El profesor fantástico

Dos amigos salidos encuentran en un curso de inglés a un profesor con el que dar suelta a todas sus fantasías.

Mi amigo Rafa y yo, me llamo Quique, no somos gays, aunque, supongo que como casi todos, alguna vez nos lo hemos hecho con algún compañero "nenaza" que ha disfrutado cuando le echábamos buenos polvos para desahogar un calentón, pero lo que nos gustan son las tías. Sin embargo, el verano pasado tuvimos una experiencia fabulosa, y muy peculiar, cuando fuimos a un campamento de verano de inglés en un lugar muy bonito de la costa de Málaga. El ambiente era el de siempre, muchos chicos y chicas de más o menos nuestra edad, empezando o a punto de empezar la Universidad, profesores y profesoras ingleses e irlandeses, buen rollo de estudio de inglés y muchas ganas de aprovechar para algún ligue con sexo, a lo que ayudaba la playa, el calor y la ropa informal y ligera.

El único profesor español era Javier, que se ocupaba de todo un poco, de formar los grupos, controlar la asistencia a las clases, llevar los papeles administrativos, asignar las habitaciones en la residencia y organizar las excursiones. Enseguida nos dimos cuenta de que tenía bastante más que un ramalazo. Otro estudiante, uno de los que se las dan de muy duros y machotes, Roberto, lo dijo con mucha gracia: "Joder, éste tiene el culo más usado que un campo de fútbol". La verdad es que el tal Javier ya no cumplía los cuarenta, pero se veía que se cuidaba: delgado, vientre liso, el trasero pequeño pero respingón, el pelo cortado a capas en plan "cebolla" y ni rastro de vello a la vista, y eso que se veía mucho, porque iba siempre con pantalones no cortos, sino cortísimos y de cintura bien por debajo del ombligo y camisetas de colorines muy escotadas, sin mangas y también muy cortas. Ni un pelo en las piernas, el pecho, el vientre o los sobacos, vamos, que o se depilaba a diario o se había hecho una definitiva de esas que anuncian con láser.

Cuando nos indicó nuestra habitación, Rafa, que no se corta un pelo, le hizo un recorrido con la mirada por todo el cuerpo que era de descaro, incluso con puntita de lengua por los labios y poniéndose la mano sobre el paquete. Javier se dejó mirar y le gustó, porque los pezones se le marcaron en la camiseta y esbozó una sonrisa. Llevaba un pantaloncito ajustado como una segunda piel y que apenas bajaba de las ingles. Era de una tela blanca fina y se notaba debajo un pequeño tanga, de color malva, porque las cintas laterales del tanga salían por encima de la cintura muy baja del short. Cuando nos quedamos solos, Rafa se abrió el pantalón y se sacó la polla bien tiesa. "Joder, me la ha puesto bien dura el maricón. A ese le voy a dejar el culo de puta que tiene como una charca de patos", dijo mientras se la meneaba. Estaba bien caliente, porque se corrió enseguida.

Durante los días siguientes, Rafa siguió el juego de las miradas y los gestos con el profesor, quien no le hacía ascos. Me di cuenta que cuando nos cruzábamos con él por algún sitio incluso cambiaba la forma de andar, movía las caderas y pasaba despacio a nuestro lado. Vamos, que se comportaba como una "calienta braguetas". Rafa estaba tan salido con la aventura y se hacía tantas pajas que me di cuenta de que, si no conseguía tirarse pronto al profesor, cualquier noche iba a querer montarme, como ya había hecho un par de veces años atrás. Una noche, Rafa me dijo que íbamos a salir "de descubierta". Había averiguado cuál era la habitación de Javier, estaba en la planta baja y la ventana daba directamente al jardín. Nos deslizamos hasta ella y en efecto, desde el jardín se veía todo el interior de la habitación. La cortina estaba descorrida, la ventana ligeramente entreabierta, la luz encendida y el profesor, sin otra ropa que un mínimo tanga, estaba terminando de ordenar unos papeles en un escritorio.

Al cabo de un momento Javier se levantó, fue hacia una pequeña cómoda y de un cajón sacó un enorme pene de látex, como de un palmo de largo y muy grueso, terminado en dos grandes huevos y de cuya base salía un cable con un interruptor. Fue hacia la cama y se puso de rodillas en ella, sentándose sobre sus tobillos. Accionó el interruptor y el enorme consolador empezó a vibrar, con un ruidito que oíamos por la ventana entreabierta. Lo puso vertical sobre la cama, sujeto por sus tobillos, se lubricó el ano con una crema que tenía en la mesilla y volvió a sentarse despacio, empalándose en el pene hasta volver e reposar las nalgas en los tobillos. ¡Lo tenía todo dentro! Poco a poco, cada vez más rápido, empezó a subir y bajar las nalgas y se veía como el enorme pene de latex salía y entraba en su agujero. A mi lado oí jadear a Rafa, que tenía la polla completamente tiesa y se estaba pajeando. Me sentí tan excitado que saqué también mi polla y empecé a meneármela.

Durante un buen rato estuvimos así. Las nalgas de Javier subían y bajaban, empaladas en el consolador, mientras él se acariciaba lascivamente los muslos y el vientre, se manoseaba los pechos y se estrujaba los pezones tiesos. Fuera de la ventana, Rafa y yo habíamos cambiado de polla y nos pajeábamos uno al otro. A punto de corrernos, Rafa soltó mi polla y apartó mi mano de la suya. "Nada de pajas –me dijo–, vamos a tirarnos a esa puta". Dicho y hecho, empujó la ventana entreabierta y saltó al interior de la habitación. Yo le seguí y por un momento todos nos quedamos inmóviles. Desde la cama, el profesor nos miraba sorprendido, quieto, muy erguido, empalado en el consolador, las nalgas respingonas, con un mano sobre su vientre y otra sobre un pecho. Nosotros, junto a la ventana, de pie, los dos mostrando nuestras pollas tiesas y palpitantes. El cosquilleo en los huevos me hacía temer que, en cualquier momento, podía ser incapaz de contenerme y empezaría a soltar al aire los chorros de semen. Y en el silencio, el ruidito de la vibración del consolador.

Sin poder contenerse, Rafa se subió a la cama, de pie delante de Javier, con las piernas abiertas y enfiló su polla tiesa hacia la boca de éste, que la abrió para recibir el ansioso pene. La polla de Rafa penetró la boca de Javier. Rafa sujetó la cabeza de Javier con la mano y empujó más fuerte, metiéndole la polla hasta la garganta, y empezó literalmente a follarle en la boca, metiendo y sacando el miembro a fuertes empujones. Pasada la sorpresa, Javier chupaba ansiosamente la polla de Rafa, quien de prontó le apartó y empujándole sobre la cama le sacó de un tirón el consolador. "¡Vas a saber lo que es un pollón de verdad, puta!", le dijo, mientras tiraba el pena de látex al suelo. Luego, Rafa se tumbó boca arriba en la cama, con la polla tiesa y le ordenó a Javier que se sentara sobre ella: "¡Quiero verte bien las nalgas y el coño, puta!". Sin que se lo pidiera dos veces, Javier se empaló ansioso en el pene, mirando hacia los pies de Rafa, para que éste tuviera a la vista las respingonas nalgas del profesor. Vamos, de la profesora, como le dijimos siempre desde esa noche.

Mientras las nalgas de Javier subían y bajaban con rapidez, los jadeos de Rafa hacían ver que estaba excitado a tope y a punto de correrse, así que me subí también a la cama, me puse de pie delante de Javier y le metí mi polla hasta la garganta, empezando a follarle con fuerza en la boca, mientras le agarraba los dos pezones, apretándoselos con fuerza para causarle dolor. De repente Rafa soltó un rugido, se estaba corriendo en el culo del profesor, yo tampoco pude aguantar más y noté como mis chorros de semen entraban en su boca y me llegaban ahogados sus gemidos de dolor por la forma en que yo le retorcía los pezones. Cuando saqué la polla de su boca le hice que me la lamiera hasta dejarla completamente limpia de semen.

Durante un buen rato nos quedamos los tres echados en la cama, revueltos, recuperándonos Rafa y yo de los orgasmos. El profe llevó los dedos a su ano, por el que se deslizaban hilillos del semen de Rafa y luego los chupó golosamente. De pronto, el morboso de Rafa sacó la correa de sus pantalones caídos y ordenó a Javier que se pusiera a cuatro patas sobre la cama con las nalgas bien levantadas. Éste lo hizo y Javier empezó a darle correazos en las nalgas. Los daba con fuerza, pero el profe mantuvo levantado el trasero mientras gemía de dolor. Yo noté que me excitaba de nuevo al ver restallar la correa en las nalgas, que se iban poniendo coloradas. La polla de Rafa volvía a estar tiesa y dura, dejó caer la correa, agarró las caderas de Javier y le penetró de nuevo salvajemente. Cuando se corrió, le sustituí en el acto, disfrutando al meter y sacar mi polla en el culo ardiente del profe mientras le daba azotes en las nalgas con todas mis fuerzas. Tuve una corrida fantástica.

Nos duchamos los tres y Rafa y yo dábamos la noche por terminada, pero el profe nos reservaba todavía una sorpresa. Cogió una bolsa del armario, nos dijo que esperásemos y se metió al cuarto de baño cerrando la puerta. A los pocos minutos, cuando abrió la puerta y salió ante nosotros nos quedamos con la boca abierta. Llevaba unas braguitas tanga de satén con puntillitas, zapatos de tacón alto, un top rojo de lycra bajo el que algo imitaba unas pequeñas tetas, una minifalda de volantes por las ingles, pendientes de grandes aros, una gargantilla de perlas y cristales de color, pulseras y una esclava dorada en el tobillo derecho. Se había puesto unas largas pestañas postizas y maquillado los labios.

Disfrutando de nuestra sorpresa, se balanceó suavemente con movimientos femeninos y viciosos y muy despacio levantó la minifalda por delante para que viéramos la braguita. En el triángulo de satén rojo, unas letras doradas pedían: "Fuck me". Y vaya si le follamos. Nunca hubiéramos creído Rafa y yo que fuéramos capaces de corrernos tantas veces en una noche, pero tampoco habíamos imaginado nunca un profe tan puta. Cuando salimos de su habitación habían pasado varias horas y nos habíamos corrido otras tres veces cada uno. A la mañana siguiente, cuando nos cruzamos por un pasillo de las aulas, el profe estaba como siempre, pero nos sonrió con una deliciosa mirada de sumisión y entrega.