El prospero negocio de mamá.
La crisis hace que haya que buscar el dinero de donde sea. Aunque sea prostituyendo a tu hijo con maduras y tu propia madre.
El prospero negocio de mamá.
Me llamo Juan, vivo solo con mi madre desde que tengo uso de razón y la verdad es que aún no me ha explicado bien las razones por las mi padre nos abandonó siendo un bebé de apenas un año. Mi madre había trabajado todo este tiempo en una empresa textil, de administrativa y la verdad es que ganaba un buen dinero. Ella se llama Raquel, es una mujer bonita y tiene un buen cuerpo aún teniendo ya los cuarenta y cuatro años. Lo malo fue hace unos meses en que la despidieron pues su empresa fue comprada por una multinacional. Podía haberse quedado en su puesto de trabajo, pero le pedían dos idiomas el “griego y el francés”, y ella no quería “hablar” esos idiomas, además de que su compañera habló todo los idiomas que hicieron falta para no quedarse en la calle.
Así fue como nos vimos sin ingresos. Yo estaba apunto de finalizar el primer curso de ingeniería en la universidad, no podía trabajar en nada concreto y peligraba mis posibilidades de poder seguir en el siguiente curso académico.
Una tarde estaba en casa con una de sus amigas y vecina nuestra que vivía dos plantas más arriba. Entré y saludé a mi madre dándole un beso y un hola para Gertru, preciosa mujer de unos cincuenta años que se había quedado viuda dos años atrás.
-Juan… - dijo mi madre. – A Gertru se le ha estropeado el tostador esta mañana y hablando conmigo le he comentado que tal vez tú podrías arreglárselo…
-Bueno… - contesté – puedo mirarlo pero no aseguro que lo haga funcionar…
-¡Vale! – dijo nuestra vecina – ¡Pues sube un momento y lo miras!
Cogí mis herramientas y acompañado de Gertru salí de nuestro piso. Caminaba delante de mí y mis ojos no se apartaban de su redondo culo. Con cada paso sus nalgas se bamboleaban. La había visto muchas veces en casa y en el portal, pero nunca pude apreciar ninguna parte de su cuerpo en especial, sí, en general era una mujer apetecible, pero su rostro mostraba su edad y a mí particularmente no me despertaba una lujuria incontenible. Pero sí, tenía que reconocer que allí, de cerca, su culo se mostraba apetecible con aquel sugerente movimiento. Entramos en el ascensor y ella se colocó a un lado y yo al otro, uno frente al otro. Hubiera jurado que su camisa estaba más abrochada cuando estábamos en casa, junto a mi madre… Aquella mujer empezaba a ponerme nervioso y algo caliente. Tal vez quería otro tipo de arreglo…
-¡Ven, este es el cacharro! – Me dio la tostadora. – Ponte en la mesa del salón… ¿Quieres un refresco?
Asentí con la cabeza y mientras ella entraba en la cocina, yo caminé hasta el salón y lo dispuse todo sobre el mantel que cubría aquella mesa. Saqué unas cuantas de herramientas y empecé a desmontar poco a poco, tornillo a tornillo.
-¡Aquí tienes, guapo!
Sonó tras de mí la dulce voz de ella y a mi lado colocó un baso de refresco de cola.
-¡Gracias! – Dije y solté la herramienta que tenía para dar un sorbo de la bebida.
Después de un buen rato encontré la avería, se trataba de un cable suelto. Durante todo el tiempo ella estaba sentada junto a mí, a mi derecha, mirando atentamente todo lo que hacía, apoyaba sus brazos en la mesa y recogía entre ellos sus redondos pechos, de forma que los aprisionaba y hacía que sobresalieran algo más de su generoso escote. Si su culo era apetecible, sus pechos me convertían en un bebe deseoso de mamarlos. Mis ojos iban de las entrañas de aquel aparato a las redondeces de sus pechos. No podía evitarlo.
Tomé el soldador y el estaño para colocar el cable donde faltaba y mis ojos iban de un lado a otro. Puse estaño en el lugar de unión y acerqué el cable junto con el soldador. Erré con el soldador y me quemé levemente un dedo.
-¡Ah, qué torpe estoy! – dije colocando el soldador en un lugar seguro y agarrando después mi dedo quemado.
-¡Hijo, a ver que te has hecho! – ella agarró mi dedo y lo acercó a su cara. – Aquí te va a salir una pequeña vejiga, hay que humedecer la zona… - miró a un lado y a otro buscando algo - ¡Bueno, la saliva también valdrá! – diciendo esto se metió mi dedo en la boca y empezó a chuparlo.
-¡Bueno, necesito el dedo para acabar de arreglar el tostador! – le dije.
-¡Uf, perdona! – dijo ella liberando mi mano.
Continué y ella no dejaba de mirar, aprisionando sus pechos y mostrándome cada vez más lo redondos que eran. La miraba a la cara y le sonreía. Tenía unos ojos verdes y la verdad es que era una mujer bonita, de unos cincuenta años, pero bonita.
-¡Acabado! – le dije – Vamos a probarlo en la cocina…
Ella sonrió y cogió su tostador ilusionada para probarlo en la cocina. Lo enchufó y comprobó que todo funcionaba perfectamente.
-¡Eres un genio! – me dijo dándome un beso en la mejilla. - ¡Toma, te lo has ganado! – sacó de un pequeño monedero un billete de veinte euros para ofrecérmelo.
-¡No, por favor! – le dije - ¡No hace falta! Somos vecinos y como esto no se me da mal, pues te lo arreglo sin más… - ella se quedó pensativa por un momento.
-¡Pues te voy a dar algo en lo que soy muy buena!
Me agarró rápidamente de la muñeca y tiró de mí hasta llevarme al salón, era una mujer fuerte. Me empujó y caí en el sofá. Ella se arrodilló entre mis piernas y antes de que me pudiera dar cuenta me había desabrochado el cinturón, botón del pantalón y estaba bajando la cremallera.
-¡Pero… Pero…! – No sabía que decir ni que hacer, simplemente la miraba incrédulo por lo que aquella mujer me hacía.
-¡Vamos niño, tú eres bueno arreglando cosas! – Dijo mientras su mano se aferraba a mi pene y empezaba a acariciarlo. - ¡Yo soy buena mamando pollas!
Acabó de decir esto y mi polla se perdió dentro de su boca. ¡Dios, qué maravilla me estaba haciendo en mi polla! Nunca me la habían mamado, a lo único que había llegado con una chica era algún magreo furtivo, pero nada más. Ahora estaba aquella madura mujer aferrada como una desesperada a mi polla, chupándola, jugando con su lengua sobre mi glande, tragándola hasta el fondo de su garganta. Mi pene tomó un tamaño colosal, nunca lo había visto tan grande.
-¿Te gusta lo que te hace tita Gertru? – Dijo sacándose el pene de la boca y jugando con su lengua en mi glande. - ¡Quiero la leche que contiene este biberón!
Se quitó la camisa y el sujetador. Sus dos impresionantes tetas quedaron a mi vista. Dos enormes y erectos pezones me llamaban para que los mamase, sus dos oscuras aureolas se convirtieron en el objetivo de mi boca.
-¿Te gustan? – Me preguntó agarrando con los dedos índice y pulgar de cada mano sus dos pezones. - ¿Quieres que tita Gertru te de el pecho? – No pude hablar, asentí con la cabeza mientras acerqué mis manos para tocarla. – ¡Eso es, toca a tita! ¡Pero a cambio quiero tu biberón hasta que me des tu leche!
Me levanté delante de ella. Podía verla a mis pies, de rodillas, con mi endurecido pene frente a su boca. Mis pantalones cayeron al suelo y ella me ayudó a quitármelos. Me incliné para tocar sus pechos e intentar lamer sus pezones. Una de sus manos me detuvo y me giró la cabeza para ofrecerme su boca. Sentí como su lengua entraba en mi boca y jugaba con la mía. Me senté de nuevo en el sillón y me recosté tirando de ella para que se echara sobre mí. Mientras yo caía hacia atrás, ella me levantó la camiseta poco a poco, besando y lamiendo mi cuerpo centímetro a centímetro, sintiendo sus desnudos pechos sobre mi piel. Su lengua se detuvo en mi pezón y jugó con él, mi pene estaba bajo su barriga y latía excitado con aquella mujer que me ofrecía mi primer sexo.
Se levantó y cogió de un mueble un bote. Con una mano agarró y juntó sus tetas y echó el líquido que contenía el bote… parecía aceite. Envolvió mi pene con sus pechos y empezó a moverlos para masturbarme… era aceite.
-¡Te gusta, mi niño! – Me preguntaba con voz sensual y la lujuria en los ojos. - ¿Quieres que tita Gertru haga que te corras?
No podía contestar, moví la cabeza y lo único que podía hacer era disfrutar de las sensaciones que me producía follar sus tetas. Inclinó su cabeza hacia delante y sacó su lengua. Cada vez que mi pene emergía de entre sus pechos, su lengua lamía mi glande. ¡Qué placer más grande!
Unos minutos después soltaba sus pechos y su boca devoraba de nuevo mi pene, hundiéndose de nuevo en su calida y húmeda boca. Empecé a sentir que me iba a correr. Mi pene estaba totalmente endurecido, latía deseando descargar, hinchado de placer… cerré los ojos y me dejé llevar por el placer que me daba… Ya iba a salir todo…
-¡Te quieres correr! – Me dijo ella soltando mi pene. - ¡Vamos, dáselo todo a tita!
Se puso de pie y se giró para darme la espalda. No podía entenderlo, ya estaba a punto de darle todo mi semen y ahora abandona su trabajo. Se inclinó hacia delante para poner su culo un poco en pompa mientras giraba su cabeza sonriendo. Sus manos empezaron a levantar su falda poco a poco hasta que empecé a ver la hermosa redondez de su culo cubierto por unas bragas negras de encaje. Sus manos agarraron el filo de aquella fina prenda y empezó a bajarlas, poco a poco iba apareciendo ante mí su desnudo culo, grande y redondo. Se agachó hasta que sus manos llegaron a sus tobillos, sacó los pies y me lanzó las bragas. Las cogí y olí el aroma de su mojado sexo.
Se volvió a levantar y puso una pierna a cada lado de las mías. Se inclinó y podía ver los depilados labios de su coño. Con una mano los separó para que pudiera ver su rosado y mojado interior. Mi polla iba a reventar, no podía aguantar más.
-¡A qué te gusta el chochito de tita Gertru!
Se sentó sobre mí, colocando mi pene delante de su raja. Yo acariciaba su redondo culo mientras su mano acariciaba mi pene. Estaba a punto de estallar sintiendo su caliente raja junto a mi pene. No pude más.
-¡Aaaah, me corro! – Dije y sentí como mi pene lanzaba chorros de semen.
-¡Si cariño, dámelo todo, vacía tus huevos en mí! – Estaba gozando mientras veía como mi semen le caía en el pecho y su barriga.
Cerré los ojos por el placer que estaba sintiendo y su mano no paraba de masturbarme. No paraba de pedir que le diera toda mi leche. Entonces llegó el momento que ella más deseaba. Mientras mi pene aún se convulsionaba para darle todo el semen, su mano lo dirigió a la entrada de su vagina y se la clavó de una vez. Nunca había sentido aquel placer. El roce de su vagina en mi excitada polla volvió a darle vida a mi pene. Ella se agitaba clavándosela y gimiendo. No pude descansar, ella quería follar y había que hacerlo.
Abrí los ojos y podía ver como mi pene se perdía en el interior de su raja. Su vagina no dejaba de lanzar flujos y mis huevos estaban totalmente mojados.
-¡Qué buena, dios qué buena es esta polla! – Gritaba y se retorcía.
La empujé para levantarla y mi pene salió brillante de su vagina. Ella protestó y la agarré por el pelo con algo de violencia. La besé furiosamente acariciando sus tetas a la vez. La tumbé boca arriba allí mismo, en el suelo del salón. Ella abrió las piernas de par en par esperando que la penetrara de nuevo. Así lo hice. Mi polla entró por completo en ella mientras mis manos se agarraban a su culo. Me movía enloquecido, clavando con toda mi fuerza mi polla contra ella. Sus gemidos y chillidos inundaban toda la casa… estaba gozando.
Mordí su cuello mientras la follaba y ella tenía un orgasmo tras otro. Se retorcía, chillaba, gemía, lloraba… gozaba como nunca antes lo había hecho. Mi pene de nuevo quería lanzar su semen, no podía evitarlo ahora que estaba dentro de ella. Me tensé con un gruñido de animal sobre su cuerpo y mi pene entró hasta lo más profundo de su vagina. Una corrida siempre me había dado mucho placer, incluso la anterior que me había provocado Gertru con su mano, pero sentir el calor de la vagina de ella y lanzar mi semen, aquello era algo indescriptible.
Los dos jadeábamos. Gertru estaba con sus piernas abiertas de par en par, su cuerpo se convulsionaba mientras yo aún seguía clavado en su sexo y mi polla lanzaba las últimas gotas de semen.
-¡Dios, hijo, es el mejor polvo que he echado en mucho tiempo! – Me dijo besándome.
-¡Nunca imaginé que esto fuera tan bueno! – Le dije con la voz entrecortada.
-¡No me digas que ha sido la primera vez! – Asentí con la cabeza y ella me besó. - ¡Espero que no sea la última pues me has hecho ver el cielo!
Nos levantamos y nos sentamos en el sillón a descansar. Al rato ella me limpió mi pene y después me vestí para marcharme a mi casa. Cuando llegué con mis herramientas habían pasado dos horas. Mi madre estaba sentada viendo la televisión y me sonrió.
-¿Has tardado en arreglar la tostadora? – Me dijo con una sonrisa pícara.
-¡Es que tenía más de lo que parecía! – Le contesté.
Aquella noche cenamos y después vimos un poco la televisión. Mi madre parecía algo rara, como si supiera lo que había pasado allí. Entonces sonó el teléfono y ella contestó.
-¡Ah, Gertru! ¿Funciona ya? – Tenía una cara divertida. - ¡Vaya, así que te ha hecho un buen arreglo, vaya, vaya!
Yo me marché a mi habitación y las deje hablando. Mi madre reía mientras hablaba con nuestra vecina. Me acosté y puse la televisión para dormirme. Estaba mirando la televisión, pero mi mente estaba recordando el polvo que había echado con Gertru. En mis pajas muchas veces había utilizado a profesoras, alguna tía mía y alguna vecina para inspirarme, pero hacerlo con una era más de lo que hubiera imaginado. Gertru no tenía complejos, ni perjuicios por aquello. Me folló, gozó todo lo que pudo y me volvió loco con su coño y su experiencia. Cualquier otra jovencita seguro que hubiera puesto muchos problemas y sobre todo no lo habría hecho como Gertru… o tita Gertru como ella se hacía llamar mientras follábamos. Con el gozoso recuerdo de mi primer polvo me dormí.
El día siguiente fue normal, me levanté, fui a las clases… Todo era igual, pero en mi memoria estaba el polvo que había echado con Gertru, deseé que pronto se le volviera a estropear la tostadora. Sobre las tres llegué a casa y mi madre tenía preparada la comida.
-¡Hola Juan! – Me saludo con un efusivo beso y una gran sonrisa. - ¡Anda, lávate las manos y come!
Ella siempre había sido cariñosa conmigo, pero desde que caímos en la pésima situación económica que teníamos su alegría había menguado. Pero aquella tarde volvía a mostrar el cariño de antaño.
-¿Te ha pasado algo bueno hoy? – Le pregunté.
-Imagina que hoy he hablado con Gertru y me ha comentado que ayer te quiso pagar por el arreglo y que tú no quisiste…
-Perdona, es que no sabía si lo iba a poder arreglar y además es nuestra vecina y tu amiga…
-Si está bien que no le cobraras a ella, pero ha estado hablando con amigas suyas para que seas “un chico de mantenimiento” y dice que cuando alguna necesite que le arreglen algo te avisará… ¡Por fin podremos tener algo de dinero!
-¡Bueno, visto así no está mal! – Le comenté.
-Pues si no te parece mal, una amiga suya que vive dos calles más allá tiene un problema con un enchufe… ¿Podrás arreglarlo?
-¡Bueno mamá, tendré que verlo primero…!
-¡Estupendo, pero a esta ya le cobras que sabes cómo está la cosa! – El brillo en los ojos de mi madre mostraba su gran felicidad, no podía defraudarla. – Le he comentado que a las seis irás a su casa… ¿vale?
Asentí con la cabeza y seguí comiendo. Después estudié un poco y preparé mis herramientas para ir a la casa de esa tal Laura. Mi madre la conocía y me comentó que era la esposa de un representante que pasaba casi toda la semana sola. Desde que mi madre quedó en paro desayunaba con Gertru, Laura y otras tantas amas de casa del barrio, la mayoría aburridas que pasaban el tiempo que sus maridos las dejaban solas, entre el bingo, las novelas de la televisión y tomar café en los bares del barrio. Tomé mis bártulos y caminé por la calle para buscar el piso de Laura.
-¿Sí? – Sonó en el portero electrónico la voz de una mujer cuando llamé al piso 3º B del bloque 27.
-¡Hola, soy Juan el hijo de Raquel…!
-¡Ah, sí pasa hijo, pasa! – Sonó el resorte de la puerta abriéndome.
Subí en el ascensor hasta el piso y salí al rellano. La puerta estaba abierta y allí esperaba ella, una mujer de unos cuarenta años. Vestía una especie de bata ajustada que marcaba su pronunciada cintura que delimitaba su hermoso torso de sus redondas y anchas caderas. Aquella ropa la cubría hasta lo alto de las rodillas y mostraba que sus piernas eran largas y bien musculadas. Su pelo ondulado lo llevaba recogido en un moño y mostraba un esbelto y largo cuello. No era fea, pero aquellas horribles gafas de pasta no me dejaban apreciar si sus ojos eran bonitos. Lo que si me mostraba su ajustada ropa era que tenía más bien poco pecho.
-¡Yo soy Juan…! – Le dije ofreciéndole mi mano derecha.
-¡Hola hijo, soy Laura! – Agarró mi mano y tiró de mí para abrazarme y darme un par de besos. Su delicado y delicioso aroma penetró en mi nariz y me embriagó. - ¡Entra, entra y pon eso por ahí!
-¡Con permiso! – Dije cortésmente.
-Sígueme… - Me dijo y caminamos por el pasillo hasta su habitación. – Mira este es el enchufe que no funciona. – Se puso de rodillas en el suelo y se inclinó para buscar el enchufe del despertador. Su culo quedó en pompa y pude observarlo, era redondo y me sentí excitado. - ¡Vez hijo! – Lo enchufó y me mostró que el despertador no funcionaba. Se había colocado de rodillas, echando el culo hacia atrás, de forma que la tela de su ropa se estiró y pude ver parte de su muslo. ¡Qué rica estaba aquella solitaria mujer!
-¡Vale! – Dije. – Voy por una cosa para comprobar si llega corriente o es el despertador el que está malo.
-Ya he enchufado otra cosa y tampoco funcionaba…
Cogí una herramienta de mi caja y volví a la habitación para hacer la comprobación. Ella estaba sentada en el filo de la cama, junto a la mesita de noche donde estaba el enchufe en cuestión. Me arrodillé y comprobé que allí no llegaba corriente.
-¡Pues no llega corriente! – Dije y miré hacia ella.
Yo estaba de rodillas y ella miraba hacia mí. Sus piernas estaban algo entreabiertas y podía ver el interior de sus muslos hasta que al final podía ver unas bragas oscuras.
-¿Qué puede ser? – Me preguntó y la miré a la cara.
-¡Esperemos que uno de lo cables se haya soltado! – Dije y no pude evitar que mis ojos volvieran a mirar entre sus piernas. Ella lo notó y sus piernas se cerraron bruscamente.
Sentí como me ruborizaba por aquello y cogí las herramientas y me puse a desarmar el enchufe.
-¡Eso era! – Dije aliviado por no ser algo más complicado. – Aquí está el cable que está suelto… - Su aroma se hizo más intenso, ella se había acercado a ver qué pasaba y su cara estaba a pocos centímetros de mí. - ¡Ahora mismo lo arreglo!
Ella se volvió a sentar en la cama y no quise mirarla de nuevo… Su reacción anterior me hizo sentir cómo un mirón. Aflojé el tornillo que sujetaba el cable suelto y tomé el cable. Lo aproximé a su lugar y de momento hubo una explosión y toda la casa se quedó sin luz.
-¡Ah! – Gritó ella. - ¿Estás bien?
-Sí, sí… - No había cortado la luz en la casa y los dos cables se habían tocado produciendo un cortocircuito. – No me ha pasado nada…
La habitación estaba en penumbras pues ya empezaba a oscurecer. Su mano agarró la mía y la intentaba observar por si me había pasado algo.
-¿Tienes una linterna? – Le pregunté.
-¡Sí hijo, aquí mismo!
De la mesita de noche sacó una linterna y puse todo en orden para volver a colocar el enchufe en su lugar. Todo quedó perfecto y me levanté del suelo.
-¡Ya está listo! – Le dije y le ofrecí mi mano para ayudarla a levantarse de la cama.
-¡Gracias! – Me dijo agarrándola y poniéndose de pie.
Caminamos por el pasillo hasta la entrada del piso. Abrí la portezuela donde estaban los fusibles y volví a conectarlos. Todos los aparatos se encendieron y ella encendió la luz del pasillo.
-¿Cómo tienes la mano? – Me preguntó.
Agarró mi mano y buscó por si tuviera alguna herida. Parte de dos dedos estaban negros, pero no me había quemado mucho.
-¡Hijo, te voy a echar una crema que tengo ahí para las quemaduras! ¡Espérame en el salón!
Mientras ella buscaba la crema, yo guardé todas las herramientas y comprobé que el enchufe funcionaba. Empecé a poner el despertador en hora y ella apareció.
-¡Hijo, primero te voy a echar la crema! – Me dijo apartándome de la mesita. - ¡Anda, lávate las manos!
Así lo hice y marché al salón. Ella estaba sentada en el sofá delante de una pequeña mesa sobre la que tenía la crema.
-¡Ven aquí! – Me dijo y con la mano daba en el sillón indicando que me sentara a su lado. – Vamos a ver esa mano…
-¡No es nada! – Le dije.
-¡Sí claro, con Gertru te quemaste un dedo y ahora conmigo esto…! – Puso mis dedos en sus labios. – No parece que esté muy caliente la zona.
Si Gertru le había contado lo de la quemadura con el soldador tal vez le había contado más aún. Ella tomó un poco de crema y empezó a untarla por mis dedos.
-Entonces Gertru te contó la noche que le arreglé el tostador ¿no? – Laura se estremeció al ser consciente de que yo sospechaba que ella sabía lo que había ocurrido con Gertru. - ¿Te contó todo el “arreglo” que le hice? – Ella permanecía en silencio, untando la crema, más bien acariciando mi mano.
-¡Pues sí! – Habló como si le soltaran un resorte. – Me lo ha contado todo y yo quería lo mismo… Yo necesito que me arregles mi enchufe…
No lo pensé, me lancé sobre ella y empezamos a besarnos frenéticamente, acariciando nuestros cuerpos. Ella me besaba entre jadeos y pequeños gemidos. Puse mi mano entre sus piernas y empecé a acariciar su rodilla, intentando subir por su muslo, pero su ropa no me dejaba. Empecé a desabrochar los botones que tenía su ajustada bata por debajo y sus muslos se fueron separando.
Nuestras lenguas jugaban en nuestras bocas mientras mi mano acariciaba sus muslos, subiendo para buscar su sexo. Sentí el tacto de la delicada tela de sus bragas. Puse mi mano en su sexo y lo acaricié por encima de la tela. Podía sentir sus prominentes labios y necesitaba tocarlos. Busqué el filo de las bragas y metí la mano hasta tocarlos. Su sexo no tenía pelos.
Ella estaba recostada en el sofá, me separé de ella, separé sus piernas y me arrodillé entre ellas. Seguí desabrochando los botones de su bata hasta que la tela cayó a ambos lados de su cuerpo, quedando totalmente desnuda.
Sus pechos eran pequeños, de aureola oscuras y pequeñas, pero con unos erectos y grandes pezones. Los agarré con los dedos y jugué con ellos. Laura se retorcía, gimiendo y disfrutando.
Puse mis manos sobre sus pechos y las bajé por su cuerpo, acariciándola, disfrutando del tacto de su fina piel. Llegué hasta sus ingles. Puse uno de mis dedos gordos sobre sus bragas, acaricié su raja y noté su abultado clítoris. Me deleité en acariciarlo y ella se retorcía.
Con la otra mano aparté sus bragas a un lado y delante de mí apareció su coño con sus labios mojados. Mi dedo gordo buscó de nuevo su clítoris y seguí masturbándola. Sus gemidos se incrementaron, sus caderas se retorcían de placer.
Ya no podía más, agarré sus bragas y se las quité. Ella abrió las piernas totalmente, ofreciéndome su sexo. Separé los labios y encontré la entrada de su rosada vagina totalmente mojada. El olor de aquella hembra pudo conmigo y hundí mi boca para lamer su coño.
-¡Ouf, me vas a matar! – Laura gemía y se retorcía. - ¡Sigue comiéndome el coño!
Mi lengua recorría su raja y bebía sus flujos. Su cuerpo olía a perfume, su coño a hembra en celo y sus flujos me pedían que la follara.
Me levanté y saqué mi polla. Ella se sentó y la agarró rápidamente, sacando mi glande para admirarlo. Su lengua empezó a lamerlo y jugaba con él. Le quité las gafas y pude observar los preciosos ojos azules que tenía. Acaricié su pelo y encontré el pasador del coletero que sujetaba su ondulado pelo en un anárquico moño. Su pelo cayó hasta media espalda, alborotado. Estaba preciosa. Puse mi mano en lo alto de su cabeza y la empujé contra mí. Su boca se abrió y mi polla se perdió en su interior. Comenzó a darme una suave mamada que me producía un enorme placer. Una mano la colocó sobre mi culo mientras la otra me acariciaba los huevos.
Gozaba mirando como aquella madura mujer disfrutaba con mi polla. Mientras ella se afanaba en hacer que mi pene tomara su tamaño y dureza máxima, yo acariciaba sus pequeños pechos, jugando con sus pezones, la miraba admirando la sensualidad de su cuerpo desnudo, viendo sus piernas abiertas y su raja de la que no paraba de brotar flujos. ¡Estaba a punto de correrme!
-¡Ven cariño! – Le dije y la hice levantarse.
La besé de nuevo y con mis manos acaricié su hermoso culo. Ella me quitó la camiseta que tenía y comenzó a lamer mis pezones. Le acariciaba el pelo. Me ayudó a desnudarme por completo y de nuevo nos besamos. Estaba caliente y deseaba que la penetrara.
La coloqué mirando hacia el sillón, tiré de su bata, la dejé caer al suelo y con un pie la eché a un lado. Me pegué a ella, mi pene se colocó sobre su redondo culo, la abracé y mis manos buscaron sus pechos. Mordí su cuello mientras ella movía su culo contra mí y me acariciaba las caderas con sus manos agarrándome para que no me separara de ella.
-¿Quieres que te folle? – Le susurré al oído.
-¡Siiiií, métemela ya!
La empujé contra el sillón para que se colocara de rodillas sobre el asiento y con su pecho apoyado en el respaldo. Su culo quedó en pompa frente a mi polla que la apuntaba de forma amenazadora. Ella me miraba esperando recibirme en su interior. Sus ojos azules me mostraban la excitación que sentía al tener sexo conmigo, el joven que iba a reparar todo lo que ella necesitaba.
Puse mis manos sobre sus nalgas y las separé. Ella puso su culo más en pompa para que pudiera verla mejor. La raja de su coño estaba mojada, esperándome impaciente a que mi polla separara sus labios y llenara el interior de su vagina. En lo alto estaba el redondo esfínter de su ano.
Nunca había sentido una preferencia especial por esa parte de las mujeres, pero el ano de Laura era especial. No tenía ningún pelo y era de un color rosado, demasiado claro para lo que era normal. Sin pensarlo y sin darme cuenta me arrodillé tras ella y metí mi boca en su culo. Mi lengua empezó a lamerlo, jugando, haciendo círculos en él, arrancándole gruñidos y gemidos con cada caricia de mi lengua. Metí a la vez un dedo en su vagina y al momento estaba impregnado de sus flujos. Mientras mi lengua intentaba penetrar su ano, mi dedo acariciaba su clítoris desde el principio hasta que se perdía en el interior de su vagina, estaba totalmente endurecido.
-¡Oh hijo, me estás enloqueciendo! – Decía entre gemidos. - ¡No pares, dame más! ¡Qué maravilla de lengua!
Ella me ofrecía sus dos agujeros para que yo le diera placer. Saqué mi dedo empapado de su vagina y mi lengua bajó para saborear el coño. Mientras los flujos caían en mi lengua, mi dedo buscó su prieto ano y empecé a empujar en él. Entró un poco y sentí como ella daba un pequeño respingo a la vez que su esfínter apretaba mi dedo. Empujé un poco más y ella se relajó. Su ano perdió toda fuerza y dejó que mi dedo entrara un poco más.
-¡Qué maravilla! – Decía mientras su culo se agitaba sintiéndose penetrada por mi dedo. - ¡Si haces eso con el dedo, estoy deseando sentir que me harás con tu polla!
Dejé de lamer su raja y saqué el dedo de su culo. Ella se separó los cachetes con sus manos y me ofrecía sus dos agujeros para que le diera placer.
-¡Venga, dame placer! – Dijo ansiosa por que la penetrara.
Agarré mi polla con una mano y la acerqué a ella. Pasé mi glande por su raja y ella emitía ruidos de placer y desesperación por sentirse llena. Empujé un poco y mi glande se colocó entre sus labios, podía sentir el calor que emanaba del interior de su madura vagina. Sus manos agarraron con fuerza la tela que cubría el sofá esperando que mi polla llenara el interior de su vagina.
-¿Quieres que te folle? – Le dije dándole una cachetada en sus nalgas.
-¡Siiiií! – Gritó y su culo me empujaba para que entrara, yo me echaba atrás para no penetrarla. - ¡Fóllame ya! – Me pedía.
-¡Pídemelo, ruégame que te la clave! – Le decía para hacerla sufrir sin dejar de golpear sus nalgas que empezaban a mostrar enrojecimiento por los golpes.
-¡Venga cabrón, clávate en mí y hazme ver el cielo! – Su cara me mostraba el placer que le producía aquel sufrimiento de no clavársela. - ¡Quiero toda tu polla dentro de mi coño! ¡Dámela entera de una vez!
Con las dos manos golpeé sus cachetes a la vez, aferrándome fuertemente a su culo. Di un fuerte empujón con mis caderas y mi polla entró violentamente en su mojada vagina arrancándole un gran grito de placer.
-¡Dioooooos, qué maravilla sentir tu polla dentro! – Dijo mientras yo mantenía mi empuje para llenarla hasta lo más profundo mientras su cuerpo se tensaba por el placer. - ¡Muévete, muévete y folla a esta puta que desea tu polla!
Le sacaba la polla despacio, viéndola salir brillante por lo mojada que estaba. Nos mirábamos a los ojos cuando empecé a penetrarla de nuevo, despacio, sintiendo cada centímetro de polla que le iba metiendo. Sus ojos se cerraron, su cuerpo se relajó y sus manos agarraron con fuerza la tela del sillón. Mi polla entraba suavemente en ella.
Agarré sus nalgas y las separé para ver como la iba penetrando, cada vez un poco más rápido. Ella gemía y se retorcía. Su rosado ano se movía de forma involuntaria, como si pidiera que le diera de comer algo de la carne que entraba en la vagina.
-¡Nunca he sentido tantas ganas de ser follada! – Decía entre gemidos. – ¡Nunca me he sentido tan puta!
Permanecía con los ojos cerrados, sintiendo como la follaba. Puse mi mano sobre la raja de su culo y con el dedo gordo busqué su ano mientras debajo mi polla entraba y salía de ella. Acaricié su esfínter anal con suavidad.
-¡Eso me gusta! – No paraba de gemir y gruñir. – ¡Tócamelo mientras tu polla me penetra!
Empecé a empujar el dedo contra aquel excitante aro y fue entrado poco a poco sin esfuerzo. Lo metí por completo. Mientras mi polla entraba en ella por su coño, mi dedo gordo estaba completamente clavado en su ano, podía sentir los movimientos de mi polla en mi dedo dentro de ella.
-¡Podría estar así toda la vida! – Se retorcía de placer. - ¡Nunca me había hecho sentir así!
Empecé a acelerar mis movimientos y mi polla entraba y salía con más rapidez. Laura gemía y gritaba cada vez más. Saqué mi dedo de su culo y la agarré con fuerza por las caderas. Me movía frenéticamente, clavando mi polla con fuerza mientras ella gemía cada vez más. Dio un grito agudo y sus piernas se convulsionaban descontroladamente cuando empezó a sentir un gran orgasmo. No paré, me movía follándola más aún para que tuviera un orgasmo pleno.
-¡Ya, ya…! – Una de sus manos se puso en mis caderas para que parara de penetrarla. - ¡Si sigues me voy a desmayar! ¡No puedo más! ¡He tenido el mejor orgasmo de mi vida! – La seguí penetrando suavemente por unos minutos. - ¡Qué me gusta!
Me separé de ella y mi polla salió totalmente empapada de su vagina. Estaba más dura de lo que nunca la había tenido, sin duda su ano me excitaba. Ella se sentó en el sofá y sin perder un momento agarró mi polla con la mano.
-¡Estás deseando correrte! – Me dijo - ¡Te voy a dar algo que nunca le he dado a nadie! ¿Has follado alguna mujer por el culo? – Negué con la cabeza - ¿Quieres partir mi culito?
No le contesté. La agarré y la levanté. La llevé de la mano hasta su habitación. La abracé y le di otro beso en la boca.
-¡Aquí te voy a dar la única parte de mi cuerpo que es virgen! – Me dijo subiendo en la cama y colocándose a cuatro patas. - ¡Ven y toma mi culo!
Colocó su pecho sobre la cama de forma que su culo quedó totalmente expuesto para que yo hiciera con él lo que quisiera. Me coloqué tras ella y la luz de la lámpara me dejaba ver perfectamente y rosado y delicado ano. Separé sus nalgas y lamí de nuevo su esfínter. Ella gruñía de placer al sentirme jugar con mi lengua. Me coloqué de rodilla tras ella y hundí mi polla en su coño dos o tres veces. Ahora tenía los flujos envolviendo mi endurecida polla. La agarré con una mano y la llevé al delicado ano. Empujé un poco y mi glande empezó a forzar su esfínter.
-¡Ah, ah… para me duele un poco!
-Entonces dejémoslo. – Le dije.
-No, no… Se que te ha excitado mi culo y me has dado mucho placer con tu lengua… - Separó los cachetes de su culo para ofrecérmelo. – Tómalo con suavidad.
Me acerqué a ella y eché mi cuerpo contra el suyo, sin que mi polla diera en ninguna parte en concreto de su cuerpo. Ella tuvo que rendirse a mi peso y se dejó caer sobre la cama mientras yo me acomodaba encima.
Aparté su pelo a un lado y empecé a besar su cuello, acariciando sus hombros. Ella gruñía y se retorcía al sentir mis caricias. Empujaba mi polla contra ella sin que la penetrara, sentía que se movía entre sus piernas y mi glande empezó a deslizarse entre los labios que custodiaban su vagina. Di un mordisco en su cuello y empujé con fuerza.
-¡Ouuuuf, ese es mi macho! – Gimió al sentir como mi polla rozaba contra su clítoris. - ¡Dale todo a tu putita!
Me movía para que sintiera el roce de mi polla mientras “masticaba” saboreando su cuello. Su aroma era dulce y me excitaba. Cogí un puñado de su pelo e hice que girara la cabeza. Le ofrecí mi lengua y ella la recibió, jugando con la suya hasta que nuestras bocas estaban juntas.
Empujé más y ella levantó un poco su culo. Sentí de nuevo la suavidad de su vagina cuando mi polla acertó a entrar. Me agité rápido y pasé la mano libre por debajo de su axila para agarrarme a su cuerpo. Cuando mi pelvis empujaba, mi brazo tiraba de ella para que nuestros sexos se unieran más y mi polla le entrara por completo. La otra mano agarrada a su pelo la forzaba a seguir besándome. Separó su boca y sus gemidos se liberaron mientras yo tiraba de ella por el hombro y el pelo.
-¡Eso… Eso, sigue follándome! – Gritaba y gemía disparatada de placer. - ¡Clávate y has que me corra!
Empujé con más fuerza y sentí como volvía a correrse mientras sus piernas se levantaron y temblaban de placer. Saqué la polla y me moví para buscar su ano. Pude sentir aquel aro en mi glande.
-¡Sí, sí… Dale ahora por el culo a tu puta! – Ella gritaba.
Dejé caer el peso de mi cuerpo sobre ella y sentí como su ano se fue abriendo sin dolor con el empuje de mi glande.
-¡Ooouuuf, qué bueno sentirte en mi culo! – Se derretía de placer.
Sentí como mi glande traspasaba la frontera de su esfínter. Su ano se apretó sobre mi polla. Seguí empujando y entraba cada vez más.
-¡Qué maravilla de polla tienes! – Se retorcía y agitaba su culo. - ¡Nunca me habían dado por el culo, pero esto es maravilloso!
Entraba por completo en su culo, su ano se había dilatado por completo y la penetraba a placer. Mis huevos chocaban contra su culo cuando mi polla entraba por completo en ella. Mi boca lamía y mordisqueaba su cuello mientras tiraba de su cuerpo y de su pelo. Dejó de hablar, ya sólo gritaba y gemía enloquecida por el placer que estaba sintiendo.
-¡Ouf, ouf, más… quiero más fuerte, dámelo todo y correte! – Me jaleaba para que la follara. Me movía más rápido. - ¡Sí, sí… Me corro, me corro!
Su cuerpo sudoroso temblaba de placer y sus manos agarraron con fuerza las sábanas al sentir otro orgasmo.
-¡Dioooos, qué bueno! – Su voz estaba distorsionada por el placer. - ¡Dame tu leche, por favor!
La seguí penetrando por el culo mientras empezaba a calmarse el placer que estaba sintiendo, pero no me corrí en ella. Saqué mi polla y me levanté. Ella me miró extrañada.
-¿No quieres correrte? – Me preguntó.
-¡Aún no! – Le dije sin más explicaciones.
La agarré por la cintura y tiré de ella. Me miraba sin saber que es lo que yo quería. La hice colocar a cuatro patas, hice que se pegara todo lo posible al filo de la cama mientras yo me colocaba de pie tras ella.
-¿Quieres seguir dándome por el culo? – Me dijo. - ¡Sabía que te había gustado mi culo!
Le di una palmada en su culo y tiré de sus caderas para que su culo quedara más cerca de mi polla. Su ano ahora estaba dilatado, podía verlo, mientras que de su raja seguía saliendo flujos.
-¡Tómalo, es todo tuyo! – Puso sus manos en su culo y separó los cachetes.
Cogí mi polla y la restregué por su raja, dándole con fuerza sobre su clítoris. Su ano se abría y cerraba levemente, pidiendo que su huésped volviera a llenarlo.
-¿Te gustan los agujeros de tu putita? – Me dijo.
Ya no le hablaba, quería hacer lo que me diera la gana con su cuerpo. Moví la polla y se la clavé hasta el fondo en su coño. La saqué y la llevé a su ano… De igual modo se la metí hasta el fondo y empecé a follarla con mucha violencia.
-¡Sigue, sigue! – Ya no quería correrse, sólo quería mirarme, quería ver como yo gozaba con su cuerpo. - ¡Fóllame, clávala entera en mi culo!
Paré dejando mi polla bien dentro. Poco a poco la saqué viendo como salía de su dilatado culo.
-¡Coge y folla cualquiera de mis boquetes! – Su preciosa cara estaba llena de lujuria y deseaba verme follarla.
La saqué de su culo y la agarré del pelo para acercarle la polla a la boca, me la chupó. Ella me mamó con ganas, excitada, deseando que siguiera. Soltó la polla.
-¡Sigue follando a tu guarra! – Siguió mamando enloquecida.
Le quité la polla y la coloqué boca arriba en la cama, con el culo en el filo de la cama. Agarré sus piernas, las subí y se las abrí por completo. Ella me miraba desde abajo.
-¡Clávamela, venga, húndela en mí!
-Te follaré, pero tú decidirás que quieres que te folle. Agárrala y ponla donde quiera. - Su mano la llevó al coño y la penetré.
-¡Eso, eso, húndete en mi coño hasta el fondo! – Ella podía ver como mi endurecida polla entraba en su dilatada vagina. - ¡Culo, ahora el culo! – La saqué y su mano la llevó a donde ella deseaba. De un empujón le entró entera.
Le penetraba el culo y ella se sujetó las piernas con sus manos. Empecé a acariciar su endurecido clítoris mientras la penetraba y sus gritos me mostraron el placer del orgasmo que empezaba a sentir.
-¡Una en el culo y otra en el coño! – Empezó a gimotear. - ¡Culo y coño!
Con la otra mano agarré mi polla y fui alternando, clavando mi polla una vez en su coño, hasta el fondo y la siguiente en el culo, también hasta el fondo. Ella se retorcía y gritaba con cada penetración. No pudo más y se corrió de nuevo. Dejé mi polla en su culo mientras aquel orgasmo afloraba en su cara, arrancando gritos de placer de su garganta, se la metía y se la sacaba con fuerza para que acabara de correrse.
-¡Sí, eso es cariño, ya te vas a correr! – Con aquella forma de follar yo ya estaba a punto de tener mi premio… y ella lo sabía. - ¡Vamos sigue dándome, quiero tu leche!
-¡Ya viene, ya te la doy! – Le dije entre gemidos. - ¡Te voy a llenar todo tu culo!
-¡No, no, lléname el cuerpo con ella! – Me pidió.
La saqué en el justo momento en que salía el primer chorro que cayó sobre su barriga. Su mano se agarró a aquella fuente y me masturbaba mientras el segundo chorro de semen salió para caer sobre su barbilla y su cuello.
-¡Eso, eso, dame tu leche! – Decía y la dirigió a su coño. - ¡Clávamela y termina dentro de mí!
Sentí de nuevo su cálida vagina y empujaba débilmente contra ella, acabando de salir el poco esperma que me quedaba. Ella me acariciaba.
-¡Oh hijo, que buen polvo me has echado! – Nos colocamos en medio de la cama y ella se abrazó a mí. – Nunca había sentido algo como esto. Se nota que has follado a muchas mujeres.
-Laura, tú eres con la segunda que lo hago. – Ella me besó.
-¡Pues no cambies que en la cama eres una maravilla!
-¡Gracias! – Le dije y seguimos besándonos. - ¡Dios! – Miré la hora que marcaba el despertador. - ¿Esa hora es?
-Sí…
-¡Me tengo que ir! – Me levanté y empecé a coger la ropa para irme vistiendo. – Cuatro horas es mucho tiempo para un enchufe… A ver lo que dice mi madre…
-¡Ja, ja, ja! –Reía Laura. - ¡Quién lo diría! – Me agarró por los brazos y me dio un beso maternal en la frente. - ¡Follas cómo un hombre y te comportas cómo un niño! ¡Eres adorable!
Laura se había puesto de nuevo aquella bata ajustada y me miraba junto a la puerta de entrada, mirando como acababa de vestirme y como recogía mis cosas para salir. Llegué a su altura para salir por la puerta que aún estaba cerrada.
-¡Toma! – En su mano tenía unos billetes. - ¡Esto por el arreglo del enchufe! – Los metió en uno de mis bolsillos y después me abrazó y me besó apasionadamente. - ¡Y esto por el mejor polvo de mi vida! ¡Te espero otro día! – Abrió la puerta para que yo saliera.
Cuando llegué a mi casa eran más de las diez y media. Laura me había dado treinta euros por el arreglo del enchufe, y mi primer sexo anal del que había disfrutado muchísimo. Entré y mi madre estaba en el salón, sentada en el sofá viendo la televisión.
-¡Vaya, ya volvió el hombre de la casa! – Después de haber tenido el sexo con Laura, encontré a mi madre excitante… Tal vez me estaba aficionando a las maduras, pero mi madre… - ¿Era complicada la reparación? – No sabía que decir.
-No… Es que…
-¡No te preocupes! – Me dijo levantándose y acercándose a mí. - ¿Has ganado algo de dinero?
-¡Sí, mira! – Le dije ilusionado, le mostré los treinta euros. - ¡Tal vez tenía que haber hecho alguna FP de electricidad para hacer mejores reparaciones y ganar más!
-¡No hijo! – Me acarició. - ¡Tienes que acabar tus estudios de ingeniería y ya ganarás dinero! – Me besó en la mejilla. - ¿Hueles a perfume? – Me puse colorado. - ¡No importa! – Se apresuró a decir.
-¡Verás mamá! – Le dije y no sabía cómo contarle que había follado con aquellas mujeres. – Resulta que el otro día con Gertru… - Bajé la mirada. – Pues verás, que después del arreglo yo… y ella…
-¡No sigas hablando! – Me colocó un dedo en la boca. – Sé lo que pasó el otro día e imagino lo que ha pasado hoy…
-¿Cómo…? – Quedé sorprendido.
-Al día siguiente Gertru me contó lo que había pasado entre ustedes. En principio me enfadé por tirarse a mi hijo… Seguimos hablando y poco a poco me convenció de que ya eras un hombre, ya tienes diecinueve años y si no te importa hacerlo con ellas, yo no me opondré…
-¡Ah, bueno, entonces no hay más problemas! – Le dije.
-Bueno… bueno… Hay otra cosa que me dijo Gertru. – Miró al suelo y parecía sentirse algo mal. – Verás… Ella me ofreció doscientos euros por el “trabajo” que le habías hecho la tarde anterior. En principio pensé en no cogerlos, pero pensé que para tus estudios del año que viene no vendrían mal… Dijo que sería un regalo para ayudarte a estudiar.
-¡Bueno, no te preocupes! – Le dije para animarla.
-Pero es que hay más… - Me hizo sentarme en el sofá junto a ella. – Es que me propuso que además de ganarte algún dinero con tus arreglos, lo hicieras con las mujeres insatisfechas que te necesitaran… Por eso ha pasado lo de esta tarde… - Sus ojos se humedecieron y empezaba a llorar. - ¡Soy una mala madre! ¡Te he prostituido! – Lloraba sin consuelo.
-¡Mamá, mamá, tranquila! – La abracé. – El otro día y hoy lo he hecho porque he querido, nadie me ha obligado a hacerlo. – La abracé por la cintura y besé su mejilla. – Si no hubiera querido hacerlo me hubiera negado. – Ella dejó de llorar amargamente.
-Pero tenía que haberte dicho a lo que ibas…
-¡Y perder el morbo de follar a una mujer caliente! – Le dije.
-¡Eres un guarro! – Me lanzó una bofetada sin apenas fuerza.
-¿Quieres que te de un parte de trabajo de esta tarde? – Le dije susurrando al oído. – Puede que te guste.
-¡Serás cochino! – Me empujó del sillón y yo me levanté riendo. - ¡Báñate so guarro, que aún apestas a la última tía!
-¡Vale, vale, ya voy! – Reía mientras salía de la habitación. - ¡Tú eres la que me has hecho así!
Serían las once y media cuando acabé de ducharme. Durante la ducha me acordaba del tremendo polvo que había echado con Laura, esa mujer solitaria que tanto necesitaba a un hombre que le diera sexo. Entonces pensé en mi madre. Era de la misma edad y que yo supiera no había tenido ningún hombre cerca en todo este tiempo. Tal vez a ella le pasara lo mismo que a Laura. Tal vez tendría que hacerle a ella un trabajo… ¡Pero no, quita esa idea de tu cabeza! Me decía en la soledad del baño. Pero la verdad es que mi madre era una mujer muy apetecible que llevaba muchos años sin tener sexo, por lo menos que yo supiera.
No había cogido nada de ropa para ducharme, así que lié la toalla a mi cuerpo y salí por el pasillo, descalzo. Cogí unas zapatillas de mi habitación y caminé a la cocina para dejar la ropa sucia. Mi madre estaba allí haciéndome algo de comer. Entré y dejé la ropa en su lugar.
Me fijé en el cuerpo de mi madre. Llevaba una camiseta que le quedaba por medio muslo, era lo que solía usar de pijama, muchas veces la había visto así vestida, pero aquella noche me sentía atraído por la idea de que ella necesitara sexo. Su pelo rizado estaba algo mojado pues se habría duchado antes de que yo llegara. La camiseta no tocaba su barriga ya que tenía unos pechos abundantes y podía ver como se marcaban en la fina tela sus pezones. “No lleva sujetador” Pensé y me empecé a sentir excitado con un morbo que no había sentido antes. Me acerqué por detrás de ella hasta dejar poco espacio entre nosotros, estaba cocinando algo.
-Dime. – Le hablé al oído. – ¿Cuánto hemos ganado esta noche?
-¡Pues ya tienes trescientos euros más para tus estudios!
-¡Entonces Laura ha sido rentable!
-¡Pues sí! – Se giró y echó la comida en un plato. - ¡Ya tienes lista la comida!
En ese momento la luz saltó, toda la casa se quedó a oscuras.
-¿Qué ha pasado? – Dijo mi madre algo asustada.
-¡Nada, que cómo tenemos poca potencia contratada ha saltado el limitador! – Le dije y los dos estábamos a poca distancia.
Entraba una débil luz por la ventana de la cocina y podía ver su figura en la penumbra. La abracé dulcemente.
-¡Ten cuidado no te vayas a dar un golpe! – Le dije suavemente.
-¡Gracias hijo! – Ella me acarició para darme las gracias. - ¡Anda, dale al cacharro ese para que vuelva la luz!
-¡Vaya, vaya! – Dije yo sin soltarla. - ¿Me estás pidiendo un arreglo?
-¡No digas tonterías, soy tu madre! – Ella quiso quitar mis brazos pero no la dejé. - ¡Ya le daré yo!
-¡No! – Le dije con voz suave. – Eso precisa de una persona con conocimientos en el tema…
-¡Basta ya! – Me empujó con fuerza, verdaderamente enfadada. Caminó y volvió a rearmar el limitador. - ¡Come y acuéstate ya! Yo me voy a mi cama, hasta mañana…
Se me había quitado las ganas de comer. Había metido la pata con mi madre. La excitación de aquella noche no era normal, después de lo de Laura y de las confesiones de mi madre sobre el dinero que cobraba, me sentí demasiado lanzado. Guardé la comida en el microondas y apagué todas las luces. De la habitación de mi madre salía luz pues estaba viendo la televisión acostada. Llegué a su puerta.
-Perdona mamá… - Le dije con la voz afligida. – Antes he hecho una tontería…
-No te preocupes hijo. – Su voz volvía a sonar como la de una madre. – Ven échate aquí un momento.
Caminé y me tumbé junto a ella en la cama. Ella estaba tapada con la sábana y la corcha. Yo estaba de costado, con mi cabeza apoyada en la almohada, mirando su bonita cara. Ella me miraba.
-Hijo, ¿te sientes mal por hacer eso con esas mujeres?
-¡No mamá! Hasta que no me has dicho que los arreglos eran una escusa para que ellas satisfacieran sus necesidades sexuales, la verdad es que era excitante…
-Entonces ya no seguirás con ello ¿no?
-Bueno, eso dependerá de ti…
-¿Por qué?
-Verás, cuando me estaba duchando estaba pensando en Laura, una mujer muy excitante y que folla… - Me quedé cortado al usar esa forma de hablar con mi madre.
-¡Tranquilo, ya somos adultos, sigue!
-Verás, lo hace muy bien y que todo lo que le pasa es que está sola y necesitaba tener un hombre… Pues pensando en esto me acordé de ti… ¡Llevas mucho tiempo sola!
-Bueno hijo, yo he decidido vivir así, sin ningún hombre…
-¿Pero a veces tendrás tus necesidades?
-Hombre, no soy de piedra y la verdad es que alguna que otra vez… - Movió las manos como indicando que su mano trabajaba en su sexo. - ¿Me entiendes?
-¡Claro mamá! – Le dije riendo levemente. - ¡Yo también de vez en cuando…! – Hice el gesto con la mano. Los dos reímos.
-Desde que pasó con tu padre lo qué pasó, decidí no tener ningún hombre más en mi cama… Y hasta ahora lo he conseguido.
-¡Uy, y yo estoy en tu cama! – Dije en broma divertido. - ¡Ya me voy, ya me voy!
-Pero tú eres mi hijo… - Paró de hablar y se quedó mirándome a los ojos.
Nunca había sentido aquella mirada de mi madre. Era una mezcla de cariño maternal y algo de lujuria. Me estaba excitando sin apenas darme cuenta. Estaba de costado y aún iba con la toalla con la que había salido del baño. Sus ojos bajaron por mi cuerpo y vieron que mi toalla empezaba a tomar volumen. La mirada lasciva de mi madre me produjo más excitación. La toalla mostraba que debajo estaba mi polla muy erecta.
Permanecimos en silencio. Ella me volvió a mirar con una mezcla de lujuria y pesar en su mirada. Con mi mano tiré de la toalla hasta que mi polla estuvo a la vista. Sus ojos volvieron a mirarla para encontrarla erecta e hinchada por el placer de aquella situación.
Seguíamos en silencio, no decíamos nada. Su cuerpo empezó a temblar, asustada y excitada.
-Muéstrame cómo te masturbas… - Le dije.
Ella permanecía en silencio y quieta. Sus ojos me miraban, a veces a los míos y otras a mi polla. Deslicé mi mano por mi cadera y agarré mi polla con la mano. Tiré abajo y mi gran glande emergió de la funda que lo protegía. Ella no se imaginaba que su hijo pudiera tener aquel hermoso sexo y su cuerpo empezó a protestar por no poder satisfacer su necesidad de sexo. Su vagina lanzó flujos de inmediato. Sus pezones se clavaban en la tela de su camiseta, deseando salir y que yo los mamara. Su lengua no dejaba de pasar por sus labios, preparándose para la mamada que deseaba darle a aquel falo que su hijo le mostraba.
-¡Sígueme! – Le dije. - ¡Masturbémonos juntos!
Avergonzada metió una mano bajo la ropa que la cubría y se colocó sobre su sexo. Agitaba el brazo y su cara cambiaba a cada momento, sintiendo placer por ver como su hijo se masturbaba delante de ella.
Me coloqué de rodillas junto a ella y mi polla quedó cerca. La miraba, la deseaba, pero aún se resistía a tenerla.
-Deja que te vea mientras lo haces…
La mano que tenía libre empezó a bajar la ropa de la cama hasta su cintura. Yo la quité por completo dejándola destapada, con sus piernas bien abiertas y su mano moviéndose bajo sus bragas. Paró su mano y cerró los ojos como queriendo irse de aquella situación.
-Mamá, eres preciosa y te mereces disfrutar de tu cuerpo… - Le dije cariñosamente. - ¡Déjame que te ayude!
Me coloqué entre sus piernas, acaricie sus fornidos muslos y ella retiró la mano de su sexo.
-¡No… no… no puede ser! – Decía susurrando, arrepintiéndose de lo que ocurría, pero sin poder resistirse. - ¡Esto está mal, esto es incesto!
-¡Chiss! – Le indiqué que no hablara mientras besaba suavemente sus muslos. – Déjate llevar por tu deseo… Olvídate de todo en esta vida… Esta noche sólo está tu cuerpo y es el qué tiene que gozar…
Seguí besando sus muslos y cada vez bajaba más por ellos. Podía sentir el aroma de los flujos que salían de su sexo y mojaban la fina tela de sus bragas.
-¡No... No…! – Su mano empujaba mi cabeza entre sus piernas.
Puse mis labios sobre sus húmedas bragas. Las mordisqueé sintiendo bajo la tela los pelos que cubrían la ardiente entrada al placer de mi madre. Con cada beso que le daba en su sexo, el empuje de su mano se iba haciendo más débil. Cogí la mano que tenía sobre mi cabeza y la acerqué a mi nariz.
-¡Mamá, huele a tu sexo!
-No me hables así… por favor. – Metí sus dedos en mi boca y saboreé los flujos que aún estaban allí. - ¡No… Por favor no sigas!
Me saqué los dedos de la boca y volví a besar su sexo por encima de las bragas. Con las manos agarré el filo de la camiseta y poco a poco la iba subiendo. Su barriga estaba al aire, expuesta a mis pervertidos ojos. La besé por su pubis y subí hasta llegar a su ombligo. Jugué con mi lengua, haciendo círculos alrededor de él. Mis manos siguieron subiendo por su cuerpo. No podía subir más su camiseta, así que las metí por debajo de la prenda y empecé a buscar sus pechos.
Podía sentir el calor que brotaba de su vagina en mi pecho. Mi lengua la acariciaba suavemente, disfrutando de su piel mientras mis manos empezaban a escalar los dos turgentes montes que formaban sus pechos.
-¡No puedo más, me estoy mareando…! – Susurraba con una voz sensual mezcla de la culpa y la lujuria. - ¡No puedo entregarme a ti! ¡No puedo resistirme a tu acoso!
Ya era mía. Si bien su moral se negaba a mantener aquella relación incestuosa, su cuerpo no podía resistirse y se entregaba por completo a nuestros deseos. Mis dedos culminaron las cimas de sus pechos y encontraron los pezones erectos. Eran más gordos que los de Laura y me esperaban para que volviera a mamarlos después de tantos años.
-¡Quiero ver tu polla! – Mi madre dejó cualquier perjuicio que pudiera tener. - ¡Quiero verla bien de cerca!
Me coloqué de nuevo de rodillas y subí por la cama hasta que estuve al lado de su cabeza. Mi polla estaba más dura que nunca y más hinchada. Tener aquel sexo con mi madre me excitaba sobremanera. Su mano la agarró con timidez y poco a poco empezó a moverla. Mi glande estaba a escasos centímetros de su cara. Con una mano agarré el cabecero de la cama mientras la otra volvía bajo su camiseta para moldear sus hermosos pechos. En la punta de mi polla brillaba un poco de líquido preseminal que anunciaba la necesidad de tener sexo y lanzar el semen que contenían mis huevos.
-¡Qué olor más rico! – Dijo mi madre acercando la nariz a mi glande.
Le aparté la polla y me bajé de la cama. La cogí de los muslos y tiré de ella para acercarla a los pies de la cama. Agarré el filo de sus bragas y se las quité de forma algo tosca. Necesitaba comerme su coño.
Ella me miraba sin entender bien lo que yo hacía. Me coloqué sobre ella a cuatro patas, de forma que mi pene quedara a la altura de su boca y mi cabeza cayera entre sus piernas. Su mano empezó a masturbarme de inmediato mientras separé sus pelos y los labios de su coño.
De inmediato empecé a lamer su raja. Ella gemía y se retorcía por el placer. Podía ver como en la sábana se iba formando una mancha a causa de los flujos que su coño no dejaba de lanzar. Sentí como su boca envolvía mi polla y empezaba a hacerme una mamada. No podía creerlo, hace unas semanas éramos madre e hijo, después me convirtió en un prostituto para conseguir dinero y ahora jugábamos con nuestros cuerpo cometiendo el más dulce incesto…
-¡Túmbate, quiero sentir tu polla en mi coño! – Me ordenó.
Nos movimos y quedé en medio de la cama, con mi polla totalmente erecta y esperándola. Ella estaba de rodillas y me miraba.
-Juan, estamos haciendo una locura… - Dijo esto y se desnudó por completo mostrándome sus tetas de rosadas aureolas y pezones erectos. – Pero no me puedo contener.
-Tranquila, lo nuestro sólo será sexo… - Agarré una de sus manos y la atraje hacia mí. – Cuando tu maravilloso cuerpo necesite que lo amen, aquí estaré yo…
Acabó de sentarse sobre mi polla, sin penetrarse. Su mojado y caliente coño estaba sobre mi sexo, podía sentirlo, me quemaba y deseaba penetrarla. La agarré por el cuello y la atraje para besarla. Se acercaba poco a poco y su boca se iba abriendo. Nos fundimos en un beso y nuestras lenguas jugaban.
Sus caderas empezaron a moverse levemente haciendo que nuestros sexos se acariciaran. Su mano bajó y se metió en medio para separar sus labios y envolver mi gruesa polla.
-¡Ouf, que buena polla tienes hijo! – La lujuria de mi madre estaba desbordándola y se abandonó a su incontenible deseo. - ¡A mamá tienes que hacerle un trabajo todas las noches!
-¡Sí, seré tu esclavo! – Empecé a lamer uno de sus pezones mientras su mano agarraba mi polla y la frotaba con ganas contra su clítoris. - ¡No sé cómo nunca me he fijado en tu maravilloso cuerpo!
-¡Guau, sigue mamando la teta de mamá! – Su cuerpo se agitaba de una forma sensual. - ¡Las madres pasan desapercibidas para sus hijos! – Su coño y su mano seguían masturbándome. – Lo que tú no sabías es que yo llevaba mucho tiempo detrás de tu hermosa polla… - Dijo eso y se metió un poco de mi polla en su caliente coño. - ¡Dios, qué maravilla de hijo tengo!
-¡Mamá, si sigues así harás que me corra en un momento! – Le dije agarrando sus tetas con mis manos y mamándola con placer. - ¡Y te recuerdo que no tengo preservativo!
-¡Vaya y ahora te acuerdas! – Dijo sonriendo. - ¿Dejarías a tu mamá preñada o te contendrías mientras follamos?
-No lo sé… - Sentí como mi polla volvía a bucear dentro de la vagina de mi madre. - ¡Ten cuidado mamá! ¡Eso me está dando mucho placer y estoy a punto de correrme!
-¿Y qué te gusta más, mi mano, mis labios o mi vagina?
-Me gusta que tu mano la frote contra tus labios y después entrar en tu vagina… - Después de decir esto moví mis caderas de forma que mi polla escapó de su mano y apuntó directamente a su vagina, empujé y se la clavé por completo.
-¡Aaaah, traidor! ¡Me la has clavado entera!
-¡Necesito que te corras! – Me agarré a su culo y empecé a follarla rápido. – ¡Córrete ya!
-¡Sí, sí… sigue así y conseguirás que llegue!
-¡No, no… no puedo más! – Grité desesperado mientras sentía que mi semen empezaba a salir dentro de mi madre.
Ella se levantó rápidamente y mi polla fue liberada lanzando un gran chorro de semen. Se colocó encima aprisionándola con su coño, pero dejando mi glande a la vista. Se movía y frotaba contra mi sexo de forma que yo seguía corriéndome. Empezó a sentir un orgasmo al ver mi semen brotar y sentir el roce de mi polla en su clítoris. Gimiendo se corrió sobre mí. Los dos estábamos exhaustos por el placer, se echó sobre mí nos besamos dulcemente. No dijimos nada más. Nos acostamos abrazados y dormimos toda la noche.
Seguí estudiando por las mañanas, haciendo mis trabajitos por las tardes a las vecinas y por las noches le explicaba a mi madre que había hecho con las mujeres. Gracias a el dinero que obtenía de aquellas solitarias mujeres pude acabar mis estudios. Desde entonces fuimos muy felices y cuando terminé mis estudios conseguí un buen trabajo y mi madre y yo vivimos juntos.