El Profesor (Especial)
Un alumno y su profesor... y alguien que intenta destruir lo que tanto les ha costado forjar.
El empujón me tiró al suelo y mi cabeza rebotó contra la pared. Por un momento vi estrellas, pero me enfoqué suficiente para ver cómo mi ex atacaba a Rocco. Le tenía el cuello agarrado con sus dos manos, mientras Rocco movía las piernas desesperado por soltarse. Me levanté ignorando el dolor que sentía y me lancé contra el atacante. Rodeé mi brazo en su cuello y lo tiré hacia atrás. Rocco logró inspirar por fin, su rostro estaba rojo por el esfuerzo y sus ojos brillosos.
Mi ex se zafó de mí y volvió a arremeter contra Rocco. Pero ésta había sido más rápido y se alejó de su agarre. La toalla había quedado en suelo por lo que Rocco estaba completamente desnudo.
-¡Vete a la habitación! –le grité mientras intentaba reducir a mi ex.
-¡No te voy a dejar solo con él! –gritó Rocco corriendo hasta nosotros. Pero con el forcejeo recibió una patada en el estómago que lo tiró contra el suelo. Automáticamente se formó un manchón rojo en ese lugar, que prometía colocarse de un llamativo color lila.
Me enfurecí por eso y, con la rabia, logré ser más fuerte para poder taclearlo y quedar sobre él. Movilicé sus manos mientras éste no dejaba de moverlas.
-¡Lo mataré! –gritó-. ¡Mataré a ese hijo de puta!
-¡¿Qué está pasando aquí?! –preguntó mi abuela entrando al living.
-¡A la habitación! –le ordené-. ¡Rocco, llévala dentro!
Al fin me hizo caso y se levantó para tomarla del brazo y meterla a la habitación. Pero mi ex aprovechó ése momento de distracción para empujarme y poder levantarse. Atrapé su pierna antes de que pudiera dar más pasos y lo hice caer. Me levanté y me monté sobre él.
-¡¿Qué quieres?! ¡¿Qué haces aquí?! –pregunté desesperado.
-¡Vengo a matarlo! –gritó desesperado. Estaba vuelto loco. Sus ojos miraban desorbitados y tenía unas ojeras que indicaba que llevaba varios días sin poder dormir.
-¿Por qué? –le pregunté en susurro con la intención de calmarlo.
-Porque él te alejó de mí –lloró-. Yo quería volver contigo. ¡Lo intenté! Y ése día en la plaza, me prometí que no me rendiría, pero cuando volví tú ya estabas con ese niño. ¡Me volví loco!
-¡Tienes que superarlo! ¡Yo no quiero estar contigo!
-Sí quieres. Tu siempre me vas a amar –dijo mientras intentaba besarme-. Tú lo dijiste. Siempre decías que me amarías por siempre.
-Eso fue antes de que tú lo arruinaras todo.
-Pero lo quería arreglar. ¡Yo quería recuperarte! Eres lo mejor que me ha pasado y lo arruiné por estúpido. Por favor, perdóname.
-Estás enfermo –lo miré con asco-. ¡Quiero que te vayas y no vuelvas! Entiende que ya te superé.
-Já ¿Con ese niñato? ¿Qué va a saber él? Sólo es un niñito sin experiencia –dijo con veneno-. Se está aprovechando de ti para huir de su casa como adolescente rebelde. Y va a dejarte en cuanto se le pase la calentura.
-No sabes nada de él –le dije-. No lo conoces y…
-¿Y tú sí? ¿Acaso te dijo que fue a verme? –una sonrisa se dibujó en su rostro cuando vio que me sorprendí.
-Es mentira… -dije.
-¿Mentira? ¡¿Es mentira, Rocco?! –gritó hacia donde se había ido Rocco.
-¡Cállate! ¡Deja de mentir! ¿Para qué iría donde ti?
-¿De verdad quieres que te lo diga? ¿Quieres saber lo que me fue a ofrecer?
-Estas mintiendo –dije cerrando los ojos para no ver su sonrisa irónica.
-Revisa en mi bolsillo –dijo-. Ahí están las pruebas.
-No lo haré, no te creo.
-¿Es eso? ¿O es porque no quieres ver la realidad? –me quedé reflexionando unos segundos hasta que Rocco apareció. Su rostro estaba rojo y húmedo por las lágrimas.
-No lo veas –sollozó.
-¿Rocco? –Pregunté desesperado-. Rocco… no. Dime que no… por favor.
-Sólo no lo veas, ¿ok? –imploró mientras con sus manos cubría su boca y me miraba con ojos profundamente arrepentidos.
A continuación busqué su celular y seguí las indicaciones pese a que Rocco me gritaba que no lo hiciera. Cuando llegué a lo que buscaba, quedé sin palabras. Fue cómo si mi alma hubiese escapado y yo hubiese quedado vacío. Rocco comenzó a llorar desesperado mientras yo me levantaba sin saber qué hacer. Corrió hacia mí para abrazarme pero lo alejé.
-Te dije –habló mi ex mientras se levantaba-. No es quién crees que es. Esto lo hago para que veas que no te conviene. Quiero protegerte.
-¡Cierra tu maldita boca! –le gritó Rocco mientras arremetía contra él.
-¿Eres tú? –pregunté. Ambos se quedaron quietos-. Rocco, ¿eres tú?
-Yo…
-¡¿Eres tú o no, Rocco?! –grité.
-S-sí –respondió. Pude oír como mi corazón se partía.
Rocco se encontraba dormido y desnudo en una cama de sábanas blancas. Atrás de él, y abrazándolo, se encontraba desnudo mi ex. Sentí un asco horrible en todo mi cuerpo y una pena tremenda. Miré a Rocco cómo si estuviese viendo a un completo desconocido. Me vio y se acercó a mí.
-Puedo explicártelo –dijo.
-La imagen habla por sí sola –resoplé mirándolo con asco.
-No entiendes, yo…
-Por favor vete –le dije.
-Pero yo…
-¡Vete! ¡No te quiero ver! –grité-. ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?!
-Es que…
-Así son esos chicos –interrumpió mi ex -. Aprovechan su situación de vulnerabilidad y su cara bonita para beneficiarse de chicos buenos como tú.
-¡Tú no hables! –gritó Rocco.
-¡Cierren la boca ambos! –les repliqué-. ¡Váyanse de mi casa!
Y a empujones los tiré a la calle. Apenas cerré la puerta estallé en un amargo llanto. La sensación de traición y humillación era horrible. Las lágrimas caían de mis ojos inundando mi cara. Ni siquiera podía respirar bien por la intensidad del llanto. Mi abuela apareció y me envolvió en sus brazos. Me besó a frente y me hizo calmar.
Al cabo de un rato, y luego de ver cómo peleaban ellos aún afuera, decidí irme a dormir. No tenía ganas de pensar en nada más. Pero tuve que irme a la habitación de mi abuela, pues mi cuarto tenía el aroma a Rocco y no iba a poder dormir si lo tenía tan presente. No fui capaz de salir de mi casa durante todo el resto del día. Cuando las estrellas comenzaron a salir, la puerta sonó. Fui a abrir y vi a mi ex. Intenté cerrar la puerta pero él lo impidió.
-Quiero hablar contigo –dijo.
-Pero yo no –contesté.
-Lo que dije hace un rato es cierto, yo te amo. Yo cambié, de verdad. Por eso vine –decía-. Quería demostrarte que él no es una buena persona y te dije la verdad. No quiero más mentiras. Yo te amo y haría cualquier cosa por ti.
-No estoy de humor para esto –dije al borde del llanto.
-Lo sé, tranquilo. Pero no me daré por vencido. Tú mereces a alguien que te proteja y te cuide. Y yo lo haré. Haré lo que tú me pidas.
-¿Podemos hablar de esto en otro momento? De verdad que no quiero ahora.
-Sí, está bien. No te preocupes. Vendré en otra ocasión.
Cerré la puerta y me senté en el sofá. Miré por la ventana cuando se iba y esperé… La luna llegó a su punto más alto, pero no llegó quién yo esperaba. Decepcionado me fui a la cama y caí rendido. Sólo recuerdo a mi abuela acostándose cómo a la hora después, y luego me hundí en mis sueños, donde estaba protegido de la cruel realidad.
El ruido de la puerta sonó y bajé a abrir. Mi abuela estaba en la cocina preparando el desayuno como todas las mañanas. Abrí con la esperanza de que fuera Rocco, pero no fue así.
-¿Podemos hablar ahora? –preguntó mi ex.
-Eh, bueno…
-Si él entra, te prometo que le lanzo el agua hirviendo por la cabeza –dijo mi abuela con la tetera en la mano, mirando de forma aterradora.
-Creo que no es el momento –le dije.
-Está bien. ¿Has sabido de Rocco? –preguntó nervioso.
-No –respondí con sabor amargo.
-Me lo imaginé. Supongo que estará buscando a otro iluso de quién aprovecharse –sentí un retorcijón en el pecho al oír eso-. Tú no tienes la culpa, bebé. Eres demasiado bueno.
-Hablamos más tarde –sólo dije, y cerré la puerta.
Caminé con aire derrotado a la cocina y me senté en la mesa.
-Supongo que no le crees nada de lo que dice –dijo mi abuela.
-No sé a quién creerle, abuela –le confesé.
-Pues a Rocco –dijo seriamente.
-Tu no viste lo que yo vi –Ácido corrió por mi garganta al recordar la foto-. Además, ni siquiera ha venido para intentar hablarme.
-Quiero creerle –dijo en voz baja.
-Yo igual quiero, pero… Pero hay que aceptar que a veces las personas no son lo que aparentan.
-Sólo te diré que tengas cuidado. Piensa bien y no te apresures a nada.
-Está bien –respondí-. Y tú no hagas tanta comida que ahora estamos nosotros dos.
Esa tarde, después de almuerzo, fui al parque para encontrarme con mi ex lejos de mi abuela. Quería saber lo que iba a decir.
-Quiero que seamos amigos –dijo-. Sólo eso pido. No quiero nada más, sólo la oportunidad de resarcirme.
-Siento que si lo hago, estaré cometiendo un error –le confesé.
-Pues no lo haces, porque no te pido nada más. ¿Qué puede salir mal de eso? –lo pensé un momento y consideré que tenía razón. Hasta el momento había respetado mis condiciones y me había esperado.
-Está bien, pero no intentarás nada conmigo ¿verdad?
-Nada, sólo amigos, te lo prometo. Entiende que yo quiero recuperarte a la buena, y tendré una conducta intachable. Al primer fallo, puedes alejarte de mí y te lo permitiré.
-Ok –acepté.
-Sólo espero que ese niño no vuelva molestarte cuando se le acabe el dinero.
-¿Dinero?
-Me robó dinero cuando fue a mi casa –dijo-. El día de la foto. ¿A ti no te robó nada?
-No, jamás –respodí.
-Pero le dabas dinero ¿o no? Ese tipo de personas sabe conseguir lo que quiere sin que tú te des cuenta –dijo-. Y tú lo haces pensando que las cosas nacen de ti, pero él plantó la idea antes.
-Bueno… -Muchas cosas pasaron por mi cabeza. Regalos que le di, la matrícula de la universidad, la casa… Pero eso lo hice porque yo quería ¿o no?
-Tranquilo, no pienses en eso –me tomó de la mano-. Ahora sólo vendrán cosas buenas.
Luego de un rato, decidí irme porque el cielo se nubló y la temperatura bajó, amenazando el día con una tormenta de verano.
-Mañana vendré a buscarte y te invitaré a almorzar, ¿ok? –preguntó-. No será una cita, además, sé que te gusta comer, así que no te hagas el de rogar.
-Eh…-dudé.
-No digas nada ahora –interrumpió-. Ahora vete o la tormenta te dejará empapado.
Me senté en el sofá cuando llegué a la casa, y pensé en la proposición que había recibido. Luego pensé en Rocco y esperé que llegara, pero no pasó. Y lo odié… Odié que no viniera, odié que no se esforzara por mí. Odié que fuera verdad lo que mi ex me dijo. Por un momento no quise creerlo, pero sería un iluso si ignoraba todas las pruebas que se me estaban dando.
Enojado me levanté y me fui a dormir. La lluvia golpeaba las ventanas y los relámpagos iluminaban la habitación de mi abuela. Un trueno horriblemente fuerte me hizo dar un salto en la cama, y recordé que Rocco les tenía pánico. Sacudí mi mente y lo aparté de mis pensamientos. El ruido de la puerta me despertó muy entrada la noche. Me levanté asustado, pero sólo era mi abuela que se venía a acostar. Pero me envolvió en sus brazos y me volví a dormir como bebé.
Eran las 5 de la mañana cuando un trueno me despertó. Decidí ir al baño pues ya no aguantaba las ganas de orinar. En un ataque de nostalgia me fui a mi habitación y aspiré el aroma de Rocco. Las lágrimas no tardaron en salir y me lancé a la cama. De pronto me percaté de que mi llanto tenía eco, pero a los segundos descubrí que no era eco, sino que era otro llanto. Caminé por la habitación siguiendo el sonido y abrí la ventana. Di un salto cuando descubrí a Rocco en el suelo, refugiándose de la lluvia bajo la ventana, y llorando en posición fetal.
-¿Rocco? –pregunté y me miró asustado-. ¿Qué haces aquí? ¿Desde cuándo estas ahí?
-Nunca me fui –respondió llorando.
Lo tome del brazo y le metí a la habitación.
-¿Qué dijiste? –pregunté sorprendido.
-No me he ido –su voz temblaba.
-¿Estás loco?
-Un poco –respondió-. Pero no tenía otro lugar donde ir.
-¿Y qué has hecho? –me miró fijamente-. ¿Mi abuela te ayudó?
-Sí. Me pidió que entrara pero yo no quería. Me estuvo dando de comer mientras tú no estaba y se quedaba conmigo hablando.
-Con razón cocinaba de más y se acostaba tan tarde –dije para mí.
-Ayer entré cuándo tú saliste y después volví a ocultarme.
-¿Y cómo no te he visto antes?
-Porque estuve deambulando por los alrededores, y después venía aquí a dormir –estaba temblando por el frío. La ropa estaba adherida a su cuerpo y estuve tentado a abrazarlo-. Me siento muy avergonzado. ¿Le crees a él, verdad?
-En realidad no sé –respondí-. Hasta el momento él ha sido más sincero que tú.
-Pero no entiendes lo que pasa –dijo-. Yo te amo, en serio. Para mí eres lo más importante. Él mintió.
-Y tú también –dije con el dolor de mi alma.
-Las cosas no fueron como él lo dice –se quejó-. Por favor, créeme.
-¿Cómo quieres que te crea si después que te fuiste no volviste para dar alguna explicación? Eso no lo hace alguien inocente.
-Es que no me atrevía a verte a los ojos –respondió en susurro-. Quería darte tiempo… quería reunir valentía. Las cosas no pasaron como él dijo. Escúchame, te lo suplico.
Verlo en ese estado: con la ropa húmeda, el pelo mojado y los ojos irritados, no pude negarme Fue así que comenzó su narración de los hechos.
-Él te seguía –comenzó-. Hace mucho que me había dado cuenta. Lo veía rondar los lugares donde estabas. Ése día en la plaza no fue la primera vez que lo vi, pues varias veces lo vi rondar el colegio. Hace un mes y medio atrás, lo encaré cuando tú estabas en el supermercado. Discutimos y me ofreció un trato. Sí aceptaba, él nos dejaría de acosar. Así que me pidió ir a su casa…
-¿Y te acostaste con él? –pregunté volviéndome a enfadar.
-¡No! No… Las cosas no fueron así –Tosió un poco y continuó-: Fui como a las dos semanas después. Me esperó con cosas para comer y beber. Ahí me propuso el trato. Y sí, él quería tener sexo conmigo. Pero yo me negué, te lo prometo.
-¿Entonces…? –pregunté escéptico, pero me interrumpió.
-Me comencé a sentir mal –continuó-. Empecé a ver borroso y luego me desmallé. No recuerdo nada de lo que pasó después. Sólo recuerdo que desperté a las horas después, con todo el cuerpo adolorido. Estaba desnudo y sucio sobre su cama… Me levanté y lo vi en el living. Estaba sólo con bóxers, y con una sonrisa patética en su cara. Me mostró la foto que viste tú, y me amenazó con usar esa foto para separarnos si yo no me alejaba de ti.
-Rocco… -comencé preocupado-, eso quiere decir que él…
-Sí –respondió con la cabeza mirando al suelo-. Él abusó de mí. Te juro por mi madre que es cierto. Sentí repulsión de mí mismo y me sentía culpable. Por eso estuve un mes sin querer tener sexo contigo… sentía que te iba a contaminar con mi suciedad. Y pensé… pensé que me tendrías asco.
Le tomé su barbilla y levanté su mirada. Sus ojos brotaban lágrimas cómo si fueran mini cascadas. Simplemente le creí. Sólo había sinceridad en sus ojos y me odie a mí mismo por haber dudado de él.
-Jamás te sientas avergonzado –le dije-. Es él quién debería sentirlo. Y te pido que me perdones. Soy un estúpido, un imbécil que no merece tener a un ángel como tú a su lado. Me siento terrible por haberte tratado así y por no haber hecho algo para protegerte.
-No es tú culpa –respondió tomando mis manos-. Yo fui quién se metió en la cueva de los leones. Y yo elegí callar y esperar a que la burbuja reventara. Debí decírtelo desde un principio, y jugué al adulto fortachón.
-Nunca debí creerle –resoplé mientras me daba golpes en la cabeza con rabia.
-Las pruebas eran innegables –dijo. Y me sentí peor al ver cómo él seguía justificándome.
-Por favor, deja que me sienta mal. Necesito sentirme como el hombre más despreciable de la tierra.
-Es que no lo eres –Me tomó de los hombros para que lo mirara fijamente-. No lo eres. Simplemente caímos en su juego. No ganamos nada sintiéndonos mal con nosotros mismo. Con tal que ya me creas, para mí es suficiente.
-No, no es suficiente –dije-. No va a ser suficiente hasta que él pague.
Miré a Rocco a los ojos y, con sólo una mirada, le prometí que mi ex iba a pagar las consecuencias. Luego lo abracé y lo besé. Pude sentir mi alma entrar de nuevo a mi cuerpo. Era como un delicioso calor inundando cada centímetro de mi frío cuerpo. En ese instante fui consciente del latido de mi corazón y de lo afortunado que era de tener un chico tan especial como él. Nuestros cuerpos estaban extremadamente juntos, como si necesitaran ser uno sólo. Y lo seríamos.
Le quité su ropa en tiempo record. Estudie su cuerpo y me prometí jamás volver a deshacerme de él. Amé cómo se veía el bronceado de su piel, y el contraste que hacía con la zona extremadamente blanca de su culo y pubis. Besé sus firmes pectorales que aún tenían gotas de agua de lluvia, y mordí suavemente sus tetillas.
-¡Ah! –gimió.
Y no fue cualquier gemido. Sino ese tipo de gemidos que vienen del estómago, y como una respuesta casi desesperada a un estímulo. Es como si no existiera oración para describirlo, sólo un gemido que te hace saber lo placentero y delicioso que el otro está sintiendo gracias a ti. Simplemente un regalo.
Mis manos viajaron a cada lado de su cuerpo y subieron lentamente, acariciando cada centímetro, hasta llegar a su cabello. Lo besé nuevamente y no quería dejar de hacerlo. Los besos decían más que las palabras y los necesitaba más que el aire que respiraba. Mordí su mandíbula hasta llegar al lóbulo de su oreja. Jugué con mi lengua en ese lugar y no me detuve hasta que oí salir un gemido de su boca.
Ese gemido me dio un subidón de adrenalina y lo tiré contra la cama. Separé sus piernas y me metí entre ellas. Besé justo el centro entre su pubis y el ombligo, y subí lentamente hasta el ángulo que se forma entre las costillas. Podía ver cómo se le marcaban y levantaban al respirar. En un momento inspiró y aprisioné el borde de sus costillas con mi boca, para luego dejar una pequeña marca rosada de un chupetón.
Su pene se enterraba en mi vientre ya húmedo y duro. Fue así que, sin torturarlo más, decidí tomarlo entre mis dedos e introducirlo en mi boca. Apenas su glande tocó mi lengua, comencé a producir saliva, y pronto ya tenía todo su pene húmedo. Mordí su escroto y subí dando pequeños mordiscos hasta volver a su glande. Sus gemidos eran alucinantes y se convirtieron en mi droga. Tomé sus piernas y las elevé para dejar su agujero a mi disposición. Vi ese pequeño ano rosado, oculto entre dos potentes montañas de carne, y sentí la necesidad de estar dentro de él.
Su agujero se contrajo cuando mi lengua lo tocó. Su sabor inundó mi boca y me trajo hermosos recuerdos previos. Coloqué ambos pulgares a cada lado de su entrada, e intenté abrir el lugar. Obviamente no se abrió debido a su estreches, pero fue suficiente para comenzar la dilatación. Embarré toda la zona con mi saliva e introduje dos dedos. Fue una delicia volver a sentir su calor y la presión que sus paredes ejercían en mis falanges.
Levanté ligeramente la vista y observé a Rocco retorcerse de placer. Mordía sus labios y daba pequeños gemidos, mientras los dedos de sus pies se retorcían. Cuando lo consideré prudente, comencé a meter un tercer dedo. Amé la resistencia que su recto ofrecía, y ya podía imaginarme su interior envolviendo a mi verga. De pronto Rocco se incorporó. Lo miré sorprendido y me tomó de los hombros para tirarme contra la cama.
Se montó sobre mi poseído por el fuego del infierno. Desabrochó mi pantalón y sacó mi pene del bóxer. Sin decir nada, abrió la boca y lo hizo desaparecer. No fui capaz de reprimir el gemido y rebotó en las paredes de la habitación. Succionaba con fuerza y velocidad, a la vez que con sus dedos jugaba con mis testículos. Me dio un ligero apretón en ese lugar, y supe que quería ser violento. Poniéndome a su nivel, lo tomé de la nuca y le fui ensartando en mi mástil. Sus ojos brillaban por las lágrimas y a veces soltaba alguna arcada, pero él estaba empeñado en continuar.
A los minutos toda mi verga y huevos estaban llenas de su saliva mezclada con mi pre-semen. Luego se paró sobre la cama y se giró dándome la espalda. Descendió un poco y acercó su culo a mi cara. Sin pensarlo me hundí entre sus nalgas e introduje mi lengua en su orificio. Metí mi dedo pulgar y rápidamente al sacarlo introducía saliva. Al segundo siguiente apartó su trasero de mi cara y tomó mi verga entre sus dedos. Apuntó hasta su entrada y comenzó a descender.
Cuando mi glande hizo contacto con su ano y sentí su calor, respiré profundo. Cerré los ojos y esperé impaciente la lluvia de sensaciones. Pero Rocco quería jugar. Con su mano en la base de mi verga, empezó a trazar círculos alrededor de su orificio, causándome torturantes sensaciones en mi glande. Por momentos introducía un milímetro de mi glande, para levantarse rápidamente a continuación. No aguantaba más, mi cuerpo ardía en llamas por estar dentro de él. Y, sin previo aviso, se sentó sobre mí.
Es inexplicable lo que sentí en ese momento. Sentí cómo su carne se abrió violentamente para mí, acariciando la piel de mi verga con su caliente y viscosa humedad. Rocco se dejó caer sobre mi pecho y su cabeza quedó acostada en sobre mi hombro. Sus ojos estaban cerrados por el dolor, pero no dijo nada. Sólo levantó su brazo y rodeó mi cabeza. Giré mi rostro y me encontré con su oreja. La mordí mientras comenzaba a embestirlo y cerré los ojos dejándome llevar.
Su cabeza se giró y esta vez intenté incorporarme para alcanzar sus labios. Pocas cosas son tan especiales como un pasional beso durante la penetración. Mis manos pellizcaron sus tetillas y lo hicieron gemir. Acaricié su costado y recorrí cada costilla hasta llegar a su vientre. Desde allí me estiré unos centímetros más, y logré apresar su dura y rebosante verga. Le di un fuerte apretón liberando un chorro de su pre-semen y haciéndolo gemir nuevamente. Esto causó un espasmo en su ano que repercutió en un gemido que se lo hice llegar muy cerca de su oído. Se mordió el labio con una media sonrisa cuando lo escuchó.
Rápidamente fui batiendo su pene mientras el mío causaba estragos en su interior. Era muy curioso el momento, y para mí era el más excitante de todos. Con mi mano derecha lo masturbaba y con mi mano izquierda apretaba sus tetillas. Pronto sus gemidos me avisaron que llegaría a su final. Aumenté la fuerza de mis estocadas junto con la velocidad de la paja. Electricidad comenzó a recorrer mi cuerpo y me preparé para un feroz orgasmo.
Mi mano izquierda se fue a su mandíbula cuando sus jadeos fueron en aumentos junto con los míos. De pronto su aire se cortó y comencé a sentir un líquido cayendo sobre mi mano y su ano cerrándose contra mi pene. Acto seguido, lo levanté ligeramente y metí mis manos bajo sus rodillas para controlar mejor la penetración. Con las rodillas a la altura de su pecho, inicié una agónica penetración que me transportó fuera del universo. La sensibilidad de mi glande estaba tan aumentada que gemí casi sufriendo debido a la intensidad del orgasmo.
La visión se me nubló y sólo vi estrellas. Rocco jadeaba casi inconsciente sobre mí, como si fuera un sexy muñeco de trapo. Mordí su oreja y besé su mejilla. Necesitaba hacerlo. Nos quedamos unos minutos así; sin mover el más mínimo músculo. Acaricié su cabello y lo contemplé descansar con sus ojos cerrados. En ese momento no quería estar en ningún otro lugar. Sentí que ahí debía estar por el resto de mi vida, abrazado con Rocco sobre mí.
De pronto hizo un movimiento y supe que quería levantarse. Besé su hombro y lo ayudé a incorporarse. Mi verga salió de su agujero completamente agotada y llena de mi semen. Su agujero lucía extremadamente rojo y ligeramente abierto. Aún boqueaba. Su vientre estaba con su semen al igual que mi mano. Mi pene ardía como el infierno e intuía que había sido tanto el roce que me lo había irritado. Gajes del oficio.
-¿Vas a algún lado? –le pregunté al verlo alejarse.
-Necesito una ducha –respondió avergonzado-. No me baño hace dos días.
-No me había dado cuenta –dije-. Tu olor me encanta.
Me sonrió y luego desapareció por la puerta. Fue idiotizante ver su culo contoneándose hasta que lo perdí de vista. Decidí meterme a la ducha con él y así ahorrar tiempo. Con ternura y amor lavamos nuestros cuerpos, poniendo extremo cuidado en nuestras partes irritadas. El contacto con el agua me ardía demasiado (estaríamos algunos días sin intimar debido a eso). Luego nos fuimos a dormir. Hicimos cucharita y lo envolví con mis brazos y piernas. En 0 segundos ya me había quedado dormido.
Un crujido me despertó y lentamente abrí los ojos. La luz de la mañana inundaba la habitación dejando ver el caos que había provocado. Mi abuela nos miraba desde la puerta con una media sonrisa.
-¿Todo bien? –preguntó.
-Creo que sí –respondí.
-Mmm… ¿ah? –murmuró Rocco entre sueños.
-Nada, bebé –le besé la sien y lo abracé.
Al rato después nos levantamos y fuimos a desayunar. Me sentí genial de poder comer nosotros tres otra vez. Sentía que mi familia había vuelto a la normalidad. Con Rocco íbamos tomados de la mano de un lado a otro, pues no nos queríamos soltar bajo ningún motivo. Cerca de la 1 de la tarde nos sentamos en el sofá y él se recostó sobre mí. Acaricié su cabello mientras veíamos Harry Potter en la televisión, y disfruté sentirlo tan cerca de mí.
El ruido de la puerta me hizo levantar. Miré la ventana y recordé de pronto la invitación a comer que me había hecho mi ex. Vi que Rocco se colocó rojo por la ira y se levantó furioso caminando en dirección de la puerta. Lo tomé del brazo y lo atraje hacia mí, mientras la puerta volvía a sonar.
-Silencio –le susurré-. Es nuestra oportunidad.
-¿Para qué? Sólo quiero sacarle los ojos con mis dedos y obligar a que se los coma –dijo.
-Rocco, la venganza no es buena en ningún término –le dije-. Quiero que sepas eso.
-¿No harás nada? ¿Dejarás que se vaya sin pagar las consecuencias? -preguntó enojado.
-Claro que no. Me vengaré, y lo haré a mi estilo –respondí-. Sólo lo decía porque no quiero darte un mal ejemplo. Pero antes quiero hablar contigo. Ahora quiero que te ocultes. Hablaré con él afuera, y después entraré.
Rocco me miró dubitativo, pero me hizo caso. Luego abrí la puerta y comencé mi actuación.
-Hola –dije abriendo la puerta. Fingí estar todavía triste y sin ganas de nada.
-¡Hola! ¿Estás listo para ir a almorzar conmigo? Preparé tu plato favorito.
-Eh… no sé. Siento que no tengo ganas de comer –respondí con pesar.
-¡Vamos! Te hará genial. Por favor –y luego mostró una enorme y blanca sonrisa, agregando su mirada de gato manipulador.
-¿Y dónde iremos? –pregunté. Se le iluminó la cara.
-Sorpresa –dijo-. Ahora vamos.
-Dame un minuto, iré a hablar con mi abuela –cerré la puerta y fui con Rocco.
-¿Qué vas a hacer? –me preguntó sorprendido.
-Antes de responder, quiero que me digas algo –dije-. ¿Quieres hacer una denuncia por lo que él te hizo? No será para nada fácil y quizás no funcione muy bien, pero te apoyaría en todo.
-No quiero –respondió-. No funcionará. No hay pruebas que pueda usar. Con suerte conseguiremos una orden de alejamiento, pero eso no es suficiente. Sería muy humillante.
-Humillante para él –agregué-. Para ti no, tú no tuviste la culpa.
-Pero igual no quiero –dijo-. Sólo quiero vengarme y destruirlo.
-Entonces continuaré con el plan –dije.
-¿Pero qué plan? –me miraba con ansiedad.
-Es muy predecible lo que quiere, Rocco –comencé-. Sólo quería asegurarme que haría lo que yo pensé, y lo hizo.
-No entiendo nada –pasó su mano por su cabeza.
-Me quiere llevar a su casa –expliqué-. Siempre que preguntaba sobre dónde me llevaría, y me contestaba con “sorpresa”, significaba que iríamos a su casa. Estoy casi seguro que planea hacerme lo mismo que hizo contigo.
-¿Crees que te drogará? –preguntó.
-Sí –luego lo miré fijamente-. Rocco, lo que haré será muy peligroso y quizás me meta en muchos problemas. Es por eso que quiero estar seguro si harás o no una denuncia contra él, porque después de lo que haré, ya no se podrá.
-Me estas asustando –dijo-. Pero sí, estoy seguro que no quiero.
-Ok. Ahora yo me iré con él –caminé hacia la puerta-. Nos vemos en su casa y procura que no te vea.
Luego salí y me monté en el auto. Necesité de mucha fuerza para no golpearlo en ese instante y mantener mi semblante. No hizo falta mucho tiempo para darme cuenta que, efectivamente, nos dirigíamos a su casa. Sentí nerviosismo al ver la fachada, pues algunos recuerdos invadieron mi memoria.
Al entrar vi que la mesa estaba decorada y todo estaba muy limpio. Un delicioso aroma a Lasagna inundaba el lugar. Me sonrío cuando vio que descubrí el olor. Me hizo una seña para que pasara a la mesa, pero lo seguí hasta la cocina. No quería perderlo de vista para saber dónde colocaría la sustancia que usaría para drogarme.
Sirvió los platos y nos fuimos a sentar. En la comida no estaba. Se levantó para servirme coca cola pero me negué.
-Anda, toma un poco –insistió-. Hace calor hoy a pesar de la tormenta de anoche.
-No, gracias –dije. Pero insistió aún más-. Mejor dame un poco de vino tinto.
-Está bien –contestó con una dudosa sonrisa.
Miré la coca cola intacta de su vaso con desdén mientras me llevaba la comida a la boca. Ya sabía dónde estaba la droga. Aquí comenzaría mi plan.
-¿Sabes? Creo que también voy a querer un poco de agua antes –le dije-. ¿Me traes otro vaso, por favor?
-Eh, bueno –se levantó un poco confundido.
A continuación me paré e hice unos arreglos. Al volver me lo entregó y le sonreí dejando el vaso al lado de mi plato.
-Quiero que hagamos un brindis –le dije levantando mi copa de vino-. Por la amistad.
-Por la amistad –repitió levantando su otro vaso-. Haza el fondo.
Le di un sorbo a mi copa y él sonrió. Con entusiasmo vació todo el contenido de su vaso y luego se paró. A continuación escupí el vino que había juntado en mi boca, y me enjuagué con el agua que había pedido anteriormente. Justo en ese instante él se dio cuenta que algo andaba mal.
-Estaba en el vino –le dije-. La droga.
-Cómo… -empezó a toser-. ¿De qué hablas?
-Contabas con que Rocco podría haberme dicho algo –comencé-, y quisiste confundirme. Sabías que yo era alérgico a la coca cola, y sabías que me negaría si me la ofrecías. Pero fingiste no acordarte y quisiste insistir para hacerme creer que ahí estaba la droga.
-Yo…-.
-Cuando fuiste a buscar el vaso de agua, voté la mitad de la coca cola de tu vaso en el masetero y luego lo volví a llenar con un poco de vino –sonreí mientras lo veía perder el equilibrio-. Pensé que te había dejado claro que yo no soy un imbécil.
Sólo fue cuestión de tiempo para que se desmayara por los efectos de lo que sea que le colocó al vino. Mi corazón comenzó a palpitar por la adrenalina y corrí hacia la puerta. Le mandé un whatsapp a Rocco y en segundos apareció desde la esquina. Entró y quedó un poco descolocado con la imagen.
-Llevémoslo a la habitación –le dije. Lo tomó de los pies y yo de los brazos, y entre tropezones logramos llegar a su habitación-. Hay que hacer esto rápido, no quiero arriesgarme a que llegue su madre.
-Pero hacer ¿qué? –preguntó Rocco que estaba aún pálido.
-Hay que desnudarlo –señalé. Me miró como si hubiera dicho algo terrible-. Rocco, si quieres puedes irte. No quiero obligarte a que seas parte de esto.
-¡No! Me quedaré, quiero ayudar –Y antes de que pudiera replicar, comenzó a quitarle los zapatos.
Mientras él lo desnudaba, comencé a buscar entre sus cosas. Investigué en vario de sus cajones y en el closet, hasta que di con lo que buscaba. Un consolador de goma, de punta delgada y que se iba engrosando hasta terminar con un grosor estratosférico. Lo habíamos comprado semanas antes de que rompiéramos, y sólo había conseguido meterse 2/5 del artículo.
-¿Qué harás con eso? –me preguntó Rocco.
-Saca tu celular –le ordené-. Le dejaremos un lindo recuerdo. No grabes mi rostro, sólo el de él.
Con mano temblorosa Rocco sacó su celular y comenzó a grabar. Primero hizo un plano general, mostrándolo acostado en la cama desnudo. Hizo un acercamiento y grabó su cara y su verga morena dormida. Procurando no mostrar mi rostro, lo giré y dejé su gordo culo a la vista. Separé sus nalgas y Rocco le realizó un close-up a la zona. A continuación tomé el juguete y lo acerqué su agujero. Rocco abrió los ojos sorprendidos.
-Esto va por lo que te hizo –le dije a Rocco cerca de su oído.
Y, sin utilizar ningún lubricante, comencé a meterle ese dildo por su agujero. Ignoré la resistencia que estaba comenzando a sentir, y empujé más fuerte. Continué hasta que su agujero estaba rojo y abierto al máximo. Me tenté a seguir, porque aún quedaba por meter, pero eso sería aún más bélico, y yo sólo esperaba que quedara claro mi mensaje.
Después de eso le pedí a Rocco que parara la grabación. Busqué en su casa y conseguí un papel y un lápiz. Me senté en la mesa y comencé a redactarle un mensaje.
“ Espero que con esto te enteres de lo que pasa cuanto se meten conmigo o con los que quiero. Llama a la policía, demándame, haz lo que quieras. Pero ten en cuenta que deberás explicar muchas cosas, cómo el origen de esa sustancia que, irónicamente, fue usada en tu contra y que usaste contra Rocco y quizás con cuantos más. No quiero volver a saber de ti, o el video que grabé será viral. Tómalo cómo un lindo trato ¿ok? Pues nadie tendrá que enterarse de nada, y nadie irá a la cárcel.
Pd: Acuérdate de mí cuando vayas al baño y sientas el horrible dolor
. Besitos en la frente, adiós.”
Tomé el papel y lo dejé sobre la cama. Lo miré por última vez y me retiré. Apenas di un paso por la puerta, percibí algo nuevo y distinto. El día estaba bellísimo y había un calor agradable. Sostuve la mano de Rocco y caminamos sin rumbo por las calles. Algo había cambiado en nosotros, podía verlo en sus ojos. Sonreímos cuándo lo descubrimos. Era una complicidad nueva, algo que nos unía de forma tenebrosa y excitante.
En ese instante entendí que ya nada me iba a separar de él. Supe que por él estaba dispuesto a todo, y él por mí igual. Sabíamos que podríamos caminar por el infierno sin miedo a quemarnos porque nuestro amor era mucho más fuerte y ardiente que el fuego. Era extraño e intenso, habíamos explorado partes muy oscuras y al límite, y aún seguíamos juntos. Sólo quién ha visto la peor parte de ti y aun así está contigo, es el indicado para que esté en tu vida para siempre. Y Rocco era ése indicado.
Los días pasaron y no recibimos noticias de mi ex. Pronto quedó en el pasado y no volvimos a mencionarlo otra vez. Desde ahí la vida se convirtió en nuestro cuento y estábamos dispuesto a escribirlo día a día con respeto y amor. Todo iba a bien hasta el accidente que nos destrozó para siempre… Mentira. Sólo quería asustarlos. Todo sigue bien. No perfecto, porque no todo es perfecto, pero nada que con una buena conversación no se pueda arreglar.
Escribo esto mientras Rocco ordena sus cosas para ir a la universidad mañana. Busca como loco su cuaderno en la habitación. Le he dicho seis veces que el cuaderno no está aquí y que, seguramente, lo dejó en la universidad. Él dice que no, que lo guardó en la mochila. Y yo le dije que eso mismo me había dicho con los otros tres cuadernos que perdió anteriormente. Es un cabeza dura. Hay cosas que, simplemente, no cambian.
Fin.