estaba abierta para permitir entrar en ella. Su redondo ano se agitaba con mis penetraciones y su esfínter se movía involuntariamente.
Escupí y la saliva cayó en su agujero anal. Su esfínter se movió al sentir la calidez de aquel fluido y parecía que quería masticarlo. Mientras mi polla entraba en su vagina, su ano me hipnotizaba con aquellos movimientos.
-¡No me la saques ahora! – Protestó cuando mi polla abandonó su caliente vagina. Mi mano la agarró y la llevé a su ano. - ¡No cariño, no, por ahí no!
Empecé a empujar dirigiendo el camino de mi glande para que entrara en ella. Mi madre quería escaparse, pero la tenía de rodillas contra el sillón y su culo era el objetivo de mi frenética lujuria.
-¡Me vas a hacer daño! – Protestó al sentir el empuje de mi glande en su esfinter.
-¡Relájate mamá! – Acerqué mi boca a su oído y le hablaba suavemente. - ¡Relájate y verás como entra sin problemas! – Chupé el lóbulo de su oreja. - ¡Ya va entrando! ¡Relájate y verás que esto es casi tan bueno como follar tu coño!
Sentí como mi glande rompía la resistencia de su esfínter y mordí con fuerza el cuello de mi madre mientras empujaba un poco más mi polla contra ella. ¡Ese era su punto débil! Pensé cuando su ano se relajó con los bocados que le daba por el cuello y hombros. Empujaba y mi polla entraba sin esfuerzo dentro de su culo, un poco más con cada empuje que le daba.
-¡Ya está dentro! – Le dije a mi madre dándole un suave beso en el cuello.
-¡Eres un cabrón! – Giró la cabeza para ofrecerme su boca. Nos besamos. - ¡Pero me gusta como eres!
Me incorporé con mi polla totalmente clavada en su culo. Agarré sus cachetes con mis mano y los separé. Podía ver su dilatado esfínter y como mi polla estaba totalmente clavada. Empujé su culo y mi polla iba apareciendo poco a poco, saliendo hasta que apareció algo de mi glande. Paré y empujé para que volviera a entrar por tan estrecha entrada. Volvía a perderse de vista, introduciéndose en su ano.
-¡Um, qué buena polla tienes! – Se retorcía de placer.
Mis penetraciones se hacían más rápidas y el placer aumentaba cada vez más. Sus leves gemidos se habían transformado en grandes gemidos. Yo gruñía aferrado a su culo, clavando furioso mi polla en su culo mientras ella gemía y me pedía que la follara con fuerza.
-¡Dios, dame más, esto es maravilloso! – Sus estruendosos gemidos dieron paso a puros gritos de placer. - ¡Ah, ah, ah…! – Gritaba mientras su voz me enloquecía provocando que la penetrara como un animal. - ¡Rómpele el culo a tu madre! – Gritó poseída por la más delirante lujuria que nunca había visto.
Su mano se agitaba entre sus piernas, masturbándose mientras yo follaba su culo. De su vagina no paraba de fluir líquidos, su ano estaba totalmente dilatado y mi polla lo atravesaba clavándose en lo más profundo de su culo. Sus piernas empezaban a temblar, mordió el cabecero del sillón y lanzó un gran grito apagado por la tela. No pude más, clavé mi polla contra ella y solté de nuevo el semen que contenía mis huevos llenando sus entrañas de mis blanquecinos fluidos. Se tensó al sentir como la llenaba por dentro con mi semen y no dejaba de lanzar gritos de placer contra el sillón mientras sus piernas temblaban por el orgasmo que estaba sintiendo. Una gran mancha en el asiento mostraba el placer que estaba sintiendo, se había corrido con mi polla en su culo, con el contacto de mi leche en su interior.
Exhausto me apartaba de ella. Podía ver como mi polla salía poco a poco, casi flácida después de correrme en su culo. Salió el glande y cayó apuntando al suelo. Separé sus nalgas y podía ver su ano totalmente dilatado. Mi semen empezó a asomar por aquel negro agujero y poco a poco fue saliendo y deslizándose hasta llegar a la raja de su coño.
Sin poder evitarlo lanzó un pedo y más semen salió de su culo provocando que su raja se inundara de mi semen. Su mano la extendió por todo su coño, disfrutando de su calidez.
-¡Hijo, nunca había probado el sexo anal! – Me dijo con voz sensual.
-¿Te ha gustado? ¿Has tenido un orgasmo?
-He tenido sensaciones muy raras. – Se giró y se sentó en el sillón a descansar. – Al principio tenía miedo y algo de dolor, pero cuando la metiste entera se transformó en mucho placer. No es igual que un orgasmo vaginal, pero es intenso y grandioso.
La besé y los dos nos sentamos en el sofá, abrazados y dándonos cariño. Aquel día fue la primera vez que tuve sexo anal con mi madre, aquel día descubrí que mi madre podía ser la mejor puta del mundo.
-Ah cariño, - Me dijo abrazada a mí y acariciando mi pecho. – Gertru me ha comentado que tiene un trabajo “algo difícil”. Que lo aceptes sólo si quieres.
-¿De qué se trata?
-Sabes quién es Lola a la que llaman Doña Pura…
-Sí, la vieja beata ¿no?
-Esa mismas… - Movió la mano indicando que era además de vieja gorda. – pues ha hablado con Gertru y quería que le hicieras un servicio mínimo.
-¿Mínimo? – Le pregunté extrañado.
-Sí, por lo visto lo único que necesita es que te masturbes delante de ella mientras ella se masturba a la vez… Serías una inspiración para conseguir un orgasmo…
Y así, al día siguiente me presentaba en la puerta de la casa de Lola, conocida por Doña Pura. Era una mujer de más de sesenta y cinco años, pensionista y muy religiosa. O por lo menos por eso la teníamos en el barrio, una mujer que acudía todos los domingos a misa, piadosa y temerosa de Dios. Era raro que una mujer con esas costumbres pidiera que yo le “arreglara” algo.
-¡Buenas tardes señora! – Le dije cuando me abrió la puerta. - ¡Vengo por el “arreglo eléctrico”!
-¡Oh sí, pasa hijo!
Aquella mujer se había maquillado y seguramente se había puesto sus mejores ropas para recibirme. Había sido generosa con el perfume y toda la casa estaba envuelta en su aroma, que no sé cual sería, pero era muy agradable. La seguí por el pasillo y llegamos al salón. Caminaba tras de ella y mi madre tenía razón, era vieja y gorda. Deseé que con ensañarle mi polla erecta fuera suficiente para que se corriera y acabar con aquel encargo que parecía no muy grato.
-¡Siéntate! ¡Uy, qué nerviosa estoy! – Casi no podía caminar por los nervios y no sabía si sentarse o estar de pie… o qué hacer. - ¿Quieres un refresco?
-¡Oh sí, gracias! – Le dije y deseé un litro de whisky para no ser consciente de lo que iba a hacer. – De naranja si es posible.
Se marchó caminando torpemente hacia la cocina. Su culo no era redondo, estaba deformado por la acumulación de grasa en tan deliciosa parte de las mujeres. Estaba por salir corriendo y disculparme más tarde con cualquier escusa tonta. ¡Tienes que ser profesional! Me dije pensando que los cien euros que me pagaría serían buenos para compensar ver a aquella mujer.
-¡Toma hijo! – Me ofreció el refresco y se sentó en el sillón que estaba al otro lado de la pequeña mesa. – Su… Supongo que te extrañará que haya solicitado tus servicios… Verás, como todos saben soy creyente, voy todos los domingos a misa y a casi todos los rituales católicos… - Frotaba sus manos nerviosa, agitada por la culpa y la desesperación. – El problema es que cuando estoy sola en casa el diablo se apodera de mí y casi todas las noches tengo que… - Miró al suelo avergonzada. – tengo que masturbarme.
-Pero Lola, eso no es malo… - Le dije siendo condescendiente. – Eres mayor pero tu cuerpo te pide sexo… ¿Qué tiene eso de malo?
-¡Pues hijo, eso es pecado! – Su parte más religiosa saltó para condenarla a las llamas del infierno. - No debería ni pensarlo, pero no puedo evitarlo…
-Pues si mi amiga Gertru me envía para que te ayude, es que será bueno para ti… - Ella miraba al suelo y me puse de pie. Me miró para saber que iba a hacer. - ¡Aquí tienes mi polla para que disfrutes!
Sus ojos se abrieron de par en par al ver mi polla que colgaba de la bragueta de mi pantalón.
-¡Es preciosa! – Dijo con la voz entrecortada. – Es la primera que veo, mi marido nunca me enseñó la suya… Cuando hicimos el amor, lo hacíamos con la luz apagada…
-¡Pues tócala si te parece bien! – Le propuse. Ella alargó la mano y la acarició levemente.
-Si no te parece mal vamos a mi habitación y allí uso a mi pequeño Rogelio… - Se ruborizó y una sonrisa pícara asomo en sus arrugados labios. - ¡Ven hijo, te presentaré a mi amante! – Caminamos por el pasillo. – Rogelio era el nombre de mi marido que murió hace ya diez años…
Se sentó en el filo de la cama, junto a la mesita de noche. Yo me coloqué delante de ella con mi polla colgando de mi pantalón. Ella abrió un cajón y sacó una caja, la abrió y me mostró su tesoro más oscuro y pervertido. Aquella vieja mujer me mostraba sus pecados en la soledad de la habitación.
-¡Este es mi Rogelio! – Sacó la lengua y la pasó por el glande de aquella polla de goma de color carne. - ¡Me gusta darle besos y lamerla!
-¿Tienes algún nieto? – Le pregunté y ella me miró extrañada.
-Sssssí… - Respondió ella sin saber bien que decir. – Se llama Raúl…
-¡Pues dale cariño a tu Raulito! – Agarré mi flácida polla y se la acerqué a su cara.
Ella la miraba sin saber bien que hacer. Le apuntaba directamente a la cara. Tiré del pellejo que envolvía mi glande y éste asomó. Sus ojos no se apartaban de ella, su lengua empezó a recorrer sus labios, deseaba chuparla, pero eso era pecado…
-¡Venga abuela, dame un beso en mi pequeña boquita! – Simulaba burdamente la voz de un niño a la vez que movía mi polla como si fuera ella quien hablara. - ¡Quiero un besito de mi abuelita!
Se aproximó lentamente a mi glande mientras sus labios iban tomando forma para dar un beso. ¡Tal vez las caricias de esta anciana consigan que se me levante el ánimo! Pensé al sentir el cosquilleo que me produjo sus labios en mi polla.
-¡Ahora uno por papá! – Le dije siguiendo con mi falsa infantil. Ella respondió con otro beso. - ¡Y por mamá! – Otro más. Agarré su mentón con la mano e hice que abriera la boca. - ¡Y esto para mi abuela! – Dije sin simular ninguna voz y metí mi glande en su boca.
No sabía bien que hacer, mi glande se apoyaba en su lengua y su boca permanecía aún abierta.
-¡Ciérrala y chupa! – Le indiqué.
Su boca se cerró con suavidad y empezó a succionar con ganas. Sentía calambres en mi polla con aquella mamada de novata que no controlaba la intensidad de la chupada. Puse mi mano en su cabeza acariciando su canoso pelo.
-¡Con tranquilidad, no demasiado fuerte!
-¡Pendodna! – Habló con mi polla dentro de la boca.
Continuó la mamada con más suavidad, me miraba desde abajo, con los ojos abiertos cómo preguntándome si lo hacia bien.
-¡Si abuelita, tu nieto está contento! – Le decía simulando de nuevo la voz de niño. - ¡Raulito está creciendo dentro de tu boca!
Y así era, gracias a la mamada de Lola mi polla se excitaba y crecía cada vez más. Se limitaba a mantener mi glande dentro de la boca y succionar. Entonces agarré su cabeza con las manos y empecé a moverme, metiendo y sacando mi polla un poco.
-¡Vez abuela, te estoy follando tu boca! ¿Te gusta?
-¡Síg! – Volvió a contestar mientras tenía ocupada su boca.
Por momentos mi polla se ponía más grande, ella me miraba con los ojos muy abiertos pues era la primera polla que se comía en su vida. Hasta aquel momento, a sus sesenta y tantos años, sólo había entrado una polla en su cuerpo, y había sido como Dios manda, por su coño. Aquello era nuevo y le gustaba. Doña Pura estaba transformando su “r” en una “t”.
-¿Y cómo se masturba mi abuelita cuando está sola? – Le pregunté mientras aún follaba su boca.
-¡Puef mef ponfgof as cuactrog pagtas it mef fosllab mig Robgegliof! – Me contestó mientras aún la estaba follando.
-¡Ven, abuelita! – Le saqué la polla de la boca y la hice levantar.
Me quité los pantalones y sólo me dejé la camiseta puesta. Me subí en la cama y me tumbé a un lado, con mi polla erecta por la acción que aquella vieja boca, novata en mamar pollas.
-Venga usted Doña Pura, súbase a la cama a cuatro patas. – Ella empezó a subirse con algo de dificultad. – Traiga a su querido Rogelio que esta tarde yo le daré vida para usted. – Me entregó la caja con el consolador.
Se subió en la cama y no sabía como colocarse, en realidad no sabía qué quería yo que hiciera. Con las manos la coloqué de forma que ella miraba mi polla directamente mientras su culo apuntaba hacia mí.
-¡Así le darás cariño a tu nieto Raulito mientras tu Rogelio te folla el coño! – Le dije y ella se colocó al entender lo que quería.
Su amorfo y gigantesco culo apuntaba hacia mí. Levanté la ropa que lo cubría y su carne deformada por la grasa apareció cubierta por unas gigantescas bragas blancas. Su mano se aferró a mi polla y al momento sentí como su cálida saliva envolvía toda mi polla. Tomé a Rogelio y le golpeé suavemente en los cachetes del culo.
-¡Vamos Doña Pura, sigue mamando!
Le pasaba el consolador entre las piernas, buscando que le acariciara su coño y volvía a golpearla con aquella polla de goma. Lola daba pequeños grititos cuando la golpeaba con su Rogelio. Lo solté en la cama y con mi mano le daba cachetadas que hacían que sus carnes se movieran. Ella seguía mamando, no paraba, disfrutaba con ello.
Tiré de sus bragas y empecé a bajárselas hasta que estuvieron a medio muslo. Con tanta carne no podía ver donde estaba la raja de su coño. Metí de nuevo el consolador entre las piernas de aquella oronda mujer y por mucho que busqué, no creí ni siquiera rozar su coño.
Lola disfrutaba de la joven polla que tenía en la boca, mamaba y mamaba, no se cansaba de tragar toda mi polla. No era una experta mamando, pero le ponía intención y algunas succiones me producían más placer del que podía soportar. Puse una mano en su cabeza.
-¡Doña Pura, veremos hasta donde le entra mi polla! – Empujé y toda mi polla se perdió dentro de la boca de aquella anciana, hasta que dio una arcada como para vomitar. - ¡Bien hecho, te la has tragado entera! – Me miró con los ojos llorosos por el esfuerzo de tragar la polla entera. – ¡Venga, sigue mamando que ya te confesarás el domingo!
No decía nada, se limitaba a gimotear y a obedecer lo que le decía. Le ordené que me mamara y siguió tragando mi polla, incluso alguna vez intentaba tragarla entera sin que yo la forzara a ello.
-¡Separa con tus manos tu culo para que pueda encontrar tu coño! – Obedeció al momento.
Sus manos se colocaron en su culo y empezaron a separar aquellas carnes fofas. Al fondo podía atisbar lo que parecía la entrada a su vagina, allí entre pliegues de carne. Ella mantuvo sus carnes separadas mientras yo cogía a Rogelio y lo embadurnaba con gel lubricante que tenía en la misma caja del consolador. Lo cogí con una mano y lo dirigí hasta su raja. Lo froté y sus gemidos subieron de intensidad. Entonces empujé y el glande gordo separó los labios y empezó a entrar en su vagina.
-¿Te está gustando? – No contestó, se limitaba a mamar y mantener su culo abierto para que la follara.
Empujé un poco más y entró más aún. Lola se retorcía con mi polla en la boca y su consolador clavado en el coño. Empecé a follarla, tirando y metiéndole aquel falo. Por un rato la follé, pero no tardó mucho en sacar mi polla de su boca y empezar a gemir.
-¡Oh, ouf, no pares que bueno! – Gemía y gritaba. - ¡Nunca me había dado tanto placer este consolador! – Lo empujaba con más fuerza para penetrarla hasta el fondo. - ¡Sí, eso, sigue, me corro, me corro! – En un momento perdió las fuerzas al tener el orgasmo y soltó las carnes de su culo que engulleron el consolador.
Había perdido las fuerzas por el orgasmo que tuvo. Me puse de rodillas en la cama y con un pequeño empujón ella cayó boca arriba. Me senté sobre su barriga, cogí mi polla y me masturbé apuntando a su cara.
-¡Vamos Doña Pura, usted se ha corrido, ahora me toca a mí! ¡Abre tu boca! – Le di un guantazo flojo en la cara pero ella no reaccionó. - ¡Te he dicho que abras la boca para que me corra dentro! – Otro guantazo más fuerte que la hizo reaccionar abriendo su boca. - ¡Saca la lengua! – Obedeció al momento.
Me masturbaba encima de ella que tenía su boca abierta y su lengua fuera preparada para recibir mi leche. Por mucho que agitara mi polla no conseguía inspirarme con aquella vieja que tenía debajo de mí. Cerré los ojos y recordé cuando le di por el culo a mi madre… Podía volver a ver su redondo culo, su esfínter dilatado y mi polla entrado en ella. Empecé a calentarme y mi semen estaba dispuesto para el lanzamiento. Ya estaba llegando, agarré a Lola por el pelo y levanté su cabeza levemente, mientras su boca permanecía abierta y su lengua fuera. Me puse de rodillas y acerqué mi polla a punto de reventar hasta su boca. No pude más, aquella corrida era una liberación y un chorro de semen cayó sobre la lengua de ella. Poco más salió de mis testículos, mi corrida había sido pobre, pero suficiente para aquella vieja novata.
-¡Cierra la boca y trágate toda mi leche! – Le ordené y le di otra bofetada. – ¡Así me gusta! ¡Si tienes hambre, aquí estoy para darte toda la leche que necesites!
Me tiré a un lado y ella se giró al otro. Después de unos minutos me levanté y empecé a vestirme.
-En el mueble de la entrada tienes el dinero. – Me dijo medio sollozando. – Cien euros me dijo Gertru que cobrabas por este “trabajo”.
Salí de la habitación y la dejé en la cama, sin bragas, con aquella polla de goma clavado en el coño y mi semen por su cara. Busqué el dinero y después me marché a mi casa. Fue la única vez que tuve sexo con una mujer tan mayor. No lo volví a repetir. Cuando llegué a casa mi madre me había preparado la cena y me esperaba en el salón con otra camiseta de esas que me ponían tan cachondo. Cené, me duché y después follé por un buen rato a mi madre para poder quitarme la imagen del cuerpo de Lola.