El profesor y la teleoperadora

Marc tiene problemas con el adsl conoce a una bella teleoperadora con lá que comparte algo más que el router.

Estaba desesperado, dos días sin Internet y los capullos del servicio técnico dándome largas: reinicie el router, reinicie el ordenador, cuantas luces ve en el router y de que color… Ah ya estaba hasta los huevos de llamar y quedarme en espera como un jilipollas.

Ya estaba por ir a consumo a ponerle una denuncia, cuando mi mujer me convenció de que probase una última vez y como siempre le hago caso, pues volví a coger el teléfono y marqué el número que para entonces ya me sabía de memoria.

La cantinela de costumbre: ha llamado al servicio técnico, en estos momentos todos nuestros teleoperadores están ocupados por favor manténgase a la espera. Después de esperar unos tres minutos, en los que la bilis volvía a burbujear en mi estomago, por fin contestó alguien.

-Hola buenos días bienvenido al servicio técnico mi nombre es Jennifer Castaño, en que puedo ayudarle.

Estaba a punto de explotar soltándole todo lo que pensaba sobre el servicio técnico, pero esa voz me dejó perplejo. Era de una inefable sensualidad y por un momento me quedé callado sin saber que decir. Toda la mala ostia que sentía hasta ese momento desapareció al instante e incluso la chica tuvo que insistir para saber si se había cortado la llamada.

-Sí… sí Eh –respondí con la voz temblorosa- Llamaba porque hace ya dos días que no me funciona el adsl, he llamado no se cuantas veces pero nadie me da una solución.

-Muy bien, ¿déme su número de teléfono? Si, si, y el nombre del titular si es tan amable. Muy bien, no se retire que voy a hacer unas comprobaciones

Y ahí me quedé esperando con cara de atontado a que la chica volviese.

-Disculpe la espera don Marc, entonces me decía que no le funciona el adsl. Bien estoy haciendo unas comprobaciones en su router y parece que no da señal, entonces lo que vamos a hacer es proceder a mandarle un router nuevo a ver si se soluciona la incidencia. No se retire que tiene que confirmarme sus datos.

Bueno además de una voz preciosa sabía hacer su trabajo.

-Es está su dirección actual don Marc. –preguntó-

-Si, pero verá es que en casa nunca hay nadie, entonces había pensado si me lo podían mandar donde trabajo.

-Por supuesto, no hay problema. Dígame la dirección.

-Pintor Rosales, 156. Es un colegio que se llama Carlos III, es que soy profesor de plástica allí.

-Anda pero si es el colegio que hay aquí al lado.

-Disculpe.

-El colegio que hay aquí al lado, donde estamos nosotros. Verá vamos a hacer una cosa, me da su móvil y yo le llamo y se lo acerco mañana por la tarde, ¿OK?

-Si claro ningún problema.

-Entonces quedamos en eso. ¿Alguna consulta más?

-No gracias.

Y colgué el auricular sin poder creerme lo que me acababa de pasar.

Fui en busca de mi mujer que estaba planchado la ropa y la agarré de la cintura mientras pegaba el bulto de mi entrepierna a su culo. Al sentirlo pegó un pequeño respingo hacía delante provocando la caída de lo que estaba planchando. Entonces dándole la vuelta empecé a besarle el cuello y los labios. Mi erección crecía más y más hasta llegar a hacerme daño dentro del pantalón. Fui bajando hasta sus pechos, que liberé violentamente y lamí con pasión. De un tirón le arranque la falda y baje las bragas hasta sacarlas por los tobillos y metí mi cabeza entre sus piernas que a esas alturas ya empezaba a humedecerse. Lamí, chupé incluso mordí mientras ella me agarraba la cabeza sin creer lo que estaba pasando y me pegaba más aún a su mojado coño. De pronto empezó a sentir convulsiones y explotó en un espectacular orgasmo como nunca le había visto sentir antes.

Me puse de pie le dí la vuelta y me saque la polla que sentía explotar. Apunté a su coñito y de una sola estocada se la introduje hasta los huevos. Era tal la excitación que sentía que no tardé más de dos minutos en acabarle dentro. Los dos caímos sobre la tabla de planchar yo aún con la polla dentro de su coño y jadeando en su oído.

Nos recompusimos y volvimos a vestirnos. Mi mujer no se lo podía creer y la verdad es que yo tampoco. Nunca había estado tan cachondo como me puso aquella voz al teléfono.

Ya en la cama, mientras mi esposa dormía, me imaginaba como sería esa chica y si yo sería capaz de ponerle los cuernos. En mi mente imaginaba como sería nuestro encuentro follando como locos.

Y así me dieron las siete de la mañana, hora en la que me tenía que levantar ya que mi curro se encontraba a cincuenta kilómetros de casa. Me asee, desayuné y me despedí de mi mujer con un beso en los labios como de costumbre. Me subí al coche y conduje todo el trayecto esperando a que llegase el momento.

Durante todo el día no dejaba de pensar en esa voz, las clases se me hacían eternas hasta que por fin se acabaron y pude relajarme un rato mientras comía en el bar de la esquina. Después regresé al colegio para dar la clase a los que les quedaron pendiente el año anterior y, por fin, a eso de las 18.15, mientras aprovechaba el tiempo corrigiendo algunos exámenes, sonó mi móvil desde un número que no conocía. Enseguida supe que era ella.

-Sí, dígame.

-Hola soy Jennifer le traigo su router.

-Vaya, le importa traérmelo al despacho, es que tengo mucho curro y no puedo salir. Entrando por la puerta principal a la derecha, en la puerta pone Seminario de Plástica y Tecnología.

-Claro no hay problema.

Ya estaba aquí. Los nervios me comían por dentro. Llamaron a la puerta

-Adelante. –dije intentando mantener la compostura y que mi voz sonara lo mas varonil posible.

La puerta se fue abriendo lentamente y apareció una chica joven, no tendría más de veinticinco años, sobre uno sesenta y cinco o sesenta y siete alrededor de setenta kilos, ojos verdes pelo cobrizo sobre los hombros y los pechos más apetecibles que había visto en la vida se insinuaban bajo un seductor escote producido por una camiseta de tirantes. Sus piernas torneadas enfundadas en una minifalda primaveral acababan en unas sandalias que descubrían unos pies muy bien cuidados.

-Hola soy Jennifer.

-Hola yo Marc. –Y armándome de valor me levanté y le di dos besos que ella no rechazó en ningún momento- Siéntate por favor –Le dije señalándole un sofá que había al fondo del despacho.

-Gracias pero no puedo quedarme mucho tiempo.

Dejé que pasara delate de mí y pude observar su culo a través de la falda que traía puesta. Se sentó cruzando las piernas lo que provocó que la mini se le subiera más aún, dejando al descubierto prácticamente todo la pierna. Aquello me provocó una erección prácticamente instantánea que no sabía como disimular. Pasé por delate para poder sentarme al lado suyo y de reojo pude comprobar como no quitaba ojo de mi tremenda erección. Con la mirada fue acompañándome hasta que ocupe mi sitio junto a ella, tan cerca que mi rodillo tocaba su muslo desnudo.

-Bueno, pero eres muy joven, ¿no?

-No tanto, veinticuatro años. –Contestó mordiéndose el labio inferior maliciosamente. ¿Y tú?

-Yo soy un poquito mayor.-Respondí- Acabo de cumplir los treinta y cinco.

-¿Y estás casado?

-Sí. Hace un año y medio, más o menos. ¿Y tú?

-Tengo novio pero es un capullo, cada día lo aguanto menos. Es un inmaduro y no creo que lleguemos a ninguna parte.

Juro solemnemente que intentaba mantener mis ojos sobre los suyos pero no podía evitar que se dirigieran hacia su escote, como si tuvieran vida propia. Sentía como sus pechos se movían al compás de su respiración y como mi polla palpitaba dentro de mi pantalón queriendo salir y poseer aquella diosa sobre la mesa del despacho.

Después de volver de una de mis excursiones a aquel oscuro objeto de deseo, me tropecé con su mirada que a mitad de camino de las esmeraldas de sus cara me miraban como recriminando mi actitud, mientras continuaba mordiéndose perversamente su labio.

-¿Qué miras tanto? –Interrogó-

Yo me quedé parado por un momento sin saber que decir y fue ella quien contestó por mí.

-Ah el router. Tómalo. –Me ofreció el router que no había dejado de sujetar en ningún momento como si necesitara agarrarse a algo.-

Alargué mi mano y cogí el router. La miré a los ojos y me perdí en ellos. Con un movimiento violento lancé la caja al suelo y exclamando un: a la mierda el router. Me acerqué a ella y le di el beso más apasionado, profundo y húmedo de mi vida. No se de donde saque el valor para hacerlo y ni me importaba que yo estuviera casado o que ella tuviese novio. En ese momento sentí que sólo existíamos los dos.

Ella no sólo no rechazó mi ósculo sino que entreabrió la boca y dejó que mi lengua explorara la suya que sabía a fresa. Estuvimos casi cinco minutos besándonos como dos estudiantes en celo, cuando de pronto ella se separó un poco de mí y me dijo:

-Me muero de ganas de hacerlo contigo, pero por favor trátame con dulzura.

-Seré más dulce que el algodón, princesa.

Continuamos besándonos. Besé sus mejillas, sus parpados, su nariz, sus orejas y fui bajando hasta encontrarme con su cuello. Aspiré su aroma y después besé cada centímetro de aquel pedacito de cielo. Ella daba pequeños gemiditos de placer lo que me confirmaban que iba por el buen camino.

Cuando llegué a su escote me entretuve con el canalillo y la parte de sus pechos que quedaban al aire mientras con mi mano le iba levantando la camiseta y la introducía acariciando su barriguita que estaba ardiendo de deseo. Muy despacito continué mi camino hasta encontrarme con aquel sujetador que aprisionaban los senos más tersos, dulces y deseables que jamás había visto. Jennifer me ayudo a quitarle la camiseta y acto seguido se incorporó un poco para desabrochar los corchetes, yo tiré de él hasta sacárselo completamente para después zambullir mi cabeza en aquel par de cantaros de agua fresca. Estuve buceando por su cálida piel descubriendo cada uno de los poros de su piel para luego centrar como objetivo sus rosados pezones que parecían dos botones duros por la excitación rodeados de dos enormes aureolas. Los amasaba dulcemente y succionaba cada uno con mis labios como un bebe que quiere sacar la leche de su madre. Ella gemía cada vez más hasta que, de pronto, su cuerpo se arqueó y emitió un gemido tan fuerte que tuve que tapar con mi boca para que no nos escuchasen. Había tenido el primer orgasmo de la tarde. Luego me confesaría que era la primera vez que alguien le había provocado un orgasmo acariciando únicamente sus pechos.

Pero yo no estaba dispuesto a que eso acabara ahí, así que le dije:

-Pues imagina mi lengua en tu coño.

Ella tuvo un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo y me contestó:

-Eso tendrás que demostrarlo.

Aquello parecía todo un desafío. Así que continué bajando hasta llegar a su cintura, besando todo el recorrido que me separaba de su ombligo donde descubrí un piercing en forma de diminuta mariposa. Bese aquel trocito de metal e introduje mi lengua en el agujerito que tapaba. Ella comenzó a emitir suaves gemidos, otra vez, así que no vacilé más y comencé a quitarle la faldita que traía, separé sus piernas y comencé a besar y lamer por encima de su tanguita verde. Jennifer pareció impacientarse por que apartó mi cabeza y juntando las piernas se lo quitó velozmente para después volver a separar las piernas e invitarme a que le demostrase mi afirmación. Tenía todo el coño completamente depilado. Acerqué mi cara y aspire los dulces aromas que despedía antes de empezar a besar el pubis para ir descendiendo hasta los labios hinchados y rojos de pasión. Los separé y lamí los labios interiores. Podía sentir la humedad de su sexo y cuando comprobé que su respiración se volvía más rápida, busque su botoncito de placer que para entonces tenía el tamaño de una canica pequeña. Lo acaricié con la lengua y empecé a darle pequeños lengüetazos, lentos al principio y rápidos conforme sus gemidos se volvían más seguidos hasta explotar en un segundo orgasmo que tuvo que acallar mordiendo su camiseta mientras todo su cuerpo se convulsionaba. Yo no dejaba de lamer hasta que se relajo de nuevo.

-Ha sido fantástico pero ahora me toca a mí darte lo que te mereces.

Se levantó he hizo que yo también me pusiera de pie. Luego me besó para saborear sus propios jugos y me empujó para que cayese sobre el sofá. Ella se arrodilló delante de mí y agarró mi polla sobre el pantalón sorprendiéndose de lo dura que estaba.

-¿Esto lo he provocado yo? Pues habrá que hacer algo para compensarte.

Comenzó a desabrochar el pantalón y yo la ayudé en su labor hasta que me los quitó. Acercó su boca y sacando la lengua me la acarició por encima de los calzoncillos para luego tirar de ellos y liberar mi tremenda erección de veinte centímetros. La agarró con la mano y la levantó para comenzar a lamer desde la base e ir subiendo por todo el tronco hasta llegar a la punta donde empezó a dar besitos mientras levantaba la mirada para ver mi rostro.

Yo me encontraba en las nubes y debía de tener la cara desencajada. Jennifer sabía muy bien lo que hacía y a pesar de su edad sabía como dar placer a un hombre.

Primero comenzó por engullir la punta únicamente centrándose en usar la legua como si lamiera un caramelo, para después ir bajando hasta introducirse toda mi polla en su boca. Volvía a subir y repetía la acción. De vez en cuando bajaba por el tronco con la lengua y se centraba en mis huevos, dándole suaves lametazos usándola en toda su extensión. Me encontraba en la gloria y sabía que no tardaría mucho en correrme dentro de su boca. Ella debió de darse cuenta, así dejó lo que estaba haciendo e incorporándose un poco, acercó sus enormes testas y acomodando mi polla entre ellas me regaló una espectacular cubana que casi consigue su objetivo. Pero yo no quería terminar sin que mi miembro probase su coñito, así que la detuve e incorporándonos los dos la hice poner a cuatro patas sobre el sillón. Ella se acomodó y volviendo la cabeza levantó su culito invitándome a que la penetrara.

Para ese momento yo no aguantaba más las ganas y se la fui introduciendo lentamente ya que parecía un poquito estrecho y no quería hacerle daño. Cuando llegó al final dejé que se acomodara un poco al grosor y recargando mi cuerpo sobre el suyo comencé un lento movimiento de vaivén hasta que noté que su coñito ya se había adaptado entonces aceleré el ritmo mientras me agarraba a sus pechos. Jennifer se sujetaba al respaldo del sofá mientras hundía su cabeza intentando encontrar algo que morder para no escandalizar a todo el colegio.

Saqué mi polla palpitante y mojada por la combinación de nuestros jugos y quitando todo lo que había encima de la mesa, acosté a la preciosa chica boca arriba sobre ella, coloqué sus piernas sobre mis hombros y volví a penetrarla, está vez me fue mucho más fácil debido, sin duda, a la lubricación y a que ya se había acostumbrado al grosor. Aceleré el ritmo disfrutando del balanceo de sus senos que subía y bajaban en un movimiento casi hipnótico. Tenía los ojos cerrados y se mordía los labios. Pronto note que no aguantaría mucho más e intenté sacarla pero ella me agarró de los brazos y me dijo entre gemidos:

-Quiero toda tu leche dentro de mí.

Aquello puso la puntilla a toda mi excitación y exploté dentro de su coñito. No paraba de salir semen de mi polla y ella no me dejó salir hasta que me hubo exprimido la última gota.

Agotado, caí sobre su pecho jadeando de tanto placer. Mientras, ella me agarraba la cabeza y me besaba.

Nos vestimos y viendo lo tarde que se había hecho nos despedimos con un profundo beso de enamorados prometiendo que lo volveríamos a repetir.