El profesor Fernando. (2ª parte)

Segundo encuentro con el profesor Fernando, esta vez si me la mete, y si me hace disfrutar hasta que repentinamente nos pilla mi compañero de clase!

Hola, os dejo la segunda parte de esta historia.

Aquella noche estaba nervioso. Acababa de atardecer y me dirigía a una zona desconocida para mí dentro de mi propia ciudad, pero la dirección me la había dado aquella mañana el profesor Fernando, o Fer, tal como me había pedido llamarlo, así que allí me dirigí.

Me había preparado a conciencia pues Fer y yo habíamos quedado para follar, para follarme él a mí, y venía bien duchadito y preparado de casa. Aquel día me había corrido por la mañana gracias al enorme gustazo que él me había provocado en el culo, pero nos habíamos quedado con ganas de más. El aula no era el lugar más indicado para que siguiéramos allí liándonos porque alguien nos podía escuchar y delatarnos. Él era el profe, y yo el alumno recién llegado, así que no nos convenía a ninguno dar motivos de revuelo en el centro de estudios.

Llegué al lugar y toqué en la puerta. Subí en el ascensor y llegué a la sexta planta. Fer me abrió la puerta.

¡Cómo estaba el profe! Me recibió en su casa con un pantalón corto y zapatillas, llevaba tan solo una camisa de tirantas y estaba empapado en sudor. Siempre le había visto vestido de manera formal con sus camisas ajustadas, pero verlo así me excitó mucho.

-¡Hola, Dani! Pasa… –Me dijo con una amplia sonrisa en la puerta-. …vengo de correr, acabo de llegar.

Entré y casi muero por descontrol de feromonas. El olor que desprendía Fer me entró por las fosas nasales y me puso cachondo en segundos. Aquel olor a macho me puso taquicárdico. Mi polla rebotó dentro de los pantalones y enseguida se me puso morcillona, además Fer parecía haber estado tocándosela justo antes de que yo llegara, pues se le marcaba todo el cipote en aquellos pantalones que llevaba. Eran blancos, y de sport, típicos como los que usábamos en mi equipo de futbol para entrenar. Recordaba aquel rabo de aquella misma mañana, me lo había comido entero y Fer se había corrido en mi boca mientras me hacía un dedo y yo me corría de placer.

-¡Uff! –Le dije queriéndole agarrar aquel mástil-. Cómo estás ya, ¿no?

Quise hacer amago de tocarle el miembro, pero Fer no me dejó y me indicó con el dedo que callara y que guardara silencio. Al parecer no estábamos solos.

Me hizo pasar al salón y allí me presentó a Saúl, su compañero de piso. Tendría un par de años más que Fernando.

El profesor me había dicho que estaríamos solos en casa pero algo debió de pasar para que no fuera así.

Le di la mano a Saúl y estuvimos allí con él cinco minutos mientras Fer cogía un par de cervezas del frigorífico y unos frutos secos y le contaba a su compañero que estaríamos en su cuarto repasando unas lecciones.

Saúl también estaba bastante apetecible, la verdad. Era algo más alto que Fer, no tan musculado pero sí tenía también un cuerpo desarrollado por las horas de gimnasio. Llevaba gafas y era moreno. Como estaba en la que era su casa sólo llevaba un pantalón corto de pijama, mientras que en el torso no llevaba nada. Tenía buen torso y sobre todo tenía muy desarrollos los pectorales. Me fijé en su pecho evidentemente, y en el abundante vello que allí tenía al igual que en las axilas. ¡Otro pedazo de macho, uff!

Intuí ver cierta compenetración entre mi profesor y su compañero de piso, parecían llevarse bien. Luego nos fuimos al cuarto de Fer. Nada más entrar y cerrar la puerta, éste dejó las cervezas sobre la cama. Se quitó aquel pantalón blanco que llevaba y se quedó en bolas cuando se sacó la camiseta. Había ido a correr sin nada debajo.

No pude evitar el no mirar a su rabo. Era muy largo, incluso aún cuando no estaba duro del todo. Quería volverlo a tener en la boca y volver a saborear aquel precum que tanto me había gustado por la mañana.

-¿Quieres que me duche? –Me preguntó Fer mientras se descapullaba la polla y me miraba de forma lasciva-. O la prefieres tal cual. No me he duchado desde ayer noche, ni siquiera cuando llegué a casa después de correrme en tu boca esta mañana.

No quise ni contestarle. Miré cómo le brillaba la punta del capullo y sin más me arrodillé ante él y se la succioné entera.

-mmmm… -Gimió con gusto-.

Noté rápido que se le puso completamente dura en mi boca. Me ayudé con la mano un poco, al principio, pues el rabo de Fer era bastante largo.

-Tienes ganas de polla por lo que veo, ¡eh! –Me dijo, y me sacó de la boca el miembro para escupirme dentro y meterlo entero hasta dentro-. Traga, putón…

¡Qué rica me sabía la polla de Fernando! Tenía el tamaño perfecto, más larga que la media que había visto hasta aquel momento, y buena de grosor, recta y con un buen capullo coronándola. Fer lo tenía todo, no era solo su cuerpo, su forma de ir vestido siempre marcando y de manera morbosa, era su olor siempre a colonia o ahora a ese sudor que me alteraba y me hacía comerle el rabo como un poseso en busca del último alimento.

Me encantaba comerme aquella polla, y más cuando Fer movía su cadera y me follaba literalmente la garganta llegando al fondo y dejando su pubis en contacto con mi cara. Sus huevos golpeaban mi barbilla y me encantaba ese ímpetu que tenía Fer por no bajar el ritmo de la follada. Estuvo por lo menos media hora dándome rabo y solo sacándola de la tráquea para que yo pudiera coger aire.

Al principio me dieron arcadas que Fer intentaba callar para que su compañero de piso Saúl no nos oyera, pero tras salivar bien y relajar la garganta un poco más, aquel enorme falo entraba perfectamente.

Incluso sabiendo que después, tras aquel rato mamándosela Fer me iba a follar el culo, estuve por pedirle que se volviera a correr en mi boca y me dejara degustar de nuevo su corrida. Pero no lo hice para no parecerle demasiado vicioso,  y él no se corrió, se dedicó a disfrutar de mi boca todo lo que pudo para luego sacarla por último, darme un guantazo en la cara y tirarme boca abajo en la cama.

Durante nuestro primer encuentro Fer ni siquiera me había tocado la polla a mí, tan sólo quiso jugar con mi ojete y hacerme aquel dedo mientras le hacía la mamada. Ahora era diferente, pues Fer estaba muy caliente y en todo momento me metía dedos, me escupía en el culo, me volvía a dilatar igual que ese mismo día por la mañana en el aula, pero ahora me iba a meter más que aquellos benditos dedos.

Puso su glande en la entrada de mi culo y empezó a restregármelo por toda la raja, volvió a escupir un par de veces y jugó en mi entrada metiéndome un poco el glande y haciéndome poner más cachondo aún sin llegar a meterla aunque yo se lo pedía y se lo pedía. Quería su polla, la ansiaba dentro de mí.

Quise darme la vuelta y mirarle a la cara mientras me abría con su falo, pero Fer no me dejó y me mantuvo boca abajo metiéndome una almohada bajo la pelvis y poniendo mi culo en pompa.

-¿Me has dicho que te han dado por detrás, no? –Me preguntó morboso mientras me metía un poco el rabo en el culo-.

-Si… -Contesté un poco tímido-. …pero no tengo demasiada experiencia.

-¿Y de éste tamaño te han metido alguna así? –Me preguntó mientras de un empujón alojaba en mi recto su pollón, y el muy cabrón, como sabía de más que me iba a doler, con antelación me tapó la boca con su mano-.

Vi las estrellas, quise gritar pero no pude. Incluso se me saltó una lágrima cuando sentí cómo aquel monstruo se abrió paso a través de mi canal y llegaba donde nunca antes nada había llegado. Lo había metido entero.

Intenté forcejear un rato para que me la sacase, pero riendo en mí oído me dijo que me relajara, que no pensaba sacarla y que el dolor pasaría, que él sabía que dolía porque a todos los tíos a los que se la metía les decían que los destrozaba. Y así se sentía mi culo, destrozado.

Nunca le pregunté por la medida a Fer pero superaba con creces los veinte centímetros de rabo seguro, y menos mal que no era muy gordo, porque aquellos centímetros me entraron de sopetón y abrieron mi culo como nunca ninguna polla me había hecho.

Aún no me había calmado cuando Fer empezó a bombear con todo su rabo en mi recto. Me la sacaba hasta casi fuera del todo y volvía a hundirla metiéndola entera. Lo hacía muy rápido y con un ritmo nuevo para mí. Había estado con chicos de mi edad, de mi estatura y tal, pero no con un tío que me sacaba seis o siete años teniendo yo veinte y con un cuerpo que era mucho más grande que el mío y por supuesto más fuerte nunca. Me dominó por completo, y no pude más que dejarle hacer.

Me sentí sometido por primera vez en mi vida. Una vez que dejé de quejarme, solo pude comprobar que mi culo no había sufrido ningún daño y que sólo me temblaban las piernas por el gusto que Fer me estaba dando.

Me enculó por un buen rato en aquella postura, con la almohada bajo mi pelvis. Luego la quitó y se tumbó boca arriba en la cama y me pidió que lo cabalgara. Comprobé que no se había puesto condón y que era el primer tío que me follaba el culo a pelo.  Por la mañana me había tragado su corrida, así que no le di más importancia y no me quise rallar. Quise disfrutar, y su tremenda polla era muy disfrutable.

Me sentía abierto y lleno por completo albergando aquel cipote en mi culo, y saltando sobre él para que se me clavara más y más. Me detuve y empecé a contonear mi cadera para que no se aburriese de tanto salto y le tuvo que encantar, porque Fer me agarró el culo con las dos manos y me empezó ahora a follar él así. Metía el rabo sin contemplaciones, buscando su propio placer y usando mi culo para pajearse.

Me hizo levantarme e inclinarme un poco y distancié el ojete de su pubis, acto seguido empezó a meterla y a sacarla de manera frenética y se corrió llenándome el culo sin previo aviso con su leche.

Tuve que gemir para aguantar sus embestidas justo cuando se corría, porque contorsionaba todo el cuerpo mientras me agarraba de la cadera y me la clavaba fuerte y dándome golpes en seco. Nunca ningún tío me había llegado tan adentro con el rabo, tan profundo, en el tope de mis entrañas, y aunque me dolió no pude disfrutar más mientras él me trataba como una muñeca hinchable y yo disfrutaba de su corrida.

Como yo no me había corrido Fer me la sacó y me hizo ponerme boca arriba, acercó su mano a mi dilatado orificio y metió de golpe los mismos cuatro dedos que aquella misma mañana me metiera y comenzó a moverlos con rapidez. Me agarré el rabo duro y empecé a pajearme como un loco. Me moría de gusto.

Al ratito de estar recibiendo aquel fantástico placer, noté cierto dolorcillo en el ojete y comprobé que Fer había logrado meterme la mano por completo y movía su puño hacia dentro y hacia fuera,  y jadeé como una perra mientras me corría sobre mi estómago.

Fue en aquel momento cuando la puerta del dormitorio del profesor Fernando se abrió y apareció bajo el dintel Kike, mi propio compañero de mesa en el aula. Al parecer era el otro compañero de piso de Fer.

-¡Joder con el nuevo! –Dijo Kike sorprendido, viendo cómo Fer me tenía su puño dentro del culo-.

-¡Kike! –Le gritó Fer algo enfadado-. Joder, tío, que estoy follando…

-Ya veo… ya.

Continuará...

Si queréis que continue, claro. ¿Qué os ha parecido? Dejadme en los comentarios vuestras impresiones, comentarios y consejos para seguir!

Gracias, y 1 saludos.