El prospero negocio de mamá II.

Continúan los negocios de mamá en los que también tiene que ayudar para salir de la penosa situación económica.

El prospero negocio de mamá II.

Durante los meses siguientes el trabajo se convirtió en monotonía. Hubo más clientas nuevas, pero casi siempre era lo mismo: mujer necesita que le arreglen enchufe, chico llega y hace con enchufe maravillas, mujer queda satisfecha y hasta la próxima avería.

Si aquello de echar un polvo cada día o dos días empezaba a cansar, bien es verdad que la crisis iba alejándose de casa poco a poco. Además, gracias a Gertru, había descubierto que mi madre era una ardiente mujer, eso me lo demostraba algunas noches cuando ya no podía aguantar alguna avería.

Gertru se había convertido en nuestra manager, ella nos buscaba las mujeres, amigas suyas o amigas de sus amigas, que necesitaban ciertos “arreglos”. El negocio se fue ampliando geográficamente y tuve que sacar el carnet de conducir y comprar un coche. Tal era el marketing que hacía Gertru que salían trabajos hasta cincuenta kilómetros alejados de mi casa. Y era generosa, el único pago que pedía era que le echara un buen polvo de vez en cuando, ella se reservó los sábados por la noche en los que me hacía subir a su casa para arreglarla. Y uno de esos sábados…

-¡Hola Juan, pasa! – Me saludo cuando abrió la puerta.

Como siempre pasé hasta el salón. Allí tenía preparada la mesa. Cada sábado cenábamos en su casa y después nos sentábamos juntos en el sofá. Poco a poco nos íbamos calentando hasta que acabábamos liados en la cama. Pero me encontré que en la mesa había puesto tres platos… ¿Quién sería nuestro acompañante?

-¿Quién soy? – Unas manos me taparon los ojos por detrás y escuché la voz de mi dulce Laura.

-¡A ver si te reconozco! – Llevé mis manos atrás y toqué su cuerpo. - ¡Por favor, mi Laura!

Me giré y le di un beso en la boca. Aquella noche estaba preciosa con su pelo suelto, sin sus gafas de pasta que la afeaban tanto. Llevaba un vestido que marcaba las curvas de su cuerpo y, por desgracia, mostraba su falta de pecho.

-¡Hoy es tu día de descanso! – Dijo Gertru. – Bueno, es mi día pero he querido recompensarte teniendo un trío con nosotras… ¿Te apetece?

-¡Siempre estaré dispuesto para mis dos primeras mujeres, aunque sean a la vez!

Cenamos los tres juntos entre charlas, contemplando la belleza de aquellas dos maduras mujeres. Laura pasaba casi toda la semana sola y su marido volvía los fines de semana. Pero aquel sábado también estaba de viaje y hablando con Gertru, esta le propuso que me dieran la sorpresa de hacer un trío conmigo. Acepté, ya las había amado por separado, hoy iba a probar amar a dos mujeres a la vez. No sabía si estaría a la altura de dar placer a las dos, no era lo mismo concentrarse en un cuerpo que en dos, no era lo mismo satisfacer un coño que dos. Tras la cena, a diferencia de lo que solíamos hacer Gertru y yo, no pusimos la televisión. Laura seleccionó algo de música y empezamos a bailar abrazados, dándonos besos y caricias.

-¡Me vais a poner celosa! – Gertru protestó mirándonos desde el sofá.

Nos separamos un poco y le dejamos un hueco para que se uniera a nosotros. Cada una se agarró a mí por un lado y mis manos de inmediato empezaron a tocar sus redondos culos mientras ellas me acariciaban. Besaba a una y después a la otra. Entonces Gertru le ofreció su boca a Laura y las dos comenzaron a besarse, suavemente en principio y poco a poco sus lenguas estaban entrecruzadas en un apasionado beso. No lo pude aguantar y me uní a ellas. Nuestras bocas estaban juntas y nuestras lenguas jugaban.

La mano de Laura empezó a buscar mi polla por encima del pantalón y en poco tiempo estaba dentro, acariciándola, sintiendo como iba creciendo rápidamente. Mi boca jugaba con Gertru cuando Laura se agachó. Veía los ojos Gertru, la lujuria empezaba a aflorar en ellos. Sentí como la mano de Laura liberó mi sexo y sentí su cálida lengua que empezaba a jugar con mi glande.

Gertru liberó sus pechos y mi boca se dedicó de inmediato a mamar sus erectos pezones. Su boca me besaba el pelo mientras su mano me acariciaba la cabeza. Le subí la falda que llevaba y busqué entre sus piernas. Como cada noche de sábado, no llevaba bragas y mis dedos se posaron en su mojada raja. Sus piernas se abrieron levemente y mi dedo buscó entre sus labios su clítoris. Allí estaba, erecto y duro esperando que lo acariciara.

Podía sentir como mi polla se hundía por completo dentro de la boca de Laura que succionaba con ganas, acariciando mis huevos con una mano mientras la otra se aferraba a mi culo para empujarme contra ella.

Gertru me empujó para que me sentara en el sofá. Allí quedé, sentado con mi polla totalmente erecta, con aquellas dos impresionantes mujeres frente a mí. Poco a poco se quitaron toda la ropa que tenían y las dos quedaron desnudas. Me desabroché los pantalones y me los quité por completo, acaricié mi polla y las miré indicándoles que allí la tenían para que satisficieran sus más bajos deseos.

Cada una cogió un cojín y lo tiraron al suelo. Me separaron bien las piernas y se acomodaron entre ellas. Mientras la mano de Laura comenzó a acariciar mi polla en toda su longitud, Gertru amasaba suavemente mis huevos, disfrutando de ellos.

-Nosotras tenemos nuestros coños sin un pelo para que no tenga problemas al comérnoslo… - Dijo Gertru a su amiga. – ¿Lo afeitamos?

-¡Estupendo! – Dijo Laura.

Intenté protestar, pero me taparon la boca con un dedo y no me dejaron dar mi opinión. Me levantaron del sofá y me llevaron al baño. Me metieron en la bañera y me sentaron en el filo mirando hacia ellas. Gertru trajo espuma y una maquinilla y con delicadeza me fueron afeitando poco a poco hasta que tuve mi sexo totalmente libre de pelos.

-¡Ahora está estupendo! – Dijo Laura acariciando la zona depilada mientras echaba agua para enjuagarme.

Me secaron bien y entre las dos me llevaron hasta la habitación de Gertru. Me tiraron en medio de la cama, desnudo y con mi polla medio erecta. Cada una se subió en la cama y se colocó a ambos lados. La lengua de Gertru recorrió toda la longitud de mi polla hasta llegar a mi glande. Su mano bajó la piel para liberarlo y al momento desapareció dentro de su boca. Tenía a mi lado el redondo culo de Gertru y empecé a acariciarlo.

Laura me ofreció sus pequeños pechos y mi lengua jugaba con sus pezones. Mi otra mano se acomodó entre sus piernas y le acariciaba su raja buscando su clítoris. Gemía al sentir mis caricias y mi lengua en sus pezones.

Gertru se tragaba la polla entera, dándome una fenomenal mamada que iba a conseguir que me corriera.

-¡Ahora me toca a mí! – Les dije y me separé de ellas.

Estaba de pie en el suelo, a los pies de la cama. Las hice colocarse a cuatro patas en el filo de la cama, con sus culos bien en pompa. Y allí los tenía, los dos redondos y maduros culos esperándome. Los acaricié mientras ellas me miraban esperando que yo las trabajara. Me arrodillé detrás de Laura y separé sus cachetes. Su redondo ano y su mojada raja se me ofrecieron. Metí mi cabeza y empecé a lamer sin preocuparme de donde daba. Sentía en mi lengua tanto la humedad de sus labios como el tenso esfínter de su culo.

Cambié, me coloqué tras Gertru e igualmente separé sus nalgas. Su ano y sus labios eran más oscuros que los de la otra. También mi lengua jugó con sus labios y ano.

-¡Uf, nunca me habían chupado el culo! – Dijo Gertru disfrutando de las caricias de mi lengua. - ¡No te pares, eso está muy bueno!

Estuve un buen rato lamiendo a una y a otra. Saboreaba sus aromas más íntimos y ellas gemían y se retorcían, besándose mientras yo me ocupaba de sus sexos. Me levanté con mi polla bien dura y preparada para darles placer. Me coloqué tras Gertru con la polla en la mano. La agité para golpearla contra el redondo culo mientras con la mano libre le daba una bofetada en su enorme culo. Ella agitaba el culo deseando sentir en el interior de su vagina mi polla.

Laura se colocó de rodillas junto al culo de su amiga. Abrió su boca pidiéndome mamarla un poco más. Se la acerqué y su boca la mojó por completo mientras sus manos agarraron las nalgas de Gertru para separarlas.

Liberó mi polla y podía ver el coño y el culo de Gertru. Agarré la polla y la pasé desde arriba por su ano hasta llegar a su mojada raja. La froté y sus labios se separaron para permitirme que entrara en su vagina que no dejaba de lanzar flujos.

-¿Dónde la quieres? – Le dije jugando con mi polla. - ¿Aquí…? – Empujé y mi glande entró un poco en su vagina. - ¿O aquí? – Le puse la polla sobre su ano y empujé forzando su esfínter.

-¡Donde sea pero clávamela hasta el fondo!

La llevé de nuevo a la boca de Laura que la recibió con una sonora mamada. Después de cuatro o cinco succiones la llevé de nuevo a la vagina de Gertru y la clavé suavemente, sintiendo como con cada empujón que le daba mi polla entraba un poco más. Laura me ofreció su boca y mientras iba penetrando a nuestra amiga, nuestras lenguas jugaban con placer.

-¡Qué buena polla tienes! – Gemía Gertru mientras la penetraba.

Saqué mi polla y Laura sabía bien el trabajo que tenía que hacer. La agarraba con una mano y la hundía en su boca, saboreando los flujos de su amiga. Después la guiaba de nuevo a la dilatada vagina para que volviera a penetrarla. Mi polla entraba hasta el fondo de aquella caliente vagina que se agitaba apretando mi polla. No dejaba de gemir mientras la penetraba aferrado a sus caderas. La lengua de Laura me trajo a la boca el sabor de los flujos de Gertru.

-¡Más, más rápido! – Me pedía Gertru y yo la obedecía. - ¡Así, así, fóllame!

No tardó en tener un gran orgasmo mientras la penetraba enloquecido. Su cuerpo vibraba con el orgasmo que estaba sintiendo y clavé con todas mis fuerza mi polla para dejarla profundamente clavada. Sus piernas se agitaban descontroladamente. La penetré suavemente mientras acababa de sentir los últimos latigazos de placer. Mi polla salió empapada de la cantidad de flujos que había echado.

Miré a Laura y ella se preparó. Se tumbó boca abajo en la cama y se separó los cachetes de su culo. Su claro ano resaltaba y me esperaba para que yo jugara con él.

-¡Mi culo es sólo para ti, tómalo! – Me esperaba impaciente.

Me subí en la cama y me coloqué sobre ella. Gertru agarró mi polla empapada en sus flujos y la dirigió hacia el redondo objetivo. Sentí como mi glande se apoyaba sobre él y dejé caer mi cuerpo para hacer presión. Se abrió con facilidad y Gertru observaba como iba entrado mi glande, dilatando el esfínter de nuestra amiga. Empecé a moverme y mi polla se clavaba poco a poco en ella hasta que estuvo por completo dentro.

Di un fuerte bocado en el cuello de Laura arrancándole un gemido de placer. Mis caderas empezaron a moverse, follando su culo y dilatando al máximo su ano. Mientras besaba y mordía su cuello mi polla entraba y salía de su culo, arrancándole gemidos, retorciéndose de placer. Tampoco aguantó mucho y se corrió gimiendo y mordiendo la almohada mientras Gertru masturbaba su clítoris y su vagina lanzaba flujos que formaban un charco en la sábana. Dejé mi polla dentro de su culo por un rato, hasta que todo el placer de aquel orgasmo había cesado.

-¡Nuestro niño aún no se ha corrido! – Dijo Gertru. - ¡Démosle nuestros coño a la vez!

Me separé de Laura y mi polla salió dejando su ano totalmente dilatado. Laura se colocó boca arriba en medio de la cama, mientras Gertru se colocó encima. Empezaron a besarse y acariciarse y movieron sus piernas hasta que sus dos raja estuvieron bien juntas.

-¡Ahora cariño, folla nuestros coños a la vez! – Dijo Laura.

Me coloqué como pude de forma que mi polla se acercó hasta las dos calientes y mojadas raja. Empujé y pasó entre medio de los dos coños que envolvieron con sus labios mi polla. Aquello me daba mucho placer y tenía mis manos sobre el hermoso culo de Gertru. Me movía y a veces mi polla entraba en alguno de los coños. Podía sentir su caliente interior y la que gemía me indicaba de quién era aquel coño. La volvía a sacar y volvía a empujar de forma que follaba a las dos o a una. No buscaba ninguna en concreto, sólo me interesaba que mi polla gozara rozándose con aquellos maduros y calientes sexos. Tanto frotarme con ellas me arrancó un orgasmo y mi polla empezó a lanzar su semen. No sabía donde caía, ni me importaba. Las follaba y me daba igual que cayera en el interior de una o fuera, sobre sus coños. Me quedé un rato con mi polla entre el calor se sus calientes sexo, sintiendo los últimos espasmos de mi polla y después me separé. Sus coños estaban empapados de mi blanquecino semen. Estaba por todos lados, sobre sus rajas y algo de semen salía del interior de la raja de Laura, sin duda era la que más se había llevado.

No sé cuanto tiempo permanecí allí, acostado con ellas. Tras correrme en ellas, descansamos y me marché dejándolas allí, solas. Sin duda ellas seguirían la noche dándose placer la una a la otra.

Eran más de las una y media cuando entré en mi casa. Sin hacer ruido caminé por el pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación de mi madre. De la habitación salía la luz del televisor. Cuando llegué a la puerta encontré una película pornográfica en el DVD. Ella estaba dormida sobre la cama, destapada, con su camiseta subida por la cintura. Sus piernas estaban entreabiertas y su peludo coño estaba totalmente expuesto a mi vista. A poca distancia de su coño había un vibrador. Seguro que se había estado masturbando y después del orgasmo se había quedado dormida. Me subí en la cama y me coloqué entre sus piernas. Ella estaba profundamente dormida y no notó nada.

Aparté el vibrador y con mi lengua acaricié levemente sus labios vaginales. No reaccionó. Seguí lamiendo e intentando separarlos, podía sentir el sabor pegajoso de su anterior orgasmo. Poco a poco conseguía separar los labios y sentí la suave piel de su vagina en mi lengua. Sus piernas empezaban a moverse levemente, aquello le daba placer. Recorrí con mi lengua su raja y un abultado clítoris me esperaba para darme las buenas noches.

Mi lengua acariciaba y jugaba con el prominente clítoris. Las caderas de mi madre se movían levemente y su boca empezaba a lanzar imperceptibles gemidos de placer.

-¡Oh Juan, qué me haces! – Me dijo con adormilada lujuria.

-¡Mamá, sabes que no necesitas masturbarte tu sola! – Le dije mientras mi dedo entraba en su húmeda vagina. - ¡Aquí estoy para hacerte sentir placer!

-Es que pensé que esta noche te ibas a follar a Gertru y me puse demasiado caliente, no te pude esperar…

-Pues imagina que hoy me he follado a Gertru y a Laura a la vez… - Rodeé con mis labios su clítoris y succioné arrancándole un gran gemido. - ¿Eso te pone caliente? – Volví a succionar sobre el excitado clítoris.

Me tumbé junto a ella y coloqué un brazo bajo su cuello. Me pegué todo lo que pude a ella, mi mano empezó a masturbarla mientras mi boca se acercaba a su oído y le contaba lo que había hecho con sus dos amigas. Ella se retorcía y gemía, excitada por lo que le contaba, gozando mientras la masturbaba. Sus caderas se movían, su vagina no paraba de soltar flujos y su clítoris se ponía cada vez más duro. Estaba a punto.

-¡Y entonces me corrí en sus coños, llenándolos por completo! – Le susurré al oído.

Su orgasmo llegó, se retorció y se tensó al sentir el calambre que recorría todo su cuerpo desde su coño. No podía más, mis palabras la habían excitado hasta provocarle un orgasmo ayudado por mi mano que no paraba de trabajar sobre su clítoris. Mis dedos estaban empapados y no paraban de acariciar su parte más íntima, la intimidad de una madre que había sucumbido al placer que sentía al tener sexo con su hijo.

Me desnudé y me tumbé junto a ella. Nos abrazamos y los dos dormimos felices.

Varios días después Gertru vino a casa para traernos otro trabajo. Este era un trabajo especial. Se trataba de una amiga suya de la infancia. Su amiga, una mujer que estaba casada con un hombre con mucho dinero, quería que su hijo tuviera su primera relación sexual, pero no le gustaba el tema de que fuera una prostituta… prefería a una mujer que no follara demasiado.

-Según me dijiste no has tenido relaciones con ningún hombre desde hace años… - Dijo Gertru. – Está dispuesta a pagar bastante dinero.

-¡Has hecho que mi hijo se prostituya y ahora quieres que también lo haga yo! – Dijo mi madre. - ¡Eso te pone caliente!

-¡La verdad es que sí! – Dijo nuestra amiga mostrando su cara más perversa. – ¿Entonces aceptas…?

-Mamá, yo gano dinero suficiente para los dos… No tienes que hacerlo por dinero…

-¡Piensa que es un chico que va a cumplir los dieciocho años! – Gertru siguió mostrando su lado más malévolo. - ¿Cuándo podrás echar un polvo con un yogurín y además que te paguen?

-¿Y por qué no lo haces tú? – Le preguntó mi madre.

-¡Cariño, ella me conoce de hace muchos años y sabe como soy!

-¡Ya, ya, una liante a la que le gusta demasiado el sexo! – Dijo mi madre. – Vale, pero primero me gustaría hablar con ella… ¿Cómo se llama?

-Se llama María… - Gertru le explicaba cómo era su amiga y yo las dejé hablando para irme a mi habitación.

Ya había pasado más de un mes desde la conversación de Gertru sobre su amiga. Eran mediados de julio y había terminado todos mis exámenes con buenas notas. Sin yo saberlo mi madre hacía algunas semanas que se había reunido con María, la amiga de Gertru y había concertado una visita a su casa donde nos esperarían ella y su hijo. El volumen de mi negocio había bajado durante ese mes ya que la mayoría de las mujeres se habían marchado de vacaciones, incluso nuestra “manager” Gertru pasaba una semana de viaje por Europa.

Así que una tarde de mucho calor marchamos hacia la casa que María tenía en una urbanización no demasiado lejos de la ciudad. Durante el viaje hablaba con mi madre.

-Si has aceptado el “trabajo” ¿por qué quieres que vaya? – Le pregunté.

-¡Nunca se sabe lo que se puede encontrar una en los lugares que no conoce! – Me dijo ella. - ¿Y si allí me esperan varios hombres para violarme? ¿Eso te gustaría…?

-¡No mamá! – Le dije y le acaricie la pierna mostrando mi cariño. - ¡Yo te protegeré, no te preocupes!

Así llegamos a aquella casa. Mi madre tocó el claxon y la puerta del garaje se abrió. Una vez dentro salimos del coche y María nos recibió. Las dos se saludaron como si fueran viejas amigas y después me la presentó.

-¡Así que este es tu hijo! – Dijo María con una gran sonrisa. - ¡Qué chico más guapo, qué afortunada eres!

Entramos en la casa por una puerta que daba directamente al interior. Era inmensamente grande, sobre todo si la comparábamos con nuestro diminuto piso. Por un largo pasillo llegamos hasta el porche trasero de la casa, donde había una mesa y varios sillones. Después estaba el jardín con su piscina a un lado, no demasiado grande pero suficiente para calmar los rigores del calor del verano.

-Sentaos y traeré el café… - Nos indicó.

Allí esperamos sentados y admirando la grandeza y belleza de toda aquella construcción. Eran las seis de la tarde y hacía bastante calor. María parecía una mujer bastante normal, no creo que fuera ninguna psicópata que intentara hacer cosas raras con mi madre, pero hacer el amor con semejante calor sería casi un suicidio… o el chico estaba demasiado desesperado.

-¡Ven por aquí Luis! – Escuchamos a María hablar desde el pasillo. - ¿Te acuerdas de Raquel, la amiga que vino el otro día a visitarme?

-¡Oh sí! – Un muchacho bastante desarrollado apareció junto a María. - ¿Cómo está señora?

Los dos se dieron un beso como saludo y después me tendió la mano para saludarme.

-¡Yo soy Luis, el hijo de María!

-¡Yo Juan, hijo de Raquel!

Los cuatro tomamos asiento y nuestras madres comenzaron a hablar un poco de todo mientras nosotros las mirábamos sin saber bien cual era nuestro papel.

-¡Qué os parecería tomar un baño en la piscina! – Dijo María. - ¡Hoy hace demasiado calor para otra cosa! ¿Habéis traído bañador?

-¡Sí, menos mal que hice caso de tu sugerencia! – Contestó mi madre.

-Pues cambiaros y después nos bañamos…

Cuando llegamos al jardín ya estaban allí nuestros anfitriones. Luis tenía un cuerpo bastante desarrollado para su edad y la verdad es que era muy bello, no lo pensé yo, no, me lo comentó mi madre, claro. Pero ni siquiera me había fijado pues la madre, una mujer que no llegaba a los cuarenta años, tenía el cuerpo más excitante que hasta ese momento había visto.

A leguas se notaba que estaba retocada para mantener aquella hermosura, pero su redondo y respingón culo, sus redondas y bien puestas tetas, su vientre liso y perfecto, sus largas y bien contorneadas piernas… todo su cuerpo me embrujó al momento. Los dos saltaron al agua.

-¡Vamos, meteros que el agua está estupenda! – Dijo María.

Pasamos toda la tarde allí, nadando y jugando en el agua, charlando de todo un poco, tomando el sol… En fin, que disfrutamos de la tarde. Poco a poco se iba la luz y fue tiempo de tomar un baño y quitarnos todo el cloro que el agua de la piscina nos había dejado en el cuerpo. Un rato después estábamos los cuatro en el salón. Luis me enseñaba su colección de discos cuando aparecieron María y mi madre, traían una tarta.

-¡Hijo! – Dijo María. – Llevamos viviendo aquí apenas un año y creo que esta noche podemos aprovechar la presencia de nuestros amigos para celebrar tu cumpleaños.

Luis estaba con la boca abierta, no sabía que decir al ver a nuestras madres. Las dos se habían puesto unos trajes preciosos y se habían peinado y maquillado de una forma que las hacía las mujeres más hermosas del mundo. Yo sabía que mi madre tenía que follar con él, pero María estaba espectacular… “Tal vez sea un doble trabajo”, pensé, tal vez ella se follaría a Luis y yo a María. Mi polla empezó a alegrarse bajo mi pantalón.

-Sentémonos en la mesa, ya no tardará la comida en llegar… - Dijo María y al momento sonó el timbre de la puerta. - ¡Ya está aquí!

Entre las dos había pedido comida a un chino y entre los cuatro pusimos la mesa y nos dispusimos a cenar. Reíamos y comíamos. Después retiramos los platos sucios y quedó la tarta en medio de la mesa. María colocó unas velas sobre la tarta formando un dieciocho. Las encendió.

-¡Vamos Luis, pide un deseo! – María estaba alegre y parecía algo nerviosa.

Así lo hizo, sopló y todos le cantamos el típico “feliz cumpleaños” algo desafinados. María se acercó a su hijo y le dio un par de besos.

-¿Qué has deseado? – Le preguntó María.

-¡Eso no se puede decir! – Respondió Luis. - ¡Sino no se cumple!

Él partió la tarta y se fue repartiendo. Mientras comíamos un poco de aquella tarta, María comenzó a hablar.

-Hijo, quería hacerte un regalo propio de tu mayoría de edad… - Luis miró a su madre extrañado. - ¿Te gustaría tener sexo? – Le preguntó directamente y la cara de él tomó un color rojo intenso, casi se atragantó con el trozo de tarta que tenía en la boca. – Si Raquel está aquí esta noche es para satisfacer tus deseos…

Luis estaba petrificado, apenas podía creer lo que estaba escuchando. No decía nada, estaba sentado, inmóvil y mirando a su madre. María sintió por un momento que había metido la pata, que su hijo la odiaría por aquello y en ese momento se arrepintió de lo que había hecho.

-Bueno Luis… Sólo si te apetece y no te ofendes… Quería darte una sorpresa y pensé que Raquel sería una mujer de tu agrado. – La voz de María mostraba la duda. – En el tiempo que llevamos aquí he notado que te has masturbado mucho y pensé que tal vez necesitabas…

-¡Mamá! – Dijo Luis. - ¡No necesito que me alquiles mujeres!

-María… - Intervino mi madre. – Creo que él no necesita que le busques mujeres… - Miró fijamente a Luis como si quisiera interrogarlo. - ¿En quién pensabas cuando te masturbabas?

-¡Y a ti que te importa! – Respondió altanero.

-A mí no me importa con quién te la peles, pero tal vez a tu madre le interesaría…

Luis miró a María y se puso exageradamente rojo de vergüenza. El rostro de María mostró el gran desconcierto que le produjo darse cuenta de que ella era el centro de sus fantasías.

-Pero… pero… Hijo… - María apenas podía articular palabra.

-Perdona mamá… - Luis bajó la mirada esperando que ella lo recriminara. – Antes de que viniéramos aquí me sentía atraído por ti… Pasar tanto tiempo a solas contigo me ha confundido.

-María. – Mi madre se acercó a ella y le habló al oído. - ¡Prueba a tu hijo! ¡Seguro que te gustará!

-Eso es inmoral… - María miró a mi madre y su cara mostraba espanto por la proposición. – Eso no puede ser…

-Mira a Juan… - Le dijo mi madre. - ¿Te lo follarías? – Mi madre le susurraba al oído para provocarla. – Yo lo tengo en mi cama cada vez que necesito un hombre… ¡Tal vez necesites tener a tu hijo entre tus piernas!

María se sentía embriagada por la confesión que le había hecho su hijo y por la proposición de aquella prostituta que había alquilado para él. Pero lo que más aterraba a María es que sentía como su sexo se mojaba con aquella situación. Ella nunca había sido infiel a su marido, aún sabiendo que él la engañaba y que pasaba tanto tiempo fuera de casa para tener sus aventuras con otras mujeres. Ese era el motivo por el que había pasado tanto por la cirugía, para intentar que su marido no se fuera con otras.

-Mamá. – Dijo Luis casi con un susurro. – Siempre me pareciste la mujer más guapa del mundo, pero a medida que iba creciendo me fuiste atrayendo más como mujer…

Sin darse cuenta, María había conseguido atraer cada vez más a su hijo. Al ser su único hijo le dedicaba todo el tiempo del que disponía sin ser consciente que él sentía la necesidad de poseer su cuerpo.

-Entrégate… - Le susurró mi madre. – No niegues que en el fondo necesitas un hombre… Necesitas a tu hijo esta noche… Nosotros estaremos aquí para ayudaros… - Hizo una señal con la mano para que Luis se acercara a ellas y él le obedeció. – Mira, está aquí, junto a ti… Acéptalo, tómalo…

Mi madre agarró una mano de María y la colocó sobre el pantalón de su hijo. Luis sintió rápidamente como su polla creció. Ella estaba nerviosa y sentía como todo su cuerpo temblaba de excitación al tocar el duro sexo de su hijo. No podía evitarlo, no quería tener sexo con su hijo, pero su cuerpo necesitaba tenerlo y él estaba preparado.

-Sácasela y disfruta de ella… - Le mascullaba mi madre al oído. – Él te espera, tómalo.

Su mano se deslizaba sobre el pantalón y fue Luis el que tomó la iniciativa. Se desabrochó el cinturón y quitó el botón para dejar caer la prenda al suelo. Su grande y erecta polla se marcaba perfectamente en el slip. Los dedos de María se aferraron a la endurecida polla de su hijo y podía comprobar que estaba listo para entregársela.

-Tu hijo ha crecido para ti… - Le dijo mi madre y bajó la última barrera que separaba a María de cometer incesto. La polla de él quedó frente a su cara. – Es todo tuyo.

María estaba hipnotizada con aquella polla que se le ofrecía. La agarró con una mano y empezó a acariciarla suavemente, sintiendo su dureza, sintiendo lo enorme que se había puesto, sintiendo una gran lujuria que la quemaba por dentro. Luis gemía levemente al sentir a su madre, al sentir como aquella mano lo acariciaba como a un hombre. Intentaba aguantar la excitación que sentía para no correrse. Su cabeza no concebía que su deseo más profundo y oscuro se convirtiera en realidad.

Ver como aquella madre e hijo se empezaban a amar me produjo gran excitación. Me levanté y me coloqué junto a mi madre, frente a Luis. Entre nosotros estaban ellas. María empezaba a entregarse al deseo contenido de ambos, mi madre animando y ayudándolos a realizar su primer incesto.

-Hola hijo. – Dijo mi madre al notar que yo estaba junto a ella y nos besamos profundamente.

Luis nos estaba mirando y le ofreció su boca a su madre. Ella dudó un poco pero respondió a su beso. Primero eran caricias con los labios y poco a poco los besos fueron más intensos hasta que sus bocas se fundieron.

Levanté a mi madre y aparté las cosas que había en la mesa. La hice sentar en el filo y me senté frente a ella. Sus piernas se abrieron y el vestido se apartó mostrándome sus hermosas piernas y su sexo cubierto por las delicadas bragas.

-¡Pero… pero Raquel! – Dijo incrédula María.

-¡Mamá! – Dijo Luis que observaba como empecé a besar el sexo de mi madre por encima de sus bragas. - ¡Yo también quiero probar el sexo de mi madre!

María nos miraba sin saber que hacer. Su mano no soltó la polla de su hijo hasta que este la obligó a colocarse junto a su amiga en la mesa. Luis levantó la falda de su madre y agarrando sus piernas, las separó para tener sus partes íntimas bien a la vista.

-¡Mira Luis! – Le dije apartando las bragas de mi madre a un lado y separando un poco los labios que cubrían su ardiente entrada. - ¿Te gusta el coño maduro de mi madre?

-Sí. – Contestó. – Pero me gusta más el de mi mami.

Descubrió la depilada raja de su madre y besó sus labios. María gimoteó al sentir el contacto de su hijo en su sexo que no dejaba de lanzar flujos, excitado y caliente por el contacto con su joven amante. María miraba a mi madre con la cara descompuesta por el placer. Luis no sabía apenas darle placer con su boca, pero la lujuria de hacer algo prohibido le provocaba un suave y delicioso placer. Luis acariciaba con su mano sobre el sexo de su madre y ella agitaba las caderas. Él volvió a besar sus labios vaginales.

-¡Espera! – Dijo María separando con sus manos los labios de su coño. – Cariño, mejor mete tu lengua y chúpamelo entero.

Luis miraba el interior rosado de la vagina de su madre. No sabía bien como debía darle placer, pero hizo lo que ella le había dicho. Sacó su lengua y la metió en su raja. Pudo sentir como el cuerpo de su madre botó cuando su lengua la acarició levemente. Le llegaba el aroma íntimo del sexo de su madre y aquello le provocaba un gran placer.

-¡Muévela por mi raja! – Le dijo María gimiendo y él le obedeció. - ¡Más despacio, suavemente, acariciándome…!

María empezaba a gemir por el placer que su hijo le daba. Le colocó una mano sobre la cabeza y la empujó contra su coño. Su lengua se movía por toda la raja de su madre mientras saboreaba el salado líquido que ella le daba. Su polla estaba endurecida, furiosa por meterse dentro de aquella vagina, deseando follar a la que dieciocho años atrás le había parido.

-¡Busca el bultito que hay arriba y juega con tu lengua en él! – Le dije a Luis mientras masturbaba a mi madre con un dedo jugando con su clíoris.

-¡Oh, oh, uf, eso es hijo, ese es mi clítoris! – María gemía y se retorcía de placer. - ¡Eso, sigue dándole placer a mamá!

Y en ese endurecido bultito se afanó Luis en acariciar con su lengua, hasta tal punto que su madre se agitaba y agarrando su cabeza restregaba su coño contra él, como queriendo que volviera de nuevo a su interior.

-¡Ya, ya… Me estoy corriendo! – Gritó María mientras su hijo seguía comiéndole su caliente coño. - ¡Sí, sí, eso es, me derrito! – Él no paraba de lamerla. - ¡Ya, ya vale, párate! – María empujaba su cabeza para tratar de liberar su clítoris del incontrolable ataque que le daba su hijo. – ¡Para, para, ya es demasiado!

Luis no paraba de lamerla. Me levanté y separé a Luis sin decirle nada y lo puse a un lado. Cogí a su madre e hice que se sentara en la silla que antes ocupaba Luis. Mi madre abrazó por detrás a Luis y besó su cuello. Puso una de sus manos en la gran polla y la acariciaba suavemente.

-¡María, tu hijo tiene una gran polla! – Mi madre estaba cachonda con aquella pareja. - ¿Quieres comértela?

No dijo nada, se giró para ponerse frente a su hijo. La mano de mi madre seguía agitando su endurecido pene cuando María sacó su lengua y empezó a acariciar el henchido glande. No tardó mucho en tragarse toda la polla. Daba grandes mamadas y Luis temblaba por el placer.

Le desabroché el vestido por arriba y liberé las redondas y duras tetas. Sus endurecidos pezones atrajeron a su hijo. María se tragaba la polla cuando sintió el chorro de semen de su hijo que le entraba directamente hasta la garganta haciendo que se lo tragara sin saborearlo. Puso su lengua frente a su glande y toda la leche que siguió saliendo cayó en su boca, la mantenía allí, sin que se le cayera nada, sin tragarse nada. Aguantó hasta que salió todo el semen y después le mostró a su hijo el interior blanquecino de su boca. Su lengua estaba medio sumergida en el semen de Luis.

-¡Guau mamá, me pones caliente! – Mientras le hablaba Luis, María cerró la boca y se tragó toda la corrida que había recibido en su boca. - ¡Joder mamá, necesito más de ti!

Mi madre se colocó tras él y lo abrazó, aferrándose a su endurecida polla que apenas había perdido parte de su dureza.

-¡Vamos, Luis! – Le susurraba mi madre en el oído. - ¡Deseas follarte a tu madre! – La mano de mi madre se agitaba sobre su polla. - ¡Clávasela hasta el fondo!

Levanté a María y la coloqué frente a su hijo. La abracé y mis manos amasaban sus pechos perfectos. Estaba disfrutando al acariciar a aquella mujer. Miraba a Luis que no apartaba la vista de su madre, deseándola, comiéndosela con los ojos, su polla volvía a ponerse dura para su madre.

La giré e hice que se inclinara hasta que apoyó sus manos en el asiento de la silla. Levanté la falda y apareció su redondo culo. Ella miraba a su hijo, le excitaba verlo ansioso por poseerla. Acaricié sus cachetes y los separé. Luis podía ver su redondo ano y los arrugados labios que custodiaban su vagina. Mi madre y yo los manejábamos como si fueran dos perros en celo.

-¿Quieres follar el hermoso culo de mamá? – Le hablaba mi madre al oído. - ¿Prefieres que Juan se la folle y tú los miras…?

-¡No, su coño es mío! – Luis se deshizo de mi madre y corrió para agarrar las caderas de su madre. - ¡Te quiero mamá! – Gritó y su polla daba contra ella sin acertarle en su coño.

-¡Espera cariño! – María se había incorporado y medio girada, agarraba por la nuca a su hijo que hacía presa en su cintura sin poder parar el movimiento de sus caderas. - ¡Vayamos a la cama que estaremos mejor! – Se fundieron en un beso.

Así caminamos hasta la habitación de María, donde una gran cama nos esperaba. Cada hijo con cada madre, abrazados y ansiosos por tener sexo. Sobre todo Luis que llevaba su pantalón medio caído y su erecta polla mostraba todo su deseo. Me senté en un sillón que había a un lado de la habitación e hice que mi madre se sentara en mis piernas. La besaba y la acariciaba hasta que la otra incestuosa pareja comenzaron a desnudarse entre besos y pequeños gemidos. Mi polla presionaba dentro de mi pantalón excitada por la escena que nos ofrecían nuestros amigos.

-¡Oh Luis, nunca hubiera imaginado tanto placer! – Luis se había agachado y lamía de nuevo la raja de su madre. - ¡Qué placer más bueno!

Mi madre también estaba caliente con aquello y no paraba de acariciar mi cuerpo. Se desabrochó el vestido y sacó sus pechos para ofrecérmelos. Mi boca empezó a lamer sus pezones que se pusieron cada vez más duros. Su mano acariciaba mi nuca y me estrujaba contra ella, para que la mamara más. ¡Qué placer tener sexo con mi madre junto a nuestros amigos!

-¡Venid junto a nosotros…! – No dijo María junto a la cama.

María y Luis estaban desnudos. Ella se tumbó boca arriba a un lado de la cama con sus piernas abiertas, mientras sus manos llamaban a su deseado hijo. Luis no tardó en colocarse sobre ella envuelto por las piernas de su madre. Se besaban como dos amantes. Él era un joven inexperto y ella se sentía como una amante de quince años, como si él fuera su primer amante. La polla de Luis se colocó sobre la raja de su madre y podía sentir el calor que brotaba de su ardiente sexo. Las jóvenes caderas de él se movieron instintivamente y el endurecido miembro se deslizaba a todo lo largo del mojado sexo de ella.

-¡Hijo, nunca imaginé que pudiera sentir tanto placer contigo! – María recibió un profundo beso como respuesta y sus sexos siguieron frotándose.

Mientras mirábamos como nuestros amigos se amaban, desnudé por completo a mi madre y ella liberó por completo mi endurecido pene, deseoso de recibir el amor de una madre.

Llevé a mi madre hasta los pies de la cama y desde allí podíamos ver perfectamente como Luis se movía sobre su madre y como sus sexos se frotaban sin llegar a penetrarla. Los gemidos de María iban aumentando cada vez más. El roce del glande de su hijo sobre su clítoris la estaba llevando a un orgasmo.

Mientras María gritaba más y más, hice que mi madre se doblara por la cintura y que apoyara sus manos entre las piernas de Luis, a los pies de la cama. Ella podía ver perfectamente el incesto que se estaba cometiendo en aquella cama. Para mí quedaba ese redondo y hermoso culo de mi madre. Estábamos excitados y calientes y no hubo preámbulos, tomé mi polla y busqué el interior de su vagina. Fue coincidencia, pero cuando mi glande empezaba a dilatar el interior de la vagina de mi madre, la polla de Luis acertó a separar los labios del coño de su madre y entró de golpe en la maternal vagina que lo esperaba ansiosa.

-¡Ouf, qué buena polla! – Gimieron las dos a la vez.

Yo agarraba las caderas de mi madre y no paraba de clavarle mi polla mientras sus tetas se movían al ritmo de mis penetraciones. Luis gruñía y botaba sobre su madre, hundiéndose en lo más profundo de su vagina y arrancando gemidos de placer a aquella madura mujer. La habitación estaba inundada por los gritos, gemidos y gruñidos de los cuatro, que follábamos desesperadamente, Luis y María por ser la primera vez que tenían sexo incestuoso, mi madre y yo por la excitación que nos producía tener sexo junto a ellos. Habíamos follado muchas veces juntos, pero hacerlo junto con otra pareja de madre e hijo era una sensación indescriptible.

Mi polla entraba y salía rápidamente del coño de mi madre, mientras ella no dejaba de mirar como su nueva amiga era penetrada ansiosamente por su hijo. Los gemidos de María y Luis empezaron a mostrar que los dos estaban a punto de alcanzar el clímax. Luis clavó con fuerza su polla totalmente en la vagina de su madre cuyas piernas empezaron a temblar por el placer que sentía al sentirse llena del semen de su hijo. Volvió a sacar y clavar de nuevo la polla y algo de semen rebosó y resbalaba por los dilatados labios de María.

La imagen de la blanquecina polla que entraba y salía de María consiguió provocar a mi madre que empezaba a tener su deseado orgasmo. Giró la cabeza y clavó las uñas de su mano en mi antebrazo para rogarme.

-¡Fóllame y arráncame este orgasmo!

Agarré con fuerza sus caderas y la penetraba todo lo fuerte y con rapidez que me daba mis deseos más lujuriosos. Sentía como entraba y salía de ella sin ninguna resistencia y sus piernas empezaron a debilitarse por el placer. Cayó hacia la cama donde los otros amantes aún disfrutaban de la unión de sus sexos. La cara de mi madre se posó encima del culo de Luis y entre gemidos y el placer de sentir como su vagina era penetrada por completo, su boca se dedicó a besar y mordisquear aquel joven culo, acariciándolo por el placer.

No pude más, entre los gemidos de mi madre y mis propios gruñidos solté en el interior de su coño toda la leche que mis huevos llevaban reteniendo para ella.

-¡Dios que maravilla! – Gemía mi madre sintiendo como su vagina se inundaba y acariciando los huevos de Luis. - ¡Qué orgasmo más bueno!

La mano de mi madre sacó deliberadamente la polla de Luis de su maternal cubículo y empezó a acariciarla, sin darle descanso. Saqué mi polla de ella y pude ver como un río de semen brotaba de su dilatada raja hasta caer en la blanca sábana.

-¿Te gustaría probar otra mujer? – Dijo mi madre a Luis que miró hacia atrás, pero no dijo nada.

Los cuatro nos movimos sobre la cama, sin apenas hablarnos. Nuestras pollas estaban blancas por el semen y el batir de los flujos de nuestras madres. María cogió unas toallitas húmedas del cajón de la mesita y todos nos limpiamos nuestros sexos.

Luis estaba junto a su madre, boca arriba mientras mi madre le limpiaba su dormida polla, después se limpió ella. Yo me limpiaba de rodillas, delante de María que no apartaba la vista de mí, mientras ella abierta de piernas me mostraba como dejaba su raja limpia.

-¡Se ha dormido! – Dijo mi madre agarrando la polla de Luis y empezando a mamarla suavemente. - ¡Vamos, despierta qué te necesita tita Raquel! – Decía y seguía dando la suave mamada.

Poco a poco la polla de Luis iba creciendo dentro de la boca de mi madre. Ella nunca había tenido sexo con otro hombre después de parirme, salvo mi polla no había entrado otra en ella, ni en su coño ni en su boca… Verla allí, junto a mí, me estaba calentando… ¡Me encanta ver cómo se follan a mi madre! Pensé. Mi polla empezó a endurecerse poco a poco con la imagen de mi madre que gozaba de una polla que no era la mía.

-¿Te pone mirar a tu madre? – Me dijo María.

Ella se pegó a la otra pareja, de lado y levantó su pierna superior ofreciéndome su coño. Me coloqué tras aquella preciosa madre y me acerqué a su culo. Su mano cogió mi polla entre sus piernas y la llevó hasta la entrada de su vagina. Sentí en mi glande como sus labios envolvían mi polla y empujé. El calor de su vagina envolvió toda mi polla y empecé a penetrarla.

Mientras follaba a María, miraba como mi madre dejó de mamar a Luis. Ella abrió las piernas y se sentó sobre él. Su endurecida polla se apoyaba sobre la raja de su culo mientras ella le ofrecía sus tetas. Luis mamaba lo pezones agarrando cada pecho con una mano, cambiando de uno a otro.

-¡Sigue, sigue mamando! – Le animaba mi madre. - ¡Puedo sentir tu dura polla en mi culo!

María aguantaba una pierna en alto mientras yo me movía para follarla. Mi polla se escapó de su vagina y apuntó directamente a su ano, mi glande empujó en su esfínter y se introdujo un poco.

-¡Ah, ten cuidado que soy virgen por ahí! – Ella protestó. - ¡Por ahí no, niño!

Me coloqué de rodillas, dejando su pierna inferior entre las mías y poniendo la otra sobre mi pecho haciendo que se abriera mucho, sus dos boquetes estaban expuestos a mí. Tomé mi polla con una mano y la llevé a su raja, empujé y la penetré por completo.

María miraba a su amiga que tenía la polla de Luis en la mano, la dirigió hasta su coño y poco a poco fue entrando en ella. Él la fue penetrando hasta que estuvo por completo dentro. Luis estaba como loco y no paraba de moverse, penetrando desesperadamente a mi madre que jadeaba, gemía y animaba a su amante para que le diera toda aquella polla.

-¡Vamos Luis, sigue follando a tita Raquel! – Gritaba mi madre. - ¡María, qué maravilla tener estos dos jóvenes para que nos den placer!

-¡Sí! – Dijo María que al igual que su amiga disfrutaba al sentirse penetrada. - ¡No hay nada como el ímpetu de la juventud!

Podía ver perfectamente como la polla de Luis entraba y salía del coño de mi madre, como sus labios acariciaban toda aquella carne que entraba y le daba tanto placer. Luis se aferraba al culo y se movía con ganas de darle placer.

Yo seguía penetrando a María que no perdía detalle de su hijo. Disfrutaba viéndolo, pero sentía que quería tener de nuevo a su hijo dentro de ella. Con una mano me paró y me apartó de ella.

-¡Me estoy volviendo loca viéndote follar a Raquel! – Dijo María apartándose de mí y colocándose a cuatro patas en la cama. - ¡Dale un poco más de amor a mamá!

Luis no lo dudó, empujó a mi madre para que se separara y ella protestó por dejarla. Se colocó tras su madre y agarrándola por la cintura comenzó a follarla. Mi madre estaba de rodillas junto a ellos, viendo como se amaban. Me coloqué tras ella y la abracé por la cintura dándole un leve mordisco en su cuello. Ella se echó atrás y pegó su cuerpo al mío. Mi polla daba en su culo y se la restregaba, pidiendo permiso para entrar en ella.

-¡Vamos Juan, no hagas esperar a tu madre! – Se echó hacia delante para ofrecerme su redondo culo. - ¡Ven hijo, hazme gozar!

Por debajo de su sexo apareció una mano y con dos dedos separó los labios de su coño. Su mojado, pegajoso y lascivo interior apareció para invitarme a entrar. No la hice esperar, agarré mi polla con una mano y la acerqué hasta su rosada entrada. Podía sentir el calor de su interior. Mi polla era engullida con deseo por aquel maduro sexo.

-¡Sí, entra hasta el fondo! – Me dijo y mis caderas empujaron hasta que no pude entrar más en ella. - ¡Folla a mamá y dale placer!

Agarrado a las caderas de mi madre y sintiendo como mi polla la llenaba por completo, miré a mi compañero y allí estaba él, también agarrado a las caderas de su madre, también disfrutando de follarla. Llamé su atención con la mano derecha y él me miró. Le hice señas para que hiciera lo mismo que yo hiciera con mi mano derecha.

Con la mano izquierda separé un poco los cachetes del culo de mi madre mientras mi polla no paraba de penetrarla, él hizo lo mismo con su madre. Aparecieron los anos de nuestras madres que se agitaban por la presión que hacían nuestras pollas dentro de ellas. Coloqué la mano derecha sobre el culo de mi madre de forma que mi dedo gordo quedó encima de su redondo esfínter, Luis hizo lo mismo.

-Acaricia… - Le susurré.

-¡Ouf, maldito Juan, qué le estás enseñando a mi niño que me da tanto gusto! – Dijo María al sentir como el dedo de su hijo jugaba acariciando su ano.

-Presiona a la vez… - Le dije a Luis.

María no dijo nada más, se limitó a retorcerse y gemir. Al igual que mi madre que sentía un gran placer al sentir como mi dedo forzaba su esfínter, abriéndolo para que mi dedo pudiera entrar. Empujé sin dejar de mover el dedo y poco a poco iba entrando cada vez más en ella. Nuestras pollas entraban sin descanso y los dedos hacían que nuestras madres sintieran más placer.

Mi dedo estaba por completo dentro del ano de mi madre que no dejaba de gemir. Se lo mostré a Luis que aún no lo había metido por completo. En mi dedo podía sentir las embestidas que mi polla daba en su vagina. Presionaba hacia su vagina y mi madre se retorcía de placer. Estaba penetrando sus dos agujeros.

Luis acabó de meter el dedo en el culo de su madre. Ella gemía y se retorcía al sentirse tan llena. Durante un buen rato las penetramos por ambos lados.

-¡Juan, lléname el culo con tu rabo! – Me pidió mi madre y escupí un poco de saliva en su ano.

Saqué mi polla de su vagina, estaba totalmente envuelta en flujos. Me levanté y doblé mis piernas para tener mejor acceso a su ano. Sus manos agarraron sus cachetes y los separaron, ofreciéndome por completo su ano para que yo disfrutara de él. Mi mano llevó el endurecido glande hasta su ano, mi madre dio un respingo cuando sintió que empezaba a presionar.

-¡Ah… Poco a poco cariño! – Me dijo.

Aparté mi polla y empecé a jugar con un dedo para dilatárselo; poco después eran dos los que entraba en su estrecha entrada. Ella gemía pues le gustaba que hurgaran en su culo. Hice que mi madre se moviera en la cama de forma que su culo quedara mirando para nuestros amigos, los dos podían ver perfectamente su redondo culo y el dilatado agujero de su ano. Agarré mi polla y la llevé de nuevo hasta la estrecha entrada. Aún costaba entrar, pero empujé y mi glande supero el prieto anillo de mi madre. Sentía como su esfínter intentaba estrangular la cabeza de mi polla, ella gemía e intentaba relajarse.

Luis podía ver como mi polla entraba en el culo de mi madre y aquello le produjo gran excitación. Agarró con fuerza las caderas de María y clavaba con fuerza su polla en el coño de su madre que no paraba de gemir al sentir como su joven hijo le atravesaba.

Dejé caer el peso de mi cuerpo sobre mi madre y mi polla iba entrando cada vez más hasta que estuvo por completo dentro de ella. Desde el momento en que mi glande rompió la barrera de su esfínter, los gemidos de mi madre iban aumentando por momentos, sintiendo cada vez más placer al hundirse mi polla en sus entrañas.

-¡Sigue Juan, párteme el culo! – Gemía mientras yo me afanaba en darle placer. - ¡No pares, ouf, dame más fuerte!

Tras de mí escuché los gemidos de María que tenía de nuevo un orgasmo. Mientras nuestros amigos alcanzaban el placer, yo podía sentir como mis huevos golpeaban contra los labios del coño de mi madre que no dejaba de gritar.

-¡Ya, ya, ya me voy mamá! – Escuché decir a Luis que sin duda volvía a correrse en lo más profundo de la vagina de su madre que no paraba de gemir.

Era impresionante ver el redondo culo de mi madre, como mi polla entraba en ella, escuchar sus gemidos, sentir como mis huevos golpeaban contra ella… Estaba gozando de mi madre de la manera más cochina que podía imaginar, dándole por el culo… Y los dos disfrutábamos de aquello. Era la primera vez que enculaba a mi madre. Sudaba sobre ella y mis gotas caían sobre su espalda. Los dos gemíamos, los dos gozábamos cada vez que mi polla entraba y dilataba un poco más su estrecho ano.

-¡Lléname con tu leche! – Me gritó en el momento que empezaba a tener el orgasmo que tanto deseaba. - ¡Suéltalo todo dentro de mí!

No pude más que obedecerla. Intenté acelerar un poco más el ritmo de mis embestidas, pero fue inútil, apenas tres o cuatro y mi polla quiso obedecerla. La clavé todo lo posible en mi madre y un chorro de semen salió disparado. Poco a poco me iba vaciando dentro de ella y ella disfrutaba sintiendo mi calido semen en su interior. Caímos rendidos en la cama, sudorosos por el intenso sexo anal que habíamos tenido. Nos besamos mientras aún mi polla permanecía dentro de ella, botando alegre al soltar su carga.

Luis y María estaban descansando junto a nosotros y nos miraban. Los dos habían disfrutado no sólo de tener sexo entre ellos, si no además de ver como tomaba el apretado culo de mi madre. Los cuatro permanecimos allí, descansando por un rato y después mi madre y yo volvimos a casa despidiéndonos de nuestros amigos y prometiendo que otro día repetiríamos la experiencia, pero sin cobrar, sólo por placer. María le prometió a su hijo que pronto le entregaría su culo para que él le hiciera lo que yo había hecho a mi madre…